El primero de julio de 1974 murió Juan Domingo Perón, un estadista que suscita, aún hoy, medio siglo después, pasiones de toda clase. Trece años después, el 29 de junio de 1987, su cadáver sufrió una profanación: el corte de las manos. Se desconocen los responsables y las motivaciones, las hipótesis sobran; sin embargo, ambos factores constituyen material y germen suficiente para imaginar y tejer historias y conjeturas.
Gonzalo Fassón nació el mismo año que murió Perón. No lo conoció, no escuchó sus discursos de primera mano ni vivió sus años de gestión. Sin embargo, escribió un libro sobre él. O sobre el desafortunado suceso en el que sus restos fueron violentados. Las manos del General, un título sin eufemismos, toma como punto de partida, en clave de ficción –pero con un fuerte anclaje en la realidad–, el robo de esas manos, para transformarlo en otro hecho misterioso, trece años después. También en julio. La novela involucra al poder, al periodismo, a la policía, un cadáver que aparece como NN. El resto son preguntas y una trama que atrapa a cada página, y suscita preguntas “y si….”. Quién sabe....
Las manos del General fue finalista del Premio Clarín en 2020, sin embargo fue publicado a través de una editorial extranjera a principios de este.
Infobae Cultura habló con Gonzalo Fassón de su ópera prima, ganadora del Concurso Mamotretos de La Pollera, acerca de su trabajo para armar una novela que tiene como puntapié inicial un tema tan picante, entre otros temas.
—Existen infinitos temas posibles para abordar en el género policial. ¿Por qué elegiste el caso de “las manos de Perón”?
—En realidad, Las manos del General no es el resultado de haber querido escribir un policial y a partir de ahí buscar un tema. Lo que sucedió es que a mí me atravesó un tema, y ese tema, cuando le quise dar forma de novela, me resultó natural que se tratara de una novela policial.
¿Y cómo elegí ese tema? Ese tema en realidad me atravesó de chico. Yo tendría 13, 14 años cuando, en el año 87, profanaron la tumba de Perón. Y mi primer acercamiento con el tema fue desde su dimensión policial. A esa edad lo que me impactaba era cómo podía ser que alguien hubiera entrado a un cementerio, abierto una bóveda y se hubiera llevado las manos de un hombre que había sido presidente de la Argentina, que yo no sabía bien quién era.
A medida que fui creciendo, me encontré con una segunda dimensión, que es la política. Cuando entendí quién era Perón, y entendí la historia, del 45 en adelante, y sobre todo, del regreso de Perón en adelante, la década del 70, la década del 80 en Argentina. Y eso que a mí me había atravesado de chico empezó a cobrar otra forma. Y la tercera dimensión con la que me encontré –esta fue la que me disparó a mí a ponerme a escribir la novela– tiene que ver con la dimensión literaria. Y acá lo que me impactaba, lo que fue para mí el punto iniciático de la novela, fue el concepto del vacío.
—¿A qué te referís?
—Había un vacío en la historia, había un vacío en la dimensión policial, que era el vacío de esas manos adentro de ese cajón. Había un vacío en la dimensión política, porque, la verdad, no tiene respuesta. Habían sucedido gobiernos de todos los colores y banderas, y nadie había puesto voluntad política en resolver el caso. Y hay un vacío, también, en cuanto a lo literario. Era una historia inconclusa esa. Y fue así como, con esa pregunta de dónde están estas manos, por qué no aparecen, que surgió la idea de la novela.
—En relación con esto, ¿creés que los libros que tienen un anclaje en un hecho histórico –o real– son más atractivos para el público lector?
—Es difícil generalizar, porque la verdad es que hay tantos gustos literarios como lectores en el mundo. Sin embargo, sí, hay un grupo de lectores al cual nos gusta mucho esas historias que se anclan en un hecho histórico. Es como esas series de las plataformas que empiezan con la placa “basada en hechos reales”, que generan unas ganas o un hambre especial por consumirlas... Así que yo creo que sí.
Ahora, en este caso, el de Las manos del General, esto me planteó un desafío gigante, que era el de trabajar en la verosimilitud, en la cual yo narraba esta historia. Porque si bien está basada en hechos reales, después, desde el punto de partida de la historia, sucede algo que es muy transgresor, muy desafiante, que es el hecho de que aparezcan estas manos injertadas en otro cuerpo. Por eso, para mí, fue muy importante, para que la historia sea verosímil, relevar estos hechos históricos, ser muy preciso a la hora de trabajar con ellos. Cada lugar que aparece en la historia es un lugar real de Buenos Aires, de nuestra geografía porteña.
—¿Cómo la construiste? ¿Hubo una investigación del suceso histórico?
—Para mí, como te decía, era muy importante que esta historia fuera verosímil; y parte de cómo construí eso tuvo que ver con la investigación previa a la escritura del libro. Era muy importante que los hechos, que los sucesos que yo narraba, tuvieran una base real, una base concreta. Yo me propuse de entrada que cualquiera que leyese la novela y pudiera tener un Google enfrente, al escribir y consultar los datos, los pudiera encontrar.
La segunda columna en la cual trabajé la verosimilitud tiene que ver con los lugares donde ocurre la historia, y también hubo una investigación al respecto. Fui a cada una de las locaciones donde yo entendía que iban a pasar las cosas. Más de una vez fui, fui de día, fue de noche. Me interesaba no solamente verlas, sino escucharlas, entender qué me transmitían, qué sensaciones me daban esos lugares, cómo iban a construir el ambiente en el cual se desarrollaba la narración.
—Mencionaste tres dimensiones –la policial, la política y la literaria–. ¿Podés profundizar cómo se amalgamaron para la creación de la novela?
—Yo soy un escritor bastante intuitivo. La verdad es que no sabría decirte cómo fue que las fui amalgamando. Lo que sí te puedo decir es que para mí era muy importante que las dimensiones policiales y políticas fueran muy precisas, porque la tercera dimensión que se apoyó sobre ellas, que fue la literaria, tenía que descansar sobre pilares muy sólidos. Que esa dimensión literaria fuera verosímil y sea disfrutable dependía de que las otras dos dimensiones fueran muy sólidas.
—Esta novela fue publicada por una editorial extranjera. ¿Los escritores, a veces, no son profetas en su tierra?
—Para mí, el hecho de haber ganado el Concurso Mamotretos de La Pollera fue una sorpresa. En realidad, porque vencí un prejuicio que yo tenía al principio, que era que se trataba de una historia demasiado argenta como para que tuviera posibilidades de ser valorada fuera del país. Y de hecho, a los concursos que la mandé o las veces que la presenté, siempre lo tuve en mente como para un público local. Así que el hecho de encontrarme con que a una editorial chilena le interesara la novela me sorprendió, primero, y me abrió la esperanza de que quizá haya un público fuera de Argentina al cual, más allá del hecho histórico puntual que trata la novela, le pueda resultar relevante la historia.
[Fotos: Gentileza La Pollera]