El viernes 26 de julio a las 18:30 horas en la emblemática Librería Norte (Av. Las Heras 2225, CABA) se da cita un dream de poetas: Carlos Battilana, Diana Bellessi, Santiago Craig, Silvana Franzetti y Jorge Monteleone leerán textos y poemas. La actividad es gratuita.
Bajo el título No existe la muerte mientras leemos, la propuesta consiste en dar cuenta cómo “la lectura introduce en la vida cotidiana un margen de reserva íntimo que desata el estremecimiento”, dice la invitación.
“Se abre un tiempo fuera del tiempo que lleva a la poesía, esa zona de la lengua que es revelación luminosa, candor, perplejidad, siempre reacia al deber o al envejecimiento”, concluye. A cntinuación, un poema de cada poeta.
Nocturno, de Carlos Battilana
Liviano ante las ruinas de este jardín,
el aire
que atravesó ciudades y ríos
roza la superficie. ¿Qué
fatiga, qué bellísima fatiga
nos disuelve?
En esta tarde de junio
de un cielo plomizo
dejo atrás lo que viví,
y el escaso margen que queda,
el frío
es
-sabemos-
una llama blanca
que encenderá una letra, una voz y
una caligrafía
con que se pueda escribir
eso que cada uno,
a su modo,
conoce:
que las horas y los días,
que las lluvias torrenciales
son apenas
hechos pasajeros
que más allá
de sus destrozos,
los temporales pueden dotar de fuerza
a los seres
inmersos
en su estruendo
y que el olvido,
que todo lo arrasa
y todo lo ve,
no tiene fin
que, a pesar de todo,
las tempestades
pueden volverse benignas
como animales nocturnos
disolviéndose.
Ajeno al milagro, de Diana Bellessi
De un rojo bermejo la luna llena sale
por los cielos del este como un huevo
de avestruz que acabara de romperse
y derrapa lentamente dando
al ojo un sagrado pasmo
de emoción intensa en las afueras
del pueblo mientras las aves dicen
sí o dicen no a la belleza final
de la gloria y un perro orina feliz
en la banquina ajeno al milagro
que ya se va como abril se va
por el rosado pudor al rojo punzó
de un corazón maduro que sí, sabe
Entre costa y costa, de Santiago Craig
Y les diría a los otros:
¿A dónde van ustedes?
¿Cómo saben el camino
que se arma
con el pie detrás del pie,
con la mano en sus manos?
¿Cómo usan así
los ojos y la voz
para indicar
es por acá,
para cruzar los días
entre costa y costa?
Amanecería igual
y sin respuesta
y las sombras se estirarían
sólidas en los caminos.
Creciendo.
Y les diría a los otros:
¿Ya escucharon ladrar
a ese perro que está ahí siempre,
ya vieron cómo levantan los hombres
las persianas en la avenida, ya saben
ponerse en lo que pasa,
como si fueran el pan o los párpados
o cualquier otra cosa fundamental
y para algo hecha,
necesaria?
Silvana Franzetti
Por qué Ozu.
El sabor del té verde con arroz
alcanza el fuera de campo.
Qué variedades
se perdieron en los últimos cien años
y por qué causa placer
el sonido de la lluvia
de arroz
al verterlo en el agua.
Construida la perspectiva,
quién sabe si una parte
de las cosas
están en oriente.
Goethe en Roma (fragmento), de Jorge Monteleone
La noche
sin estrellas la que abría
la puerta que no cesa
van los ojos
de la penumbra al otro
lado: allí late un resplandor secreto
yo vengo de besarte
–era el invierno falso
donde acecha un verano
de animales saciando
radiosas aguas de selvas irreales–
te vas de nuevo y estoy en mi casa
y para dar palabra a tu mudez nocturna
con la voz alta que el aliento calma
abro el libro de las Elegías romanas
–mientras la luz todavía temblaba
en las altas paredes amarillas
y el agua de las fuentes
pulsaba en Roma el eco del mundo–
y leo la “Elegía XIV”:
" –¡Alúmbrame!” decía
–Pero aún no está oscuro, señor, y es en vano
malgastar el aceite y los pabilos.
¡No cierre las ventanas, aún hay sol!
El pueblo está dorado,
se iluminan las casas todavía:
para la noche falta media hora.
–Obedece porque espero a mi amada:
y que esas llamitas de las lámparas,
las mensajeras de la noche, sean
mi consuelo
mirando aquella luna
que abren las nubes en el aura de agosto
con suave movimiento
la incandescencia fija su contorno
y el centro oscurecido
y el halo de una lluvia prometida
a la tierra reseca