Hugo Alconada Mon novela un doble crimen del siglo XIX y el invento que cambió la policía científica

Necochea, 1892. Un horrible asesinato y su resolución con el método desarrollado por Juan Vucetich, que marcó el nacimiento de la criminología moderna, es narrado por el destacado periodista

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La novela de Hugo Alconada Mon relata cómo la ciencia de las huellas dactilares resolvió un asesinato a fines de 1880
La novela de Hugo Alconada Mon relata cómo la ciencia de las huellas dactilares resolvió un asesinato a fines de 1880

Se convirtió en leyenda. Lo llamaron sabio. “Las huellas dactilares se conocen desde hace miles de años – dijo el comisario – pero ninguna policía del mundo las utilizaba para resolver crímenes, hasta que Vucetich (Juan) sistematizó cómo tomar o levantar cada huella, cómo registrarlas y cómo buscarlas en los archivos entre millones similares. ¡Un genio!

El método que había desarrollado para tomar y archivar las huellas era revolucionario por su sencillez. Con un rodillo, tinta negra y un madero acanalado, cualquier vigilante podía volcar las impresiones de los dedos del sospechoso en una ficha”. La leyenda es Juan Vucetich y el descubrimiento, la dactiloscopía. Tanto es así que dio la vuelta al mundo y le otorgó reconocimiento internacional y la admiración de muchos y la envidia de otros tantos. Pero esa es otra historia.

La que se cuenta aquí, en La cacería de hierro, (Planeta, 2024) del periodista y autor Hugo Alconada Mon, es la resolución de un crimen que tuvo lugar en un campo aledaño al pueblo de Necochea, a fines de la década de 1880, cuando identificar a un asesino por su huella dactilar era impensado. Pero sucedió. Y fue gracias al método desarrollado por el inmigrante dálmata de 33 años, Juan Vucetich a quien al final de la novela se lo cita con una frase real que lo pinta de cuerpo entero: “la policía debe servirse de los descubrimientos de la ciencia. No es por su brutalidad sino por su superioridad intelectual que podrá garantir la seguridad”.

El enunciado es casi una marca personal del croata nacionalizado argentino, que llegó al país en 1882, ingresando a los cuadros de la policía bonaerense seis años después. Así, la dactiloscopia, el instrumento que sirve para tomar las huellas dactilares, se transformó en el gran descubrimiento del siglo posicionando a la Argentina en el primer país del mundo en usar las huellas dactilares como el único método eficaz para la identificación de sospechosos.

El método de Vucetich era revolucionario y simple: rodillo, tinta y un madero
El método de Vucetich era revolucionario y simple: rodillo, tinta y un madero

Pero volvamos a la historia. Los protagonistas son tres: Juan Vucetich, la figura central de la ficción, Valentín Hierro, un muy joven guardiacárcel, que carga con el asesinato a sangre fría de su mamá, y busca resolverlo con la ayuda del primero, y el comisario Eduardo Álvarez. “Álvarez era como le habían anticipado: áspero. En la policía había ascendido por mérito y crímenes resueltos hasta llegar a comisario de sección, sin detener allí su progreso. La Jefatura terminó por crearle el puesto a medida para sus talentos: comisario de pesquisas, desde 1890, e inspector del Crimen dos años después. El primero desde la fundación de la Policía bonaerense en 1821. Como esos investigadores de ficción de los que todos hablaban, Monsieur Lecoq y Sherlock Holmes, pero real”.

Pero sucede que Álvarez no era áspero. “Valentín apuntó con el pulgar a la mujer que los observaba desde la fotografía con la niña en brazos. Es Elaia, ¿no? ¿Dónde está? El comisario no era áspero, captó; estaba roto por dentro”. Álvarez, además, fue el que viajó a Necochea y logró reunir las pruebas (dactilares y otras) para que finalmente descubran quien cortó el cuello a esos pobres chicos. Algo que no les pienso a contar. Y a la misma vez, pero por otro camino, el guardiacárcel, Valentín Hierro, (personaje bien logrado que me encantó), logra desentrañar el intríngulis alrededor de la muerte de su madre, en circunstancias confusas y sin esclarecer.

Final que eso y otras cuestiones más le merecieron el reconocimiento y el puesto de comisario, algunos años después de haberse encontrado por primera vez con Vucetich. “Tras catorce años en la fuerza, la fama lo precedía. Mérito de su foja de servicio. O, según él, gracias a sus mentores, Juan Vucetich y Eduardo Alvarez, que Dios lo tuviera sentado a su derecha. Le debía demasiado. Pusieron a su disposición la mejor oficina de la dependencia: mesa y silla, bandera argentina, retrato del Presidente Roque Sáenz Peña, almanaque de 1913. Le ofrecieron agua, café y mate. Le dijeron que era un honor tener al comisario Hierro entre ellos”. Y algo de verdad hay en eso de que llegó gracias a sus mentores.

Hugo Alconada Mon une realidad y ficción en "La cacería de hierro"
Hugo Alconada Mon une realidad y ficción en "La cacería de hierro"

Porque mucha de la información que le compartieron Vucetich y Álvarez, colaboró con el camino que tuvo que recorrer hasta llegar a develar el trágico destino de su mamá a manos de un asesino. Algo que lo tenía loco. Endemoniado. Y que no le permitía avanzar con su propia vida. Pero que, por otro lado, lo transformó. “Tanto amaba a su madre? ¿Tanto lo obsesiona encontrar al asesino como para dedicarle casi tres años de su vida? Valentín se tomó un tiempo para responder. Más de lo que imagina – dijo- Es eso, pero no es solo eso. Comencé por mi madre, pero ahora es difícil de explicarlo; siento que en esto me he ido convirtiendo en un cazador. (…) El dolor y la cacería lo habían transmutado. Era menos Valentín y más Hierro”.

La narrativa de Alconada Mon es ágil y entretenida. Promete y cumple. Y la trama, atrapa. Tiene el rigor de la investigación periodística, que se ve con claridad en los datos (hasta ahora desconocidos) y la documentación, pilares fundamentales de este policial. Al leer las 239 páginas uno tiene la seguridad de que lo que está leyendo es de calidad. No solo porque el periodista sabe cómo maridar realidad y ficción sino porque lleva el sello de un autor que cuenta en su haber con 8 libros editados (todos por Planeta) siendo este último su segundo libro de ficción (el anterior fue La ciudad de las ranas).

Vucetich, inmigrante dálmata, revolucionó la policía bonaerense a fines del siglo XIX
Vucetich, inmigrante dálmata, revolucionó la policía bonaerense a fines del siglo XIX

¿Y ahora ustedes me preguntarán: quién fue el autor del crimen de Necochea? ¿Y a la madre del guardiacárcel: quien la asesinó? ¿Qué le pasó a la familia de Álvarez? Nada de eso van a encontrar en esta columna. Pero sí mi recomendación de leerla. Al igual que el libro.

Quién es Hugo Alconada Mon

Hugo Alconada Mon, es abogado, autor y periodista. Actualmente es prosecretario de Redacción del Diario La Nación. También es columnista del diario El País de España. Es maestro de la Fundación Gabo y miembro de la Academia Nacional de Periodismo. Ganó varios premios a nivel nacional e internacional y participó en los Wikileaks, los Panamá Papers y los Uber Files entre otras investigaciones periodísticas de alto impacto. Es autor de 8 libros y la Cacería de Hierro es su novena obra y la segunda de ficción junto con La ciudad de las ranas.

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