Una relación rota y el viaje redentor para encontrarse con papá, en un nostálgico documental

“Las voces de Pablo”, de Gonzalo Murúa, está inspirado en cuentos de su padre y busca reconstruir vínculos. “Ayudó a cerrar una etapa de duelo”, dice el director, nieto de Lautaro Murúa

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Trailer de "Las voces de Pablo", de Gonzalo Murúa Losada

En 2013 falleció Pablo Murúa, hijo del actor y director argentino Lautaro Murúa. Motivado por la necesidad de sanar una relación rota durante años, su hijo Gonzalo decidió embarcarse en un viaje hacia la historia del “ingobernable” Pablo. De esa reconstrucción de recuerdos propios y ajenos nació el documental Las voces de Pablo que se estrena esta semana en salas argentinas.

El director aporta su perspectiva personal y reconstruye la historia de su padre a través de recuerdos propios y ajenos. Gonzalo indaga en la esencia de Pablo Murúa cuya vida estuvo marcada por una incapacidad de adaptarse tanto al mundo laboral como a las relaciones afectivas. El documental busca desentrañar esa historia familiar usando recursos poéticos que surgen del hallazgo de unos cuentos inéditos que escribió el padre del director. A través de esas líneas, que mezclan la ficción con hechos y espacios reales, se busca comprender y descubrir aspectos de la personalidad del protagonista. “Deseo rearmar lo sano para poder reconstruir un vínculo saludable, para que esas obras de teatro que leíamos no sean simples personajes en mi memoria”, declara Gonzalo.

Gonzalo Murúa Losada estudió la licenciatura en Cine en la Universidad del Cine de Buenos Aires (FUC) y, posteriormente, realizó una maestría en cine documental en la misma institución. Además de trabajar como montajista freelance y director de documentales, es profesor de cine en el Tecnológico de Monterrey en México. Dentro de sus trabajos destacados se encuentra su primer largometraje documental Los fantasmas de Losada en 2015 y Te quiero obsceno en 2016, seleccionados en diversos festivales e cine nacionales e internacionales.

El documental busca desentrañar la personalidad 'ingobernable' de Pablo Murúa
El documental busca desentrañar la personalidad 'ingobernable' de Pablo Murúa

Las voces de Pablo se apoya en un enfoque nostálgico y melancólico, donde Gonzalo rememora sus tardes leyendo teatro con su padre y las noches viendo películas y charlando, aspectos que contrastan con la evolución de la relación entre padre e hijo. Gonzalo menciona: “Siento que no llegué a conocer verdaderamente a mi padre, a ese Pablo del que todos hablan pero nadie puede restituir”.

En este proceso, busca no solo una reconciliación con el pasado, sino también una manera de cerrar heridas abiertas por años. “Solo iluminan pequeños fragmentos de un fantasma”, expresa el director al referirse a la memoria fragmentada de su padre. Este documental presenta una oportunidad de reconstruir y entender mejor a Pablo Murúa mediante los relatos de aquellos que lo conocieron y las publicaciones nunca realizadas.

—¿Por qué decidiste hacer esta película tan personal?

—Desde hace tiempo venía explorando temas familiares en mi trabajo. Mi primera película, Los fantasmas de Losada, aborda la historia de la Editorial Losada, fundada por mi bisabuelo. Pero en este caso, se centró en algo más íntimo: mi relación con mi padre. El proceso comenzó aproximadamente en 2015, cuando me inscribí en la maestría en cine documental en la Universidad del Cine. Esta experiencia fue enriquecedora porque me sumergí en lecturas, visualizaciones y discusiones académicas. Con la película comencé a desenredar aspectos personales profundos. Fue un proceso que coincidió con el descubrimiento de unos cuentos había escrito mi padre que parecieron una señal para mí. Creo que el proceso de creación de la película ayudó a cerrar ese capítulo de duelo en mi vida.

El proceso de creación de la película ayudó a Gonzalo Murúa a cerrar un capítulo de duelo
El proceso de creación de la película ayudó a Gonzalo Murúa a cerrar un capítulo de duelo

—¿Cómo fue el proceso de convencer a tu familia para que participara en la película?

—Inicialmente, hubo una aceptación bastante positiva por parte de la familia. Al principio, tuve ciertos temores sobre abrir esta puerta, ya que durante muchos años no se había hablado mucho de mi padre. Sin embargo, la película permitió abrir estos espacios que habían estado cerrados. En general, hubo mucho amor durante el proceso y mis familiares fueron muy abiertos. No sentí que estuvieran reservándome información o que hubiera una barrera para compartir sus historias y recuerdos.

—¿Cómo evolucionó tu guión original a medida que filmabas?

—Hubo muchos cambios significativos. Inicialmente, tenía un guión y una estructura planificada, pero la realidad histórica y la vida misma hicieron modificar esa visión inicial. Surgieron nuevas posibilidades y descubrimientos que modificaron la narrativa. Por ejemplo, apareció Emiliano Damonte, un amigo de mi papá del que apenas tenía conocimiento. Fue mi tía María Isabel quien insistió en que lo contactara. Emiliano aportó mucho al proyecto, ya que tenía un vínculo profundo y emotivo con mi padre, casi como un hijo para él debido a la gran diferencia de edad. Además, aparecieron fotos y objetos que enriquecieron la historia de maneras inesperadas. Incluso encontramos el guión original de la película Cuarteles de invierno, que mi padre había escrito junto mi abuelo.

—¿Qué tuviste en cuenta para unir tu historia familiar con la del cine argentino?

—Aunque conocí a mi abuelo Lautaro cuando era muy pequeño y tengo algunos recuerdos de él, mi conexión fue tardía. La película fue una oportunidad única para reconectar con su legado cinematográfico y reconstruir una parte de mi historia familiar. También me hizo recordar cómo mi padre luchó en el mundo del cine, especialmente al regresar de España en 2001 durante una crisis económica en Argentina. Ver su perseverancia y las dificultades que enfrentó me hizo dudar de estudiar cine cuando terminé la escuela, pero finalmente decidí seguir mi pasión por el documental, comenzando con una pequeña cámara.

El documental presenta fotos y objetos inéditos que enriquecen la historia
El documental presenta fotos y objetos inéditos que enriquecen la historia

—Hoy está en discusión sobre la importancia cultural y la preservación del archivo audiovisual en la Argentina, ¿te fue fácil encontrar todo el material que usaste en tu película?

—La falta de valoración y acceso a los archivos es un problema grave en nuestro país. El Museo del Cine, por ejemplo, lleva años en disputa por un espacio adecuado. Gracias a ellos, logramos digitalizar Cuarteles de invierno, aunque acceder a las películas sigue siendo difícil incluso para mí, como nieto del director, si el productor no está presente en el INCAA. Para encontrar la película, tuve que recurrir a Mercado Libre, donde encontré las latas olvidadas en un depósito. Es crucial democratizar el acceso a los archivos cinematográficos, no solo para los estudios cinematográficos, sino para todos los ámbitos de estudio que definen nuestra identidad argentina. Comparando con México y otros países, veo una mayor preservación y reconocimiento allí. En Argentina, gran parte del cine mudo se perdió, y es fundamental valorar lo que tenemos y presionar por mejoras.

—¿Te pasó los mismo con los archivos familiares ?

—Fue un proceso muy particular porque inicialmente tenía muy pocas fotos de mi padre. La falta de material de archivo era algo que me preocupaba profundamente, ya que solo contaba con dos o tres fotos digitalizadas. Debido a sus mudanzas frecuentes y a su estado psicológico y de salud, él tendía a deshacerse o perder sus pertenencias. El trabajo fue meticuloso y constante. Comencé a redescubrir y reconstruir los archivos familiares casi como una labor de hormiga. Por ejemplo, encontré una caja de fotos en la casa de una tía abuela al inicio del proceso de filmación. Luego, aparecieron fotos que una ex pareja de mi padre guardaba celosamente. Cuando supo del documental, me entregó un fajo de fotos que resultaron ser increíblemente valiosas.

—¿Qué reacciones tuvo tu familia al verla por primera vez?

—La primera proyección con mi familia fue un momento muy especial y emotivo. Se realizó en la Universidad del Cine, donde invitamos a los entrevistados y gran parte del equipo técnico que participó en la película. Para mí, fue una prueba crucial, ya que estos espectadores eran personas cercanas que habían contribuido directamente al proyecto. La experiencia fue intensamente emocional; hubo un momento de catarsis colectiva donde todos terminamos llorando. Ver la reacción positiva de la audiencia me llenó de alegría. La película resonó con ellos y fue gratificante ver cómo conectaba con la historia de mi padre y su legado.

Graciela Borges, muy cercana a la familia del director, es una de las entrevistadas
Graciela Borges, muy cercana a la familia del director, es una de las entrevistadas

—En la película se habla mucho de sanar, ¿lograste ese proceso?

—Fue un proceso muy complejo y personal. Recuerdo claramente cuando me informaron que finalmente obtuve el subsidio del INCAA para la producción, después de meses de espera durante la pandemia. Revisé el guión nuevamente y sentí la necesidad imperiosa de enfrentarme a todas esas emociones y recuerdos dolorosos que había plasmado en el papel. Escribir el guión fue un ejercicio profundo de reconexión con mi historia familiar y con las emociones que había mantenido guardadas por mucho tiempo. El proceso de sanación tuvo sus altibajos. Revivir esa historia, que ya había experimentado en su momento, fue como volver a enfrentar mis propios demonios. Al principio, me encontraba enojado con mi papá por todo lo que había vivido, pero conforme avanzaba la producción, me di cuenta de que la película no se trataba tanto de perdonarlo como de comprenderlo desde otra perspectiva, más allá de la herida que había dejado en mí.

—Decidiste incluir entre los entrevistados a Graciela Borges, amiga y compañera de tu abuelo, un gran sostén para tu papá y tu madrina de bautismo. ¿Es una persona que une a las tres generaciones?

—Agregar a Graciela Borges al final fue algo que había planeado desde el inicio de la película. Sentía cierto temor porque sabía que ella siempre está ocupada con sus propios proyectos, pero fue realmente maravilloso cómo se involucró y cómo su participación enriqueció la película. Su testimonio aporta mucho porque vincula la perspectiva personal con el cine, creando un vínculo interesante entre nuestras tres generaciones. Su presencia no solo añade valor desde un punto de vista personal, sino también desde un enfoque profesional, dado su impacto en la industria cinematográfica. Es muy gratificante ver cómo su participación completa este círculo, conectando nuestras historias y trayectorias en el cine.

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