“El paraíso jamás será paraíso a no ser que mis gatos estén ahí esperándome”, decía Epitafio. Quienes conviven con una de estas criaturas generan un vínculo fascinante. No es una relación clásica de asimetría como con ciertas mascotas: algo en los felinos da la pauta que no obedecen del todo, que no se someten a los caprichos de sus dueños. Como si su belleza trascendiera cualquier cuestión utilitaria y funcional. ¿Qué representan los gatos para los humanos?
“Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre”, escribió Víctor Hugo arañando el fondo de la cuestión. Hay algo de la relación con la naturaleza, del vínculo con lo inexorable, del trato con las bestias. Con un gato nunca se sabe. Tampoco lo supieron seguridad todos los pintores que los ilustraron. Intentemos analizarlo en las siguientes obras de arte.
Los gatos que cruzaron el océano
Empecemos por una imagen que haga honor a esta sección: la belleza. Pintada en el año 1875, a comienzos de la Belle Epoque, Mujer con gato es un típico cuadro del francés Pierre-Auguste Renoir. Vemos a una mujer joven, de cabello rubio recogido y camisola, que no solo sostiene a un gato, también lo abraza, y hasta podríamos decir que con su mano derecha le hace cosquillas. En el año 1950 el matrimonio Benjamin E. Levy donó la obra a la Galería Nacional de Arte de Washington D.C.
El gato es un Maine Coon. ¿Cuál es el origen de esta raza? Hay una historia, de la que no hay más fuentes que una larga tradición oral, que involucra a María Antonieta. Se dice que antes de morir ejecutada, intentó escapar. El capitán Samuel Clough cargó todas sus pertenencias a su barco. Allí también subió a sus seis gatos. La Reina jamás llegó, pero sus felinos cruzaron el océano y desembarcaron en Estados Unidos y allí, al mezclarse con otras razas, surgieron los Maine Coon.
El cartel del verano
El cartel de El tour del gato negro debe ser una de los afiches publicitarios más pop de la historia, y eso tiene su mérito. Lo hizo el pintor y litógrafo francés Théophile Steinlen. Pero, ¿quién fue este hombre? Hijo de una familia burguesa, se formó en las artes publicitarias en la hoy alemana Mulhouse, para afincarse luego en París, donde se convirtió en un habitué del mundillo bohemio. Allí forjó amistad con Adolphe Willette, Antonio de La Gandara y Henri de Toulouse-Lautrec.
Fue el empresario Rodolphe Salis quien le pidió con lo haga. Era dueño de un tugurio top en Montmartre muy famoso entre los artistas porque el acceso le estaba vedado a “curas infames y militares”. En 1892 organizó una compañía de artistas del cabaret para ir de gira durante los meses de verano. Este cartel fue creado en 1896, e iba girando de ciudad en ciudad, convirtiéndolo en el símbolo de una época. Existen diferentes copias de la pieza: en Berlín, Cataluña y Nuevo Brunswick.
Gatos voladores
Cada vez que a Philippe Halsman se le ocurría una idea “fuera de lo común” le pedía a Salvador Dalí que fuera “el héroe de la foto”. Dalí atómico quizás sea el mejor ejemplo de esa “locura”. El plan de Halsman consistía en que su esposa Yvonne sostenía una silla, sus asistentes —entre ellos estaba Irene, su hija— lanzaban baldes de agua y gatos, mientras Dalí, en el centro de la escena, daba un salto. El fotógrafo contaba uno, dos, tres y la escena se fabricaba sola.
¿Se hizo enseguida? Por supuesto que no. “Seis horas y 28 intentos después, el resultado satisfizo mi deseo de perfección. Mis asistentes y yo estábamos mojados, sucios y completamente exhaustos; sólo los gatos parecían estar como nuevos”, contó Halsman. El cuadro a la derecha, tapado por los gatos y el agua, es justamente Leda atómica, la famosa obra que, hasta entonces, no había sido mostrada en sociedad. Recién lo hizo al año siguiente, en 1949.
Dalí atómico finalmente salió como esperaban. Al poco tiempo se publicó en la revista Life a doble página. Fue un verdadero éxito con repercusión inmediata. Todos hablaban de esa belleza, de esa osadía. En la presentación de la obra, un crítico de arte se les acercó para hacerles la pregunta entusiasta de rigor: “¿Cómo lograron hacer esa foto?” Halsman y Dalí se miraron, sonrieron cómplices, y le respondieron: “Con imaginación, caballero... con imaginación”.
Lo que surge el corazón
Una niña cae de espaldas ante la aparición repentina de un grupo de gansos graznando que siguen llegando desde la puerta del fondo. Hay platos rotos, una silla caída, un momento de tensión. La olla de fondo revela que era un momento de tranquilidad. Y detrás de la niña asoman unos gatitos que observan la escena sigilosamente pero que amenazan con intervenir, que defenderla, con atacar a esas aves amenazantes y malvadas.
Así se conforma la singular obra de ¡Sorpresa! (1888), del pintor italiano Gaetano Chierici. “La obra de Chierici —escribió Juan Gabriel Batalla— nace del más profundo amor y no por el arte o los movimientos, sino por la vida, lo que en sí -lamentablemente- no es la media de los artistas que suelen llevar al campo de lo intelectual algo que surge el corazón”. ¡Sorpresa! se subastó en el año 2019 por Sotheby’s a 279.842 dólares.
Un paraíso felino
En Paraíso de los gatos, de 1955, la hispano-mexicana Remedios Varo muestra la fascinación que le despertaban estos animales. Su obra no es taxativamente felina, aunque aparecen en ocho cuadros y dos bocetos, y debido a que su caracterización se diferencia tanto de otras y pasa por tantos registros que la asociación es inevitable. En esta pintura se puede apreciar la influencia de la pintura flamenca en su obsesión por el detalle. La hizo con pincel triple cero, con uno o dos pelos.
“A Remedios Varo le gustaba la libertad, no puede ser encajada en ninguna vanguardia. Por eso en su obra está tan presente la figura del gato, un símbolo de todo lo que representa. Encajarla en una convención es la antítesis de lo que ella era”, dijo Victoria Giraudo en una entrevista con Infobae Cultura cuando el Malba inauguró Constelaciones. Otras obras famosas de Varo con gatos son El Gato Helecho, Simpatía (La Rabia del gato), Vagabundo y Mimetismo.
El agradecimiento
Si hay mujer con gato, también hay hombre con gato, y lo hizo una mujer: Cecilia Beaux. Es un retrato en agradecimiento. Hacia fines del siglo XIX, cuando Beaux se convierte en la primera mujer instructora en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania y exponer obras en el Salón de París, hace un retrato a su cuñado en 1898 que siempre la ayudó: Henry Sturgis Drinker. Junto con su hermana, le darían seis sobrinos. Lo pintó con su gato.
Hombre con gato está en el Museo Smithsoniano de Arte Americano. Es un óleo sobre lienzo de 121,9 centímetros de alto por 87,8 de ancho. La postura, la vestimenta y la mirada del ingeniero sugieren una gran seguridad. Según los críticos, Cecilia tenía una personalidad similar. Se admiraban mutuamente. Eleanor Roosevelt, por entonces Primera Dama, la definió como “la mujer americana que ha hecho la mayor contribución a la cultura del mundo”.