Sensible, narcisista, iconoclasta: luces y sombras del Turco Asís, el “mago de las palabras”

Pablo Perantuono y Fernando Soriano, autores de “Turco: vida, obra y secretos de Jorge Cayetano Asís”, conversaron con Infobae Cultura sobre el hombre que “cruza la historia de los últimos cincuenta años de Argentina”

Sensible, narcisista, iconoclasta: luces y sombras del Turco Asís, el “mago de las palabras” (Foto: Cristian Gastón Taylor)

“Un barón del siglo XX”, dice Pablo Perantuono. “Un mago de las palabras”, agrega Fernando Soriano. En Turco: vida, obra y secretos de Jorge Cayetano Asís, que hace días nomás publicó Planeta, pero también en esta rauda conversación con sus autores, los intentos por atrapar una personalidad huidiza fluyen como el agua: locuaz, elegante, narcisista, rebelde, sensible, iconoclasta, ¿qué más? El concepto definitivo que sintetiza su trayectoria aún no existe porque esta fue ecléctica, zigzagueante, controversial. “Es un tipo que cruza la historia del país. Se puede contar la historia de los últimos cincuenta años de Argentina a través de él”, dicen. Efectivamente, el libro recorre todo: su infancia en Villa Domínico atravesada por las intermitencias de un padre fabulador, el despertar sexual de un adolescente atorrante, la primer gran oficio de vendedor, su arribo en la Capital, la militancia comunista, el levante como obsesión, la revelación literaria como bestseller, sus días en Clarín, sus noches fuera de Clarín, la inserción en el menemismo, el francotirador político del siglo XXI. Y las miles de historias en los intersticios.

En cada una de las 622 páginas hay un relámpago parejo que se aloja en la esencia del protagonista. “La ardiente llama que haría crepitar su prolongada epopeya vital: su ambición, sus ganas de comerse el mundo”, escriben los autores. Su entrada de Wikipedia sabe a poco: “escritor, periodista y analista político argentino que también ocupó cargos públicos y diplomáticos”. Hay algo más que necesitaba volumen, espacio, densidad. Estamos frente a un trabajo de cuatro años y casi cien entrevistas, algo inusual en el mundo editorial cada vez más carcomido por los fulgores del éxito rápido y la novedad. Estamos frente a un libro que ya no quiere pintar una época, esta, la nuestra, la que mañana será cenizas, sino recorrer gran parte del siglo XX, otra gran parte del XXI, mostrar las crisis, los cambios, los derrumbes y las resurrecciones de un país invencible y autodestructivo, y hacerlo todo a través de un hombre total. No podía ser otro que Jorge Asís, quien hoy, con sus 78 años y una intacta “sonrisa pícara” bajo el “bigote zarista”, mantiene una vitalidad analítica e intelectual inusitada.

Juan José Becerra les sugirió escribir este libro. Planeta ya lo había intentado con otro escritor pero, dicen, no funcionó. Empezaron a cuatro manos pero se mimetizaron tanto que en algún momento se volvieron un solo autor: “Para nosotros era muy importante que no se note quién escribía qué cosa”, dice Soriano, que es coautor, junto a José Bellas, de Será siempre Independiente. Por su parte, Perantuono había escrito, con Mariano del Mazo, Fuimos Reyes: historia completa de los Redonditos de Ricota. Ambos, con experiencia en la escritura doble, pero acá buscaron una suerte de fusión: “Encontramos un ritmo y dijimos: subámonos. Es un registro histórico, clásico, de nuevo periodismo. Tantos libros que hemos leído que son así y no parecía que podamos pifiar, porque tenemos mucha data. Y funcionó. Es difícil notar la diferencia entre quién escribió qué”, comenta Perantuono, y Soriano agrega: “Fue clave que seamos tan amigos para poder bancar la neurosis del otro. Sabemos que intimidan las 600 páginas, pero le encontramos la vuelta para que sea amable y llevadero, y la historia del Turco te atrapa”.

“Turco: vida, obra y secretos de Jorge Cayetano Asís”

—Una de las grandes definiciones que dan es la de “macho de los suburbios”. Y escriben: “Su obsesión, su verdadera obsesión, son las mujeres. Quiere embelesarlas, atraparlas, ser admirado por ellas. La sangre árabe le hierve”. En ese rasgo, pero quizás también en otros, ¿ven un héroe que ya no calza con la nueva época, con las nuevas generaciones?

—Pablo Perantuono: El Turco es un barón del siglo XX, de la segunda mitad del siglo XX. Tiene todos los atributos de un barón del primer cordón del conurbano. A veces me río un poco cuando hablan de que esta es una era de la crueldad. Eso lo observo con muchos matices porque realmente era un ruedo hostil criarse en Villa Domínico en la década del cincuenta, porque ahí sí había una especie de sobredosis de hostilidad, de machismos, de crueldades. En el libro ponemos, porque está bueno recordarlo, cosas muy elementales pero que te sitúan en la época, como por ejemplo que los hombres tenían total derecho a empapar a las minas durante el carnaval. Y si una mina se iba al laburo y había una banda de flacos, incluso grandes, de 20 años, jugando el carnaval, y la mojaban, las minas no podían decir nada. Ese era el clima de época: una simetría total entre el comportamiento masculino y el femenino. El Turco es un representante de una época que algunas cosas, por suerte, han cambiado y han evolucionado, pero que de algún modo grafica y sintetiza toda esa conducta. Fijate que él se casa con una chica a la que conoce en un taller literario que también tenía ambiciones de ser escritora. Y el comportamiento de la pareja es tal cual como se comportaban las parejas durante la segunda mitad del siglo XX: él va por va por su sueño de escritor y ella se queda en la casa criando a los chicos, y su carrera literaria, para la que había estudiado, queda absolutamente relegada; recién la retoma cuando el matrimonio se termina.

—Fernando Soriano: A través de los libros del Turco también se puede ver la historia emocional y psicológica de Argentina, porque sus libros siguen siendo atrapantes, pero también muestran una forma de relacionarse que ya no existe, que es imposible. Eso lo digo en relación al machismo, a las mujeres, sin hablar de toda la fase de violencia política. Pero además es un representante de los noventa: la toda la vida de cafés. Hoy eso ya no existe y la verdad que lo veo con nostalgia. Nosotros contamos con mucho detalle cómo en el Florida Garden se gestó la guardia pretoriana de Carlos Menem: gente del mundo de la política, del periodismo, los servicios de inteligencia, las artes. Todos estaban ahí dando vueltas, viendo qué pasaba, captando las ondas de la época y se subieron todos al menemóvil. Eso ya no pasa más: los amigos no se juntan más en el café. Eso también se puede ver como un cambio de época.

Fernando Soriano y Pablo Perantuono, autores de la "biografía no autorizada" de Asís

—La literatura del Turco está muy comentada acá: sus cuentos, sus novelas, sus libros. Eso es algo que el personaje mediático se come y parece quedar relegado, pero él es quien es por ser escritor, por volverse bestseller. ¿Qué encontraron al releer sus libros?

—PP: Para nosotros su literatura era central en su biografía. Primero, porque en la prensa y en el canon se produjeron muchos malentendidos alrededor de su literatura. Además, había sido el motor de su ascenso social, lo que lo había sacado de Domínico y lo había instalado en la calle Corrientes, y luego incluso lo había hecho entrar a Clarín y convertirse en un cronista estrella. Yo ya había leído sus novelas. Al Diario de la Argentina lo había leído dos veces antes de que se nos cruzara por la cabeza hacer el libro, con lo cual lo tenía muy presente. Es importante también para todo el que trabajó en Clarín: Fero trabajó 17 años, yo apenas dos y medio, pero fue suficiente para darme cuenta de cómo funciona la maquinaria. Siempre uno tiene la fantasía de preguntarse quién va a escribir el Diario de la Argentina del siglo XXI. Y nos encontramos varias cosas. En primer lugar, ratificar que él por momentos llega grandes cumbres literarias, pero también tiene momentos muy bajos, porque su obra ha sido muy despareja, muy extensa, muy ambiciosa. Pero nos parecía que era un acto casi de justicia marcar esas cumbres a las que ha llegado. Hay momentos incluso anteriores a Flores robadas..., donde él tiene unos cuentos maravillosos, imperecederos, que hoy, en 2024, son cuentos casi perfectos. Y después nos parecía interesante señalar y relatar bien la peripecia de un bestseller en la Argentina en la década del ochenta: un tipo estigmatizado como el gran bestseller de la dictadura. ¿Por qué? A ver, vayamos a leer la novela de nuevo. ¿Qué pasó? ¿Qué dijeron? ¿Por qué? Ahí descubrimos muchas injusticias para con él y también algunas reacciones que tienen que ver con la época y que con el paso del tiempo adquieren otros ribetes. También el enojo del canon literario, porque él era jetón, porque era pintón, porque la revista Para Ti le hacía notas. En épocas en que el paradigma del escritor serio eran Borges y Sábato, aparece este este jetón de Villa Domínico con cara de turco que vende 200.000 ejemplares. Obviamente no iba a ser bienvenido, no lo iban a abrazar. Y su siguiente acto es casi de inmolación: Diario de la Argentina, que también es un best seller. Todo eso era, como él diría de sí mismo, literatura pura, todo literatura para contar.

—FS: Él suele decir, y lo está diciendo ahora para juguetear un poco con la biografía nuestra, que una lo repite hace 30 años: cuando alguien escribe la palabra yo en literatura ya está mintiendo un poco. Más allá de que para nosotros no había dudas de que la literatura tenía que ser central en esta biografía, también era una manera de investigar su vida y para poder chequear qué fue verdad, qué fue mentira, quiénes estuvieron, quiénes no estuvieron, cómo veía él determinados acontecimientos. Porque él pasa de ser del PC al peronismo. Estaba en Ezeiza y escribe una novela, quizás a mi gusto la mejor, que es Los reventados, que habla de la vuelta de Perón. Eso para la biografía era trascendental. Lo mismo después, en los noventa, cuando ya su literatura empieza a ser un poquito más difícil de leer, no tan ganchera, cambia un poco la forma de escribir, pero era central también para poder tirar del hilo de su vida. Y hay otra cosa: un momento cúlmine es el Cuaderno del acostado, quizás su narración más descarnada, la más real, donde cuenta el periodo de oprobio que sufrió después de haber publicado Diario de la Argentina. Intentamos combinar la ficción con la no ficción a través de su literatura.

Asís en el estudio de Infobae, en entrevista, año 2016

“Nos conocimos por Tinder, pero en ese momento se llamaba María Rosa: estaba transicionando”, bromea Peruantono. La primera vez que Fernando Soriano escuchó el nombre de su amigo y dupla creativa estaba en el subte. Lo nombró Juan Pablo Casas, que en ese momento trabajaba con Soriano en Clarín. Acababa de salir Crítica y le contó que Perantuono era uno de sus editores. “Me dijo que era un chabón que escribe rebien, qué sé yo”, recuerda Soriano. Al poco tiempo, en 2010, Perantuono entró a trabajar en Clarín como editor de Sociedad. “Así que pasó a ser uno de mis editores y al toque pegamos buena onda”, agrega. Como todo editor, también es un gran organizador de movidas. Por ejemplo: el fútbol de los jueves. “Era un rejunte de gente, una mezcolanza de varias redacciones”, dice Perantuono y empieza a escribir en el aire una larguísima lista de nombres notables que participaban, con variable frecuencia, de ese ritual: Mariano Hamilton, “Piqui” Caravario, Guido Bilbao, los hermanos Llach, Manuel Moretti, Pedro Mairal, Fabián Casas, Washington Cucurto, Pablo Ramos.

“Me acuerdo que un día Pablo Ramos me contó una historia con un dealer que le traía falopa y él le daba películas para que después se las cuente porque decía que se las contaba de una manera delirante. Todo eso me lo contó mientras él atajaba, yo defendía y las cosas pasaban en el otro arco”, recuerda Soriano. Su colega tira otra anécdota delirante: “Uno de los momentos cumbre de los jueves fue cuando Cucurto, que iba mucho, un día fue y dijo: hola, vengo a avisar que hoy no vengo”. En uno de esos jueves, tres años atrás, cuando la pandemia empezaba a abrirse y volvían a jugar después de mucho tiempo, Soriano tuvo un infarto. Fue Perantuono quien lo asistió, primero con la palabra, manteniéndolo consiente, después con el cuerpo, convirtiendo su auto en una ambulancia de carreras para que en el hospital le salven la vida. De esas cosas también están hechas las amistades. Sobre ese episodio, Perantuono escribió un texto trepidante en La Agenda donde dice que, al ingresar a la habitación, lo que ve es “la cara de un hombre que atravesó el Océano Indico en palangana”. El título: “Nos hociquean los monstruos”.

“Asís es un tipo que cruza la historia del país. Se puede contar la historia de los últimos cincuenta años de Argentina a través de él”, dicen los autores (Foto de 2012)

—Forman parte de una generación bisagra en el periodismo, no sólo por el complejo devenir de la industria hoy en día, sino también por el vínculo que había con la literatura. ¿Lo ven así?

—Pablo Perantuono: Creo que nosotros pertenecemos a una generación muy atravesada por el rock como cultura. Y por el fútbol también. En simultáneo, la aparición de los blogs llevaron a un montón de gente a soltarse y escribir. Y estaba la idea todavía un poco romántica de que podías poner algunas de las herramientas de la literatura en el periodismo, incluso el periodismo diario. Yo soy un especialista en aperturas y cierres de medios, pero sobre todo de aperturas, porque me voy antes. Estuve en el nacimiento de varios medios: Crítica, Orsai, Brando y ahora La Agenda. En todos los medios, con más o menos matices, fueron espacios, y La Agenda lo sigue siendo, donde puede haber un encuentro entre el periodismo cotidiano, el periodismo de todos los días, que se puede valer de algunas herramientas de la ficción, de la no ficción, de la literatura. Son banderas para nosotros, importantes para mí, que están en jaque, porque todo el periodismo está en jaque. El periodismo gráfico, sobre todo: no hay quien lo financie. No me gusta decirlo en términos de que mi generación tal cosa y la nueva no, pero son valores para mí y para nosotros. Hemos crecido leyendo las revistas, también revistas de rock.

—Fernando Soriano: En Clarín puntualmente hubo una renovación con esta banda que llegó de Crítica, más allá de algunas diferencias: Candelaria Schamun, Gonzalo Sánchez, Luciana Geuna. Fue como una renovación para los que estábamos ahí desde muy pibes, anquilosados y hartos. Gente de nuestra generación, con otro aire y otra mirada más narrativa: eso estuvo bueno, porque la verdad es que, por lo menos para mí, estábamos hartos. Queríamos romper todo y ellos llegaron: gente que pensaba como nosotros desde afuera. Les duró poco la intentona de renovar la redacción. Siempre, y esto se vincula mucho con la historia del Turco, hay una fuerza superior que tiene Clarín que te gana, que termina dominando.

—¿Y qué representaba Asís en las redacciones, sobre todo en la de Clarín? Antes de hacer el libro, ¿quién era para ustedes el Turco Asís?

—FS: A mí, en lo particular, me hace pensar en mi vida, en mi viejo: tiene la edad, se criaron a 20 cuadras de distancia. Ese paralelismo con la vida conurbana que es mi vida o la de mi familia está. También es un tipo que escribió de todo, que pasó por Clarín. Para mí, que estuve 17 años en Clarín, también era muy interesante indagar sobre sobre esa relación que tuvo con una empresa que después le hizo pagar billete por billete el daño que había ocasionado. Y también un personaje con claroscuros que representaba una década que para nosotros, como generación, fue muy heavy: los noventa. Un tipo con ambigüedades que todavía defiende a Menem y nosotros, como decía Peran —así llama Soriano a Perantuono—, que coincido plenamente, somos una generación que creció en los noventa, ligada o vinculada sentimentalmente con el fútbol y con el rock: cosas donde se sintió mucho el palo de la década menemista. A la vez es un tipo muy pícaro y mujeriego. Tiene todos los condimentos para poder revisar y hurgar un poco en su vida. Y también darle rienda suelta a esa pasión de hacer un laburo de largo aliento metiéndose hasta en los detalles y pensando en que dure lo que tenga que durar. Es un tipo que cruza la historia del país y se puede contar la historia de Argentina a través de él, o por lo menos la historia de los últimos cincuenta años. Eso es lo que tratamos de lograr en el libro y creo que lo hicimos.

“Un barón del siglo XX”, dice Pablo Perantuono. “Un mago de las palabras”, agrega Fernando Soriano (Foto de Alejandro Beltrame, junio de 2023)

De la figura del padre se desprende casi todo. Esa es una máxima universal. Y de ese casi, ¿cuánto? Jorge Zain no era abogado pero tenía su estudio jurídico en la avenida Mitre de Avellaneda Centro. No sólo eso: pasó de ser un gorila empedernido que celebró los bombardeos de 1955 a fundar una organización cuyo único objetivo era convencer a Perón de que vuelva al país. El Turco lo transformó en el protagonista de su primera novela, Don Abdel Zalim, el burlador de Domínico, de 1971. Un día, entre deudas y mentiras, Jorge padre se fue para siempre. Desde entonces, Jorge hijo —vivía con su madre, su hermana y sus dos abuelas— se convirtió en el hombre de la casa. Ahí empieza la historia: su salida al mundo, para afrontarlo, para domarlo, para morfarlo. Y en ese gesto irreverente nacen también sus artilugios persuasivos, como recitar poemas en la calle Corrientes a las chicas que le gustaban o dibujarlas en una plaza y regalarles el dibujo. Un lanzado. A las mujeres, a la vida; y a la política, desde luego. Cuando, en 1989, le niegan la posibilidad a la abogada Alicia Martínez Ríos de ser la embajadora argentina ante la Unesco porque no hablaba francés, le llega el ofrecimiento al Turco. “Yo tampoco hablaba francés. Pero a mí me dejás tres días y hablo igual”, contará después.

—El otro gran tema es el rasgo político de su vida. Porque fue funcionario de Menem, pero mucho antes militante comunista. ¿Hay una identidad política más o menos homogénea en Asís?

—PP: Yo creo que es un tipo que tiene una gran sensibilidad y conciencia social, pero que también ha tenido un espíritu rebelde, iconoclasta: no ha podido abrazar del todo ninguna causa masiva. Salvo en la juventud, y te diría que con matices, porque él se afilia al PC a través de una novia que tenía que era militante. Y él en realidad lo que quería era, no solo estar con ella, sino también era todo curiosidad: la calle Corrientes, todo ese ambiente, toda esa atmósfera. Para él era todo conocimiento y poder pasar a pertenecer a una conversación política local e internacional: lo que hablaba el mundo en ese momento. Después él ve con mucha simpatía al peronismo y a lo largo de su vida lo ve en distintas formas, pero lo abraza. en el menemismo,, aunque también por conveniencia recíproca: el menemismo pasa a ser su tabla de salvación. Y se genera una especie de vínculo afectivo con todo el menemismo, porque él hace buenos amigos que lo salvan, que le dan su lugar de importancia, y eso es algo que él nunca va a olvidar. Y con el paso del tiempo lo que aparece muy fuerte es ese costado rebelde que de algún modo se sintetiza en su lugar de analista político, lo que es muy sintomático. Él fue muy crítico del kirchnerismo desde los primeros quince minutos. Ahí tiene un resurgir de venta de libros en la primera década kirchnerista, 2004 y 2005. Los libros que venden son de sus posteos en su blog, que son furiosamente antikirchneristas. Y ahí lo descubre, lo redescubre y lo abraza todo un público perteneciente a cierto círculo rojoa cierto establishment profundamente antiperonista. Y ahí se vuelve a realizar toda una especie de revinculación. Pero cuando gana Macri, él se convierte en el primer crítico de Macri. Entonces el público que lo adoraba se queda sorprendido. Como siempre decimos, y como dice también él: el Turco es partidario de sí mismo.

—FS: El Turco milita por él mismo. El único territorio que le importa ocupar es el territorio de su vida, de su palabra. Es un profesional de la palabra y a través de eso ha ido sobreviviendo, porque a él le interesó la política siempre. Pero en realidad la política parece ser un canal para conectar con otras cosas: con las chicas, con la literatura, con la vida, con la economía, con un sueldo, porque en definitiva lo que hace el menemismo con él es eso, darle un laburo a cambio de tener una muy buena defensa en los medios. Él es el primer mediático, él trae la palabra mediático de Francia y la empieza a aplicar acá. Y lo otro que también tiene que ver con su zigzagueante carrera política es, por un lado, el cinismo, y por otro, hablar con todo el mundo. Como periodista, ya en los últimos veinte años, habla con todo el mundo, lo que le valió tener buenas historias y hacer también algunas operaciones. Las haya hecho voluntaria o involuntariamente, pero siempre centrado en él. Lo único que importa en la vida del Turco es él mismo.

—Llama la atención la foto de tapa: es un Asís que parece exponer, y sin quererlo, cierta vulnerabilidad.

—PP: Sí. Nos gustó mucha esa foto. Vimos muchas entrevistas, porque es uno de los tipos más entrevistados de Argentina, y encontramos una serie de fotos que le hicieron para la revista Playboy. Y nos gustó mucho: por las sombras, por los claroscuros, pero también porque está como a la defensiva.

—FS: Hay algo de eso, y también nos remite a un costado esotérico muy interesante que tiene. A él siempre le interesó el horóscopo chino. Lo esotérico, lo mágico. Porque el Turco, en definitiva, es un mago de las palabras.

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