Cuando en Tucumán, la provincia donde nació, se declaraba la Independencia argentina, a Juan Bautista Alberdi le faltaban casi dos meses para cumplir seis años. ¿Qué sabía de la patria entonces? Un artículo que apareció en La Prensa en 1923 lo cuenta, o lo imagina, emocionado entre todos los emocionados: “Un niño está asomado entre la multitud radiante. Él también ríe, el también llora”.
Era un niño, había nacido “con la patria”, en 1810, pero no iba a tardar mucho en pensar para qué había sido esa independencia, cómo se había llegado a ella y, lo más importante, cómo hacer para que fuera efectiva, para que fuera real. Fue con eso en mente que redactó un “borrador” para la Constitución argentina, al que la Constitución de 1853 se parece mucho.
“Veamos si la República Argentina puede vivir de sus recursos; si posee recursos para vivir como nación independiente de toda madre patria, de fuera o dentro”, escribirá mucho después, en 1854. Y subrayará: “La cuestión no es sólo de finanzas o rentas; es de independencia y de libertad”. Porque “¿el pueblo argentino, el pueblo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tiene recursos para costear y sostener el gobierno nacional independiente, de que hizo un voto solemne ante el mundo el 9 de julio de 1816?”
Alberdi, el prócer que Milei levanta como el camino a seguir, no veía independencia que no fuera sostenible, no veía libertad posible sin prosperidad. La gloria en la batalla le parecía peligrosa. “La guerra de la Independencia nos ha dejado la manía ridícula y aciaga del heroísmo”, escribirá en 1852, en sus célebres Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, el libro cuyo nombre imita, o evoca, Javier Milei para su Ley Bases.
Claro que la Independencia no fue, no podía ser, un punto de llegada sino el arranque de una nación. ¿Sirven las cosas que pensó en pleno siglo XIX -Alberdi murió en 1884- para el país de hoy?
“Hubo reactualizaciones de Alberdi de parte del nacionalismo, hubo reactualizaciones de Alberdi del socialismo romántico y ahora hay reactualización de Alberdi del libertarianismo, digamos, y cada uno va tomando partes de esa mezcla”, dice a Infobae el historiador Eduardo Zimmermann, autor de Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina.
¿Por qué lo toma Milei? Según Zimmermann, “a Milei le viene bien todo lo que Alberdi dice en términos de liberalismo económico. Y también una flexibilidad respecto a la idea de usar instrumentos, lo que llamaríamos ‘decretos de necesidad y urgencia’ para acelerar el proceso de transformación”. Uno vivía en el siglo XIX, el otro en el XXI, ¿en serio se pueden usar los mismos instrumentos? Zimmermann aclara: “Son realidades distintas que quieren reformar. Pero coinciden en la necesidad de producir reformas rápidas, dramáticas, que usan el liberalismo económico como medio”.
Claro que Alberdi, explica Zimmermann, pertence a una generación que tuvo una tensión entre cambiar todo de golpe e ir gradualmente, haciendo pie en el terreno real que se pisaba. “Dijeron ‘hay que mirar un poquito el lugar en el que estás parado, el territorio, las costumbres políticas, los hábitos, las tradiciones’. Entonces ahí hay, por un lado, una especie de gradualismo evolucionista que dice ‘miremos la realidad en la que nos movemos y aprendamos a construir instituciones que sirven para esa realidad en vez de traer una fórmula única’. Pero que, por otro lado, tiene esta cosa reformista ambiciosa, de decir ‘vamos a derogar toda la legislación colonial de un plumazo y todo lo que sancionemos tiene que estar de acuerdo a esta nueva Constitución’. Una tensión entre el gradualismo, por un lado, y la ambición reformista rápida, fuerte y brutal que con la ley quiere cambiar la realidad”.
Zimmermann ve otros puntos de contacto entre ese pasado y este presente: “A mí siempre me gustó esa idea de rescatar la capacidad del conocimiento individual de los pequeños productores. Si él tenía una visión macro del despegue y el desarrollo argentinos, también tenía una valoración del papel que la libertad económica jugó en los destinos individuales, dejando manifestarse la capacidad del inmigrante, el agricultor, el obrero, el trabajador. Cómo encontraron formas de aplicar un conocimiento propio para poder progresar”.
-¿Hay algo de eso ahora?
-Él tiene la idea de que el conocimiento está articulad por señores que no se dan cuenta que hay una verdadera riqueza en otro tipo de conocimiento, el conocimiento práctico que el obrero, el agricultor, el pequeño productor tienen y ponen en marcha cuando se les da libertad económica. Y ahí hay algo que Milei podría explorar también: mostrar que hay una cara del liberalismo económico que no son sólo los grandes mercados financieros y el ingreso de capitales sino el abrir oportunidades para la gente común, para progresar y ascender y ver cómo se puede hacer posible ese proceso.
-¿Más allá de las diferencias del contexto, tiene sentido pensar en una continuidad entre Alberdi y Milei?
-Creo que el núcleo del mensaje libertario anarcocapitalista hubiera horrorizado a Alberdi. Él no hubiera estado de acuerdo de ningún modo con esta idea de que hay que disolver el Estado. Alberdi enfrentaba un dilema: ser un liberal pero al mismo tiempo ser un constructor de un Estado y tener que pensar cómo se construye autoridad en un desierto despoblado y arrasado por guerras civiles, enfrentamientos o dictadura. Buscaba tener un orden nacional fuerte para que hiciera posible el desarrollo de la libertad. En ese sentido, hay un matiz de distinción con el mensaje libertario duro que a veces Milei expone. ¿No?
Con Estado
Algo similar a lo que dice Zimmermann opina el novelista Eduardo Sacheri, que también es profesor de Historia. “Estos tipos del siglo XIX no detestan el concepto de Estado. Al contrario, lo consideran una herramienta necesaria. Están todos obsesionados por la necesidad de construir un Estado central, un Estado nacional que dé un marco legal, que subordine a todas las provincias, que favorezca las inversiones y acoja a los inmigrantes. Aún Alberdi, que es probablemente el más liberal de todos ellos, no desconoce la importancia de la construcción de un Estado”, dice. “Lo que sí me parece que es una diferencia notoria con la mirada que echa Milei sobre el pasado”.
Sacheri aporta una mirada: dice que Alberdi no es excepcional en su tiempo: " No está en contra de la mayoría de lo que piensan y dice el resto de la élite política y letrada de su época”, afirma. “Lo que hace Alberdi es condensar todo ese sentido común que es un verdadero consenso de toda esa élite. Esto de: ‘tenemos que generar un orden político para que haya un orden económico’”. O en todo caso, que el futuro de la Argentina es una sociedad y una economía basadas en el capitalismo liberal. Pero mientras construimos ese capitalismo... esa sociedad capitalista liberal que por ahora no tenemos, la política no puede ser abierta para todos”.
-¿Y para qué le sirve a Milei el pensamiento de Alberdi?
-Es muy interesante el contrapunto con Sarmiento. Sarmiento entiende que la democracia, la república, la educación pública, son herramientas para generar un cambio económico. Alberdi no piensa así, Alberdi piensa que el cambio económico está primero y que, en todo caso, los cambios políticos vendrán después. Esto lo vuelve más atractivo a Alberdi para mirar, como puede hacer Milei actualmente, esto de la economía como locomotora excluyente de los cambios. Después vendrán los otros cambios.
Pero, señala el autor de La pregunta de sus ojos, lo que une a los hombres del siglo XIX y los distancia de Milei es la idea del Estado: “Ninguno descree de la importancia del Estado. Y esa me parece que es una diferencia importante entre lo que esos hombres pensaron y escribieron y lo que se está leyendo de ellos en el presente”.
Seguimos despoblados
Había algo -¿como ahora?- que condicionaba el futuro, dice Emilio Perina, historiador y director del Archivo General de la Nación. Y eso era “el régimen fiscal imperante”. Juan Bautista Alberdi se ocupó en detalle de ese tema en su libro Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina. Se trataba, dice, de las diferenicas a favor de Buenos Aires. “Una cuestión de enorme actualidad es que para Alberdi del régimen fiscal imperante surgía el armazón de un nuevo Estado. Era conscientede que la estructura estatal que había que cambiar estaba condicionada en la Argentina por una conformación geográfica que otorgaba al puerto de Buenos Aires la llave de la recaudación impositiva más poderosa y que por medio del comercio exterior se controlaba la economía del país en ese momento”.
De hecho, esas diferencias con el interior están en el centro de sus preocupaciones: “El desequilibrio territorial económico fue para Alberdi un fantasma perturbador. Su máxima “Gobernar es poblar” quedó trunca cuando, en 1931, el régimen de Uriburu anuló la ley de inmigración de Roca. Desde entonces no tenemos políticas demográficas adecuadas ni inmigratorias, seguimos siendo un país despoblado”.
Se trataba de ver la economía como el elemento civilizatorio por excelencia, la llave de todo lo demás. “Hay en Alberdi un rechazo a la idea del héroe o de la gloria militar”, dice Perina. Él destaca la importancia de los empresarios y los intelectuales y una de sus frases en este sentido dice: ‘Si hay estatuas que se echan de menos en nuestras plazas son las de esos modestos obreros de nuestra grandeza moral, sin la cual fuera estéril la gloria de nuestra independencia nacional’”.
Entonces, ¿funcionan esas ideas? Según Perina “a comienzos del siglo XXI y más de 140 años de su muerte, es curioso y conmovedor cómo cada párrafo de Alberdi nos remite a lo que es la Constitución. a algún problema actual que todavía no supimos resolver o, peor aún, que en alguna época resolvimos y después retrocedimos de una manera inexplicable”.
Por eso, sostiene: “leer a Alberdi es traer la esperanza de modificar las resistencias de la realidad por el medio del arte de la escritura, por el medio del arte de la palabra, por el medio del arte de la política. Toda su obra es una búsqueda de construir un tratado del buen gobierno”.
¿Sirve Alberdi hoy? Una figura histórica nunca es neutra, siempre es leída según quién la lee y para qué lo hace. Quizás este 9 de julio no venga más repasar otra de sus frases: “Recordemos a nuestro pueblo que la patria no es el suelo. Tenemos suelo hace tres siglos y sólo tenemos patria desde 1810. La patria es la libertad, es el orden, la riqueza, la civilización organizados en el suelo nativo, bajo su enseña y en su nombre”.