Cuando se cumplen 50 años de la muerte de Juan Domingo Perón, el periodista Juan Bautista “Tata” Yofre reúne en su nuevo libro Perón, la intimidad del final un detallado retrato del último año de vida de esta figura trascendental de la política argentina y tres veces presidente del país. A través de testimonios y valiosos documentos, Yofre describe desde la emotiva despedida del líder del Justicialismo en la quinta de Puerta de Hierro, en Madrid, hasta su retorno a la Argentina, marcado por serias complicaciones de salud después de 18 años de exilio. El autor revela un Perón humano y complejo, inmerso en conflictos internos del peronismo y en los diversos enfrentamientos con las organizaciones armadas, mientras intentaba recomponer un movimiento político fragmentado. El nuevo libro de Yofre se puede descargar en forma gratuita de Bajalibros.com.
A través de testimonios de primera mano y de una exhaustiva documentación, la investigación refleja cómo Perón, a pesar de ser consciente de sus problemas coronarios, estaba decidido a regresar a Argentina para enfrentar la crisis política que sacudía al país y reemplazar en la presidencia a Héctor J. Cámpora. Durante sus últimos meses como presidente, lideró diversos intentos por estabilizar la situación y dialogó con la oposición, aunque las circunstancias turbulentas superaron su capacidad de respuesta. Su fallecimiento el 1° de julio de 1974 marcó un punto crítico, exacerbado por informes de inteligencia que presagiaban la fragilidad política de su esposa y sucesora, Isabel Perón, y el recrudecimiento de la violencia por parte de grupos guerrilleros como Montoneros y PRT-ERP.
En diálogo con Infobae, Yofre dió detalles de algunos de los puntos centrales de esta investigación, incluyendo el complicado panorama político posterior a la muerte de Perón, un escenario en el que se precipitó el violento golpe militar de marzo de 1976.
– ¿Cómo influyó en la decisión de Perón de regresar al país el desacuerdo con la gestión de Cámpora? ¿Crees que él hubiera preferido desempeñar otro papel en el Gobierno?
– Aunque nunca se pronunció en público, Juan Domingo Perón siempre imaginó volver definitivamente a la Argentina y obtener su reivindicación política y militar. Podía deslizar a veces, de manera reservada, su intención de no volver a ejercer la primera magistratura pero en el fondo nunca abandonó ese sueño. Y, además, se lo pedían sus seguidores. ¿Por qué no habría de soñarlo si era el líder político argentino más importante desde 1946? Como dato excepcional, digamos, se lo confió al doctor Antonio Puigvert pocas semanas antes de retornar definitivamente a su país: “No me queda otra solución que volver allá y poner las cosas en orden. Cámpora ha abierto las cárceles y ha infiltrado a los comunistas por todas partes.” En esos días, a solas, con Puigvert también completó su pensamiento, cuando le confesó: “Mire, Puigvert, en estos años he estudiado mucho, he revisado mucho y me he dado cuenta de los errores que cometí en mi primer período. Errores que voy a hacer lo posible de no repetir. Como yo ya tengo conciencia de lo que es gobernar, no volveré a caer en ellos”.
– Más allá de las advertencias de los médicos que señala en el libro, ¿qué tan convencido cree que estaba Perón de que su estado de salud era delicado?
– Su amigo, el empresario Jorge Antonio, contará que en junio de 1973, durante uno de sus últimos encuentros con Perón en Madrid, éste le dirá que “Cámpora no estará más de dos meses en el gobierno… espero que el tiempo no me haga una mala pasada”. En pocas palabras, él sabía los peligros que enfrentaba porque estaba al tanto de sus problemas anteriores al 20 de junio de 1973. Conocía y sentía muy bien cuáles eran las señales que le mandaba su corazón. Por eso, en algunas oportunidades se decía a sí mismo que era “el doctor Perón” o que él no era un enfermo más porque era “el enfermo”. Hace una década el teniente coronel Alfredo Díaz, su edecán militar, me contó que durante su primer encuentro con Perón, al observar su biblioteca, vio muchos libros sobre enfermedades del corazón y con el paso de los minutos Díaz (yerno de un ex general justicialista) le dijo: “Veo que se toma mucho el pulso mi General” y Perón le respondió: “Sí porque tengo arritmia y estos libros son sobre este tema”.
– Respecto de las operaciones de López Rega y su proyecto de manejar el poder en las sombras, ¿Perón no lo veía tan así o lo veían pero lo le importaba?
– Sobre estas especulaciones y dudas hay mucha literatura y escasa documentación. Volvamos a reiterar: una cosa es lo que decían los allegados a Perón sobre los planes de María Estela “Isabel” Martínez de Perón y José López Rega, sobre sus ideas de tomar el poder después de la desaparición física de Perón, y otra diferente lo que pensaba el líder justicialista sobre su propia reivindicación personal. ¿Por qué no imaginar que López Rega y unos muy pocos eran simples recitadores de un libreto que no escribieron?
-¿Cómo es eso?
-Una cosa es lo que puede explicar Jorge Daniel Paladino sobre los planes de Isabel y López Rega y otra bien distinta es lo que Perón le adelanta al teniente general Jorge Raúl Carcagno, el 10 de julio de 1973, sobre que va a “ocupar el poder”, va a desplazar a Cámpora, y quería que el Ejército fuera el primero en enterarse. Esto se contrapone con lo informado al gabinete nacional por los tres médicos que observaban a Perón a principios de 1974 sobre que “en el mejor de los casos, el general no pasará de mediados de año”. Y López Rega, inexplicablemente, los cruzó: “El General se encuentra perfectamente bien. Los informes médicos son exagerados. Yo puedo decirlo mejor que nadie, porque cuando el general está enfermo yo también me enfermo. Y puedo asegurarles que me siento perfectamente bien.” En todo caso son las opiniones de un ignorante que cumplía misiones domésticas. A manera de contradicción el periodista Heriberto Kahan agregará a la escena su comentario: “Muchos de los hombres que estuvieron cerca del líder justicialista en aquellos meses sostienen que el presidente conocía perfectamente no sólo la gravedad de su dolencia sino, además, que el tipo de vida que llevaba como Jefe del Estado aceleraría indefectiblemente el proceso patológico.”
-Pero no era algo que se dijera abiertamente...
-La situación íntima del Presidente era desconocida para el gran público, tanto es así que Hugo Martini el director de Carta Política, una revista del establishment, llegó a observar: “El argumento de que Perón era en sus días finales un hombre declinante, es falaz. Los hechos dicen otra cosa: un hombre disminuido, un hombre que actúa por consejos, no produce los dos discursos del 1º de Mayo (de 1974) y el operativo político multitudinario del 12 de Junio”.
– Finalmente, la decisión partidaria de postular a Isabel, ¿era el deseo original de Perón o hubo alguna otra figura fuerte del partido que pudo haberlo acompañado en la fórmula?
– La decisión de postular a Isabel como vicepresidenta de la Nación fue una opción o imposición que le llevaron a Perón después de la convocatoria al congreso partidario que se realizó en el teatro Cervantes. La candidatura fue presentada por la dirigente ortodoxa Norma Kennedy y algunos sindicalistas. Era el tapón para impedir que avanzara la candidatura del “Tío” Cámpora respaldada por la Juventud Peronista o la Tendencia dirigida por Montoneros. Si observamos lo que Perón dejaba trascender en esas semanas, el dirigente radical Ricardo Balbín era un valioso compañero de fórmula. “Con Balbín voy a cualquier parte” llegó a decir. Pero lo cierto es que al “frente interno” de Perón le era muy difícil aceptarlo, simplemente, porque imaginaba que el líder podía no llegar al final de su mandato presidencial.
-¿Y los radicales?
-En el radicalismo la idea chocaba con las pretensiones de Raúl Alfonsín y su propuesta “progresista”. Eran los días que el “alfonsinismo” especulaba con una fórmula Alfonsín-Agustín Tosco. Entre estas visiones o especulaciones jugaba una idea que desvelaba al propio Perón: el 23 de septiembre de 1973 quería lograr una mayoría abrumadora, mucho más importante que la de Cámpora en marzo de ese mismo año, y lo logró porque obtuvo el 62% del electorado. En ese tiempo participé en la campaña electoral apoyando la fórmula radical de Balbín y De la Rúa. Hicimos la campaña con gran respeto porque sabíamos que enfrentábamos a un candidato imbatible que era al mismo tiempo un amigo de nuestro candidato presidencial.
– Al día siguiente de la muerte de Perón, la inteligencia de los Estados Unidos alertó sobre la debilidad del gobierno de Isabel. ¿La dirigencia política también tenía esa percepción?
– Como dice el tango, la desaparición física de Perón dejó “un vacío imposible de llenar” y ante su ausencia el peronismo implosionó, se desataron las pasiones y los enfrentamientos más violentos en una sociedad donde la democracia plena no se ejercía desde hacía dos décadas, en medio de una Guerra Fría que imperaba en el planeta y una injerencia extranjera que ambicionaba tomar el poder por las armas e implantar una dictadura socialista, algo que la masa de la ciudadanía rechazaba. Quizá una de las grandes novedades de este libro sea la publicación de los documentos secretos que recibía el teniente general Raúl Carcagno de sus asesores militares y civiles. Al margen del documento de la CIA, las opiniones castrenses ya especulaban que ante el vacío de poder todo podía volver a caer en manos de las Fuerzas Armadas. Yo les guardo especial atención porque en definitiva el libro trata sobre la salud de Juan Domingo Perón en su último año de vida.