Mónica Ojeda, la escritora que se fue: “Extraño Ecuador siempre pero también le tengo miedo”

Dice que se fue de su país por la violencia y que escribe para acercar lo que perdió. Su última novela, “Chamanes eléctricos en la fiesta del sol”, habla de jóvenes que van a un festival de música. Pero el trasfondo es más profundo y doloroso

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La autora vive en Madrid
La autora vive en Madrid pero escribe sobre su tierra. (Crédito: Carlota Vida)

La verdad que no fue fácil, para alguien que pasó largamente los 50 años, entrar al mundo de Chamanes eléctrico y la fiesta del sol. Aunque la novela de Mónica Ojeda empiece con una frase hermosa -”El oído es el órgano del miedo” y aunque la autora haya tomado la precaución de explicar en el primer párrafo que nos metíamos en un festival llamado “Ruido Solar”, que se hace en un volcán con artistas sonoros, poetas, músicos, bailarines, pintores y performers. Digo, aunque tuviéramos ese contexto, unas líneas más abajo dirá: “Siete noches y ocho días de experimental noise chamánico, de música under post-andina, de retrofuturismo thrash ancestral”, y ay, se pone difícil. Chamanes, religiosidad andina y espiritualidad new age -se puede pensar- es mucho para estos ojos. Pero paciencia, a medida que se avanza vamos viendo miedo, amor, padres ausentes y padres que se explican, el horizonte duro que les tocó a los más jóvenes. Y su fragilidad, que tiene razón de ser.

Así que son estas ideas, esta montaña de “peros” las que tendrá que enfrentar Ojeda, nacida en Guayaquil en 1988, cuando arranque su entrevista con Infobae Cultura. Sonrisa, café, sol en Buenos Aires: a medida que la conversación avance cualquier brecha ser irá cerrando y quedará sobre la mesa el desafío de los latinoamericanos del futuro. Cómo “lo político” afecta sus vidas de manera palpable. Es decir: el narco, la corrupción, la violencia infinita. ¿Quién es ajeno a todo esto?

“Ecuador se ha convertido en un narcoestado”, dirá Ojeda enseguida. Dirá que se fue de su país, que se tuvo que ir, porque era imposible escapar de los asesinatos por cualquier cosa. Que a todo el mundo allí le mataron a alguien. Que no hay protección, que no hay amparo. “La muerte está todo el rato pisándoles los talones a estos chicos jóvenes”, dirá. Y vamos a hablar de los padres. ¿Qué es un padre, una madre, si no puede proteger a sus hijos?

-¿Vos viviste la muerte de gente cercana?

-Amigos. En 2022 el hermano del mejor amigo de mi hermana fue asesinado en Guayaquil. Yo ese año no viajé a Guayaquil porque fue doloroso. Sentía que no podía ir, que iba a entrar en ataques de ansiedad otra vez, que no iba a ser una alegría para mi familia sino más bien una carga. Pero bueno, este año voy a ir, así que espero que las cosas mejoren.

-Solés decir que migraste por miedo, justamente por seguridad.

-Claro, yo migré por miedo. Y también escribo porque soy un cuerpo asustado. Pero la escritura da un poco de sosiego, incluso cuando trabajas con cosas oscuras.

-¿Por qué decís que sos un cuerpo asustado y no una persona asustada?

-Creo que un cuerpo es una persona también, las dos cosas. Pero pienso mucho en el cuerpo. A veces cuando hablamos de persona pensamos únicamente en la mente. Pensamos en lenguaje discursivo, no en el lenguaje del movimiento de una mano, por ejemplo. La palabra “persona” la tenemos muy contaminada con todas estas ideas de las dicotomías entre alma cuerpo, como si fueran cosas separadas. Y cuando dices “cuerpo” ratificas a la persona del cuerpo. Me interesa resaltar que en el cuerpo también el movimiento significa algo, que hay una cosa allí mucho más física.

Agentes de policía patrullan el
Agentes de policía patrullan el centro histórico de Quito tras un estallido en enero de 2024. (REUTERS/Karen Toro)

-En Chamanes... veía algo como un choque con lo que uno puede imaginar como “lo latinoamericano”. Que desde el realismo mágico, en literatura, es más bien miseria y dictadores. Chamanes... es música electrónica, espiritualidad andina, violencia urbana. ¿Estás contando la América latina del siglo XXI?

-A mí me cuesta hablar en grande de “América latina” porque siento que hay realidades muy particulares. Yo hago una escritura que piensa la territorialidad en Ecuador, Chamanes eléctricos en la fiesta del sol ocurre específicamente en los Andes, en los cuerpos jóvenes, porque son los jóvenes los protagonistas, aunque también está la figura del padre de una de ellas. Pero yo creo que tiene que ver precisamente con lo que está pasando ahora mismo en Ecuador.

-¿Qué está pasando?

-Que es un narcoestado más. Se ha convertido en un narcoestado. El año pasado, en 2023, tuvimos más de 7000 muertes violentas en el país. Estamos hablando de algo muy grande, estamos hablando de cifras casi de guerra. Yo creo que estamos en guerra. Es una guerra que está normalizada más bien en Latinoamérica, la guerra contra el narco.

-¿Quién es el narco?

-A veces son muchas caras ocultas, a veces personas que están en la política, por eso es muy complicado. Pero claro, cuando hablamos de narcoestado ya estamos hablando de una institución criminal grande, con grandes brazos, que entra a los gobiernos incluso y a las instituciones del Estado. Estamos hablando de una articulación criminal muy compleja. Entonces ha habido muchos muertos, los sigue habiendo. Candidatos presidenciales asesinados, alcaldes y alcaldesas asesinadas. Es una cosa de todos los días. Los crímenes dentro de las cárceles, masacres carcelarias por doquier que hacen que la vida sea bastante imposible en ciudades como Guayaquil, que es mi ciudad natal.

Mónica Ojeda, en una charla.
Mónica Ojeda, en una charla. (Wikipedia / Rodrigo Fernández)

-De todo eso huyen tus personajes.

-Son chicos jóvenes que salen de Guayaquil para ir a un festival de música experimental en los Andes, para tratar de olvidarse temporalmente de que viven en una situación casi de guerra, para evadirse, entre comillas, con la música. Pero al final es una historia sobre jóvenes que están buscando una imaginación futura, que están despojados, desarraigados y desamparados y que están buscando en el arte, en la música, en la poesía, una especie de despertar vital. Pero ese despertar vital viene con toda la asimilación de la pesadilla, del trauma, del lugar, del dolor, del desasosiego. Y tienen que pasar por un lugar oscuro.

-Estos jóvenes están muy quebrados, muy débiles. Son frágiles.

-Sí, sí. Son personajes que han vivido la pérdida de cerca, han visto a personas morir, familiares, amigos. Todos los personajes han pasado por eso. Incluso la protagonista, que es Noah, que además tiene esta historia de abandono con el padre; el padre la abandonó cuando tenía ocho años y ella sube el festival. En realidad va a buscar a su padre pero ella, y su amiga Nicole, desarrollan una amistad a partir de ver un cadáver en su ciudad natal. Ven un cadáver, se van juntas a una fiesta después y es así como surge su amistad.

-El futuro está condicionado por este presente de muertes.

-La muerte está todo el rato pisándole los talones a estos chicos jóvenes , que lo que tendrían que tener es una visión de futuro. Y esto es algo que yo creo que está pasando en mi Ecuador natal ahora mismo: las personas jóvenes no están luchando por imaginar un futuro, viven en un territorio que les está amputando la imaginación del futuro, porque la violencia de plano te envejece, te envejece porque te quita el futuro.

"Son chicos jóvenes que tratan
"Son chicos jóvenes que tratan de olvidarse temporalmente de que viven en una situación casi de guerra, para evadirse, entre comillas, con la música", dice Mónica Ojeda de los personajes de su novela (Foto: Shutterstock)

-¿Y no se puede hacer nada?

-Esa es una cosa que yo quería trabajar dentro de la novela cómo luchar contra este orden de cosas, sin necesariamente tener un discurso político muy claro, que los personajes no lo tienen. Y sin embargo lo que hacen es muy político: subir a un festival y de repente, pese a toda la muerte, estar bailando, reclamando la vida y reclamando el goce también es una actitud política, pues eso tiene su fuerza, aunque ellos no lo describan de esa manera.

-¿Qué sería lo político?

-La fiesta para ser fiesta necesita de colectivo. No hay fiesta si no hay colectivo. No hay disfrute, no hay goce sin el colectivo y por lo tanto no hay movimiento sin el colectivo. Entonces, la fiesta tiene un potencial realmente insurgente en contextos donde el miedo lo que busca es paralizarte, ¿no? Paralizarte y tenerte individualizado en tu casa, encerrado porque tienes miedo de que te pase algo.

-Hay una tradición de la fiesta como ruptura de la lógica “prolija” y cotidiana y como mezcla de los distintos.

-Lo que hace la fiesta es retornarte a los lugares de llaga y de dolor. Por eso en una fiesta a veces te pones a llorar, por eso le echas el rollo a tu amigo sobre eso de lo que ibas a evadirte. No te puedes evadir de tus propios dolores corporales y psicológicos. Es una fantasía, pero la fantasía tiene una fuerza, la fantasía de que te evades. Y entonces el cuerpo se relaja, se distiende, se abre y en esa apertura sale todo lo que te duele, todo lo que te preocupa, todo lo que te molesta, a veces concretado en una imaginación poética. Y eso es lo que les pasa a los personajes de la novela, que empiezan a ver cosas muy extrañas. Sí, por las drogas, pero a veces no solo por las drogas. Es una imaginación que toma cuerpo.

Una banda narco detenida en
Una banda narco detenida en Ecuador.

-Parece muy generacional eso de la búsqueda del goce como respuesta política. Digo, lo que no pasa es que se organicen para echar a los que hacen daño. ¿Los buenos muchachos bailando van a solucionar algo?

-Es que siento que los personajes, en la novela, no están buscando solucionar el problema, sobre todo porque es muy difícil articular una respuesta al narcoestado. Otra cosa es derrocar un presidente. Uno se siente impotente.

-En ese sentido pensaba también en el lugar de los padres, en ese ambiente de violencia el padre no puede proteger a sus hijos. En el libro, de alguna manera los protege, con un costo pero los protege. Sin embargo, más allá del personaje: ¿qué queda de los padres cuando sabes que la violencia arrasa en cualquier lado? ¿Qué queda de su lugar?

-Es un lugar de fragilidad máxima saber que aquellos que más amas está expuesto a la desaparición constante. Por supuesto que siempre estamos expuestos a la desaparición, pero tener esa sensación de que eso está a punto de pasar constantemente es otra historia. No poder escapar de la idea de la desaparición, no poder realmente olvidar que esa posibilidad está en la puerta de tu casa es complicado.

Un ritual en honor al
Un ritual en honor al dios indígena del Sol con la esperanza de recibir buenas cosechas durante el Inti Raymi, el el Festival del Sol, en una plaza en Cotacachi, Ecuador, en 2024. (AP Foto/Dolores Ochoa)

-Es llamativo el personaje de la mujer que está embarazada y dice que va a abortar, pero que ama al bebé.

-Yo no sé si ama a su hijo. Creo que no lo odia, que no tiene ninguna sensación negativa hacia él o hacia ella. Pero tiene claro que no quiere ser madre. También es un personaje muy herido porque perdió a su mejor amigo. Siento que que solamente se compromete con la música porque es algo que no puede morir. Hay una especie de terror a la muerte, No lo dice, pero claro, es una cosa que está pulsional debajo de todo su discurso.

-Lo dice: “Ama la música, no me ames a mí”.

-”No me amas a mí, ama lo eterno. Yo me voy a morir, tú te vas a morir. No te voy a amar a ti. A quién voy a amar es a la música. Es una chica joven que que ha vivido una circunstancia muy dolorosa. Vive en las circunstancias en las que vive en Ecuador y tiene esa reacción muy juvenil, muy infantil, pero que en realidad tiene que ver con su propio trauma y su lugar en el mundo. Y no quiere ser madre porque tampoco es capaz de comprometerse con otro ser vivo.

-Aparecen mitologías andinas. ¿Las creaste o las tomaste de las existentes?

-Me interesa mucho el mito, en tanto que es una especie de ejercicio de reconciliación de lo irreconciliable de la vida. En la novela hay muchas cosas que son inventadas pero la mayoría son realmente de la cultura andina, como las cantoras. Es verdad que intervine un poco a esas cantoras, para que se parecieran a un coro griego, a sirenas andinas, para que remitieran sirenas andinas.

Otros libros de Mónica Ojeda.
Otros libros de Mónica Ojeda.

-Sirenas andinas? ¿Sin mar? .

-Se pensaba que las sirenas vienen de del mar, pero esas son las grecolatinas. Pero en el mundo andino teníamos sirenas. Bueno, seres pisciformes: no se llamaban sirenas, se pone “sirenas” por influencia del grecolatino. Pero tenían otros nombres. eran pisciformes, nadaban en el lago Titicaca y tocaban charangos. Ecuador es un país pequeño y la influencia del mundo andino es muy fuerte. El Inti Raymi, por ejemplo, es la fiesta del Sol que se hace en el solsticio de invierno para festejar el resultado de las cosechas.

-Estás viviendo en España. ¿Qué va a pasar con tu literatura a medida que te alejes más y más de Ecuador?

-Creo que emigrar, paradójicamente, ha hecho que mi mirada poética escritural se ancle absolutamente en Ecuador, posiblemente porque no estoy. Entonces, escribir es un ejercicio como de evocar algo que ya no tengo cerca. No sé por qué, pero ligo mucho la escritura con la pérdida. Como que escribo para tener más cerca cosas que he perdido. Con eso atraigo a mis muertos, a la gente que ya no está, a los amores que he perdido, entre ellos mi tierra.

-¿Extrañas Ecuador?

-Sí, extraño Ecuador siempre y a la vez le tengo miedo. Y cada vez que voy a Guayaquil sé que voy a estar contenta porque voy a ver a mi familia y a mis amigos y también que voy a salir un poquito más traumatizada que ayer.

Chamanes eléctricos en la fiesta del sol (Fragmento)

Recuerdo las ganas. Recuerdo la sed.

Creímos poder saciarla en el paisaje engendrado por un volcán.

Según la página web de la organización, la caravana partía de Quito y el viaje en dirección al asentamiento duraba cuatro horas. Salimos de Guayaquil hacia la capital cantando como ranas cansadas de su charca, ansiosas por dejar el río y abrazar los valles, cambiar los mangles por los frailejones, las iguanas por los curiquingues. Ignorábamos lo difíciles que podían ser los cambios, la llaga que queda en uno cuando se abandona lo que es propio. Nadie se va del sitio donde alguna vez puso su atención: uno se arranca del lugar de origen llevándose un pedazo. Noa me tenía a mí y yo a ella, o eso creímos acompañándonos en la huida, preparando la mochila de la otra y escogiendo la canción apropiada para antes de partir: que «Miedo» de Rita Indiana, porque ni los grillos dormían tranquilos en la ciudad pantano; que «Me voy» de las Ibeyi, porque nosotras nos íbamos contentas a que nos meciera el cielo. La música celebra la vida, dijimos, pero también saca lo peor, aunque eso no lo podíamos todavía ni imaginar.

Quién es Mónica Ojeda

◆ Mónica Ojeda es una escritora ecuatoriana nacida en 1988 en Guayaquil.

◆ Estudió Comunicación Social en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil y Letras en la Universidad de Buenos Aires.

◆ Es autora de las novelas La desfiguración Silva, Nefando y Mandíbula.

◆ Ojeda es conocida por explorar temas como el terror, la violencia y el género en sus obras.

◆ Su trabajo ha recibido reconocimiento internacional, incluyendo premios y menciones en distintos certámenes literarios.

◆ En 2017 fue incluida en la lista Bogotá39, que selecciona a los mejores escritores jóvenes de América Latina.

◆ En 2022 fue finalista del National Book Award, en los Estados Unidos.

◆ También ha publicado poesía y cuentos, destacando especialmente en su capacidad para crear atmósferas inquietantes y personajes complejos.

◆ Actualmente, reside en España, donde combina su carrera literaria con la docencia.

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