De la salud a la literatura: Ginés González García y un debut literario entre “amantes y alquimistas” de 1830

Tras renunciar al Ministerio de Salud en medio del escándalo del “Vacunatorio VIP”, el médico se refugió en la docencia y en los libros. “Mantuve mi perfil académico, pero la política siempre me preocupa”, asegura

De la salud a la literatura: Gines González García y un debut literario entre “amantes y alquimistas” de 1830

Luego de uno, dos, tres segundos de espera donde su secretario le pasa la llamada, Ginés González García levanta el teléfono y dice: ¿Hola? Lo dice con su tono característico, entre robótico y murmurante. Atiende desde la Universidad ISALUD, institución privada que él mismo fundó y dirige como decano, en la calle Venezuela, en el barrio de Monserrat. No es la pandemia, tampoco algún virus que madrugue al invierno entrante; el motivo de esta breve conversación es su primera novela: Amantes y alquimistas, que acaba de editar el sello Ciccus. “Mire —comienza sin tutear—, yo soy un admirador de algo que hoy casi no existe pero que fue muy importantes en la historia: los alquimistas. Leí mucho de alquimistas. Muchos de ellos fueron médicos que hicieron grandes avances en la medicina. De hecho, son los padres de la química. Y hace unos 25 o 30 años empecé a escribir sobre ellos, sobre todo en los viajes: me despertaba y escribía algo vinculado con la alquimia”.

La novela comienza siguiendo los pasos de Hilario, enamorado de María. El escenario se monta en 1830, en San Nicolás de los Arroyos, la ciudad donde nació Ginés. Así, con esta prosa, se inicia la travesía: “Nunca le gustó la siesta. Le parecía una forma de morir, un modo de no estar en el mundo, una pérdida. Así que, a esa hora en que la luz y el silencio eran plenos y la ciudad entraba en una modorra inútil, Hilario prefería caminar lento, a veces sin rumbo, sin que nadie más que los bichos lo interfirieran. Le gustaba esa extraña sensación de soledad, sin los vecinos ni las carretas o los caballos y, sobre todo, sin las miradas”. Semanas atrás se hizo la presentación del libro. Estuvieron presentes Héctor Daer, Carlos West Ocampo, Nicolás Trotta, Adriana “La Gata” Varela y Ariel Ardit. El historiador Guillermo David y el novelista Hugo Barcia grabaron mensajes que se emitieron en pantalla grande. Lo mismo Jorge Asís, que escribió la contratapa.

Las elogiosas palabras del “Turco” incluyen sinopsis y valoración: “Amantes y alquimistas, la sorprendente primera novela de Ginés González García, trata sobre el amor. Hilario y María componen una historia sublime, que acumula las herencias ambiciosas de la literatura gauchesca, con una sucesión de puesteros, facas, yerras, arroyos, cañas y pulperías que tributan pelea, al tiempo que ponderan y homenajean a la patria chica del autor como una ciudad con superior bagaje cultural”. Y más adelante, siempre en la espalda de este libro de ficción: “Este texto capta la tensión emocional de la mitológica cinematografía del Leonardo Favio de Aniceto o, acaso, de Juan Moreira. La persistencia natural de la belleza es aquí un acto mecánico. El lenguaje se funde con la geografía, mientras la dinámica de la acción captura al lector e instala a Ginés González García en el peldaño más alto de la literatura argentina. Leer Amantes y alquimistas deriva en una aventura pasional”.

"Amantes y alquimistas", debut literario de Gines González García que acaba de editar el sello Ciccus

“Nunca pensé en hacer una novela”, dice Ginés, del otro lado del teléfono. “Todo aquello que escribí lo fui perdiendo: no tengo memoria ni testimonio. Pero una vez, estando de viaje fuera del país, se me ocurrió que podía ser una novela: hice como una columna vertebral. Luego pretendí escribirla cuando me fui de Embajador a Chile, que estuve ocho años. Pensaba que iba a tener más tiempo libre, pero no: no tuve tiempo. Y en la última vez que estuve en el Ministerio, cuando salí, que volví a la docencia, empecé a escribirla con otro ritmo. Esto fue en los últimos dos años. Me dediqué a la novela, no a tiempo completo, por supuesto, pero porque tampoco tenía ningún impulso que me llevara atrás de eso, pero mezclé un poco mi conocimiento de la historia, que me gusta mucho, con el conocimiento de la alquimia, que conozco bastante”, agrega sobre el proceso de escritura un hombre de “otro palo”: médico cirujano de 78 años, ahora narrador.

“La alquimia, la transmutación, lo que buscan los alquimistas, es convertir una sustancia inferior en una sustancia superior”, dice Ginés. La figura del alquimista atraviesa gran parte de la historia. Estaba ligada a la magia, pero a su vez la practicaban los que poseían mayor conocimiento científico. Hay muchísimas pinturas que aluden a la alquimia y a la experimentación en el laboratorio. “Transformar el plomo en oro, por ejemplo: eso es transmutar. También pasa con los vegetales y se hacen jarabe más pesados, cosas más importantes. Y todo este juego que es la transmutación lo fui llevando o intentando llevar en la novela a lo que ellos estaban haciendo con las sustancias y con los minerales. La transmutación para algo superior se le daba a ellos a través del amor. Esto es básicamente el tema de la novela, que está situada en el pueblo donde yo nací, en el 1830, un año muy complicado por todas las guerras civiles argentinas que estaban en su apogeo”, continúa.

Robert Boyle, Roger Bacon, Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe, Thomas Browne y Ramon Llull fueron todos científicos que practicaban la alquimia. “Newton era alquimista”, agrega. “Hubo inclusive gente de la iglesia que fue alquimista. No era un oficio secreto: existía y eran habitualmente temas que cambiaban el orden constituido, querían encontrar innovaciones, nuevas cosas, y en eso sí corrían la frontera del conocimiento. Y tal vez en algún punto lo que corre la frontera de la costumbre en ese momento son los amantes. Eso también es una analogía que he hecho en la novela y me resultó muy divertida hacerla. Porque estudié mucho las costumbres de la época, que fue lo más difícil. La gran historia es fácil, pero la cotidiana de cómo era la vida en común, como podían ser los pibes, tener un amor en un pueblo chico en ese tiempo, esas cosas cotidianas no... bueno, trabajé bastante para que reprodujera la situación de la época”.

Tras renunciar al Ministerio de Salud en medio del escándalo del “Vacunatorio VIP”, el médico se refugió en la docencia y en los libros. “Mantuve mi perfil académico, pero la política siempre me preocupa”, asegura

Ginés González García accedió de chico a una gran biblioteca familiar. Tenía un abuelo gramático, una mamá profesora de Letras, un tío poeta. “La cosa rondaba en mi casa”, dice. Pero estudió Medicina: se graduó como Médico Cirujano en la Universidad Nacional de Córdoba, obtuvo el Diplomado en Salud Pública con Especialización en Administración en Salud de la Universidad de Buenos Aires, en otros muchísimos títulos más. Le otorgaron el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires, de la Universidad Nacional de Córdoba y de la Universidad de Morón. Fue, además, un cuadro técnico de la política pero político al fin: ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires entre 1988 y 1991, ministro de Salud y Ambiente de la Nación entre 2002 y 2007, embajador en Chile entre 2007 y 2015 y ministro de Salud de la Nación entre 2019 y 2021 durante un período crucial y tumultuoso: la pandemia por el Covid-19.

Aquella experiencia última terminó mal. Un escándalo por lo que se llamó “vacunación VIP” lo obligó a presentar la renuncia. Semanas atrás, en una entrevista en Radio con vos, dijo: “Me declararon culpable antes de que yo me pudiera defender”. También afirmó que se sintió “abandonado políticamente” por el gobierno de Alberto Fernández, pero aseguró: “Estoy totalmente tranquilo y en paz con mi conciencia”. De este modo, renunció a ejercer políticas sanitarias, tema al que le dedicó varios libros como Salud para los argentinos y Medicamentos: salud, política y economía. Sin embargo, sigue activo en ese ámbito: “Nunca he sido político profesional. He hecho política sanitaria. Volví a la universidad, sigo siendo profesor. Mantuve mi perfil académico. La política siempre me preocupa. Y me ocupa el país. Trato de contribuir enseñando y formando mucha gente en esta universidad. Pero no tengo ningún proyecto de hacer nada que no sea académico y universitario”.

¿Qué le gustaría que le ocurra a los lectores con esta novela? “Que dejen que los emocionen, que los impresionen, que le generen esta exaltación de los sentimientos. La novela tiene tensión, por supuesto, pero es una novela que rescata valores profundos”, responde e inevitablemente, hablando de valores, aparece la pregunta por el presente. “No estamos en un buen momento”, sostiene. “Cuando uno cree que el mercado te puede reemplazar a las políticas, sobre todo la de salud, son políticas de valores. El mercado no tiene valores. El mercado es un sistema de precios. El mercado nunca puede reemplazar a la política sanitaria”, dice y concluye: “Soy un tipo espontáneo que se dio el gusto con esto, y me gustó, pero no pienso hacer carrera de escritor. Era algo que venía pensando hace mucho tiempo. A lo mejor algún día quizás escriba de nuevo, pero no es mi intención”.

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