Hace unos meses se viralizó una publicación en X (antes Twitter) en la que se intentaban localizar cuadros desaparecidos de una pintora española.
Se trata de la artista figurativa de origen vasco Rosario de Velasco Belausteguigoitia, nacida en 1904 y fallecida en 1991. Pese a haberse expuesto mucho y bien, tanto individualmente como en muestras colectivas dentro y fuera de España, durante toda su larga vida, tras su muerte su trabajo fue invisibilizado.
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid inauguró una exposición comisariada por Miguel Lusarreta y la sobrina nieta de la artista, la periodista Toya Viudes de Velasco, con obras de su primera época (1920-1940) y una sección dedicada a su trabajo como ilustradora gráfica. Aunque es su etapa de mayor reconocimiento nacional e internacional, se ignoraba el paradero de muchas de estas pinturas. El llamamiento en Twitter ha hecho posible esta exposición.
Las mujeres suponen la mitad de los visitantes a museos españoles. En cambio, la ausencia de obras de artistas femeninas que exponen en ellos es abrumadora. Ante este panorama, es justo, históricamente, exponer a Rosario de Velasco y visibilizar a una gran artista de potente lenguaje plástico.
¿Quién fue Rosario de Velasco?
Nacida en 1904, precoz hija de oficial de caballería y de familia vasca tradicional, descendiente de carlistas y con fuertes convicciones religiosas, Rosario pinta desde los 7 años. En 1922 comienza a estudiar con Fernando Álvarez de Sotomayor, quien le muestra a Tiziano, Velázquez y los volúmenes escultóricos en la obra plástica de Andrea Mantegna.
Sus primeros trabajos le permitieron concurrir en 1924 a la Exposición Nacional de Bellas Artes, el Salón de Otoño de 1931 y la muestra de 1932 que organizó la Sociedad de Artistas Ibéricos. A resultas de esta actividad artística, fue creándose un nombre como pintora gracias a la producción de cuadros como El baño o el famoso Adán y Eva.
En su juventud, pertenece a un destacado grupo de artistas plásticos de vanguardia y se mueve en los mismos círculos de la Generación del 27. Junto a un extenso listado de intelectuales, como Eugeni d’Ors, José Bergamín, Ortega y Gasset y Ramón Gómez de la Serna, forma parte de la Sociedad de artistas ibéricos, creada con el objetivo de incorporar el arte español a las vanguardias. Para ello, sus miembros organizan sonadas exposiciones dentro y fuera de España (Copenhague, Berlín o París).
Durante la Guerra Civil española contrae matrimonio con el médico catalán Xavier Farrerons, trasladándose a vivir a Barcelona, hasta que acaba en la cárcel y está cerca de ser fusilada. Son momentos complicados, pero el matrimonio consigue poner tierra de por medio y pasar unos años entre Burgos, San Sebastián (donde nace su única hija) y Francia. Tras la contienda, vuelven a Cataluña. Allí, De Velasco compagina sus labores de madre y esposa con las de artista privilegiada.
Desde que, en 1924, concurre a la Exposición Nacional de Bellas Artes con sus primeras obras, Rosario de Velasco sigue pintando por gusto, no por necesidad, y exponiendo prolíficamente hasta que fallece, en 1991, prácticamente con el pincel en la mano.
Entre las muestras y museos que exponen su obra se encuentran la Bienal de Venecia entre 1932 y 1942, el Museo Carnegie de Pittsburgh, Pensilvania (EE. UU.) en 1935, el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires en 1947, el Palacio Velázquez de Madrid en 1954, importantes galerías de Madrid y Barcelona (Biosca, Gaspar, Parés, Syra…) y el Centre Pompidou de París en 2013, por citar algunas.
Del academicismo a la libertad
Haciendo gala de su origen vasco, los óleos de la pintora constituyen volúmenes escultóricos, figuras y escenas costumbristas de colores contrastados en los que se alinea a la corriente europea vigente de vuelta al clasicismo. En su obra muestra un interés serio por el noucentisme catalán y el arte italiano (Mantegna, Giotto, Rafael, Pompeya y sus frescos), que estudia en 1928 en el Palacio de Exposiciones del Retiro y en revistas de la época.
Como influencias inmediatas de la artista podemos nombrar a la española Maruja Mallo o Salvador Dalí. Sus obras tempranas también guardan un fuerte parecido con las de la pintora Tamara de Lempicka.
Desde una primera etapa de academicismo puro en grandes formatos, figuras humanas estáticas, escenas costumbristas y maternidades, su pintura evoluciona hasta un estilo más libre, de contornos menos definidos. En este caso, el color, las composiciones, las formas y la riqueza en las texturas predominan sobre las figuras y los objetos.
Además de una intensa y contrastada paleta de colores, con los años, De Velasco irá incorporando al óleo más carga matérica, rugosidad, volumen y gradaciones. Entre sus temas preferidos se encuentran el carnaval, lo femenino y el mundo de los niños.
En 1942 pinta los murales ya desaparecidos de la Capilla de la Residencia de Señoritas de Madrid, que fue el primer centro oficial destinado a fomentar la enseñanza universitaria para mujeres en España.
Además de pintora, Rosario de Velasco ejerció de ilustradora de cuentos, como los Cuentos para soñar (1928) y La bella del mal amor (1930), de María Teresa León, La bien plantada de Eugenio d’Ors y Princesas del Martirio de Concha Espina. Colaboró con La Esfera, revista gráfica de información general, y Vértice, revista de ideología falangista.
Para finalizar
La deuda contraída con Rosario de Velasco en España es inmensa, a pesar del cierto reconocimiento en vida. Como ha ocurrido con otras artistas, la brecha de género la minusvaloró con respecto a sus compañeros de profesión, quienes se vieron, antes y ahora, mejor expuestos, citados y estudiados.
Pese a la gran cantidad de obra de calidad que produjo, existen sólo cuatro cuadros en museos españoles y son de la primera época. Adán y Eva y Sin título (el cuarto de los niños) se encuentran en el Centro Reina Sofía, la pintura Maragatos en el Museo del Traje de Madrid y La matanza de los inocentes en el Museo de Bellas Artes de Valencia (aunque durante años fue atribuida a Ricardo Verde por la coincidencia formal de iniciales en sus firmas). Además, el Centre Pompidou de París tiene Carnaval y Esquisse d’une vierge à l’enfant en su colección.
La mayor parte de sus obras están hoy en manos de particulares, muchos de los cuales desconocen su verdadero valor. Algunas de ellas han aparecido en almacenes olvidados y, por fortuna, el llamamiento de su sobrina nieta está facilitando la labor de localización y catalogación de su obra.
La historia del arte es un relato de hombres, de exclusiones y privilegios, en el que se ha hecho desaparecer a la mitad de la población con una violencia soterrada y a la vista. Ojalá que la exposición muestre la innegable calidad de su obra y sirva para estudiar en profundidad el gran trabajo de Rosario de Velasco, una de las grandes artistas del siglo XX.
Fuente: The Conversation