“Moriré en París”, escribió Juan Bautista Alberdi cuando dejaba la Argentina por última vez. Era cierto. El hombre que había pensado un modelo que pusiera al país en el camino de la prosperidad, dejando atrás el pasado colonial y sus reglas; el hombre que había redactado el borrador de la Constitución y había sostenido, aunque le costara caro, que no había que entrar en la Guerra del Paraguay, ese hombre había vivido muchos años en el exilio, había vuelto en 1879 y en 1881 ya volvía partir. Llegaría de nuevo a Buenos Aires ya muerto.
“Seré yo de esos proscriptos que acaben sus días entre los extraños?” se había preguntado en una carta en 1844. Así sería. El 19 de junio de 1884 Alberdi moría, solo, internado en una clínica, en Francia. Lo encontró Angelina Dauge, que había sido su ama de llaves y una persona muy cercana. Llegó a la clínica 24 horas después.
“Los restos del eminente argentino se encontraban abandonados, encerrados bajo llave en una piecita de dicho establecimiento envuelto en sábanas sucias”, dijo hace unos días en una charla en el Archivo General de la Nación la doctora Gilda Pericone de Valls, profesora en la Universidad de Tucumán. “El cuerpo de Alberdi”, explicó, “fue embalsamado”.
Sus restos fueron llevados entonces al cementerio de la localidad de Neuilly, donde estaba la clínica y donde permanecieron algunos meses. Precavido Alberdi había contratado una tumba para sí mismo en el cementerio parisino de Pere Lachaise, con busto y lápida incluidos. “El monumento sigue allí y dice las fechas en las que murió”, explicó Pedicone de Valls. “Con lo cual el que el que había contratado cumplió, porque no solamente hizo el monumento, sino que le puso fecha una vez fallecido el que había encargado la tumba. Pero esa tumba nunca se usó”.
La abogada -que también es fiscala de la Nación- fue hasta el lugar tras las huellas de su coprovinciano. “Ahí, monumento por medio con Edith Piaf, está el monumento de Alberdi”, contó. “Costó encontrarlo porque no figura entre las personalidades que están alojadas ahí”.
Si en vida Francia habia sido un hogar y había pasado allí largos años, una vez muerto no tardaría en regresar a la Argentina. En 1889, bajo el gobierno de Miguel Juarez Celman -un liberal que era concuñado de Julio Argentino Roca- los restos de Alberdi fueron repatriados. ¿Él hubiera querido eso? El cuerpo fue colocado en la bóveda de José F. Ledesma mientras se levantaba el mausoleo que había decidido hacer el Congreso Nacional, en el Cementerio de La Recoleta.
En un artículo en Infobae, la historiadora Luciana Sabina recogió palabras de David Peña, amigo y defensor de Alberdi. “El tiempo transcurría y tal monumento no se inauguraba. ¿Por qué no se transportaban a él los restos del doctor Alberdi? Tal era mi demanda incesante. Oiga Ud. me dijo afectuosamente un respetable amigo que me honraba con sus consejos y su afecto: no promueva Ud. este asunto mientras viva el general Mitre. El poder de La Nación es indiscutible. No se cierre, por Ud. mismo las puertas de ese poder”. Mitre y Alberdi habían estado enfrentados al punto que Mitre se negó a reconocer los sueldos que se le debían a Alberdi como embajador... y no los pagó.
Finalmente, el mausoleo fue inaugurado en 1902 y allí estuvo el cuerpo de Juan Bautista Alberdi hasta 1991, cuando el gobierno de Carlos Menem decidió llevarlo a Tucumán, de donde el prócer había salido casi niño para ir a hacer la escuela secundaria al Colegio de Ciencias Morales -hoy, el Nacional Buenos Aires- y adonde sólo había vuelto brevemente en 1934 “a recoger la pequeña herencia que le había quedado, la casa. Que se vendió a un señor Bazán por 5.000 pesos bolivianos”, cuenta Pedicone de Valls. Cuando partió no sospechaba, dice la jurista, que veía por última vez la ciudad donde nació.
En ese momento, cuando abrieron el ataúd de Juan Bautista Alberdi, encontraron que su cadáver se había momificado y aún se reconocían sus rasgos. Sabina sostiene. en otro artículo, que el traslado, hecho durante el gobierno de Carlos Menem, fue una forma de apoyar al entonces candidato del oficialismo, Palito Ortega. Y cita al historiador Eduardo Lazzari: “Una vez terminados los actos ganó el candidato oficialista. Entonces, el ataúd de Alberdi fue olvidado en una oficina de la Casa de Gobierno tucumana y comenzaron a apilar expedientes sobre él. Luego de diez años y por la queja de un ministro de la Corte Provincial le hicieron el catafalco actual”.
Un editorial del diario tucumano La Gaceta aludía a esto eb 2015: “Desde 1991, los restos del prócer Juan Bautista Alberdi, encerrados en un gran sarcófago de mármol, se encuentran ubicados en el hall central de nuestra Casa de Gobierno”, decían. Y señalaban: “El sarcófago está al centro de un espacio que tiene gran movimiento, puesto que la gente entra y sale de los despachos oficiales a todas las horas”.
La tumba de Alberdi en Recoleta, entonces, también quedó vacía. Sigue allí su nombre, una escultura que lo representa, una placa. Su cuerpo está en la tierra donde nació.