Más que amor diría aventura. La épica es lo que mejor define a los protagonistas de Amores Invencibles, de la autora Diana Arias. Eran osados, corajudos. No tenían idea de con qué se iban a encontrar del otro lado del océano, pero se subían al barco y viajaban por semanas o meses. Algunos en primera, otros de polizones. Son historias de lucha, de pérdida e injusticia, pero sobre todo son gritos de libertad. Tal vez haya sido el anhelo de ser libres el principal móvil de las heroínas y héroes de esta propuesta de no –ficción, editada por Penguin Random House.
Ocho historias de inmigrantes que escaparon del infierno y encontraron en la Argentina algo de lo que andaban buscando. Piezas de un rompecabezas que, un siglo después, pudieron ser reconstruidas gracias a la impecable labor de investigación de Arias y a la participación activa de los hijos y nietos de los actores principales. “A lo largo de las páginas se reviven escenas de tiempos complejos y difíciles, como pueden ser las guerras mundiales, donde el laberinto parece no tener salida”, escribe Daniel Balmaceda, prologuista de la obra. Y tiene razón.
Es que son nuestros abuelos y bisabuelos los que nos hablan en Amores invencibles. Llegaron desde España, Italia, Francia, Alemania, India o Rusia en busca de nuevos horizontes en nuestro país. Eran padres yendo a una guerra que no eligieron o madres salvando a sus familias del hambre. O como Elisa y Marcela, las protagonistas de la última historia del libro: dos españolas que huyeron del escarnio, de la ley y la condena. Mujeres valientes, vulnerables e irrepetibles. Dos jovencitas de un estrato social donde se esperaba que fueran esposas y amas de casa, pero ellas decidieron estudiar para trabajar y ser independientes. Y esa resistencia las unió en amistad. Se hicieron muy amigas. Diría que algo más: se casaron.
“La confirmación del embarazo (y la ausencia de un padre responsable era, a todas luces, una tragedia, En cuanto se notara la gravidez o llegaran los chismes a oídos de las autoridades educativas, a Marcela la separarían del cargo. Y eso sería el inicio de la deshonra. (…) Entonces urdieron un plan: Elisa se haría pasar por hombre y de esa forma el niño por nacer tendría un padre ante los ojos de Dios y la gente”. No puedo imaginar en el 1900, una época de intolerancia extrema a este tipo de cuestiones, que aquellas dos chifladas (ponele), pensaran en semejante proeza. Pero no solo la pensaron, sino que la llevaron a cabo. “El 8 de junio de 1901, a las siete y media de la mañana, Elisa de treinta y nueve años y Marcela de treinta y cuatro, se casaron en la iglesia de A Coruña. (…) Una boda sin hombre se había celebrado por primera vez en el mundo. Ella vestía traje muy elegante, llevando con coquetería la mantilla, sujeta por un ramo de azahares. El traje de Mario (que en verdad era Elisa, vestida de varón) era nuevo y muy bien hecho. (…) Mirad fijo a la lente señores. ¡Quietos! - sentenció José Sellier, el afamado retratista de Galicia. El fotógrafo francés inmortalizó así a la pareja de recién casados. Elisa (¿Mario?) posaba de pie, Marcela a su lado. Las miradas fijas en la cámara y ellas dos sin saber que ese sería su paso a la inmortalidad.”
La historia del casamiento entre dos mujeres, enloqueció al clero, al gobierno y al mundo entero. Una situación insostenible que no les dejó otra que escaparse adonde nadie las conociera. Y así fue. Primero lo intentaron a un país vecino. Elisa viajó a Oporto, Portugal, y más tarde la siguió Marcela. Pero igual las encontraron y las metieron presas. Con la ayuda de algunos vecinos, fueron puestas en libertad y cuando eso sucedió, no tardaron mucho en planear el siguiente paso: huir a la Argentina.
Con Amores Invencibles, la autora vuelve a apostar por la pasión, como el sentimiento rector que lo puede todo, tal como lo hizo con Amores Inmigrantes (2021), su primera obra. Cada capítulo es independiente del otro, no solo porque los personajes sean distintos, sino porque la artista plástica Luciana Di Croce se encargó de diferenciarlos entre sí, a través del dibujo de flores típicas en cada portada, logrando un GPS botánico. Así, las flores de Di Croce consiguen situarnos en una geografía y un contexto determinados. Por ejemplo, el capítulo de Dagmar y Juan – el primero del libro de Arias- lleva en su portada un Clavel de Gornjska, la flor nacional de Eslovenia. “(…) El día que partió, caminó con dificultad entre la nieve hasta el bosque detrás de su casa y talló en el tronco de un gran árbol su nombre y la fecha: “Juan Fleré, 1942″. (…) Al llegar al Hotel de Inmigrantes, un funcionario porteño lo inscribió en el legajo de recién llegados. – ¿Cuál es su profesión, Fleré?- le preguntó. Y Juan, abriendo sus ojos azules, respondió con seriedad: - soy sobreviviente, puedo manejar muy bien armas de guerra, camiones y aviones”.
Son 8 relatos, que se leen de un tirón y parecen de novela. Son un viaje en el tiempo. Instruyen, documentan, referencian. Rescatan del olvido y del anonimato las hazañas de algunos de los 6 millones de inmigrantes que llegaron a nuestro país entre 1860 y 1930. Son los recuerdos atesorados en la memoria familiar de cada uno de ellos que hoy pueden ver la luz por primera vez. Son historias inspiradoras, de amores invencibles, como dice el título de la obra. Amores que sortearon catástrofes humanitarias, prejuicios, credos y sistemas. Son 220 páginas que te dejan soñando. Te digo más: dan para producir una buena serie por alguna plataforma de streaming. Ojalá.
Quién es Diana Arias
Diana Arias nació en Oriente, un pueblo de la Provincia de Buenos Aires. Estudió Comunicación en la Universidad Nacional de La Plata. Escribió para los diarios La Nación, La Voz del Pueblo y La Nueva Provincia.
Publicó su primer libro Amores Inmigrantes, en 2021 y Amores Invencibles en 2023. Fue profesora y ocupó cargos directivos en diferentes instituciones educativas. Actualmente brinda conferencias y presenta el Ciclo Grandes Historias de Amor dentro de History After Office.