A 90 años de la primera aparición pública de Manifestación de Antonio Berni, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) presenta un homenaje a esta obra emblema de la pintura social argentina a través del dúo Mondongo, en una muestra que, más allá de lo conmemorativo, vuelve a poner en discusión el rol que puede tener el arte.
La temática de Manifestación continúa vigente, eso está fuera de discusión. Solo hace falta salir a la calle, estar atento a las noticias o incluso scrollear en ese constructo de subjetividades que son las redes sociales, para comprender que la pieza, creada en el amanecer de la década infame, se extendió en la historia nacional hasta el presente. Y esta remake de Mondongo, en este momento de la historia, así lo acredita.
Por esas cosas de lo cíclico de la Argentina, la reversión del dúo integrado por Juliana Laffitte (Buenos Aires, 1974) y Manuel Mendanha (Buenos Aires, 1976), hecha en formato de alto relieve, se presenta en un contexto social con puntos en común a la original: con la mitad del país bajo la línea de pobreza, protestas y violencia frente al Congreso, por nombrar algunos.
“Comenzamos el trabajo antes de que asumiera Milei. Ya venía todo muy caldeado, pero lo que sucedió después no lo imaginábamos con esta envergadura de dolor y gente en las calles. O sea, la vigencia del cuadro de Berni 90 años después”, dijo Laffitte, durante la recorrida de prensa.
Toda la obra llevó 8 meses de producción, “de muchísimas horas diarias, con sábados y domingos incluidos”, tanto por el formato como por el “desafío enorme de dialogar con Berni”.
Además de la reversión en plastilina de Manifestación, el dúo presenta el tondo Villa II, una pieza circular, también en plastilina, de dos metros de diámetro que aborda escenas de barrios periféricos de Buenos Aires, Dharavi (Bombay, India) y Río de Janeiro.
Para llegar a las obras, primero, se puede atravesar o bordear una instalación de sitio específico, que recrea la estética de las viviendas precarias, de chapa y madera, más del estilo asentamiento de emergencia como los que hoy se levantan en las tomas de terrenos que a una villa, pero que en este caso remiten a las viviendas que se levantaban en la primera mitad del siglo XX, como por ejemplo “Villa Desocupación”, que se levantó en la zona de Puerto Nuevo en los ‘30, y que en sí están más relacionadas desde lo visual a la serie de Juanito Laguna a partir de los ‘50 que a Manifestación.
Esta decisión de propuesta estética no pasa desapercibida y se propone como una invitación al debate. Sin dudas, tendrá tanto detractores como defensores. El hecho de que se produzca dentro de un museo privado y no en uno público, en una de las zonas más caras de Buenos Aires, será argumento de unos y otros, porque mientras algunos lo verán como un gesto desangelado en un momento de una enorme injusticia social, para otros será, justamente, estas características las que lo convierten en el espacio ideal para poner evidencia una realidad ineludible.
La polémica, en el arte, siempre es bienvenida. Cualquier participante activo de muestras en museos y galerías sabe que el efecto sorpresa, el poder de cuestionar (nos) no es moneda corriente en la escena contemporánea. Por eso, es más que positivo cuando una pieza logra generar el movimiento de las estructuras y sesgos propios, y si logra perturbar, incomodar, mejor aún.
Después, cada uno tomará la bandera con la que se sienta más cómodo y formará su propia “manifestación”. Habrá, lógicamente, quienes vayan por la selfie infaltable para sus redes y los que transitarán esos pasillos con desasosiego en el estómago sabiendo que el site specific es una extensión de lo cotidiano.
Dentro de las habitaciones del chaperío, en una se destaca una pancarta, sostenida en sus extremos por palos, en la que se recrea la obra Sin pan y sin trabajo (1893), de Ernesto de la Cárcova, que fue hasta la aparición de Manifestación el cuadro más emblemático referido a lo social. Al ser presentado en este formato, el estandarte, que ahora puede ser trasladado, refiere a la continuidad en el tiempo de su concepto, imagen y título, proponiendo una persistencia de las circunstancias sociales.
Frente a la pancarta, una ventana, como la que el hombre de la pintura de De la Cárcova utiliza para observar el allá afuera mientras da un puñetazo impotente a la mesa. Aquí, la mesa, es el sostén de una serie de pinturas y pinceles, reforzando la idea del arte como espacio para la observación y la denuncia.
Más allá de la referencia lógica a Sin pan y sin trabajo, el cuadro de Berni propuso entonces una resignificación a aquel título. En su pintura, que se presentó en el Salón Nacional de 1934, se lee en una pancarta “pan y trabajo”. Dando “una vuelta de tuerca a la resignación rabiosa que aflora en el gesto del personaje de De la Cárcova. Los manifestantes de Berni ya no miran por la ventana, están en la calle y van a procurarse ese “pan y trabajo” en esa marcha que se le viene encima a la ‘década infame’”, escribió Fernando García, en Los ojos, biografía sobre el artista rosarino. Aquel “pan y trabajo” reaparece en la pieza de Mondongo, la gente sigue saliendo a la calle, sigue reclamando su derecho constitucional y fundacional del país.
Marita García, curadora en jefe del Malba, sostuvo que la muestra es una nueva oportunidad para “pensar a Berni y a nuestro contexto” y destacó “la mirada sobre lo real, que está muy clara y que tiene que ver también con aspectos de denuncia” y “la manifestación como un hecho de expresión y de sentimiento colectivo”, pero a la vez, para volver a observar el elemento compositivo de las obras, con “la experimentación material que en Berni fue tan acusada” y que continúa en Mondongo.
Por su parte, la curadora Nany Rojas sumó: “Estamos atravesando una situación de crisis social, donde vemos la protesta en la calle y en el caso de Mondongo, un poco lo que lo que podemos visualizar es cómo se disemina todo este clima, esta atmósfera que ellos vienen señalando”.
Y agregó: “La exposición está atravesada por un procedimiento propio del arte contemporáneo, pero también del moderno, que es el de la sedimentación” y que se puede “leer a Mondongo en esta genealogía de artistas que trabajan en torno a la protesta social, pero también con relación a la experimentación material”.
Sobre su “Manifestación”, sobre el que Malba llevó adelante un profundo proyecto de investigación, Berni explicó en diálogos con José Viñals para Berni. Palabra e imagen (1976): “Yo no hice más que asumir como artista mi compromiso con el país. El artista está obligado a vivir con los ojos abiertos y, en ese momento, la dictadura, la desocupación, la miseria, las huelgas, las luchas obreras, el hambre, las ollas populares eran una tremenda realidad que rompían los ojos”.
Mondongo presenta una pieza de dimensiones similares a la original, realizada con plastilina, la técnica más conocida (y reconocida), pero no por eso al enfrentarse a la obra ésta pierde la capacidad de sorprender por la mano de orfebre con la que logran construir, con preciosismo y virtuosidad, los escenarios más complejos, tanto en las expresiones como en el uso de la luz.
A lo largo de sus 25 años de trabajo, el dúo ha experimentado con materiales disímiles, desde embutidos y espejitos de colores -como en el famoso retrato de los reyes de España-, galletitas, pan, carne, hilos y, por supuesto, plastilina, entre otros.
“La plastilina para nosotros es un óleo lento que se mezcla con la mano, en vez de con el pincel. En esta obra pudimos experimentar todo el desarrollo que venimos haciendo desde el principio. Cuando comenzamos a conocerla, la usábamos como con chorizos, como los niños, pero con el pasar de los años empezamos a ver la generosidad de este material, que se puede usar de diferentes maneras al calentarlo al microondas y que se puede usar con pincel y, cuando ya pensamos que nos había dado todo, fabricamos un ‘pincel’ con unas cerdas de metal que nos permite hacer esfumados”, explica Laffitte y así, sostiene, ninguna de las figuras está colorada más allá de las propia combinación del elemento.
A diferencia de Berni, que utilizó imágenes de periódicos para la construcción de su imaginario de manifestantes, lo que le otorgó a la pieza un poder de anonimato, el dúo eligió a personas cercanas, que fueron fotografiadas, de amigos a familiares como también referentes de diferentes espacios de la cultura.
Así, si bien no quisieron revelar quiénes aparecían entre los 35 rostros para restarle importancia, en sí tomaron una dirección diferente y como en una especie de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967), se puede observar a los escritores Fogwill (que aparecía ya en su Políptico de Buenos Aires) y Silvio Bizzio, la cineasta Albertina Carri y los artistas plásticos Marta Minujín, Hoco Huoc y Diego de Aduriz (en dos versiones, en una como su alter ego con una máscara gatuna), entre otros.
Rojas comentó que, ese sentido, el cambio de representación se debe a una apertura a nuevos tipos de manifestaciones: “En una manifestación actual encontramos distintos tipos de comunidades, no solo de los obreros, que es la que representó Berni en su Manifestación, sino también otras comunidades como podrían ser la de las personas que se manifiestan por una universidad libre y gratuita, las que lo hacen el derecho a la vida, las personas que se manifiestan por los derechos feministas o por los derechos LGBTIQ, entre muchas otras comunidades”.
Así, el hecho de que los ahora manifestantes no sean anónimos o solo obreros también opera como manera de extender que la protesta ya no sólo involucra a las clases sociales populares y que esa ausencia de ”pan y trabajo” se ha extendido a diferentes estratos sociales, aún a profesionales universitarios. Así, el dúo, planteó un mundo que se complejiza y en el que la Cultura es más parte del problema, que de la solución.
El escenario también cambia: en la pieza original era el barrio obrero de Refinería, en Rosario, mientras que en ésta la Plaza de Mayo, centro de la protestas populares y también de encuentros partidarios de apoyo a los diferentes gobiernos.
La obra ingresa en la tradición de reversiones de cuadros emblemáticos, a la que Mondongo adhiere: “Esta composición en realidad también hace a la historia del arte. Muchas veces los artistas revisitan a otros que hablan del pasado queriendo hacer siempre algo nuevo”, explican.
En ese aspecto, se encuentran el ya nombrado Políptico de Buenos Aires (Museo de Bellas Artes de Houston) que dialogaba con el Políptico de Gante de Van Eyck; Piedad invertida -tema popular durante el Renacimiento- o La jaula, en la que había una versión del El origen del mundo de Courbet, que fueron en su mayoría parte de su la muestra Conejos Blancos, en la galería Barro, 2021.
También en aquella muestra se presentaron una serie de piezas centradas en los ojos que, de alguna manera, ya podrían haber presagiado el trabajo realizado para “Manifestación”, donde la mirada tiene un rol preponderante como generador de empatía. “Fue un proceso muy intenso, también espiritual, porque uno se conecta con el retratado, se encuentra con la persona al ver que se expresaba en sus ojos”, dijo Mendanha.
Decía, entonces, Berni: “El artista está obligado a vivir con los ojos abiertos y, en ese momento, la dictadura, la desocupación, la miseria, las huelgas, las luchas obreras, el hambre, las ollas populares eran una tremenda realidad que rompían los ojos”. Los ojos. Los ojos.
Toda la puesta de “Manifestación” de Mondongo es una invitación a mirar, a observar los detalles, pero sobre todo un desafío para contemplar hacia adentro y entender en qué lugar esos ojos, los propios, ponen el foco.
*”Mondongo - Manifestación”, en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415, CABA. De Jueves a lunes de 12:00 a 20:00 y miércoles de 11:00 a 20:00. Martes cerrado. Entrada general, $5000; estudiantes, docentes y jubilados con acreditación, $2500; menores de 5 años y personas con discapacidad, sin cargo.