En épocas de crisis, ciudadanos y políticos suelen evocar tiempos mejores. Probablemente no haya otro período más idealizado en la historia argentina que el de la belle époque, aquellos años prósperos que van de 1880 a la Primera Guerra Mundial, marcados por el crecimiento económico y demográfico a la par de la modernización y la llegada masiva de inmigrantes. Daniel Balmaceda recreó ese mundo en sus últimos dos libros, tanto en Historias de la Belle Époque como en su biografía de Sarmiento, y reincide en el verde césped con Los caballeros de la noche, aunque esta vez la historia toma la forma de una novela de intriga.
El periodista e historiador se centra en su nuevo libro en un caso policial que conmocionó a la sociedad porteña de la época y que repercutió como noticia en todo el mundo. Tres italianos, dos franceses, un griego y un argelino liderados por un belga y un español conforman una banda de secuestradores que crea las bases del hampa en la Argentina. El plan que intentan llevar adelante involucra el cuerpo de una de las damas más ricas de la Argentina, Inés Indart de Dorrego, y a la recién creada Policía Federal. Los vericuetos de este insólito delito se convertirían más tarde en tema de estudio en las facultades de Derecho, ya que sentó jurisprudencia en torno al secuestro de cadáveres, hasta entonces sin figura penal.
“Cuando uno lee este tipo de historias encuentra muchas conexiones con nuestro presente. Quisiera seguir trabajando con ese período, porque justamente a partir de las investigaciones uno va encontrando cada vez más cosas”, le dice Daniel Balmaceda a Infobae Cultura. Además confiesa que de joven esta etapa de la Argentina le parecía “muy gris”. Como siempre, Balmaceda reconstruye escenarios y hechos a través de documentos, cartas y notas periodísticas, que en este caso lo llevaron a buscar en diarios extranjeros y a explorar con detenimiento un expediente de más de mil páginas manuscritas.
“El contexto de esta historia nos resulta más familiar, porque ya tenemos escenarios muy presentes como el Parque 3 de Febrero, el cementerio de Recoleta o el tren que va a Barrancas de Belgrano”, agrega Balmaceda, quien tuvo el privilegio de presentar el libro justamente en el célebre cementerio de Buenos Aires, donde ofreció un recorrido nocturno tras los pasos del misterioso grupo de delincuentes.
–Aunque tomás un caso real, podemos decir que Los Caballeros de la Noche es una historia novelada. ¿Cómo fue la experiencia de escribir con más recursos narrativos que en tus libros anteriores?
–Si bien siempre hay elementos de narración en mis libros, nunca me había dedicado específicamente a un tema, con la excepción quizás de las biografías de Sarmiento y Belgrano. Los Caballeros de la Noche formó un capítulo de dos o tres páginas en alguno de mis libros pero solo para contar la parte más anecdótica. Esta es mi primera incursión en un caso policial y de alguna forma es como una pequeña transición hacia el mundo de la novela. Cuando uno escribe un texto, lo más atractivo no es el momento de la escritura, sino ese momento en que uno empieza a transformar el material en otra cosa. En el contexto de esta historia, yo veía que ciertas evocaciones, palabras, situaciones o detalles que iba incorporando no eran habituales en mis libros. En ese aspecto de poder recrear de un modo más nítido el escenario de lo narrado me siento muy gratificado, aunque todavía me falta mucho aprendizaje para salir del maravilloso mundo de la no ficción y empezar a volar un poco más. Considero que el libro pertenece a una narrativa policial histórica antes que al género novela. No agregué personajes ni situaciones, todo es un viaje a la realidad de 1881.
–¿Qué fue lo que te interesó contar de esta historia?
–El secuestro de un cadáver de un cementerio como el de la Recoleta, tal vez el más importante de la Argentina, fue una noticia que causó mucha sensación en todo el mundo, no solo en nuestro país. Por lo tanto, ahí había una búsqueda por convertir esa historia en una narración atractiva, pero que no fuera una novela. Tenía que encontrar en este libro una forma más especial de narrativa, porque se trata íntegramente de un caso policial. No quise agregar personajes ni situaciones que no hayan ocurrido porque lo que se vivió en esa época ya era suficientemente espectacular.
Estamos hablando de una banda de inmigrantes que se formó en 1881 para delinquir, en la que no se permitían argentinos. Tenían un reglamento, diplomas y, como en La casa de papel, no se identificaban por sus nombres. Se les asignaba un número impar para preservar sus identidades y de día llevaban una vida normal. Uno era mozo, otro mucamo, otro era proveedor de droguerías. De noche se convertían en esta banda de ladrones autoidentificada como Los Caballeros de la Noche. Tenían sueños de crecer y ramificarse y crear sucursales delictivas en Río de Janeiro, Montevideo, Nueva York. Es muy curiosa esa vanidad que tenían de ser los mejores delincuentes de Sudamérica, además con ese nombre tan romántico que apuntaba a generar sensacionalismo.
–Hoy en día cualquiera podría asociar este nombre con Batman, otro personaje que también actúa de noche. O, más próximo a su tiempo, con El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.
–Por supuesto. Ese desdoblamiento es algo particular de la época. Y justamente lo que tiene como contrapartida esta banda de delincuentes es la flamante Policía. A fines de 1880 se había creado la Capital Federal y se formó una policía para la ciudad que es la que hoy llamamos Policía Federal. En ese momento era la policía de la capital. Por lo tanto, esta banda de delincuentes tuvo su contracara en el grupo de comisarios, los veinte que había en la Capital, que fueron los encargados de desarmar a esta banda y de atraparlos a todos. Para los policías su mayor referencia era Londres, todos querían ser como los investigadores de Scotland Yard. Hacia 1880 comenzamos a tener la policía de investigación, copiando el modelo inglés surge la figura del detective. Y en Los Caballeros de la Noche hay muchos que si bien no trascendieron después en la historia, cuando uno investiga se da cuenta de la importancia que tuvieron en el esclarecimiento de varios crímenes, además de haber participado del esclarecimiento de este secuestro.
–En este punto también cobra importancia la figura de Marcos Paz.
–Sí, estamos hablando de Marcos Paz hijo, un joven de 37 años nombrado por el presidente Julio Argentino Roca, que era su primo y tenía la misma edad. Él creó la policía, reunió estos comisarios y buscó algo que a él le importaba mucho, que era restablecer la confianza de la sociedad con la policía. Durante décadas la autoridad no se hizo respetar, entonces la gente no confiaba en ellos. A partir de la gestión de Marcos Paz hubo cambios definitivos. El primero es el traslado del Departamento de Policía a donde está hoy. También puso una escuela para alfabetizar a los vigilantes que no sabían leer y escribir y creó el sistema de silbatos con el que se comunicaban los policías durante las rondas, copiando el modelo inglés. Mediante distintos sonidos podían anunciar que había un robo, un incendio o una persona fugándose. Y además creó la orden del día, unos libros donde se anotaban todas las situaciones y con los cuales cada una de las 20 comisarías de la Capital Federal podía tomar conocimiento global de lo que estaba ocurriendo en los otros distritos.
–Estos rasgos de modernidad también se advierten en la banda delictiva. Es curioso cómo toman su idea a partir de una noticia en el diario sobre otro secuestro ocurrido en Nueva York.
–Los Caballeros de la Noche querían tener notoriedad, por lo tanto no estaban pensando en un robo sencillo. Al contrario, los primeros robos que pensaron involucraban joyerías y gran cantidad de alhajas, pero en esas planificaciones se quedaron a mitad de camino. No lograban encontrarle la vuelta, hasta que les cayó esta noticia de Estados Unidos. Ahí se juntan los dos jefes y acuerdan probar con ese plan. A los tres días muere Inés Indart de Dorrego, la mujer más rica de la Argentina, y les calzó perfecto.
Hasta les dio la oportunidad de ir al cementerio a acompañar el entierro para ver el cajón e identificarlo. Esa misma noche fueron al cementerio a hacer un poco de logística y durante varios días se pasaron generando las células de bandidos para llevar adelante el secuestro y una planificación en la que participarían mensajeros que no tenían que ver con la banda, para estar protegidos. También tuvieron la idea de tirar una caja con dinero desde un tren para que estuviera en manos de otros secuaces. Cuando uno lee la planificación de los Caballeros de la Noche piensa que no tiene fallas, que es muy inteligente. Sin embargo, no contaron con que la familia le iba a avisar a Marcos Paz.
–Uno de los comisarios en esta historia es Isidoro Acevedo, abuelo de Borges, que en su obra mira con cierta nostalgia aquella época. Es el momento en que comienza la transición entre un modelo de país criollo y otro moldeado por la inmigración.
–Exacto. Si nosotros habláramos con nuestros abuelos lejanos del 1850 les parecería muy rara la gente del 1900. Por entonces cambia la forma de hablar, cambia nuestra tonada y nuestras costumbres, hasta las comidas incluso. Hay una gran renovación de la Argentina y más que nada de las principales ciudades, donde la inmigración tuvo mucho más peso. Cuando se abrieron las puertas de la inmigración, se trabajó muy especialmente para recibirlos. El inmigrante que llegaba a Buenos Aires sin lugar donde dormir tenía cubierto por un par de noches techo y comida, e inmediatamente conseguía trabajo o viajaba a otras ciudades donde se aseguraba un empleo.
La mejora en la red tranviaria y la red de ferrocarril, entre otras cosas, tenía que ver justamente con poder extender el desarrollo más allá del centro de Buenos Aires y darle un cauce a esta ola de inmigrantes que cuando salían principalmente de Europa miraban el mapa y elegían Nueva York o Buenos Aires. La mayoría trabajaba de lunes a lunes para juntar el dinero suficiente para traer de Europa a su familia. Y algunos como estos señores decidían tomar atajos a través del delito. Era la época del cuento del tío, con ese tipo de estafas sencillas donde se buscaba a un incauto para engañarlo y cobrar un dinero.
–En el libro señalás que el cementerio de la Recoleta había caído en cierto olvido. ¿Por qué se lleva a cabo su restauración?
—El cementerio había quedado en una zona alejada del centro de la ciudad, además de que era muy precario y estaba superpoblado. Cuando se creó la Capital Federal en 1880, el intendente Torcuato de Alvear decidió que toda esa zona había que reformarla y entonces una de las ideas fue tener un cementerio como los que él conocía en Europa, principalmente en Francia. Hasta se pensó hacer un cementerio de un tamaño del doble que el actual. Hubiera cubierto gran parte del fondo del cementerio hacia el norte, casi hasta la Biblioteca Nacional, Finalmente lo que se decidió es tenerlo muy concentrado y ponerle calles, arbolado y que las bóvedas tuvieran más peso, las esculturas, así que fue un momento de gran cambio. Y hoy el cementerio de la Recoleta es uno de los lugares más visitados por el turismo. Allí yacen otras historias trágicas como la de Felicitas Guerrero y Camila O’Gorman. En el caso de Inés Indart de Dorrego, su muerte no tiene esa veta sangrienta sino que en algunos aspectos hasta es tragicómico lo que termina sucediendo. Sería un cozy mystery, como lo llaman los ingleses.
[Fotos: Gustavo Gavotti]