Secretos escondidos detrás de la inocente pantalla de un libro electrónico

La mujer empezó a leer una novela en formato digital porque le daba vergüeza que la vieran con ella. El celular, del que no se separa, resultó útil para leer. Resultaba práctico y barato. Lo que tuvo que aprender

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“Nadie sabe, nadie se entera”. Así, como quien esconde un secreto íntimo, mi amiga L. había empezado a leer un libro electrónico, pero no cualquiera. Se refería a uno que prefería que formara parte de su intimidad, un hábito tan privado como personal: un libro romántico-erótico. La pregunta del millón: ¿cuál? Cincuenta sombras de Grey, de E.L. James.

L. es una gran lectora y tiene una biblioteca repleta de libros de papel de todo tipo, tamaño, colores y texturas, pero ahora, que es madre de dos hijos pequeños, no puede andar ni por la casa ni por la calle mostrando a los cuatro vientos que la encienden ciertas historias. Esta vez, el libro digital le daba algo que ella necesitaba: libertad.

Por eso eligió el libro electrónico: el formato la ayuda a preservar sus gustos lectores, a salvo de las miradas curiosas, esas que buscan pistas sobre lo que el otro lee (y así, descifrar cómo es ese lector). Nadie sabe, nadie se entera, diría ella. ¿Alguna vez se pensó en que una de las ventajas del libro electrónico era la de conservar ese “cuarto propio”, de Virginia Woolf?

Concentrada, leyendo un libro electrónico. (Imagen ilustrativa Infobae)
Concentrada, leyendo un libro electrónico. (Imagen ilustrativa Infobae)

Sí, lo necesitaba. Porque la historia que le traía Cincuenta sombras de Grey era la de Anastasia Steele, una joven estudiante de literatura, y Christian Grey, un empresario multimillonario con gustos sexuales no convencionales. A medida que su romance crece, Anastasia descubre los oscuros secretos de Grey. La protagonista se enfrenta a complejas decisiones sobre sus propios límites y deseos en materia sexual. El libro se publicó en 2011 y fue un éxito de ventas. Mi amiga L. fue parte de ese furor, pero no quería que nadie se entere.

Me permito una nota al pie: tal fue la magnitud del fenómeno que desató la trilogía de E.L James que las investigadoras Carolina Spataro y Karina Felitti decidieron indagar un poco más en el asunto. En 2018 publicaron el artículo “Circulaciones, debates y apropiaciones de las Cincuenta Sombras de Grey en la Argentina”, en la Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género de El Colegio de México, en el que dan cuenta de los debates, controversias y repercusiones.

Las conclusiones de Spataro y Felitti apuntan que la trilogía forma parte de un proceso de sexualización de la cultura, que coloca al sexo en un lugar primordial en la agenda pública. Las autoras también señalan que este fenómeno refleja una sensibilidad postfeminista en la que las representaciones de mujeres empoderadas, a través de su agencia sexual, son prominentes en la industria cultural.

Vuelvo al cuarto propio digital de L. Se sintió libre de leer lo que quería, fuera donde fuera gracias al libro digital. Hay quienes piensan que la llegada del libro digital creó una grieta insalvable entre los lectores: o te sumergís en las páginas de un libro de papel o deslizás tu dedo por una pantalla. “En el futuro, nadie leerá libros físicos”, se escucha en algunos círculos. Pero, como buenos amantes de las historias, sabemos que eso no es más que un mito. La lectura será híbrida o no será.

Existen lectores y lectores. Y también, vidas y vidas, en las que “lo adecuado” varía. ¿Importa qué se lee y en qué soporte para “recibirse” de lector? Quizá, leer en digital, es más parecida a los multiversos de lo que pensamos. Quizá, lo que L. quería era un poco más de acción en su vida y encontrar nuevas formas para antiguas prácticas.

La tapa negra de Cincuenta sombras..., el antifaz y un mundo tan lejano al de mi amiga L. abrieron la puerta, pero la experiencia virtual ―y simbólica― siguió.

El celular, un vínculo íntimo

A veces, cuando se hace referencia a la lectura, pensamos en grandilocuencias o en situaciones alejadas del día a día. Sin embargo, si hay un hábito que se entrelaza con la vida cotidiana ―porque forma parte de ella― es el de leer. ¿No es el celular nuestro acompañante eterno? ¿No está pegado a nosotros, incluso cuando dormimos? Mi amiga L. lo empezó a usar para leer.

Sí, el teléfono como aliado de la lectura.
Sí, el teléfono como aliado de la lectura.

Conseguía los libros desde distintas tiendas digitales, como Google Play, Amazon Books y Bajalibros, y leía acostada, a oscuras. Así cambió su modo de leer: si estaba más cansada, agrandaba la tipografía; si no quería que se viera, la achicaba. Subrayaba con distintos colores y anotaba por qué le habían gustado esos pasajes. Incluso, resolvió otro tema: el traslado con los chicos y el peso de la cartera. No podía cargar un libro junto a las toallitas húmedas, pañales, óleos y tantas cosas más. Leer desde un dispositivo electrónico la salvó.

Y con la lectura digital también vino el aprendizaje. El siguiente paso de su nueva etapa lectora implicó saber qué era exactamente un libro electrónico. ¿Por qué? Había caído en el error más común: pensar que un ebook es simplemente un PDF. No. Aprendió que el formato más aceptado internacionalmente es el epub, diseñado para ser interactivo y adaptable a e-readers, teléfonos y tablets.

Se abría el multiverso, entre mamaderas y llantos. Con la app de lectura logró sincronizar sus libros desde distintos dispositivos. Empezó a jugar como una nena y se encontró con que podía buscar palabras en el diccionario, traducir, copiar citas... Experimentar.

La versión argentina de la tienda  de ebooks Bajalibros
La versión argentina de la tienda de ebooks Bajalibros

El formato la había seducido de la misma forma que Grey a Steele. El libro electrónico había coqueteado con ella, era un filtreo inesperado y rendidor. Ahora, se había comprado la trilogía completa por menos dinero que uno solo de sus libros en papel ―según el último Informe Anual del Libro Digital de Libranda, los libros digitales son entre un 40 y un 60 por ciento más baratos que los de papel―. L. tenía todo a su disposición, instantáneo, ya. El placer (de leer), por menor precio y otras posibilidades de interacción con el texto.

“No puedo parar de leer, te juro”, me dijo un día, mientras amamantaba. El idilio no tenía retorno y sus hábitos de lectura, que antes eran gobernados por el libro papel, habían cambiado a fuerza de conveniencia en la vida real.

Sus libros, sus gustos lectores, su decisión (y su multiverso). Ahora iba por los audiolibros, pero ese es otro capítulo.

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