La película Un buen día, dirigida por Nicolás del Boca y producida por Enrique Torres, se estrenó en 2010 y fue duramente criticada en su lanzamiento. A pesar de una recepción inicial desfavorable, con el tiempo se ha consolidado como una obra de culto, especialmente entre los jóvenes.
El filme narra la historia de dos argentinos que se conocen en Estados Unidos y pasan un día juntos discutiendo temas existenciales. Escrita por Torres y protagonizada por Lucila Polack, la película se destacó por su enfoque poco convencional y sus diálogos polémicos. En su momento, fue calificada negativamente y la taquilla tampoco respondió bien, pero la peculiaridad y el tono inusual atrajeron a un público que la reivindicó con el tiempo.
Con el paso de los años, el fenómeno alrededor de Un buen día creció, dando lugar a proyecciones especiales y la creación de un fanfilm en 2018. Los seguidores más fervientes celebran cada detalle de la película, incluyendo la frecuencia con la que se menciona el título dentro de la película y otras curiosidades del rodaje. Su estética y un desarrollo inusual han sido destacados en repetidas ocasiones por la audiencia.
La fascinación por este filme llevó al cineasta argentino Néstor Frenkel a realizar un documental titulado Después de Un buen día, que explora el éxito inesperado de este extraño proyecto y las historias de sus creadores. Frenkel entrevistó a Torres y al actor Aníbal Silveyra, quienes compartieron sus experiencias de triunfo y adversidad. El documental ofrece un contraste entre la actitud humorística de Torres y los sentimientos de vergüenza de Silveyra respecto a la recepción del filme.
La primera parte del documental se enfoca en los responsables detrás de Un buen día: un guionista sin experiencia cinematográfica, un director octogenario debutante en la pantalla grande y un equipo de estudiantes recientes. El guionista Enrique Torres, conocido por telenovelas exitosas como Celeste y Muñeca Brava, se convierte en el centro narrativo del documental, revelando su notable carrera y su intento de volver al cine. El segundo segmento presenta al “grupo de apreciación” de la película, quienes organizan proyecciones, crean contenido en redes sociales y visten como los personajes.
Después de Un buen día se proyectará en el Centro Cultural San Martín los sábados 8, 15, 22 y 29 de junio, acompañado de una retrospectiva completa de la obra de Frenkel, que incluye títulos como El Gran Simulador y Buscando a Reynols. Paralelamente, en Malba Cine, se exhibirá tanto el documental como la película Un buen día.
Infobae Cultura entrevistó al director argentino sobre este documental, el repaso de su obra y el estado actual del cine argentino.
—¿Cuál era tu relación con la película antes de pensar en el documental?
—No había tenido mucho interés en la película originalmente. Sin embargo, tenía una relación con algunos fanáticos, especialmente con Magrio González, quien posteriormente se convirtió en coprotagonista del documental. Estos fans asistían frecuentemente a las proyecciones de mis películas y, a través de las redes sociales, empecé a conocer más sobre ellos y sobre cómo Un buen día les había impactado. Ahí fue cuando me di cuenta de que había una historia por desarrollar.
—¿Cuándo te diste cuenta de que había algo para contar y cómo encontraste a los personajes?
—Al principio, me llamó la atención el culto y las actividades alrededor de la película, aunque solo me parecían simpáticas. Luego, al observar que la historia había avanzado con nuevos eventos, comprendí que había una historia interesante. Comencé a conocer a algunos miembros del grupo, dándome cuenta de que eran creativos, con sentido del humor y un toque de locura. Pensé que debía estar la película presente y no enfocarse solo en los fanáticos. Era fundamental incluir a Enrique Torres, de quien conocía poco, aunque sabía que había sido guionista de exitosas telenovelas en los 90 y tenía vínculos con la familia Del Boca. Los fans lo describían como fantástico y, aunque al principio lo tomé con cautela, tenían razón: Torres es fascinante y se convirtió en una pieza clave, tanto por ser el alma de la película como por su vida y presencia. Aníbal, el protagonista, también quería participar. A pesar de haber sufrido burlas por ser la cara visible, aceptó rápidamente y se mostró muy honesto y valiente sobre sus dudas y conflictos, lo que aportó un valioso testimonio al documental.
—¿Cómo llegaste a ganarte su confianza?
—La película había sido muy criticada y despreciada. Fui muy sincero con Aníbal y Enrique, despejando todas sus dudas. Ambos fueron muy generosos y confiaron plenamente en el proyecto. Intenté contactar a Lucila Polak, la otra protagonista, pero no quiso participar, lo cual es comprensible dado que muchos llevaron las críticas de manera traumática. Cada uno lo procesó de forma distinta. Tuve la suerte de contar con el “padre” de la película y su rostro más visible. Andrea del Boca también aportó su testimonio, lo cual engrandeció el documental.
—¿Cómo fue tu proceso para armar el documental? ¿Contabas con un guión?
—Siempre es una negociación entre lo que uno quiere y lo que la realidad ofrece. Debés tener ideas iniciales, pero con la flexibilidad necesaria para adaptarte. Ese conjunto de ideas funciona como un guión, aunque no de la misma manera que en una ficción. Debes estar preparado para sumar lo que la vida aporta y aceptar lo que no. Esa es la esencia y lo interesante de hacer un documental. En el montaje sucede algo similar: vas con una idea y terminas adaptándola según lo que lograste filmar. Es crucial mantener la flexibilidad hasta el último momento, trabajando con los materiales hasta que encuentren su propio ritmo, tiempo y lugar.
—¿Fuiste descubriendo a los personajes a medida que avanzabas con la película?
—Al principio, conocía muy poco Enrique y fui descubriéndolo con el tiempo. La película cuenta con muchos personajes y múltiples historias; es la película la que manda y lo que más queda en la mente. Enrique se convirtió en un protagonista con un recorrido más completo y complejo, fue una sorpresa para mí, superando mis expectativas. Es un personaje único por su vida previa, su forma de tomar las cosas y la armonía que maneja.
—La idea del documental nace cuando descubrís a este grupo de fanáticos, ¿tuvieron participación en la realización además de ser entrevistados?
—La película da un giro cuando aparece este grupo, que trae su propio humor y código. Mi objetivo fue tomar a uno de esos personajes y darle un recorrido más personal, mientras que a los demás los traté más como grupo, aunque había muchas personalidades interesantes. Me enfoqué en Magrio, a quien conocía mejor y que había estado más vinculado con Enrique, además de ser una especie de líder del grupo. Ellos tenían mucho material filmado y visualmente interesante, que fue importante para la historia, pero siempre fue mi documental. Encontrar el lugar de cada elemento en la película fue un reto. Este documental tiene muchas aristas: la vida de Enrique, la de Aníbal, la de Andrea y cómo se cruzan estas historias. Hubo muchas posibilidades de armado y fue un gran desafío manejar toda esta información.
—¿Qué te pasó en las presentaciones?
—Consideraba que la película debía ser accesible para todos: protagonistas, fans y detractores. También para quienes no habían visto la película original, despertando su curiosidad sin revelar sus grandes secretos. Quería incluir todas las miradas posibles. En la primera proyección en el BAFICI, Enrique y Anabela asistieron y, al final, Enrique recibió una ovación entusiasta, lo que fue muy emotivo para él. Ese mismo día, envié un enlace a Aníbal Silveira para que la viera con su familia, y me respondió muy emocionado, diciendo que había sido un paso importante para él, ya que nunca antes había hablado de esa manera sobre su participación en la película. Los fans del grupo confesaron estar nerviosos, temiendo una mirada burlona, pero no fue así; la energía que aportan es maravillosa.
—En junio en el Cultural San Martín va a haber una retrospectiva de tus películas. ¿Qué te pasa al analizarlas en conjunto?
—Me encanta haber recibido la propuesta. Tengo la suerte y el orgullo de que las películas siguen vivas, siempre presentes de alguna manera. Cada nueva película va enriqueciendo el conjunto. Siento que aún tienen su lugar en el documental independiente argentino; muchas están siendo estudiadas en facultades o exhibidas, por lo que la retrospectiva no implica necesariamente volver sobre materiales olvidados.
—¿Cómo estás viviendo la actualidad del cine argentino?
—El panorama es espantoso. Nunca se había señalado a la cultura como el origen de todos los males del país, ni siquiera durante la dictadura. Es inaudito. Lo positivo es que hay una reacción de la gente que acude a ver películas como acto de resistencia; en el cine, incluso se aplaude al logo del INCAA, algo que nunca había visto y me parece fabuloso. Sin embargo, es triste tener que explicar repetidamente la importancia del cine nacional y aclarar que no robamos dinero a nadie. Lo que estamos viviendo es difícil de dimensionar.
*”Después de Un buen día” se podrá ver todos los viernes de junio desde 7 de junio a las 22 horas con la presencia del director en Malba Cine. Además, se proyectará los viernes a las 20 horas “Un Buen Día” (2010) en 35mm. Por otra parte, los sábados de junio se podrá ver en el Centro Cultural San Martín a las 22 horas. Ese mismo día a las 20 horas se proyectarán diferente películas del director: “El Gran Simulador” (sábado 8), “Buscando a Reynols” (domingo 9), “Los Ganadores” (sábado 15), “Construcción de una ciudad” (domingo 16), “Amateur” (miércoles 19), “Los Visionadores” (sábado 22), “Todo el año es navidad” (jueves 27), “El Coso” (sábado 29), “Método Livingston” (domingo 30)