Fueron tras un ahogado que no los dejaba en paz y vivieron lo que nunca habían imaginado

Tres hombres van a pescar en bote y matan a una raya de tres tiros. Así empieza “No es un río”, la novela por la que la argentina Selva Almada fue nominada al Booker Prize. Mucho más allá de la aventura, se encuentran con un pasado que no se deja ignorar

Tres hombres, un río, una forma de ser, un destino en la novela de Selva Almada. (Imagen Ilustrativa Infobae)

“La literatura es el formato más propicio para lo no dicho”. Al menos eso dijo Pedro Mairal en un taller de escritura. Y creo que No es un río, la obra de Selva Almada (Penguin Random House, 2020) es la síntesis perfecta de esa afirmación. ¿Cuánto de lo que no podemos decir está en los libros que leemos? Diría que casi todo. Lo que no se pudo decir. Lo que no te animaste a decir. Entonces lo decís ahí, en ese cuento, en esa novela. Justo ahí donde el mundo entero pueda -por fin- saberlo, de una vez y para siempre. Y esto va para todas las historias, aunque en este caso me refiera a la que cuenta Almada.

Las 138 páginas, que tienen como tapa una pintura de Ornella Pocetti, narran la vida de Enero, Negro y Tilo, tres tipos rudos que sufren el fantasma de Eusebio (y otras cosas más) y en el mientras tanto siguen, como si nada, de pesca, matando rayas a balazos, en terrenos ajenos, para ver si así la presencia del ahogado los deja tranquilos. Pero no. Ignorar el pasado lo refresca como nada. Aunque lleves las consecuencias de tus actos hasta el final. Nada importa. Siempre flota. Nunca se va al fondo. Como sí lo hizo el cuerpo de Eusebio pero no su alma.

"No es un río", una novela de masculinidad y un pasado que pesa.

Esa noche en el río siempre fue confusa. La discusión que empezó por algo que nunca supo si era cierto o solamente un cuento que alguien le había hecho. Eusebio ya venía raro desde hacía un tiempo. Con poco trabajo y chupando más de lo habitual. Discutieron con el Negro y Eusebio se perdió varias horas por ahí. Pero: ¿por qué lo dejaron subir al bote? ¿Por qué no lo frenaron? ¿Por qué simplemente lo dejaron que se fuera? Ya va a volver, dijo el Negro. Pero no volvió. ¿Cuánto tiempo pasó hasta que empezaron a buscarlo? A gritar su nombre en la noche silenciosa. A darse cuenta que no iba a volver ni esa noche ni nunca”. A veces no alcanza con hacer mil cosas, con llenar agujeros, con andar rápido para que se pase el tiempo. Nada de eso es suficiente para que desaparezca la presencia de aquellos que, aún ausentes, marcan el ritmo de las horas.

El relato de Almada es brumoso, habla del silencio que deja la muerte en esos hombres, en ese monte, en ese río y como aquello impacta en todo lo que los rodea. Hay una espesura que viene de las vísceras de los personajes que gritan el nombre de Eusebio, el amigo ahogado, el papa de Tilo, el que podía tener la mujer que quisiera. “Eusebio Ponce. Eusebio, el del taller de motos. Ponce, el padre del hijo de la Diana Maciel”. Son héroes infaustos, van por ahí a los tropezones, medio brutos, inyectando esa rusticidad en todo lo que tocan: mujeres, hombres, rayas, montes, ríos.

Si bien la historia principal es la de estos tres hombres que – en apariencia- quieren estrenar un bote nuevo y deciden ir un fin de semana de pesca, hay muchas tramas que llevan a otras temáticas ligadas a la central. Son duras y oscilan entre el pasado y el presente, la vida y la muerte. Y en eso se parece mucho a Temporada de huracanes, el libro de Fernanda Melchor, la primera latinoamericana en ganar el Premio Kapuscinski.

La isla – en la cual ellos son forasteros- es una protagonista más con vida propia: el agua, los animales, los ruidos del monte, son la geografía perfecta del realismo trágico de esta narración que introduce, a cada paso, el idioma autóctono para nombrar aquello que irremediablemente tendremos que buscar en el diccionario (¿o en Google?). Si bien la muerte de Eusebio es el hilo conductor de la obra nominada al Booker Prize 2024, también lo son la violencia, la venganza y los códigos entre esos varones que hacen que las cosas – a veces- no terminen del todo bien.

En ese mismo destino fatal entran sus mujeres sean estas madres, hijas, hermanas, novias o esposas. Y aunque fueran mil veces más fuertes que ellos, nada podría evitarles crecer en el maltrato del paradigma patriarcal del cual no pueden escapar, aunque a veces sueñen mirando el techo con un mundo que no existe, el de las mujeres comunes, sin la furia que les respire en la nuca. “Siempre le gustó hacer fuego. De chica si se peleaba con la madre o discutía con el hermano, Siomara se metía en el monte y hacía fuego. Hacer fuego era su manera de sacar la rabia. (…) Peleó con su viejo porque alguien le había ido con el cuento de que la vieron culeando en la guardería de lanchas. El viejo, que siempre andaba entonado, llegó y sin decir agua va, sacó el cinto y empezó a darle (…). Ella estaba durmiendo la siesta, así que no entendió nada. Hacía calor, en bombachas y corpiño la agarró, ni tiempo a taparse con la sábana (…) los hebillazos le daban directo en la carne descubierta. Mientras le pegaba decía: te voy a enseñar a vos, arrastrada”.

Composición libros de Selva Almada

No es un río, es una larga conversación que empieza con un tipo borracho, arriba de un bote, que le pega tres tiros a una raya que acaba de sacar del fondo del río, con ayuda de otros dos. Y termina con una trifulca, entre alcohol, cumbia y confesiones y el campamento que habían armado totalmente incendiado. “Vos, rociá todo con querosén. Entonces agarra el bidón y empieza a tirar chorros para todos lados. El César, sacando pecho, se acerca al toldo de la carpa y prende su encendedor. (…) dan un paso atrás y se quedan mirando el incendio. Todos callados.

La novela (tercera de la trilogía de varones) atrapa por su ritmo y sensibilidad para lograr que los protagonistas expresen -a través de sus acciones cotidianas- lo que perturba sus almas. Escarba en el universo masculino a través de los conflictos internos de cada protagonista y de estos con el mundo que los rodea. Es una historia donde no se termina nunca de contar todo, que fluye sinuosa como la corriente del río y nos sumerge en lo más hondo de la condición humana, allí donde nadie sabe nadar. La moraleja de Almada es algo como: el que mal anda, mal acaba. Y eso también decía siempre mi abuela. Como un mantra. Y tenía razón.

Quién es Selva Almada

Selva Almada, en la ceremonia de anuncio del Premio Internacional Booker 2024, en Londres (Benjamin Cremel / AFP)

Selva Almada (1973) es una escritora argentina nacida en la provincia de Entre Ríos.

En 2003 publicó su primer libro de poesía, Mal de Muñecas. En 2005 salió Niños y en 2007 Una chica de provincia, dos libros de relatos e historias.

Su primera novela, El viento que arrasa, se publicó en 2012. Luego vinieron Ladrilleros y No es un río, con las que finaliza la denominada “trilogía de varones”.

En 2024 fue nominada al Booker Price y recibió el Premio Konex Letras - Novelaː Período 2018-2020.

.