Misoginia. Así titularon esta obra en Francia. Y dieron en la tecla. Bien tarde en el día (Eterna Cadencia 2024), la última pequeña gran novela de Claire Keegan, habla de eso. Cortito y al pie. Es una biopsia de la cultura patriarcal, de lo que los hombres irlandeses (¿y otros también?) esperan de las mujeres y de qué pasa si no cumplen. Y Keegan es experta en eso. En una primera lectura -60 páginas traducidas por Jorge Fondebrider- podemos llevarnos una impresión equivocada de lo que realmente está pasando con el protagonista. Se llama Cathal y se niega a reconocer que fue él mismo el que arruinó el estofado. ¡Pobrecito!, le rompieron el corazón, podemos pensar. Hasta, quizá, nos de pena y pidamos la cabeza de esa bruja maldita. Pero: ¡ojo! La relectura (algo que hago siempre con Keegan) pone en perspectiva la historia y entonces resulta que Cathal no es ningún pobrecito sino que es la ocasión de lo propio que culpa.
Todo transcurre en un día y empieza así: es viernes y Cathal, un típico irlandés, que trabaja para el Consejo de las Artes de Inglaterra, está en la oficina y evita revisar el celular porque “descubre que no estaba listo y luego se preguntó si alguien alguna vez estuvo listo para lo que era difícil o doloroso”. Inquieto, mira la hora a cada rato. Hay una tensión incómoda. Lo que el lector sabrá más tarde es que, ese mismo día, el protagonista de la historia, se iba a casar con Sabine, su prometida. Pero no.
“Toda la mañana un sol descarado brilló a lo largo de Merrion Square, alcanzando el escritorio de Cathal (…). Abajo (…) buena parte de la vida transcurría sin problemas, a pesar de los muchos trastornos humanos y de saber cómo todo debía terminar. El día ya parecía largo. (…) Poco más de un año atrás, casi había bajado corriendo las escaleras de la oficina para encontrarse con Sabine”. Entonces el empleado administrativo, salió del trabajo, tomó el colectivo y llegó a su casa donde nadie lo esperaba. Solo su gata Mathilde, que dejó encerrada en el baño antes de salir esa mañana.
Así las cosas, en la vida del desdichado irlandés quien, a fuerza de imitar robóticamente las mismas conductas de su padre (aunque no lo sepa), ahora saborea la angustia y la desesperación propias de quien ha perdido todo y no entiende porqué. O no quiere. Y a esta altura, a través de la resbaladiza narrativa de Keegan ya nos dimos cuenta de que el tipo es un infeliz y que lo único que supo hacer con lo que más amaba en la vida fue arruinarlo y quedar en el abismo más espantoso y cruel. “(…) Entonces él la hizo salir a la calle, diciéndole que debían negarse a pagar ese cargo extra, pero ella insistió en que les habían informado del costo adicional (por achicar el anillo de compromiso) ¿Crees que el dinero lo encuentro en los árboles? – le dijo a Sabine, e inmediatamente la larga sombra de las palabras que su padre habría empleado, pasó sobre su vida, sobre lo que debería haber sido un buen día, sino uno de los más felices”. Una pena.
A veces es más económico cerrar la boca que provocar una guerra nuclear. Lo cierto es que, después de semejante cosa, había que remontar ese barrilete. Y Cathal lo intentó. Invitó a su novia a tomar té con sándwiches tostados, le habló de los pajaritos y de la tarta de cerezas, pero (Sabine) tenía poco apetito. “Comió unos pocos bocados del sándwich y dejó que se enfriara su segunda taza de té”. Y esto fue, señoras y señores, el principio del fin.
La protagonista, una joven francesa, que trabajaba para una galería de arte, cargaba en su dedo anular el flamante brillo del fracaso. Pero aún no lo sabían, ni ella, ni él, que –curiosamente- fue quien le pidió que se mudará a su departamento para luego casarse y formar familia. Porque fue antes del episodio del anillo que Cathal le dijo: “Por qué no nos casamos? Es simplemente algo a considerar. ¿Podrías pensarlo? En tener una vida, un hogar, aquí conmigo”. En fin.
La trama entera de Bien tarde en el día es perfecta. Una crítica al patriarcado que ha conducido, en ocasiones, a un callejón sin salida, donde las cosas siempre terminan igual. Y lo peor: en la mayoría de los casos, nadie entendió qué fue lo que salió mal. Claire Keegan indaga con maestría y coraje en el universo machista y le saca el velo a los antiguos usos y costumbres que necesitan ser recalculados al ritmo de los nuevos vientos. Se mete hasta el fango sin miedo a equivocarse y al hacerlo echa luz a la cotidianeidad de la vida en común de hombres y mujeres.
“Finalmente sacó el celular y lo encendió. Nada de ella. De su hermano, de su padrino, había un mensaje de texto: estás mejor sin esa puta francesa. Y sí. Sabine era eso ahora. Se lo merecía. ¿Acaso Cathal no lo aprendió ya de su padre, aquel día en que su hermano le corrió la silla a su mamá y ella se cayó de espaldas al piso?: “En ese entonces ella debía andar por los 60 años – recordó Cathal- y el padre de ambos se había reído, los 3 habían reído de buena gana y seguían riéndose mientras la madre recogía del suelo las tortitas y los pedazos del plato roto”.
O tal vez la explicación estuviera en lo que le había contado Sabine, de una conversación que tuvo con Cynthia, una amiga del trabajo de ambos: “Quizás las cosas estén cambiando, pero una buena parte de los hombres de la edad de Cathal- le dijo- lo único que quieren es que nos quedemos calladas y les demos lo que ellos quieren, fueron malcriados y cuando las cosas no salen así, se vuelven despreciables. Para algunos no somos más que conchudas, perras o putas”. Sabine no se quedó quieta y se ve que no hizo lo que Cathal quería. ¿Y ahora? ¿qué otra cosa podía pensar el protagonista frente a la cruda realidad que le tocaba vivir? “Conchuda – dijo Cathal- aunque no podía asociar con precisión esa palabra a lo que ella era, pero era algo que podía decir”. Aquel señor desesperado, destrozado por su propia misoginia, había encontrado una manera de ponerle nombre a las consecuencias de sus propios actos. Sabine era el problema, él no. Aplausos, Keegan. Aplausos.
Quién es Claire Keegan
Claire Keegan (1968) es una cuentista y novelista irlandesa. Sus historias fueron traducidas a 30 idiomas. Antártida ganó el Premio Rooney de Literatura Irlandesa. Foster ganó el premio Davy Byrnes y fue elegido por The Times como una de las 50 mejores obras de ficción publicadas en el siglo XXI. Small Things Like These ganó el premio Orwell de ficción política y fue preseleccionada para el premio Booker 2022.
[Fotos: prensa Eterna Cadencia; Ulf Andersen/Getty Images]