La música brasileña acompaña la vida de Gabriel Sivak desde que tiene recuerdo. En su infancia jugó a la pelota en el jardín de la casa familiar con Chico Buarque y muchos años después terminaría siendo socio parceiro de Toquinho, con quien compuso dos canciones. Un encargo del cuarteto de cuerdas francés Quatuor Voce lo llevó a profundizar en los ritmos de la capoeira, el candomblé y la samba, pero cuando quiso adentrarse en el Amazonas en busca de los sonidos de los kuikuros se dio cuenta de que ingresaba en un terreno desconocido. “La música de estas etnias está completamente fuera del lenguaje de la música popular brasileña, ese tipo de ritmos no están instalados entre los indios”, dice el compositor argentino radicado en Francia, quien visita Buenos Aires por el estreno de Lágrimas de Tahuarí, una pieza en cinco movimientos que condensa las experiencias de ese viaje.
Este viernes a las 20 hs. en el Teatro Colón, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dirigida por Manuel Hernández-Silva tocará la obra de Sivak, en un programa que además incluye la Sinfonía Nº 12 de Dmitri Shostakovich y la actuación como solista del pianista Teo Gheorghiu en el Concierto para piano de Edvard Grieg. El venezolano Hernández-Silva dirigió en el pasado la Orchestre des Pays de la Loire, el conjunto para el que fue escrita Lágrimas de Tahuarí. “Es un orgullo muy grande presentarla acá en el Colón. Fue un lugar que me hizo descubrir un montón de músicas, desde Rostropóvich a ensambles de música contemporánea como Las Percusiones de Estrasburgo, con la que terminé trabajando más tarde en Francia”, dice Sivak, quien de adolescente compraba los abonos del Mozarteum.
En Lágrimas de Tahuarí, incluida en el reciente álbum monográfico Danza en las aguas de Buriti, se conjugan texturas sonoras, colores étnicos y rítmicas tribales que Sivak traslada a un lenguaje contemporáneo para orquesta sinfónica con instrumentos de cuerdas, maderas por dos y tres percusiones. A su vez, dice el músico, es una pieza que aborda el aspecto destructor del hombre frente a la naturaleza: “El proyecto lo fui construyendo de a poco, pero los incendios del 2019 le dieron un vuelco totalmente inesperado. Ahí empecé a escuchar dentro de mi cabeza una música que tenía un vuelo y un relieve político marcado por la coyuntura de aquel momento, el Amazonas se estaba incendiando y Bolsonaro dejaba que eso ocurriese”.
Hasta ese momento, Sivak había estado trabajando en Nanterre con los archivos etnomusicológicos que existen sobre las trece etnias que habitan el territorio indígena Xingú, y aunque lo impresionó el fraseo improvisado de las flautas –con unos compases menos que la música occidental–, sentía que no le alcanzaba ese material para lo que buscaba: “Me pasé un buen tiempo escuchando esas desgrabaciones, analizándolas, creando contrapuntos y armando texturas con lo que me parecía más interesante. Pero cuando estallaron los incendios entendí que podía enriquecer el imaginario con sonidos que se apartaban de lo puramente etnomusicológico, como las máquinas de deforestación, los fuegos o el agua del tercer movimiento, que representa un poco las lágrimas de los árboles”.
Las ideas terminaron de germinar en la selva con la experiencia real del kwarup, un ritual con el que los indios exorcizan el dolor por la muerte de un ser querido, o el huka-huka, un arte marcial que practican las tribus. También en las aguas del Buriti, donde Sivak imaginó el sonido de una orquesta sumergida para darle una textura acuática al tercer movimiento. Ni la llegada al Parque Xingú, en el Mato Grosso, ni el primer contacto con los kuikuros fueron fáciles. “Entré gracias a un etnomusicólogo francés que me dio la bendición. Ellos tuvieron malas experiencias con documentalistas que se presentaron como viajeros y después negociaban películas a espaldas de los indios a valores muy altos. Eso les generó una actitud de cierto recelo que por suerte pude superar rápido. Fui totalmente transparente y cuando entendieron que no había un fin comercial sino artístico o cultural, se abrieron un poco más y al final creamos un lazo fraterno muy profundo y muy lindo”, relata.
Durante el mes que permaneció allí, Sivak se internaba a diario durante varias horas en una escuelita rural de la tribu donde componía con su computadora. Mientras trabajaba en el quinto movimiento de la pieza, “Kuikuros”, uno de los indios se acercó a preguntarle si podía escuchar lo que estaba haciendo. “Fue un momento muy fuerte. Ya estaba ahí hacía varias semanas, y si bien había un diálogo generalmente era yo el que les hacía preguntas. Le hice escuchar con auriculares toda esa parte que es la más tribal de la obra y el tipo se puso a hacer con los pies la rítmica que hacen durante los rituales. Eso después quedó como una marca en el quinto movimiento, que empieza con ese sonido de los pies”, recuerda el compositor.
A solo un kilómetro de donde estuvo alojado, todo estaba quemado por los incendios. “La tribu que me recibió se había salvado de milagro. Era muy impactante ver que entre toda la vegetación que nos rodeaba, como uno se imagina el Amazonas, de golpe aparecían zonas donde estaba todo negro y quemado. Eran cosas muy fuertes y muy poéticas a la vez, de una potencia muy grande”, le cuenta a Infobae Cultura. Sivak describe que son pueblos muy golpeados por los incendios y la deforestación, pero también históricamente por la evangelización y las pestes. “Sin embargo, tienen una energía muy alegre y positiva. Creo que al no tener incorporado en la vida cotidiana el intercambio comercial, casi está ausente la ambición desmedida de la sociedad moderna y la competencia”, señala.
Todo el proyecto fue financiado por una beca que le otorgó la Fondation Banque Populaire, que ayuda durante tres años a artistas en la creación de obra. La escritura definitiva de la partitura la completó durante su residencia en la prestigiosa Casa Velázquez de Madrid, donde le puso punto final la noche que Argentina salió campeón del mundo. Allí también comenzó a trabajar en lo que será su primera ópera, La propagación, que está escribiendo actualmente con Alejandro Tantanian. “El proyecto fue cambiando mucho pero ya vamos por la mitad. Es un placer trabajar con un socio como él y además era un género que tenía ganas de probar desde hace un tiempo. Se me ocurrió que la Casa Velázquez era el espacio propicio para desarrollar una obra de esta envergadura”, dice Sivak.
* Lágrimas de Tahuarí se presenta este viernes 24 a las 20 h como parte del Concierto 05 - Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón (Cerrito 628). Completan el programa el Concierto para piano en la menor, Op. 16 de Edvard Grieg y la Sinfonía Nº 12 en re menor, Op. 112 de Dmitri Shostakovich. Entradas a la venta en el sitio web del teatro y en boleterías.