“Fito es un artista, un tipo multifacético, el maestro de ceremonias: filma, escribe, dirige, hace de todo. Y entiende muy bien cómo funciona el mercado, esta industria, y se sabe mantener ahí”. La que habla, detrás de unos anteojos de marco rojo, los codos apoyados sobre la mesa, el café reposando sobre el platito, es Mara Favoretto. Justo, para la Feria del Libro de Buenos Aires, salió su nuevo libro: El circo de Fito Páez: un recorrido por la poética de sus canciones, editado por Gourmet Musical. Lo que hace esta investigadora argentina residente en Australia es, efectivamente, analizar la lírica del músico rosarino, su poética, su narrativa, lo que su boca dice más allá de la música, el ritmo y las melodías. “Fito no se encasilla en el molde de los íconos del rock argentino. Es un torbellino de eclecticismo, un caos creativo que monta, dirige y protagoniza su propio circo con una energía que no tiene freno. Es una vorágine constante de sorpresas, desafíos, opiniones y diversión”, escribe.
La idea de circo es un prisma para pensar, no sólo al compositor, también al país. “Es que acá hay que ser mago: vivimos constantemente en la cuerda floja y haciendo malabares para llegar a fin de mes”, dice y agrega sobre cómo el país produce un artista como Fito Páez: “Él empieza cuando termina la dictadura. Estaba antes componiendo para Baglietto, pero era muy jovencito. Pero él no sufre la censura, como le pasó a Charly o a Spinetta. Él empieza ya con más libertad, entonces eso también determina que él pueda hablar y expresarse con mayor libertad. Si bien se crio bajo dictadura, vivió todas esas cosas que vivimos todos, él no sufrió directamente la censura. Creo que eso también es marcador de otra generación, la generación del 63, que fue la que fue a Malvinas. Creo que eso también marca la diferencia generacional con Charly y Spinetta, que son los dos pioneros íconos. Él es como un hijo de ellos dos. Aprendió mucho y hace una cosa distinta”.
“Nunca lo pensé como una trilogía”, dice Favoretto. Se refiere a la saga que se forma con los dos libros anteriores: Charly en el país de las alegorías y Luis Alberto Spinetta: mito y mitología. Salieron por Gourmet Musical, uno en 2014 y otro en 2017; tuvieron ya varias reediciones. “Cuando salió el libro de Charly, todo el mundo me preguntaba por Spinetta. Yo nunca había pensado escribir un libro sobre Spinetta. Y dale con Spinetta. ‘Bueno, a ver qué hay’, dije, y me senté: me voló la cabeza. Así que escribí sobre Spinetta. Y entonces Leandro, de la editorial, me dijo: ‘¿Y ahora?’ Muchos me preguntaban lo mismo: ‘¿y ahora quién sigue?, ¿quién completa una trilogía?’ ¿Quién está en Argentina que puede ocupar ese lugar? Me hubiese encantado que sea una mujer. Si bien Fabiana tiene su carrera, yo buscaba alguien fuerte como compositor. Y sin duda ese lugar era de Fito. Así que empecé con eso”. Está escribiendo el cuarto libro de esta saga. Pronto sabremos sobre quién.
El circo de Fito Páez también puede leerse como un recorrido por la historia del circo. “Me interesa mucho encontrar formas antiguas de arte y cómo cumplen nuevas funciones en lo contemporáneo. Cuando trabajé con Charly fue la alegoría, con Spinetta fue el mito. La idea de circo surgió al ver las letras de Fito. Primero ‘Circo Beat’ pero aparece muchas veces más, incluso en reportajes él habla del circo. Estoy pensando: ‘Una iglesia es como un circo’, ‘El circo que se fue de la City’. El circo, como lo conocemos hoy, tiene su origen en Europa, en el siglo XVIII. Y antes, por supuesto, el circo romano. En varias culturas hay diferentes formas circenses. Pero cuando entró a la Argentina el circo criollo, en el siglo XIX, estaban los payadores que hacían el Martín Fierro, Pepe Podestá, uno de los actores más importantes del circo criollo con su guitarra, y hablaba de la pena extraordinaria, esa tristeza que es un topo que se repite en toda la música argentina: folklore, tango...”
“Ese es el rol de Fito en la música”, dice Favoretto, como quien encuentra una idea potente de tanto hurgar entre ovillos de lana. “Fijate vos: lo sofisticado de Charly, lo mágico de Spinetta, y ahí aparece Fito, poniendo lo popular y lo muy, muy argentino. Él es bastante popular, sin perder la poesía y la sofisticación y el dolor”, agrega.
Mara Favoretto nació en Venado Tuerto, Santa Fe, en 1968, hizo el Profesorado de Inglés, dirigió una escuela bilingüe de su ciudad y en 2003 se fue a Australia, donde se recibió de Doctora en Letras. Hoy es profesora en la Universidad de Melbourne, y da dos materias: “Rock, pop y resistencia” y ”Realidades y ficciones de Argentina”. Además, tiene refugio donde rescata animales. Desde entonces, vino una vez por año, hasta la pandemia. “Estuve cuatro años sin venir. Hasta que vine en noviembre, y ahora”. Sobre la Feria dice que es “una fiesta”, y contrapone el panorama de Melbourne: “Allá hay poquitas librerías, y son muy chiquitas. Australia no tiene una gran cultura. Es un país nuevo hecho de inmigrantes: una mezcla de un montón de cosas. No hay nada muy sólido nacionalista. De hecho, no hay nacionalismo en Australia. Si alguien anda con una banderita se lo ve como racista. Sí hay un problema con los aborígenes. Todavía no definieron qué es ser australiano”.
“Hay rock”, dice Favoretto y nombra un comodín: AC/DC. “¿Te acordás de ‘Highway to Hell’, el video en las calles de Melbourne? Es donde yo vivo. Allá es todo muy anglosajón, completamente distinto al ambiente argentino. Estamos hablando de libertad de expresión: el rock anglosajón nunca sufrió la censura. O no de la manera en que la sufrimos acá. Yo creo que el rock nuestro es completamente diferente, precisamente por su génesis, porque creció y surgió en un ambiente de represión, de control”. Las ventajas de Australia son, en principio, económicas: “El tiempo que tengo para escribir. Si viviera acá tendría que dar muchas más horas de clases para sobrevivir. Acá hay muchísima gente recontra súper talentosa y para escribir un libro tenés que tener un montón de horas la cola sobre la silla y no es fácil tener ese tiempo. También la distancia: inmerso en el contexto estás como en el medio, agobiado, y la distancia ayuda para ver el objeto de estudio desde otros ángulos”.
Entre los elementos que aborda en el libro está el caos: “La forma en que encuentra esa resiliencia de para ordenar el quilombo que le ha tocado vivir ha sido con canciones en las que habla de amor y cosas muy positivas. Eso es algo para resaltar: ‘Arribas todos que es un día de sol’, y que a pesar de todo, siempre tac, tac, siempre pum para arriba”. Y como Fito sube, también baja. O sube porque antes estuvo abajo. Alegría, algarabía, éxtasis, pero también dolor. “Es que es muy visceral, muy emocional. Varios músicos logran eso, empezando por Charly y Spinetta. El artista es como la punta del iceberg. Todos sentimos cosas pero no sabemos cómo expresarlas. Y viene un artista, te hace una obra de arte y eso te toca y no sabes qué y te emociona. En Fito hay mucho de esto: generalmente cuando cae, después viene otra canción que te levanta. Ha encontrado la forma de ser optimista a pesar de haber vivido cosas muy duras que le han pasado”.
¿Por qué las canciones de Fito Páez conservan una complejidad que no abunda? “Porque no son efímeras. Todavía las seguimos cantando. ‘Mariposa tecknicolor’, ‘El amor después del amor’, canciones que se convierten en clásicos. Hay una diferencia con las músicas actuales. No te digo que no puede haber artistas que vayan a quedar, pero hay mucho efímero, y el contenido también es muy light. Que si bailamos y cantamos y tomamos y queda todo ahí, pero el indagar adentro de uno no lo hacen todos, no es tan fácil“, dice la investigadora. ¿Está en decadencia esa complejidad? “Es probable”, y señala el caso de Taylor Swift: “Hace poquito estuvo en Melbourne. Fue el concierto más grande de su carrera. ‘¿Qué me estoy perdiendo?’, pensé. Me puse a ver documentales, me puse a leer sus letras. Enseguida me di cuenta que no me estaba perdiendo nada. Entendí cuál es el fenómeno. Ya está. Divino. Perfecto. Pero está muy lejos de lo que pasaba con Joni Mitchell”.
“Tendrá que ver con cómo se vive hoy en día, con esto de vivir tan rápido. No me cabe duda que hay artistas diferentes, pero a lo mejor no logran esa masividad”, continúa su respuesta. Y sobre las mixturas, sobre la posibilidad de incluir luz y oscuridad, Favoretto dice un nombre: Gabo Ferro. “Lástima que ya no está con nosotros, pero él era alguien que estaba haciendo unas canciones impresionantes y sí te tocaba todas las fibras. Creo que no logró la popularidad que podría haber logrado, pero sí me parece un artista muy bueno y muy interesante”, y luego agrega: “Cada tanto surgen este tipo de artistas y creo que puede surgir siempre porque está en el ser humano. Lo que pasa es que puede que estén por ahí y que no sea tan fácil de encontrarnos, que sean conocidos y que no los escuchemos por la radio, porque hay intereses económicos, porque se pone plata en el tipo que va a vender. ¿Y qué es lo que vende hoy en día? Vende más que lo efímero, lo rápido”.
“Lo que ocurre con una canción es diferente a cualquier otra obra de arte. Y esto es algo que dijo Martín Kohan: una canción es un objeto portable. Vos vas por la calle con tu walkman y sos parte de esa canción. No podés hacerlo con una pintura o un libro. No podés ir leyendo un libro: te chocás algo. No podés llevar una pintura, una película con vos, pero sí podés llevar una canción, aunque no sepas música la podés cantar y la podés hacer parte tuya y de tu vida. Ocurre una comunión con ese objeto chiquito de arte. Forma parte de tu vida y de tu cuerpo. Decía Kohan: no escribimos con Borges pero bailamos con Mick Jagger. A nivel personal, la canción resuena en vos y quiere significar un montón de cosas: te acordás de tal lugar, de tal persona, de tal vivencia; una cosa muy tuya que no tiene nada que ver con lo que escribe el autor. Y a nivel comunitario, cuando estás en un concierto y la cantás junto a sesenta mil personas tiene otro sentido: es una comunidad”.
Lo que parece ocurrir es que Rodolfo Páez Ávalos es un fenómeno, no sólo inexplicable, incluso inabordable. Como un dado de mil caras, lanzarlo al aire genera una incógnita. Además de artista, o porque es artista, su personalidad destella. Como figura púbica “se va de boca”, dice Favoretto. En el libro habla de una contratapa publicada en Página 12 en julio de 2011, titulada “La mitad”, cuando Mauricio Macri fue reelegido como Jefe de Gobierno porteño. “Da asco la mitad de Buenos Aires”, escribió Páez. Después, dijo que fue “un momento de calentura”. “La mejor descripción de Fito que yo encontré, y que está en el libro, es de Horacio González. Lo describe como un torbellino muy etéreo y muy peligroso, porque el tipo abre la boca y no sabés qué va a decir. De hecho, cuando ves un reportaje puede decir cualquier barbaridad. Pero se ríe siempre; dice lo que le surge. Es parte de su personalidad esa vorágine, esa hiperkinesia”.
—¿Lo pudiste conocer?
—No lo conocí, no por ahora, tampoco lo he buscado. Sí, me gustaría. Me encantaría poder conversar con él. Al libro seguramente se lo han enviado. Me acuerdo cuando publiqué el libro de Charly y traté de hablar con él y fue imposible. Sí, después, me escribió su novia, tuvimos un feedback y fue muy lindo. Pero es distinto porque yo tenía un fanatismo con Charly. Lo que pasa a veces es que cuando te encontrás con un artista, y me pasó con otros, te desilusionás porque tenés como cierta idealización. Y cuando lo conocés como persona: pucha, es un tipo como yo, como vos, como todos. No me gustaría romper esa magia. Me encantaría conocer a Fito pero no es algo que busque ni que me quite el sueño.
—Últimas dos: ¿disco favorito de Fito?
—Giros. Me gusta muchísimo.
—¿Y canción favorita?
—”DLG”, que está ahí, en Giros: Día de los grones. Es la canción más fuerte. Habla de un apocalipsis de abajo. Dice: “Negro animal de trabajo / clama a la luna por vos / Hijo cansado te observamos pero no te amamos”. Fijate lo que es eso: al negro que trabaja lo observamos, sabemos que está, pero no lo amamos. Es tremendo. ¿De qué sirve reconocer que está ahí, que la pobreza, que la desigualdad, si no hacés nada para cambiar? Y habla de ese apocalipsis de abajo, un maremoto de amor, de cambiar y que haya justicia definitivamente. Me parece la canción más fuerte. Y unos años después, en Yo te amo, hay otra canción que se llaman “Por dónde pasa el amor”, donde habla de little black heads: cabecita negra en inglés. Está hablando de lo mismo pocos años después, pero ya en inglés, con las multinacionales, el neoliberalismo y seguimos con lo mismo, no hemos cambiado nada. Fito tiene sus partes muy sociales también. De hecho, tiene canciones con lenguaje inclusivo. En La ciudad liberada él está con cuerpo de mujer. Tiene videos bastante provocativos en ese aspecto. El tipo es muy abierto en un montón de cosas.
[Fotos: Adrián Escandar]