La idea del libro nace de una necesidad. Durante muchos años seguí aquella premisa de si hablo de mí también hablo de los otros y si hablo de los otros también hablo de mí. En este caso la novela está escrita en primera persona y desde la perspectiva de una narradora que también es protagonista. Le estuve dando vueltas al carozo de la trama desde hace treinta años, solo que no me daba cuenta y utilizaba algunos hechos de orfandad tardía, de violencia, de amor, de discriminación, de identidad y de relaciones familiares en otro contexto, incluso en mis libros de humor. La historia propiamente dicha me atrajo siempre, pero las historias reales o inventadas me nutrieron desde que era una nena. Ser primera generación en Argentina, vivir en Junín entre Corrientes y Lavalle, mirar la vida desde un balcón del primer piso, jugar en la calle, hacer mandados en mercados, almacenes, panaderías, ir al cine a ver tres películas de un saque, leer de todo, aun lo que no comprendía, hicieron de mí lo que soy ahora.
Los elementos autobiográficos son los disparadores de acontecimientos ficcionales que se van presentando mientras la protagonista, a quien su padre llamaba Símale, busca encontrar respuestas a preguntas que estuvieron boyando en su memoria durante décadas. A Moisés Siderer, viajante de comercio, lo asesinaron en un hotel de Tucumán para robarle. Silvia Siderer y sus hermanas asistieron al velorio en Rosario, donde Moisés residía, pero no se quedaron para el entierro.
La ausencia de rituales propios del judaísmo no le permitió a la protagonista concretar una ceremonia del adiós acorde con Moisés, que estuvo marcado por la muerte de sus padres, hermano mayor y familia, durante la Shoa. El pasado emerge a medida de que ella, en su cumpleaños setenta, cree recibir la visita de su padre. Como después no vuelven a conectarse, Silvia decide instalarse en un hotel de Rosario. En ese hotel, personajes y circunstancias ficcionales, se entrelazan con las de un pasado real y las apariciones fugaces, para ella, del padre. Apariciones que la relación con una ex médium centenaria, su sobrina nieta, y otros huéspedes y trabajadores del hotel terminan por involucrarla en una trama de trampas y crímenes. Quienes interrumpen las escenas de su devenir rosarino, son los hijos y el marido que la llaman por teléfono, le envían Whatsapps y fotos, llevándola a su propia realidad.
La investigación para la parte ficcional me llevó a leer El libro de los espíritus de Allan Kardec. Y trabajé también sobre los poetas y narradores integrados a mi propia biografía: la protagonista es escritora, y me tomé esa licencia. Los comentarios recientes sobre el libro me hicieron reflexionar que los “locos polacos” de mi familia paterna se inmiscuyeron en mi texto para alivianar con el buen humor que los caracterizaba, sus tragedias. Y también la ex Símale en sus recién estrenados setenta, se viste de diversos muertos para enfrentar, como Silvia Siderer Plager, sus encuentros involuntarios con miembros de la droga. Las revelaciones de la supuesta experta en la teoría espírita y de su prostibularia sobrina nieta colaboran en el autoconocimiento de la mujer preocupada por su envejecimiento y la escasa fe en un mundo más allá de la muerte.
La escritura inevitablemente me condujo a un viaje introspectivo que no hubiese podido realizar cuando era más joven. Entrar en la alta edad te permite ciertos desafíos. Ya no te preocupan ciertas cosas relacionadas con tu futuro literario, y agradecés seguir escribiendo, que te publiquen y tener lectores cómplices. La identidad es y se construye. También puede rechazarse pero es un tema que, creo, me identifica. Reitero que Símale cumple 70 se me impuso. Escribí libros que transcurrían en escenarios lejanos y en épocas lejanas. Y otros que están pegados a la cotidianeidad. Pero siempre necesité distanciarme para ser objetiva acerca de lo que quería contar. Esta vez fue diferente, supongo. Pero una vez publicado, el libro es de los lectores: ellos dirán. Una garantía: van a reflexionar sin aburrirse.
Silvia Plager