Ricardo Bartís: “Milei es un actor del desenfreno y el teatro queda un poco atontado”

El dramaturgo y director vuelve a actuar en “La gesta heroica”, basada en “Rey Lear” de Shakespeare. En Santa Teresita, un padre va a repartir la herencia. Pero lo que está en juego no es el dinero y eso nos habla del hoy. “Argentina se ha convertido en un lugar inhóspito”, opina

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Ricardo Bartís en el espejo.
Ricardo Bartís en el espejo. Director, actor y dramaturgo. (Gustavo Gavotti)

“Si estuviéramos de joda te diría que me gusta mucho más La gesta heroica que Rey Lear”, va a decir enseguida, apoyado sobre una mesa, el director de teatro, el dramaturgo, el actor Ricardo Bartís. Estamos en un teatro ahora vacío porque es un día de semana y son las horas de la tarde. No es cualquier lugar: en la puerta dice “Cultural Thames”, pero muchos sabrán de qué se trata si decimos que es el Sportivo Teatral. No es menor la distinción: el Sportivo Teatral está acá, pero no existe más.

La historia es conocida: el Sportivo fue el espacio que construyó y habitó Bartís con su teatro. Estuvo primero en Villa Crespo y llegó a esta dirección en 1998, se sostuvo más de 20 años y en 2021, después de que la pandemia lo golpeara, fue vendido. Allí estamos. El mismo lugar y otro.

Y es aquí donde Bartís ha vuelto a subirse al escenario, justamente para actuar -y dirigir- su propia obra, La gesta heroica. Hacía mucho que no actuaba, casi 30 años. Pero pasó algo. La obra, esta misma, se iba a hacer en el Teatro Cervantes en 2020 y el protagonista iba a ser Luis Machín: vino la pandemia. En 2023 arrancaron de nuevo y el papel de Machín lo ensayó Carlos Defeo, pero el actor murió en octubre. Lo tomó Bartís: quien vea la obra hoy no podrá imaginar que el padre de este relato pueda ser otro que el director, un hombre de 74 años que ya piensa en el paso del tiempo. “Yo tengo casi 75 años, con lo cual me voy a morir en un tiempo prudencial. Entonces me causa gracia cuando Milei dice que en 30 años podemos ser Irlanda.”

Ricardo Bartís en escena en
Ricardo Bartís en escena en "La gesta heroica".

Pero vamos al principio: si Bartís habla de Rey Lear es porque, en efecto, su obra es una especie de reescritura del famoso trabajo de William Shakespeare. En la del inglés -creada alrededor de 1606- el rey Lear decide dividir su reino entre sus tres hijas, Goneril, Regan y Cordelia. Lo hará según lo quieran mucho, poquito o nada. Entonces las mayores, Goneril y Regan, le hacen todo tipo de declaraciones de amor... falsas. Y la más chiquita, Cordelia, se niega a jugar el juego. Entonces Lear, ciego, la deshereda. Y va a terminar mal, muy mal.

Bartís lleva este planteo a Santa Teresita, un balneario humilde de la Costa Atlántica. No hay rey sino un padre que ha tenido allí un parque de diversiones llamado, bueno, La gesta heroica. Un emprendimiento que, claro, fracasó. Ese es el reino que ha decidido dividir entre sus tres hijos: Ernesto, Elena y Lorenzo. Interpretados por Martín Mir, Marina Carrasco y Facundo Cardosi.

Elena y Lorenzo viven con el padre. Un poco infantilizados los dos, un poco hipersexualizada ella. Ernesto es supuestamente exitoso, prolijo, tiene plata y esposa, vive en Buenos Aires. Viene especialmente para la cesión. Tres hijos, una madre que no está pero la han ido a visitar a Mar del Plata, un padre tiránico, ahora viejo y a veces perdido pero todavía el tirano que, se nota, supo imponer su ley y su violencia. Ese padre, en el escenario, tiene la cara, el cuerpo, la irritación de la voz del dramaturgo que ahora se apronta para dar una entrevista.

Ricardo Bartís y un Rey
Ricardo Bartís y un Rey Lear en Santa Teresita.

Sin corte, sin trajes, sin reino, el drama de Lear queda desnudo y va como una flecha hacia los vínculos, el maltrato, el amor. Cómo el amor puede ser mucho más escaso que el dinero y la lucha por él, encarnizada.

Entonces es un día de semana por la tarde y, en el teatro vacío, Bartís habla de Milei y de Macri y de Alberto Fernández. Antes de que se le formule la primera pregunta, dice que Milei “es un aventurero”. Y que “la campera, los gestos de los pulgares para arriba, son cosas infantiles”. Pero, dice, veníamos de “reafirmar el orden establecido por un lado y tener un discurso para la tribuna por el otro”. Y, “en la práctica, un discurso pusilánime, quieto, inmóvil. Un discurso tonto, también tonto. Y algunas cosas tremendas, tremendas. La fotografía del presidente y de la mujer del presidente en medio de la fiesta durante la pandemia... Es terminal, es una situación terminal”.

-¿Y eso te hace pensar esta obra?

-Sí, por supuesto. Sin ser su intención se convierte en una obra enormemente política. Creo que casi toda la literatura de Shakespeare tiene un componente vinculado estrictamente a la política. Pero en este caso, además, el personaje está atravesando también un momento existencial de gran complejidad. ¿Por qué? Porque se va a morir dentro de poco. Porque su sueño es una estupidez. Es una estupidez porque su desencuentro con los hijos es medio terminal, es un campo de batalla. Y por otro lado es un personaje conservador, reaccionario. Recuerda obsesivamente una experiencia negativa, como la de los desaparecidos que aparecen en la playa, pero como un elemento de justificación de sus dificultades.

-Vos hablás de la literatura de Shakespeare, pero esto es la literatura de Bartís.

-Sí, sí, ya sé, ya sé. Ya sé que no es Shakespeare para los legalistas o para una mirada más académica. Pero yo creo que es muchísimo más Shakespeare que la mayoría de los mamotretos que he visto desde que tengo uso de razón sobre la obra de Shakespeare.

La familia de "La gesta
La familia de "La gesta heroica"

-¿En qué sentido?

-Absolutamente textual. Acá hay muy poco texto de ese estilo pero están muchos de los temas. Está el tema de la herencia que sojuzga a quien la recibe, está el tema de ser o no ser hijo. Están la enfermedad, la muerte, la conciencia, la caída.

Y es ahora cuando lo dice: “Si estuviéramos de joda, te diría que me gusta mucho más La gesta heroica que Lear

-Acá parecen todos dañados. Incluso el más exitoso... no puede fracasar más.

-No, está perdido. Esto es Santa Teresita, es Argentina. Es un lugar que se ha convertido en inhóspito. Que ya no se puede definir porque está en crisis su identidad más elemental. Desde hace tiempo le está pasando eso al país este. Con algunos momentos de cierto alivio...

-El reino que está por dividir este rey Lear es un un descampado en Santa Teresita. O sea, vos elegís ponerlo en una de las playas más pobres.

-Para hacer más evidente que no está en juego la plata. En una herencia nunca está en juego lo que se hereda en términos materiales. Por supuesto que es distinto recibir unos campos cercanos al mar en Punta del Este que un terreno en Santa Teresita, eso es evidente. Pero siempre está en juego a quién se quiso más, quién es merecedor, quién tiene derecho al amor, ¿no? Entonces también algo de la grieta es eso.

Ricardo Bartís y su perro
Ricardo Bartís y su perro en el teatro vacío.

-¿De la grieta política?

-Claro. ¿Quién tiene derecho a enunciar cómo se debe vivir, cómo vamos a vivir? Cuando vienen estos negros sucios, de mierda, peronistas, que estuvieron comprometidos con las peores cosas del 70, la vieja esa de los derechos humanos, todos esos putos... ¿Vamos a permitir eso? ¿Vamos a dejar que esa cosa defina nuestra forma de vida, nuestras conductas?Gente travestida, que cambia de sexo, que aborta... No, no.

-¿Entonces?

-Creo que esas ideas son más profundas que el proyecto económico actual. El proyecto económico viene a cuenta. Pero lo importante es el derecho que tengo a pegar el tajo y decir “esto es así, esto es asá.” Eso es lo que ejecuta, a mi entender, el personaje del padre.

-¿Y vos cómo te sentís haciendo ese padre?

-Yo bien, bien. En términos de actuación, bien. Yo soy muy bueno y es una pena que haya dejado de actuar. Así que me alegró hacerlo. Y la paso fenómeno también. Fue muy fuerte, entonces ¿por qué dejé actuar tantos años? ¿Qué pasó?

-¿Qué pasó?

-No sé, me resultaría insoportable no tener confianza en una mirada que me legitima. Para mí es muy importante la mirada de la dirección para la actuación. Lo erotizada que esté la mirada desde afuera para que la actuación pueda excederse con confianza, con calidez y con tranquilidad. Y eso, que me parece que es la mayor virtud de la dirección, no tiene que ver con ser bueno pero sí con permitir que la actuación explore los límites, la textualidad y las situaciones y aparezca su poética. Acá yo conocía mucho el texto y habíamos atravesado situaciones muy extremas, sobre todo la muerte de Carlos, que era muy querido y era una persona muy cercana a mí.

-Y tomaste el papel de él.

-Era como un gesto amoroso hacia Carlos. Y fue muy importante que los actores y los asistentes, todos, tuvieran una actitud de mucha confianza y de mucha creencia en que debíamos hacer eso. Además, si no lo hacía, creo que no íbamos a aguantar que viniera nadie. Y también la experiencia del Sportivo estaba muy cercana a la pérdida. La venta del Sportivo era de alguna manera una metáfora que circulaba todo el tiempo, obviamente, en relación con el parque de diversiones que también se perdía, en Santa Teresita. Y están los signos de la cosa decrépita de la edad.

-¿La cosa decrépita?

-Estaba aterrorizado porque no iba a acordarme de la letra. Aterrorizado con la situación de la memoria. Me ayudó muchísimo Paula, que es la asistente que me llamaba todos los días y me tomaba la letra. Hicimos el reemplazo en un par de semanas. Increíble.

-Por un lado conocías al personaje, vos lo habías creado. Por otro, actuar de viejo...

-Está todo apoyado en una percepción más bien personal de la situación. Personal, no biográfica, no meramente interpretativa del personaje, su psicología, sus componentes, sino algo más nodal del ritmo, del tono. Pienso que hay un elemento muy nuevo ahora en el trabajo, que es lo irónico en la mirada del personaje. Y un elemento vinculado a una cosa no paródica sino más ridícula, más ridícula. Porque hay algo ridículo en la caída, en la enfermedad. En la vejez hay algo ridículo, respecto del modelo ideal es algo lateral.

-Puede ser lateral pero no sé si ridículo...

-Y sí. Cualquier situación agota, todo se olvida con mucha rapidez. Se es caprichoso, como un niño, pero ya geronte, entonces tiene algo de ridículo. Es ridícula la rebelión que hacen los objetos. Ponerme una media ya se me ha convertido en una cosa compleja. O salir de un taxi, que antes era un movimiento elástico y automático y ahora tengo que pensarlo... ¿Cómo salir con cierta gracia? Porque si no, hago el ridículo. Está muy en juego la idea de la forma, la forma está en crisis en la vejez porque no responde al modelo ideal de la forma que es la juventud: atlética, veloz. Eso yo lo entiendo en el cuerpo, lo sé.

Ricardo Bartís y los años
Ricardo Bartís y los años que pasan.

-¿Cambia el actor y el personaje cambia en lo profundo?

-Sí. O por lo menos cambia en el sentido de los ritmos, de la melodía interna y de otras cosas: ¿cómo se ubica en el panorama cultural de la ciudad, qué piensa del teatro? Eso está en discusión, aunque no se hable de eso. Los actores actúan algo más que la obra. Y están en juego ritmos, energías, potencias, cierto grado de locura para el desarrollo del juego, porque si no es una actividad sin riesgo... y no. No parece ser así. No hubiera perdurado tanto siglos. No puede ser que sea solamente el entretenimiento.

-¿No?

-Claro que hay algo de entretenimiento, que hay algo de esa escena de espiar a otros que hacen de... . Pero eso también está cargado de erotismo, de sexualidad. Narra el tiempo, con lo cual se va a morir, dentro de un rato o en una hora... ¿Cuánto dura la obra? ¿Dos horas? Bueno, dentro de dos horas el actor va a ser la basura que es semanalmente. Pero durante ese otro rato es un semidiós, es un montón de gente que se identifica con él.

-Conduce un ritual.

-Ese lugar tan ritual no tiene un Dios atrás como tiene la religión, donde el cura al subirse al púlpito está hablando con la palabra de Dios. Eso es como estar legitimado por Messi, así cualquiera actúa. El actor no tiene a Dios, al contrario, parecería que está en contra de Dios porque intenta ser un demiurgo él mismo. Menor, absolutamente un mercachifle, un degenerado. No hay que olvidarse nunca que la actuación fue sancionada durante siglos por producir lo que producía. La Iglesia Católica la prohibió, las experiencias teocráticas prohíben la actuación o la tienen muy bajo la mira porque es una actividad herética.

El elenco de "La gesta
El elenco de "La gesta heroica": Ricardo Bartís, Facundo Cardosi, Marina Carrasco, Martín Mir

-Teatro y política dijiste antes, ahora teatro y religión.

-El teatro y la religión o el teatro y la política siempre tienen vasos comunicantes. La política roba de nosotros permanentemente, todo el tiempo, no solamente el lenguaje, palabras, sino procedimientos. Milei es un actor que actúa el desenfreno y un elemento que es muy atractivo para la estructura argentina, que sería “yo me cago en todos y hago lo que se me canta”. Eso produce cierta fascinación.

-También puede ser un horizonte, la mayoría no hacemos lo que se nos canta todo el tiempo.

-Eso además está acompañado de una afirmación de un orden conservador, tradicional, represor. La gente quiere goma, un sector de gente, canta “¡Policía, Policía! Es tan grave lo que está pasando, es tan abismal la situación. En ese sentido es tan shakespeariana: fuerzas descontroladas que se ponen en movimiento y no se sabe bien ni cuándo van a terminar ni por qué y que van produciendo un escalamiento cada vez mayor. Es muy difícil hablar. El teatro queda un poco atontado ante semejante grado de teatralidad, de absurdo, ¿no?

Ficha

Dónde: Cultural Thames, Thames 1424

Cuándo: Sábados 21 h y domingos 20 h.

Entrada: General $10.000; Almohadones $8.000

Fotos Gustavo Gavotti y Matías Stella

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