Últimos días. Un paseante que se pregunta qué sector le falta por recorrer, un editor que hace cuentas de cuánto vendió, un lector que elige los libros acorde a su presupuesto, un expositor que se seca la frente con el dorso de la mano y dice: “últimos días”. La edición número 48 de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que empezó el 23 de abril y aglutinó charlas, presentaciones, firmas de libros, mesas debate y una cantidad inconmensurable de títulos y ejemplares, concluye este lunes. ¿Y qué balance se puede hacer? Empecemos el recorrido con Guillermo Martínez, Paula Brecciaroli, Juan Manuel Pampín y Santiago Kahn.
La gran caída
“Es una feria realmente muy particular porque llegamos sabiendo que la crisis económica actual iba a afectar las ventas. Lo que no sabíamos era en qué medida”, dice Santiago Kahn, editor de La Parte Maldita, que expone sus libros en el stand colectivo Reunión en el Pabellón Amarillo. “Estamos llegando hacia el final con una caída de ventas que es difícil de medir porque para cada editorial es distinto: entre el 30 y el 50%. En nuestro caso fue en torno al 30”, agrega. Por su parte, Juan Manuel Pampín, presidente de la Cámara Argentina del Libro, sentencia: “Sabíamos que la Feria iba a ser dura y, efectivamente, es una Feria muy dura”.
“Empezó un poquito fría —continúa— porque era fin de mes, luego fue tomando color y calor, y por suerte se empezó a llenar de gente. Lamentablemente la Feria no es una isla y las ventas no acompañaron el nivel de público que sí hubo. Además hay una cuestión de humor social, de posibilidad de gasto: si la comida subió, si subieron los servicios, es complejo que la gente piense en un gasto de quizás de tercer y hasta cuarto orden. Por lo que estuvimos hablando con colegas todos estamos rondando un 35% de caída respecto de lo que fue el año anterior. Es también el reflejo de lo que está pasando en las librerías y en el mercado”.
Para el presidente de la CAL y editor del sello Corregidor, hay una escena en la compra de libros que grafica todo: “Aquel que iba a venir a comprar habitualmente cinco o seis libros se está llevando dos, el que venía a comprar dos se lleva uno y el que lleva uno lo piensa diez veces”. Y agrega: “Mucha gente paseando y poca compra”. La escritora Paula Brecciaroli, editora del sello Conejos que está diariamente en el Pabellón Amarillo, atendiendo en el stand colectivo La Coop, subraya lo mismo: “Lo peor de esta edición de la Feria son las ventas, que están muy bajas, un 40% más abajo que el año pasado”.
El discurso de Liliana Heker
“Lo que sí estuvo más lleno que nunca fue el acto inaugural”, destaca el escritor Guillermo Martínez. Este año tuvo una particularidad histórica: no asistió nadie del gobierno, ni siquiera el secretario de Cultura Leonardo Cifelli. La atención se la llevó el discurso de Alejandro Vaccaro, presidente de la Fundación El Libro, y Liliana Heker. “Creo que había muchas ganas de escuchar a Liliana Heker, por lo que es ella como escritora y maestra de escritores y también porque se sabía que abordaría la situación actual del país y los ataques a todo lo que sea ciencia y cultura que lleva adelante este gobierno”, agrega el autor.
Efectivamente, la escritora dio un discurso potente y al hueso. “¿Tiene sentido celebrar esta nueva emisión de la Feria del Libro en un país en el que día a día crecen la pobreza y la indigencia, hay millares de despidos sin fundamento, la salud y la educación pública están en emergencia, la obra pública fue cancelada, nuestras universidades son desfinanciadas?”, comenzó preguntándose. También dijo que “el libro adquiere una significación muy especial en estos momentos” y que “pese al empeño gubernamental no se ha podido conseguir, hasta el momento, una nueva y completa generación de ignorantes”.
La fallida presentación de Milei
No solo la ausencia en la apertura, también hubo una presentación hypeada y finalmente cancelada. Javier Milei iba a presentar su libro Capitalismo, socialismo y la trampa neoliberal en la Feria y para hacerlo eligió la pista central de La Rural, fuera de la Feria. Luego de un ida y vuelta con la Fundación El Libro que supuestamente incluyó el pedido de 5000 entradas gratuitas, el presidente decidió cancelarlo y optar por otro lugar, el Luna Park, y habló de “hostilidad al estilo kirchnerista”. “Para mí fue un desprecio más del Presidente hacia la cultura en general y a la Feria del Libro en particular”, dice Pampín.
“Cuando no fue presidente se lo recibió un montón de veces acá. El problema realmente no fue la Feria. La Feria tiene una pluralidad muy importante. La Feria no censura. La ausencia del presidente en la Feria es tan inentendible como el pedido de la pista para presentar el libro”, agrega.
Una Conabip reducida
La motosierra del gobierno con su impronta de austeridad pasó también por la Conabip, lo que se vio con claridad en la Feria del Libro. “Algo que me parece muy grave es que vinieron 800 bibliotecas populares menos que el año pasado”, dice Santiago Kahn. Dentro de la Feria del Libro, y desde hace ya 19 años, el organismo que hoy dirige por Raúl Escandar trabaja con el Programa Libro% donde las bibliotecas populares tienen la posibilidad de comprar libros a mitad de precio. Se trata de una política pública que beneficia tanto a las bibliotecas como a las editoriales, ya que el otro 50% del libro lo aparta el Estado.
Hace unos días, el editor Martín Gremmelspacher le decía a Infobae Cultura que “con la Conabip la caída de ventas en la Feria fue mayor: del 40 y 45% más o menos”. Braian Urban de la Biblioteca Sarmiento de Tandil contó en el diario El Eco que compró entre 50 y 60 títulos, “menos de la mitad del año pasado, cuando se pudieron comprar 122″. Sobre esto, dice Kahn: “Somos un país que tiene un sector muy activo en la comunidad lectora que son las biblioteca populares. Este año vinieron menos, entre otras cosas por el recorte presupuestario. Y las que vinieron, vinieron con muy poca plata para poder comprar”.
“Eso es un golpe muy fuerte, no solo para la venta del libro, sino también para la bibliodiversidad. Porque este programa hace que las bibliotecas de todo el país estén integradas no solamente por los catálogos de las grandes multinacionales. En ese sentido, algo a tener en consideración en algún momento es que, además del impulso a la biblioteca para comprar material, se les permitía por ejemplo comprar en distintos stands y no concentrar todo en la venta de las grandes multinacionales. Hoy está todo liberado, con todo lo eso implica”, agrega el editor argentino.
Menor participación internacional
Años anteriores, sostienen muchos, hubo invitados internacionales de mayor peso. No solo se trata de las grandes figuras, también de la partipación internacional en general. “Este año vinieron muchas menos librerías de Latinoamérica, vinieron menos librerías del interior del país y vinieron incluso también menos agentes y menos personas que llegan para hacer negocios a la Feria”, asegura Santiago Kahn, mientras que Pampín explica que se debe a “nuestra falta de competitividad”, ya que “Argentina está volviendo a quedar cara en dólares, Argentina en líneas generales está cara, y la Feria no es una isla”.
Lisboa, airosa en su serpentear
Con el aura de Saramago y Pessoa, una pequeña Lisboa se montó en la Feria del Libro. Se trata de un programa que lleva ya tiempo en práctica: este año, la capital portuguesa —”airosa en su serpentear”, escribió el catalán Enrique Vila-Matas— fue la “ciudad invitada” de la Feria. “Algo para destacar en esta edición —dice ahora Brecciaroli— es que la ciudad invitada tuvo muchísimas actividades. Lisboa llamó muchísimo la atención con una muy buena oferta de escritores en portugués y en español”. De este modo, se configuró como una posta por la que debía pasar todo aquel que entrara a La Rural.
Medidas sobre la marcha
Frente a esta notable caída en las ventas y la menor cantidad de gente respecto del año pasado, las autoridades de la Feria del Libro sacaron una carta de la manga: de 20 a 22, de lunes a jueves, se entra gratis. “Fue un acierto”, dice Pampín. “Efectivamente hubo más gente, realmente sirvió para que la gente pueda extender el horario. De hecho quien no pueda recorrer la Feria en una sola visita, porque quien no la conoce cree que lo va a poder hacer, con la entrada gratuita puede volver. Porque la verdad es que ni aún viniendo a las dos de la tarde no puedas abarcar la Feria en un solo día”.
Sobre este punto, Santiago Kahn deja caer un matiz: que la estrategia no alcanzó. “La cantidad de público fue mucho menor porque la entrada de la Feria no era tan accesible [$3500 en la semana; $5000 sábados, domingo y feriados], aunque se tomaron medidas sobre la marcha para que sea más fácil entrar. De todos modos hay mucha gente que va a la Feria del Libro a charlas, actividades, capacitaciones, talleres, hay un montón de encuentros muy interesantes, pero capaz no va tanto a comprar como en otros momentos, con lo cual se nota mucho el golpe en lo económico que está sufriendo la industria del libro”, explica.
“Que la Feria haya abierto los días de semana de 20 a 22 de forma libre fue una decisión inteligente. Quizás le faltó un poco de difusión para que sea más exitoso”, sostiene Paula Brecciaroli.
Epicentro de la industria editorial
Pese a todo, dice Kahn, “no dejar de ser la Feria un lugar de encuentro con libreros, con bibliotecarios, con autores, con editores. En ese sentido, pasando todo en limpio, lo mejor de la Feria sigue siendo que es el punto de encuentro para el sector industrial del libro. Pero además, y esto es lo mejor que tiene la Feria, es que brinda la posibilidad de que participen personas de las distintas provincias y de toda la región latinoamericana”.