Repartidas a lo ancho y a lo largo del país, desde parajes rurales hasta grandes ciudades, las bibliotecas populares tienden un puente crucial hacia el libro. Centenarias o recientes, ruidosas o silenciosas, gratuitas o por una cuota módica, ofrecen las actividades más diversas a sus comunidades.
Infobae Cultura visitó tres de estos espacios para conocer sus realidades y los desafíos que enfrentan: la Biblioteca Popular La Carcova en José León Suárez, la Biblioteca Popular Manuel Belgrano de Pinamar y la Biblioteca Popular Ciencia y Labor en el barrio porteño Villa General Mitre.
La Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) cuenta actualmente con unas 1.500 bibliotecas populares, que suelen ser gestionadas por voluntarios apasionados por la lectura y la labor comunitaria. “El trabajo de las bibliotecas populares en Argentina es muy diverso, ya sea en una isla, un barrio popular, una ciudad o un pueblo, y tiene un gran valor. Generamos y hacemos comunidad”, afirma Gisela Pérez, presidenta de la Biblioteca Popular La Carcova.
Actualmente, las bibliotecas populares se encuentran en situación de alerta. “Con los tarifazos es inviable que una biblioteca pueda pagar la luz”, advierte Pérez y agrega: “estamos permanentemente generando asambleas, reuniéndonos y cuidándonos unas bibliotecas a otras”.
Waldemar Cubilla, fundador y director de esta biblioteca en el Gran Buenos Aires, destaca que lo hacen “sin descuidar el trabajo a diario, teniendo la puerta abierta”, atendiendo “la necesidad de defender y de luchar, pero también la responsabilidad de servir a la comunidad”.
Biblioteca Popular La Carcova: un libro es libertad
“ATENTI UN LIBRO ES LIBERTAD”, se lee en el ingreso a la Biblioteca Popular La Carcova, que se proyecta como un “puente entre el adentro y el afuera del barrio”. Para quienes llevan adelante día a día esta reconocida biblioteca popular a la entrada de Villa La Carcova, se trata de “una misión de vida”, que incluye hacerse cargo, sin horarios, de cuestiones comunitarias que exceden la lectura.
Waldemar Cubilla pasó casi diez años en la cárcel, donde estudió sociología y fundó la biblioteca Juan Gelman, experiencia reflejada en este proyecto comunitario que inició en 2012. “Nunca imaginé la potencia de una biblioteca popular en un barrio como este”, dice a Infobae Cultura.
Aunque inicialmente “era más una cuestión de no volver a la cárcel y seguir estando entre libros, terminó siendo una oportunidad para muchos. Con la posibilidad que hoy los chicos tengan una biblioteca popular en su barrio, que es realmente significativo para la proyección de su vida”, explica.
Durante la entrevista, el sociólogo irá saludando a los chicos que circulan por el recinto poblado de libros en los anaqueles blancos, dibujos, guirnaldas, pizarras y afiches. “Las horas más lindas las paso en la biblio / permanecemos y pertenecemos”, dice un colorido cartel pegado en un armario.
La biblioteca tiene dos entradas, la más importante de cara a la plaza del barrio y la otra hacia el catastro de la ciudad, por Fray Luis Beltrán 2117. Por eso, se concibe como un puente, comenta Cubilla, nacido en La Carcova. “Fuimos gente de esta comunidad que logramos profesionalizar nuestros saberes y queremos que se profesionalice nuestro barrio”.
Sentado a una de las mesas triangulares naranja de la biblioteca, relata que el centro cultural y biblioteca nació vinculado a una estrategia “para disminuir la prisionalización de nuestra juventudes”. Cubilla está convencido de que este espacio, como “herramienta de inclusión”, puede conducir a una disminución de la violencia.
En este sentido, el fundador y director de la biblioteca cree que la promoción de la lectura, el acceso al libro y a la educación también pueden comprenderse como políticas de seguridad sumamente efectivas de mediano a largo plazo, aunque la dificultad radique en cuantificarlas. “Es una ecuación que deberíamos seguir tratando de elaborar”.
Bajo un cielo que amenaza lluvia, Cubilla presenta a trabajadores comunitarios y va y viene por el predio, destilando energía y entusiasmo: “pensamos esto siempre como un parque educativo, básicamente, para generar un rincón del barrio más colorido, más cálido”.
“Para nosotros, la Biblioteca Popular es una decisión de vida, una forma de vida, donde no hay un horario”, apunta Pérez. En definitiva, está en juego el “acceso de la comunidad al derecho a la recreación, a la formación, a la educación, a la contención”. Así, trabajan en múltiples frentes, “desde hacer un mate cocido a buscar una ayuda en situaciones de violencia de género”.
También es posible la inscripción en talleres que ya comenzaron. “Siempre apertura, nunca cerradura”, les gusta decir en este espacio que no cobra por ninguna de sus actividades. “Nunca una biblioteca cerrada, silenciosa. Somos otro tipo de biblioteca”, dice Pérez.
La bibliotecaria Bárbara Couto coincide: “Ser parte de esta biblio es gratificante en todos los aspectos, porque esta biblioteca es diferente, porque el ruido es el protagonista, y hay un espacio de escucha y de contención”.
Desde talleres artísticos, de oficios y terminalidad educativa no formal, se despliega una multiplicidad de propuestas para niños, adolescentes, jóvenes y adultos. “Tratamos de compartir la merienda o el desayuno, depende del horario, en el marco del taller”, agrega Cubilla.
La colección infantil y juvenil dispone de un sector exclusivo, en un anexo. “Trabajamos mucho con niñeces”, apunta la bibliotecaria. Y no hace falta asociarse para retirar alguno de los 5.000 ejemplares de esta biblioteca popular, con un portón corredizo negro en el ingreso.
Couto ahonda sobre el fomento del hábito de la lectura: “no es solo dar el libro, sino crear una conexión con el lector y poder brindarles las herramientas para que puedan descubrir otros mundos”. Además, ese mundo de historias ficcionales puede volverse “una puerta a la comprensión de la propia vida”.
A pocos pasos, a las puertas del espacio de infancia, Pérez complementa: “tratamos que el libro ‘moleste’ en los hogares, que genere un espacio”. Por eso, más allá de los préstamos habituales, “cualquier niño, cualquier persona que quiere llevarse el libro y quedárselo, se lo puede quedar”.
Al profesor de música Lucas Farfaglia le entusiasma que los contenidos sean “herramientas para engancharnos, para poder acompañarnos”. Y además, más allá de las actividades concretas, “poder hacer comunidad, un espacio más cuidado para los chicos y para los grandes también”.
La Biblioteca Popular de Pinamar, un refugio cultural
La comunidad de Pinamar cuenta con su propio “refugio cultural”, la Biblioteca Popular Manuel Belgrano, en el centro de esta localidad balnearia. El enorme chalet de tejas y ladrillo, característico de la zona, sorprende sobre la calle De las Medusas 1230.
Esta dinámica biblioteca, fundada en 1970, supera los 50.000 volúmenes y tiene más de 1.700 socios, en su mayoría de Pinamar, Ostende y Valeria del Mar, que pagan una módica cuota anual que permite retirar hasta seis libros al mes.
“Definitivamente, la Biblioteca Popular de Pinamar constituye un refugio cultural de la comunidad. Es un espacio vivo, que permanece activo durante todo el año”, señala a Infobae Cultura Eliana Martínez Shapasnikoff, miembro de la Comisión Directiva y encargada de la organización de eventos.
Este espacio a cerca de un kilómetro y medio de la playa ofrece una decena de talleres semanales propios. Entre los más convocantes, se cuenta el Club de Lectura que coordina Shapasnikoff y un taller destinado a la tercera edad.
Shapasnikoff se encarga de destacar que, más allá de talleres y clubes de lectura, “continuamente se ofrecen propuestas de valor cultural y artístico, como presentaciones de libros y entrevistas a escritores, exposiciones de arte, ciclos de cine y también eventos sociales que incluyen rondas de lecturas, interpretaciones musicales y la presencia de artistas plásticos locales”.
“Tenemos un nivel de participación altísimo, mayormente de la población estable, aunque también se suman turistas durante la temporada”, detalla. Quienes veranean en la localidad balnearia pueden elegir programas de socios por quincena, mes o temporada.
Shapasnikoff y Zulema Wamba, presidenta de la Comisión Directiva, reciben a Infobae Cultura una mañana cálida y soleada de sábado y guían por las instalaciones del chalet, construido especialmente para la biblioteca hace unas cuatro décadas. Ignorando la playa, el espacio rebalsa de participantes en varias propuestas simultáneas, desde actividades para primeros lectores hasta un seminario sobre guerra civil española y literatura.
La Biblioteca Manuel Belgrano “siempre fue así, interactuando con la comunidad para brindar lo mejor que se puede y, sobre todo, a la juventud”, afirma Wamba, mientras se va abriendo paso entre lectores. “Todo empezó como una cosa muy chiquita y se ha ido agrandando. Lo último que se hizo fue el Salón de Usos Múltiples”, se enorgullece. La superficie total de esta biblioteca –donde trabajan tres bibliotecarias– es de 490 metros cuadrados, tras cuatro ampliaciones sucesivas.
Entre las diversas áreas de la biblioteca, junto a los sectores infantil, juvenil y para adultos, se destacan un luminoso salón de exposiciones y el precioso jardín interno, que funciona como una cálida sala de lectura.
Desde allí, una ventana permite espiar títulos alineados en la zona de estanterías de la biblioteca. Su género más fuerte es la novela, y las más solicitadas, románticas, policiales e históricas. En busca de recaudar fondos (“estamos con una situación económica muy complicada en este momento”, sintetiza Wamba), organizan iniciativas como la Feria del Usado, con libros a precios económicos.
Pero, en la vereda, incluso es posible llevarse un ejemplar de regalo. “Elija su libro ¡gratis! “, invita el cajón gris sobre un pupitre. “Al mediodía ya se llevaron todo”, anticipa la presidenta de la Comisión Directiva.
Entretanto, mientras descansan en un banco al sol en el jardín que precede el chalet, una mamá le comenta a su hija: “Qué buena que estuvo esta actividad, ¿no?”. Y Shapasnikoff –quien llegó hace dos años a Pinamar- concluye que su labor en esta biblioteca popular cercana al mar es “un sueño hecho realidad”.
“La literatura es mi pasión, y poder transmitir ese amor que siento a una comunidad ávida de compartir y encontrarse a través de los libros y la lectura es maravilloso. Las respuestas de quienes participan del Club son conmovedoras, he tenido testimonios de muchas personas que han encontrado en este espacio un lugar de pertenencia, un punto de partida para insertarse en una nueva comunidad”.
Ciencia y labor, club & biblioteca popular
Ciencia y Labor es un típico club de barrio que alberga con orgullo una biblioteca popular. Un enorme cartel anuncia sobre la entrada: “Biblioteca Popular Ciencia y Labor. Asociación Vecinal Villa General Mitre”.
Ni bien se ingresa por la calle General César Díaz 2453, es cuestión de caminar unos metros por el pasillo de cerámicos blancos, entre voces de chicos jugando, ruidos de pelotas que rebotan contra paredes o profesores dando clase.
A la derecha, aparece una doble puerta de madera y vidrio opaco que permite adentrarse en este pequeño mundo, más silencioso, de paredes repletas de libros, principalmente en estanterías de madera. Y descubrir así una biblioteca centenaria, constituida por 11.0000 ejemplares.
Pablo Salcito, presidente del Club Ciencia y Labor y de la Federación para la Defensa de Clubes e Instituciones Barriales (FEDECIBA), abre especialmente el mágico recinto rectangular a Infobae Cultura y detalla que “el club se fundó en 1918 y la biblioteca tuvo algún recorrido por el barrio antes de terminar instalándose acá. Todo esto era sociedad de fomento, ese era el espíritu de este tipo de instituciones”.
La narrativa es el género más solicitado, tanto por lectores adultos como jóvenes. La bibliotecaria Graciela Orellana indica que esta biblioteca popular se caracteriza por tener lecturas “de entretenimiento, dado que los que concurren se acercan por placer, porque no somos una biblioteca escolar ni especializada”. Por eso, resume, “¡nada mejor que grandes historias!”
Orellana explica a Infobae Cultura que asociarse a la biblioteca –que funciona desde la tarde, acompañando el horario del club– es gratuito y solo se exige residir en el barrio. El espacio cuenta con dos bibliotecarias y ofrece talleres literarios, presentaciones de libros y charlas de interés general. El área infantil se encuentra separada de la sala principal, con un cuidado espacio en el primer piso.
Aunque la biblioteca tiene vida propia, con gran mayoría de socios que no se vuelcan a las actividades deportivas, Salcito relata que “hay gente que viene a practicar algo al club, un día abre esta puerta y se maravilla con todos los libros”. “Hay chicos que vienen a fútbol y también a la biblioteca”, pone como ejemplo de esta interacción entre libros y deporte. Y concluye: “siempre maravilla esta biblioteca”.