Cuando el tsunami de CD, cintas de audio digital y samplers arrasó la industria discográfica a finales de los ochenta, Steve Albini, líder de Big Black y gran agitador de la música alternativa, se mostró desafiante. Su compromiso con los procesos de grabación clásicos y la permanencia de los soportes analógicos resonó entre las comunidades musicales alternativas, escépticas ante la gran industria discográfica y sus percepciones de la inminente amenaza digital.
Esta cita, extraída de las notas del segundo álbum de Big Black, Songs About Fucking (1987), significó el final de la banda de Albini y el comienzo de su carrera discográfica. La prematura muerte de Albini a los 61 años, ocurrida esta semana, es una gran pérdida para la música independiente.
Un sonido analógico
Protegido del productor londinense de los Southern Studios John Loder (CRASS, Ministry, The Jesus and Mary Chain), Albini conservó los restos de la grabación analógica de los pegajosos suelos de Southern y los diseminó por toda la escena musical alternativa de Chicago. Rápidamente se labró una reputación como ingeniero de referencia para los artistas que querían conseguir una estética sonora distintiva en directo.
De The Jesus Lizard a Manic Street Preachers, de Pixies a The Stooges, Albini aplicaba sus mismas técnicas de microfonía de batería cruda y espaciosa junto a guitarras sin concesiones en cada sesión, independientemente de si el cliente era un gigante del indie rock o una banda local emergente.
En 2003, el compromiso de Albini con las sesiones de grabación tecnológicamente discretas quedó inmortalizado en David Josephson’s e-22S, un pequeño micrófono de condensador de diafragma fabricado según los requisitos de Albini y con la insignia de su estudio Electrical Audio.
El poder de las palabras y de la música
Como licenciado en periodismo por la Northwestern University, Albini provocaba habitualmente indignación con sus comentarios despreocupados sobre acontecimientos extremos y por su material, escribiendo para fanzines locales y reseñando la escena punk de Chicago.
Armado con una caja de ritmos Roland TR606 y una inclinación por las historias de terror en las noticias locales, anteriormente describí el noise-punk de Albini como “diseñado para confrontar a los oyentes con los horrores de la vida real de los suburbios, para reflejar la intolerancia y la exclusión social y para mediar en los extremos del comportamiento humano a través de una música igualmente confrontativa”.
En 2020, Albini se disculpó por sus polémicos escritos –y posterior nombre de la banda, Rapeman– por considerarlos “inconcebibles” e “indefendibles”, resultado, dijo, de su privilegio sin control. Dejando a un lado todas las disculpas, es poco probable que las docenas de mujeres y artistas LGBTQI+ que Albini grabó –incluyendo a Laura Jane Grace, The Breeders, Nina Nastasia, Screaming Females y PJ Harvey, por nombrar sólo algunas– hubieran puesto un pie en su estudio si la sátira desviada de Albini hubiera reflejado sus verdaderas creencias.
Después de todo, este es el hombre que cuando escribió a Nirvana para proponerles la grabación de su álbum In Utero, les dijo que les “golpearía la cabeza con una llave” en la misma carta en la que insistía humildemente en que no le concedieran derechos de autor.
La única persona a la que quería llamar
La reputación de Albini como un recalcitrante inaccesible y espinoso distaba mucho de ser cierta. Para quienes tuvieron la suerte de grabar con él, era conocido como un ingeniero amable, paciente y complaciente, deseoso de hacer que los grupos se sintieran como en casa y comprometido con capturar la representación más fiel posible de su sonido en directo.
Esta fue también mi experiencia. Como joven estudiante de doctorado que investigaba técnicas de grabación y producción de sonido en 2009, Albini estaba encantado de hablar conmigo sobre su carrera y sus técnicas de grabación. “Me parece que roza lo fraudulento cobrar por una sesión de grabación sabiendo que el producto de esa sesión va a ser impermanente”, me dijo. Insistía en que la cinta seguía siendo el único medio de grabación fiable hasta bien entrado el siglo XXI.
Un par de años más tarde, cuando necesitábamos un ponente para una conferencia de música, sabía a quién llamar. Albini estuvo encantado de participar, a pesar de pasarse la mayor parte del fin de semana de la conferencia pegado a las partidas de póquer en línea.
Como leal al mundo analógico, era quizá el último hombre en pie de la industria discográfica. Técnicamente consumado, sónicamente subversivo y ferozmente independiente, en sus últimos años mostró una humildad poco común para un ingeniero de grabación condecorado, y una voluntad abierta de enseñar frente al implacable control de la industria.
Albini, que nunca fue un nostálgico, desmitificó los procesos de grabación con una serie de vídeos grabados en sus propios estudios Electric Audio. Ataviado con su característico mono azul marino y su gorro, hace apenas una semana Albini explicaba alegremente el esquema de un preamplificador de válvulas SamAmp VA en un vídeo en el que mezcla sin esfuerzo la teoría electrónica en profundidad con una exuberante alegría punk de vivir.
Publicada originalmente en The Conversation