David Foenkinos está en Buenos Aires por segunda vez en su vida. Llegó el jueves por la noche y este sábado será la estrella internacional del día de la Feria del Libro, en una charla sobre su obra -es uno de los escritores más populares de Francia en el siglo XXI- y especialmente sobre Número dos, la novela sobre el chico que quedó segundo en el casting de Harry Potter, para la saga de películas basadas en las novelas de J. K. Rowling. La historia de Martin Hill, un chico que vive a mitad de camino entre Londres y París -Eurostar mediante, va y viene a casa de sus padres separados- y que llega a golpear las puertas del cielo (”ser Harry Potter”), reúne algunas de las marcas centrales del estilo narrativo Foenkinos: retrata altibajos emocionales de los personajes con simpleza, explora complejidades humanas a través de escenas de la vida cotidiana, utiliza un lenguaje despojado de golpes de efecto aún para contar la peor tragedia, y colorea sus relatos de referencias al cine y la música que ama.
“Siempre me preguntan si me gusta Harry Potter”, comenta en el lobby del hotel de Retiro donde se hospeda, en un viernes al mediodía poblado del sonido de las sirenas de ambulancias y camiones de bomberos. El domingo ya estará volviendo a París, su ciudad, la ciudad del PSG que lo tiene bastante afectado luego de la eliminación en semifinales de Champions League. Lo dice un rato después de haber pedido, irónicamente, “no hablar de fútbol”. Se informa del chiste “Segundo: Francia” (le causa gracia porque de alguna forma “dialoga” con el título de su novela) y comenta sus impresiones sobre la fallida estancia de Lionel Messi en la capital francesa. “Me parece que él y la ciudad no se entendieron nunca”, arriesga. También habla de su pasión adolescente por Lenny Kravitz y una más adulta por Frank Zappa: ”En mi primer libro, puse una cita de Zappa. En lugar de Kafka o Dostoyevski, elegí a mi ídolo”, cuenta con una sonrisa.
El random del diálogo brinda pistas de la cosmovisión de uno de los autores europeos más relevantes de la literatura contemporánea, distinguido por un estilo narrativo que combina humor, delicadeza y emoción. “Me obsesiona entender a las personas a través de sus gestos y emociones en la vida cotidiana”, dice en un momento de su diálogo con Infobae Cultura, en medio de otros temas: J. K. Rowling, los Juegos Olímpicos París 2024, Gombrowicz, Cortázar y Wayne Shorter. Parte del universo-Foenkinos resumido en una conversación distendida.
—Hay un rasgo distintivo en sus novelas: la exploración íntima de los personajes a través de sus emociones ¿Eso parte de su observación o de experiencias personales?
—Es una mezcla de ambas cosas. Soy un escritor de ficción. Me encanta embarcar al lector en esa exploración y también tomar temas extraordinarios, el casting de Harry Potter por ejemplo. Algo tan lejano a nuestras preocupaciones y en donde sin embargo vamos a reconocer cuestiones personales en ese tema. Me encanta ir desde lo extraordinario a lo íntimo. Así que por más que sean ficciones, pongo mucho de mí en una novela. Hace un rato, hablábamos de la relación con la paternidad, que está muy presente en el libro.
—¿Y qué tiene que ver su vida con la de un aspirante a personificar a Harry Potter?
—Es cierto, ya no soy más número dos... Es cierto, porque tengo muchísimo éxito, tengo un físico extraordinario, me invitan a Argentina (risas). Hablando en serio, me nutro de muchos de mis fracasos y justamente en cómo poder superarlos. Este es un libro que intenta ser positivo en cuanto al valor del fracaso. Para mí, cuando uno escribe, la obsesión es intentar entender a las personas a través de sus gestos y emociones en la vida cotidiana. La vida diaria es muy importante para eso. Cuando decido hablar de la relación entre padre e hijo, siempre busco imágenes. La del sandwich, por ejemplo: la imagen del sándwich con el papel de aluminio. Esos son los detalles de la vida cotidiana. Creo que cuando uno más preciso es con esas cosas cotidianas, más se puede entrar en la psicología de los personajes.
—¿Qué es lo que siempre le preguntan sobre Número dos?
— Si me gusta Harry Potter.
—¿Le gusta Harry Potter?
—Admiro mucho a la autora, así que te tengo que dar una respuesta que nunca haya dado.
— ¿Y qué opina de sus declaraciones tan polémicas sobre las personas trans y demás disidencias de género?
—En Francia en muchas entrevistas, en el momento en que salió este libro, yo defendí mucho a J. K. Rowling. Porque defiendo la libertad de expresión, cueste lo que cueste. Podemos no estar de acuerdo con ella, pero después vi que mucha gente y en particular los fans, sufrían con estas cosas que ella decía. Ahí reconozco que no la entiendo para nada. Porque agrega cosas y continúa con el tema. Creo que a partir del momento en que lastima a la gente... Si ya expresó su punto de vista, podría frenar, digamos. La encuentro un poco excesiva en sus declaraciones.
—Su historia de vida es extraordinaria.
—Cierto, la historia de J. K. Rowling es una novela en sí misma. Es un cuento de hadas total. Realmente vivía con una gran precariedad en su vida. Vivía sola con su hija, era una mujer golpeada. Muere su madre, bueno además vive en Inglaterra, que es bastante deprimente: llueve todo el tiempo, la comida es horrible... (risas). Pero vamos, a mí me encanta la historia donde ella dice que tuvo como un flash en un tren, entre Manchester y Londres. Y por eso digo en mi libro que todos los escritores depresivos toman ese mismo tren esperando tener la misma inspiración que tuvo ella.
En ese momento, cuando ella tiene esa inspiración, no se puede imaginar que va a ser el libro más leído del mundo. Me gusta rehacer las historias, sin saber lo que va a pasar. Intenté por ejemplo, ponerme en la cabeza de un editor que recibe ese manuscrito de Harry Potter, antes del éxito que tuvo ¿Cómo te puedes imaginar eso que sucedió luego? ¿Cómo te puedes imaginar que eso va a generar parques de atracciones? Por eso el tema que me divertía, era la historia de alguien que quiere escapar de Harry Potter. Es imposible. Hay que hacer la prueba uno mismo en su vida: vas a ver que algún momento de tu día, este chico entró en tu vida.
—Este año su ciudad, París, será el centro del mundo por los Juegos Olímpicos. Pero al margen de la tarjeta postal, y por las noticias que llegan, se advierte cierta tensión social ¿Es así?
—Es cierto. Está dentro de la tradición francesa creo. Lo que no es muy apreciable desde afuera, es que actualmente hay representantes de muchas profesiones que están haciendo un chantaje a los Juegos Olímpicos. Hay una presión de los sindicatos que se parece al chantaje: los operarios de las torres de control de vuelos pidieron un gran aumento de sueldo y si no se lo dan, no prestarán su servicio.
Hubo una gran historia con los libreros del Sena, que no se querían mover de ahí. Eso se solucionó ahora. Pero es cierto, tienen miedo de todo. Lo que sé que los parisinos, durante los Juegos, se van a ir de la ciudad. Ya está todo cerrado, cuando caminas tienes que desviarte todo el tiempo. Lo que sí es muy gracioso es que nos dicen que vamos a poder nadar en el Sena y eso cuesta carísimo. Pero bueno, la alcaldesa de París dijo que nos vamos a poder bañar en el río… Y bueno, vamos a ver.
—¿Ha leído escritores argentinos? ¿Estar en Buenos Aires le remite a ellos?
—Leí a Borges, a Cortázar (lo cito en La delicadeza y La biblioteca de los libros rechazados), también me gusta Gombrowicz que no es argentino pero vivió aquí... Tengo amigos que gustan mucho más de la literatura de América latina. Curiosamente, mi panteón intelectual se vuelca más hacia Europa del Este: ciertos escritores rusos, Kundera, Gombrowicz, los alemanes, Thomas Mann…
—La vida de un escritor exitoso implica viajar, atender periodistas, conocer gente, saludar, firmar libros... En ese momento, el lugar de la creación literaria, pensar en una idea o trabajar en una novela no es posible ¿O sí?
—Es mejor. Para mí es mucho más posible que en mi casa. En París tengo hijos, la vida cotidiana, mis problemas personales. Cuando viajo en tren o en avión, mi cabeza está libre. Esta mañana, ya el hecho de estar acá, conocer gente nueva, es extremadamente estimulante para mí. Ayer trabajé durante varias horas en el avión. Escribí y he escrito mucho durante viajes.
—¿Tiene un método para escribir?
—No lo tengo porque creo que uno escribe hasta cuando no escribe, hay algo que está todo el tiempo en la cabeza. Siempre hay una parte mía que está pensando en una historia. Tengo el método de no tener método.
Traductora: Agustina Blanco
[Fotos: Stephane Grangier - Corbis/Corbis via Getty Images; gentileza prensa Random House]