Elvira Sastre: “Siempre que escribo se cuelan cosas mías”

La autora española presenta en Buenos Aires su novela “Las vulnerabilidades”, una historia de violencia y control machista. “No soy activista ni teórica, pero entiendo que mi obra es feminista”, reflexiona

Elvira Sastre llega a Buenos Aires para presentarse en el Teatro Ópera y en la Feria del Libro

Siempre desafiante y controvertida, la escritora y poeta española Elvira Sastre (Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo, La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, Días sin ti) ha hecho de su literatura un espacio permanente de debate y reflexión. Su nueva novela, Las vulnerabilidades, es una suerte de thriller que, en realidad, funciona como un vehículo para hablar de las deudas que la sociedad mantiene con las mujeres que han sufrido violencia machista.

En esta novela, además, la autora se convierte en personaje y Elvira recibe a través de una red social el pedido de ayuda de Sara, una adolescente que ha sido víctima de ciberacoso: un hombre filmó un momento de intimidad y luego hizo circular el video por internet. Rápidamente ellas entablan una relación, pero la dinámica que se da muestra cómo se da una singularidad entre poder y dependencia que revela heridas emocionales en ambas.

Este viernes se presenta en el Teatro Ópera de Buenos Aires, dentro de su Imposible Tour 2024. Antes de eso, habló de su nueva novela con Infobae Cultura.

"Intento reflexionar sobre la reparación psicológica y emocional de las víctimas de la violencia machista"

¿Se puede decir que esta es una novela feminista?

—Yo creo que sí. Yo lo soy, y entonces entiendo que toda mi obra es feminista. Pero particularmente esta tiene una intención clara de reivindicar.

Reivindicar ¿qué?

—Sin entrar en teorías, porque no soy activista ni teórica, hay una intención clara de luchar por la igualdad de la mujer y la reconstrucción de la justicia que nunca se ha tenido. Pero, específicamente en esta novela, con el contexto de violencia machista que tiene como uno de los temas, hay por lo menos una intención de reflexionar sobre la reparación psicológica y emocional de las víctimas. Sin caer en la revictimización, porque creo que ese es un problema también. Se espera que todas las víctimas de violencia tienen que ser las víctimas perfectas y eso lleva a situaciones y a lugares muy equivocados.

La pregunta o la reflexión, entonces, tiene que ver con qué pasa “después” con aquellas mujeres que sufrieron violencia.

—Sí, hay una intención de reflexionar sobre las consecuencias psicológicas que tiene la violencia machista, ya sea física o psicológica. En España tenemos un sistema legal que nos protege y nos ampara en según qué cosas y, bueno, hay hombres maltratadores que acaban en la cárcel, pero qué pasa con esas mujeres. ¿Qué pasa con las consecuencias psicológicas que pueden afectarlas a ellas y a otros también? Es un círculo vicioso que requiere de tiempo y de muchos cuidados institucionales que no existen.

"Con el #MeToo pudo la fuerza colectiva", dice Elvira Sastre

En alguna entrevista dijiste que la violencia sobre la mujer siempre existió, pero ahora está visibilizada. En los últimos tiempos aparecieron movimientos como #Yabasta, #MeToo y #NiUnaMenos. ¿Por qué surgieron casi todos a la vez?

—Supongo que es más sencillo hablar cuando hay un referente, o cuando alguien empieza la conversación y sientes que puedes hablar. Por eso es tan importante la reparación. Por eso son tan importantes los juicios. Por eso es tan importante lo que pasa a nivel mediático. Porque sirves de espejo a las víctimas que están en su casa y no saben cómo denunciar. El caso del #MeToo es el claro ejemplo: un montón de mujeres contando experiencias muy dolorosas, haciéndolas públicas en una red social, con lo que eso supone. Ahí pudo la fuerza colectiva. Si lo están contando todas, tal vez yo también pueda. Quizá por eso el movimiento se haya universalizado tanto.

Hablabas del nacimiento del #MeToo alrededor de Twitter y en la novela hay un caso fundamental que es un ciberacoso con un video íntimo que se difunde por las redes. ¿Cómo se puede construir y destruir una intimidad a través de las redes sociales?

—La intimidad depende del control que tengas sobre ella. Cuando tienes el control de compartir o de decidir qué compartes y qué no, aunque estés compartiendo cosas íntimas, lo estás haciendo tú. Por eso, todos los casos de la difusión de vídeos no consentidos, de tu intimidad sexual o física o emocional, son algo tan duro. Están compartiendo sin tu permiso y sin tu control algo que es puramente tuyo, algo que por dentro te hace polvo. El juego en redes sociales está en que eres tú quien decides lo que comparte de su vida. Y, si los demás se piensan que te pueden conocer porque ese trozo de vida que les muestras, realmente eso entra en la farsa que hay en redes.

¿Qué tan parecida a la Elvira de la novela sos?

—Hay cosas que sí, hay cosas que no. Hay cosas ficcionales y cosas que son mías, pero eso forma parte del misterio propio de la novela. Yo creo que el hecho de usar mi nombre y usar cosas personales —que resultó una decisión complicada—, es una forma que conseguir una empatía distinta. O por lo menos una escucha diferente del mensaje de la novela. Al final es otro truco más para conectar al lector o a la lectora con la historia.

Tomando a la otra protagonista, ¿cuánto hay en Sara de la adolescente que fuiste?

—No lo había pensado nunca, la verdad. Supongo que siempre que escribo se cuelan cosas mías. Quizás haya algo de su delicadeza… Yo también era muy introvertida de pequeña; de alguna manera lo sigo siendo… No te sabría decir, tendría que pensarlo.

En todo caso, para personalizarlo en vos, cuando empezaste a publicar en el blog Relocos y Recuerdos eras una adolescente. ¿Cuánto de esa adolescencia se ve reflejada hoy, donde las redes sociales están mucho más a mano?

—Yo encontré en internet y sobre todo en el blog un lugar de aceptación y de validación de las cosas que escribía que ha sido fundamental. Si no hubiera contado con esa red, no sé si me hubiera atrevido a seguir compartiendo mis cosas. A nivel literario, en los blogs encontraba literatura que no estaba ni en las bibliotecas ni en las librerías. Internet contribuyó mucho a mi formación literaria, tanto como lectora como escritora. Muchos adolescentes pueden encontrar en internet espacios de comprensión, puedes sentirte parte de una comunidad, conocer a gente de otros lugares, crecer. Bien utilizada es una herramienta muy buena a nivel social. Pero también tiene una cara fea. Bueno, lo peligroso es la gente peligrosa que se mete en Internet.

"Encontré en internet un lugar de aceptación y de validación que ha sido fundamental"

Obviamente no voy a poner a Sara como factor de su desgracia, pero ¿qué hace que la gente encuentre el deseo de filmarse?

—Pues no tengo ni idea, la verdad. Nunca me he visto en esa situación. En el caso de esta novela, hay una clara intención de tener una herramienta de control y de abuso. En otros casos en lo que es algo consentido, no lo sé. No sé qué te lleva eso.

Hoy hay una serie cuestiones muy positivas, como por ejemplo el consentimiento explícito en una relación, pero hay también un trasfondo como la cancelación en redes. ¿Cómo pueden los adolescentes encontrar un equilibrio entre el consentimiento y la cancelación?

—Yo creo que tienen que crear espacios seguros en los que compartir sus cosas más vulnerables. Que no sientas que, al final, al compartir tu vulnerabilidad y tus partes más frágiles, lo que estás haciendo es darle herramientas al otro para que pueda dañarle. Yo intento pensar —y es lo que he hecho en este libro— que cuando reconoces esa parte, pierde interés lo que el mundo pueda hacerte daño con eso, porque ya lo has desvelado. Como adulta lo puedes gestionar de otra manera, porque tienes un control mayor y una madurez diferente; pero como adolescente creo que deberían usar esos espacios seguros.

[Fotos: gentileza Editorial Planeta]