¿Qué pasa cuando se apagan las luces del escenario y una actriz vuelve a su casa? ¿Qué sucede cuando no tiene que enfrentarse a la mirada de críticos y periodistas sino a la de su propia hija? La estrella que perdí, de Luz Orlando Brennan se sumerge en ese universo para indagar sobre las relaciones madre e hija, pero también sobre el paso del tiempo y las exigencias que deben cargar especialmente las mujeres. Para su primera película como directora eligió nada más ni nada menos que a Mirta Busnelli y a Anita Pauls, madre e hija en la vida real. Además, el film le rinde homenaje a la extensa carrera de Mirta para también hablar del amor al cine y el efecto transformador que tiene en las personas.
El próximo 9 de mayo llega a los cines este relato que combina drama y comedia, presentando un emotivo viaje sobre la familia, el tiempo y la reconciliación. La trama de La estrella que perdí se centra en Norma Reyes, una actriz consagrada interpretada por Busnelli, que enfrenta el desafío de representar a una bisabuela en una obra que considera de menor calidad, todo esto mientras intenta reparar su deteriorada relación con su hija Celeste, personaje de Pauls. La película destaca la evolución de Reyes tanto en su vida personal como profesional, y cómo este cambio impacta en su vínculo con Celeste, ofreciendo a los espectadores una mirada introspectiva a la dinámica familiar y el arte del perdón.
Además de Busnelli y Pauls, el elenco se completa con reconocidos actores como Gustavo Garzón, Susana Varela, Ezequiel Asnaghi, Ignacio Sánchez Mestre y Mercedes Burgos, quienes contribuyen a la riqueza narrativa del filme. La dirección de Brennan muestra su capacidad para plasmar en pantalla un relato tan humano y conmovedor. El filme no solo aborda la relación madre-hija con sensibilidad y profundidad, sino que también reflexiona sobre temas relevantes como el paso del tiempo, el envejecimiento y la percepción social de las mujeres mayores dentro y fuera de la industria del entretenimiento. Estos elementos contribuyen a crear una obra que promete emocionar y provocar reflexión entre el público.
Infobae Cultura entrevistó a ambas protagonistas, que compartieron su experiencia de trabajar y encabezar una película juntas.
—¿Cómo surgió la oportunidad de trabajar en este proyecto?
Anita: —Conocí a Luz a través de una amiga, y comenzamos a escribir juntas una serie. De repente, surgió la posibilidad de filmar su primera película, que había escrito hace algún tiempo. Luz me envió el guión porque pensó que podríamos actuar juntas en la película. Para mí, fue un sueño trabajar con mi madre. Fue una experiencia hermosa.
Mirta: —Cuando Luz me explicó su idea para la película, me interesó mucho. Al leer el guion, no tenía idea del viaje que significaría hacer esta película. Fue una experiencia muy gratificante. Me encantó la sensibilidad de Luz y me enamoré de mi personaje.
—¿Cómo fue la experiencia de trabajar juntas interpretando el papel de madre e hija?
AP: —Fue realmente hermoso poder colaborar en este proyecto. Una de las cosas que más disfruté de la película fue tener la oportunidad de trabajar con mi madre. Siempre había querido trabajar con ella, y aunque ya habíamos colaborado en otros proyectos, nunca en una película que explorara tan profundamente la relación madre e hija. Fue un vínculo que encontré universal y muy enriquecedor para explorar. Estábamos emocionadas de tener la oportunidad de trabajar juntas en este contexto.
MB: —Para mí, fue un verdadero regalo tener la oportunidad de interpretar este personaje bajo la dirección de mi hija. Fue una experiencia única.
—La película aborda profundamente la profesión y las dificultades que conlleva. También reflexiona sobre el paso del tiempo y cómo, a medida que uno envejece, los roles disponibles pueden empezar a limitarse y estereotiparse. ¿Cómo enfrentaron este aspecto?
MB: —Me pareció realmente interesante. Es un tema que me afecta personalmente, así como al personaje y a todas las mujeres mayores. Vivimos en una cultura que valora la juventud, lo cual es maravilloso, pero desprecia a las mujeres mayores. Esa realidad es difícil de aceptar, y además, oculta las riquezas y las perspectivas únicas que ofrece esa etapa de la vida.
—¿Cómo fue trabajar con la directora en el guión? ¿Qué aportes pudieron hacer ustedes?
AP: —Trabajamos intensamente, experimentando, ensamblando y desensamblando escenas para que se sintieran orgánicas y realistas. Para mí, la relación madre-hija es universal, y aunque no todas las personas han tenido una madre como Norma Reyes en la película, muchos pueden identificarse con relaciones familiares en general, como la de padre e hijo. Aunque respetábamos el guión y seguíamos las indicaciones de la directora, parte de su enfoque era permitirnos proponer cambios. Ella estaba muy abierta a nuestros puntos de vista, ya que provienen de una experiencia real. Si algo sumaba al guión, lo incorporábamos. Fue un ejercicio gratificante trabajar en el guión y aportar desde nuestra experiencia como madre e hija.
—También se reflexiona sobre la naturaleza del trabajo actoral en general ¿Cómo perciben ustedes esta realidad?
MB: —Precisamente, uno de los temas centrales es ese: ¿qué sucede con el trabajo? Hay puntos en común entre la actriz del personaje y yo. Aunque personalmente no me encuentro en una etapa de la vida sin trabajo, entiendo que hay papeles que ya no puedo interpretar debido a mi edad.
AP: —La carrera de actor es complicada. Con el tiempo, uno se da cuenta de que aquellos que persisten son los que han resistido más, los que no han tenido que buscar otras alternativas. Es bastante común que los actores tengan que realizar trabajos comerciales para subsistir, aunque a menudo esto no satisfaga sus aspiraciones artísticas. Especialmente en Argentina, para ser actor, generalmente se necesita participar en televisión o en obras muy comerciales. Son pocos los actores que pueden vivir del cine. El personaje de Celeste, la hija, enfrenta dificultades relacionadas con su deseo de escribir, lo cual me resulta muy cercano. Hubiera sido maravilloso poder escribir algo para trabajar con mi madre, como le sucede a mi personaje. Por suerte, Luz lo escribió por mí. Esta película también es un homenaje al cine argentino, mostrando fragmentos de películas en las que mi madre participó, como “Boda secreta” de Agresti o “Rapado” de Martín Rejtman.
—¿Qué sintieron la primera vez que vieron la película?
AP: —Desde que leí el guión hasta verla finalizada, me gustó mucho. Con cada visualización, me gusta aún más. Una película atraviesa distintas etapas, desde el guion hasta la postproducción, y cada una modifica significativamente la experiencia.
—¿Cómo fue la interacción con el público durante el festival?
MB: —Personalmente, lo viví muy bien porque la reacción del público fue muy positiva. Después de la proyección, tuvimos una charla y todos se quedaron expresando sus emociones, lo cual fue muy conmovedor. Sabía que la película estaba bien hecha y que a mí me gustaba, pero no sabía qué impacto tendría en los demás. Además, una amiga que estaba a mi lado durante la proyección, y que había sido compañera mía en la secundaria, estuvo llorando durante toda la película, lo cual también fue significativo.
AP: —Hablé con varias personas después de la proyección y todas compartieron sus experiencias emocionales. Incluso una de mis mejores amigas, que conozco desde los seis años, se emocionó mucho. Creo que el vínculo madre e hija es algo con lo que muchas personas pueden identificarse. La historia de Norma Reyes, una actriz que enfrenta desafíos en su carrera y su relación con su hija Celeste, quien busca moldearla a su manera, resuena en muchos niveles. Ya sea que hayas tenido una madre centrada en su carrera o una madre dedicada al hogar, hay muchos puntos de conexión con la vida de todos. He recibido comentarios de mujeres, hombres y jóvenes que se identificaron con los vínculos familiares en general. La película no solo aborda la relación madre e hija, sino también otros aspectos de la vida, como el amor, las pasiones y el trabajo. Creo que toca muchas áreas universales de la experiencia humana. Todas las respuestas fueron muy emotivas para mí. Es revelador darse cuenta de que, a pesar de nuestras diferencias, compartimos muchas experiencias similares en el fondo.
—¿Cómo fue la experiencia durante el rodaje?
AP: —Una de las partes más hermosas del rodaje fue poder compartirlo con mi hija, que tenía solo nueve meses en ese momento. Aunque ella no aparecía frente a la cámara, su presencia fue muy especial para mí. Poder combinar el trabajo con la maternidad fue una experiencia muy gratificante y placentera.
MB: —Para mí, la experiencia se multiplicó porque además de mi hija, tenía a mi nueva nieta, que tenía solo unos pocos meses. Nunca imaginé que mi hija tendría una hija ni que trabajaríamos juntas en una película, y mucho menos que la niña estaría allí durante el rodaje. Son momentos de la vida muy intensos y significativos. Ellas viven en los Estados Unidos, así que fue también una excusa para tenerlas cerca y compartir cierta cotidianidad que no tenemos habitualmente.
—¿Cómo están experimentando el contraste entre el emocionante estreno de la película y el contexto desfavorable actual?
MB: —Personalmente, siento que tuvimos suerte de poder hacer la película, ya que el panorama es muy incierto. La situación no pinta bien. El INCAA ha sido crucial en la producción y protección del cine en nuestro país, y su presencia es fundamental para mantener viva esta industria.
AP: —Para mí es una experiencia muy hermosa poder estrenar esta película. Me siento afortunada. Esta situación también resalta la importancia del INCAA y de la educación pública. Luz, la directora, fue alumna de la ENERC, y gracias a esa educación gratuita, nosotros pudimos realizar este proyecto. Sin embargo, me preocupa que esta oportunidad pueda desaparecer para muchas personas, incluyéndonos a nosotros y a las generaciones futuras. La cultura es crucial para la movilidad social y para permitir que aquellos sin recursos puedan perseguir sus sueños artísticos sin barreras económicas. Es esencial para cambiar paradigmas y unirnos como sociedad. Por lo tanto, el peligro que enfrenta la educación y la cultura es preocupante y aterrador.
* La estrella que perdí, de Luz Orlando Brennan, se estrena el jueves 9 de mayo en las salas argentinas.