La Feria del Libro de Buenos Aires es muchas cosas. Puede ser una pecera para ensimismarse en una lectura de evasión, pero también, y sobre todo, es un eco de la coyuntura. “Una caja de resonancia”, definió Alejandro Katz. Un megaevento cultural, un gran comercio, un espacio de debate, un lugar de pronunciamiento político, una parcela en esparcimiento. La Feria del Libro es todo eso y más, pero ¿quién maneja su timón?, ¿qué clase de organizaciones la conforman?, ¿qué cosa es la Fundación El Libro?, ¿representa de una manera más o menos fiel a la industria editorial en su conjunto?
Qué es la Fundación El Libro
La Fundación El Libro organiza la Feria. Desde 1975 funcionó como sociedad de hecho, pero en 1984 adquirió la forma que hoy tiene: una asociación civil cuyo Consejo, en palabras de Alejandro Vaccaro, su presidente, “representa a toda la cadena que integra la industria del libro”: la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), la Cámara Argentina del Libro (CAL), la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), el Sector de Libros, Revistas y Medios de Comunicación de la Cámara Española de Comercio (CECRA), la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines (FAIGA) y la Federación Argentina de Librerías, Papelerías y Actividades Afines (FALPA).
La SADE, de quien Vaccaro es también su presidente, es la institución más antigua —se fundó en 1928— y representa a los escritores. A las editoriales las representan dos cámaras: la CAL, hoy presidida por Juan Manuel Pampín, que nuclea a las pequeñas y medianas, y la CAP, que comanda Gustavo Galarraga y que contiene a los grandes grupos y a los sellos más grandes. Entre estas dos organizaciones se da la mayor tensión del Consejo de la Fundación El Libro ya que responden a intereses que muchas veces se contraponen, sin embargo todos afirman que trabajan bien en el conjunto.
La Fundación El Libro tiene a su cargo, además de la Feria, las Jornadas Profesionales, la Feria del Libro Infantil y Juvenil y varias actividades más. Debajo de Vaccaro está Jorge Devito de FAIGA como vice, la secretaria es Eugenia Zicavo de FALPA, el tesorero es Joaquin Gil Paricio de CECRA, el prosecretario es Isaac Ariel Granica de la CAP y el protesorero es Alejo Ávila de la CAL. Completan los consejeros titulares: Mariano Gabriel Arzadun (FALPA), Verónica Chwat (CAP), Gustavo Galarraga (CECRA), Ricardo Menoyo (FAIGA), Aurelio Narvaja (CAL), Gabriela Pérez (CAL), Guillermo Pilía (SADE) y Gabriel Waldhuter (CAL).
“Las votaciones son por mayoría simple. Somos catorce, el que tiene ocho votos gana, y si hay empate en siete el presidente tiene doble voto solamente en ese caso”, dice Vaccaro. Cada dos años se renuevan las autoridades. Martes por medio, el Consejo se reúne. Según los editores consultados por Infobae Cultura, la Feria refleja muy bien a todo el sector. Si aún la Cámara Argentina de Librerías Independientes (CALI) no forma parte es porque tiene menos de un año de vida. En ese sentido, mirar la Feria del Libro es mirar la industria editorial. El funcionamiento puede ser diferente pero el loteo es muy parecido.
Historia y prehistoria de la Feria del Libro
La prehistoria de la Feria del Libro de Buenos Aires tiene otro nombre: Primera Exposición Nacional del Libro. Se hizo entre el 21 y el 30 de septiembre de 1928 en el Teatro Cervantes y contó con el apoyo del Estado comandado por el entonces presidente Marcelo T. de Alvear. Se organizó una junta ejecutiva con Enrique Larreta como presidente y Carlos M. Noel como vice que se oficializó a través de un decreto. Se crearon comisiones especializadas de las que participaron Paul Groussac, Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas, Baldomero Fernández Moreno, Horacio Quiroga, Alejandro Korn, Bernardo Houssay y Alejandro Bunge, entre otros.
El segundo hito de su prehistoria es la Primera Feria del Libro Argentino de 1943, al aire libre y sobre la avenida 9 de Julio: se extendió del 1 de abril al 4 de mayo y reunió a más de 800 mil visitantes, cuenta Laura Díaz en Del autor al lector: un recorrido por la Feria del Libro de Buenos Aires a través de cuarenta años de historia. La organización estuvo a cargo de la Cámara Argentina del Libro, fundada hacía apenas cinco años, en 1938.
En aquella Primera Feria hubo un debate que guarda alguna actualidad: “La solicitud de apoyo estatal generó controversias al interior de la Cámara, sobre todo con editores que consideraban que solicitar apoyo del Estado significaba comprometer su independencia política. De hecho, algunas de las editoriales más importantes, como Estrada y Claridad, decidieron no participar. Sin embargo, fue el fuerte apoyo y presencia estatal los que hicieron un éxito de la muestra, tanto por su aporte económico, como por la cesión del espacio y la participación de entidades públicas con presencia propia”, cuenta Laura Díaz.
La primera feria oficial fue en el año 1975 en el Centro de Exposiciones de la Ciudad de Buenos Aires, junto a la Facultad de Derecho de la UBA. Fue en el año 1993, ya establecida la democracia, que pasó a hacerse en La Rural. Pero fue producto de otro drama: las privatizaciones. “El Centro Municipal de Exposiciones se encontraba en ese momento con posibilidades de privatizarse y no había certeza acerca de si se podría utilizar el predio durante el año 1993, por eso, ante la falta de respuesta de las autoridades, comenzaron a barajarse otras posibilidades como La Rural y la Corporación de Puerto Madero”, cuenta Díaz. Finalmente, se optó La Rural.
El asunto de la financiación
“Nosotros no perseguimos ganancia, no nos interesa ganar dinero, sino hacer la mejor feria posible”, dice Vaccaro, y agrega que “en nuestros postulados está esencialmente difundir el libro y la lectura, así que ni perseguimos fines de lucro ni ninguno de nuestros consejeros percibe ningún honorario de ninguna naturaleza, ni siquiera reconocimiento de gastos de viáticos. O sea, es un trabajo totalmente ad honorem”. Quienes sí tienen un salario son los funcionarios de la Feria del Libro propiamente dicha, como es el caso de Ezequiel Martínez, Director General de la Feria desde el año 2021.
“Somos una entidad privada. No recibimos dinero de ninguna institución oficial ni nacional ni municipal ni provincial de ninguna naturaleza”, dice Vaccaro y explica: “En el mes de septiembre sacamos a la venta los lotes de la Feria y con eso financiamos. Y después, por supuesto, con la venta de entradas durante la Feria. Esos son los dos grandes rubros que la sostienen”. “Después hay otros ingresos que son sponsors: pueden ser privados o públicos. Por ejemplo, en años anteriores apoyó la Feria el Banco Nación y este año decidió no hacerlo”, agrega.
Todas las voces y un solo límite
Sobre las especulaciones partidarias, políticas e ideológicas que puede llegar a tener la Feria y la FUndación, Vaccaro afirma sin vueltas: “Nosotros no tenemos compromiso político con nadie, por eso podemos decir lo que decimos y hacer lo que hacemos, por eso somos plurales. En nuestra Feria están todas las voces: de la derecha, de la izquierda, del centro, de todas las religiones, de todos los países, de las provincias. Acá están todos; hay bibliodiversidad”. Y ante las referencias monetarias, sentencia: “Para nosotros la Feria no es un shopping de venta de libros; la Feria es una gran actividad cultural”.
Sin embargo, no le escapa al dimensión mercantil del libro, de la industria y de la Feria en sí misma “Se hacen 1500 actos culturales a lo largo de los 19 días en que está abierta al público. Los expositores que compran un stand lo hacen con un fin de lucro: tienen que vender libros. El librero exhibe lo que cree que se puede vender. Vos podés escribir el libro más hermoso del mundo, pero si ellos piensan que no es negocio, ni te lo exhiben. Vivimos en una sociedad capitalista donde el que monta un negocio lo hace para ganar guita, no para hacer obras de caridad. Una librería es un negocio, una editorial es un negocio”.
No es lo mismo una feria del libro que del tomate, dijo Silvia Plager. Claro que no. Los libros son artefactos que albergan ideas, historias, conocimiento. También son productos en la góndola. El único límite, dice Vaccaro, “no lo ponemos nosotros, lo pone la justicia: todo lo que es delito no está en la Feria. Por ejemplo: reivindicar el terrorismo de Estado es apología del delito. Si vos salís a reivindicar públicamente los secuestros, las torturas, estás cometiendo un delito y la Feria no te va a dar una sala. Es como si vos me dijeras: ‘quiero matar a un tipo mañana a las tres de la tarde en la Sala Victoria Ocampo’. No lo podemos permitir”.