Concluye la 25° edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI, así, ya instalado en el imaginario cultural porteño y por consiguiente, argentino), cuya premiación ocurrió el sábado. En la vorágine de compromisos, reuniones, presentaciones y todo lo que implica el funcionamiento de un mecanismo de relojería puesto al servicio del cine -12 días, 280 películas, 500 funciones, 13 sedes-, el director artístico del festival, Javier Porta Fouz, dialogó con Infobae Cultura sobre sus valoraciones personales (al fin y al cabo, se trata de un crítico de cine puesto en funciones ejecutivas desde hace 9 años).
Pero sobre todo, en medio de la tormenta que afecta al sector producto de las decisiones gubernamentales sobre el funcionamiento y destino del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), opinó sobre la situación. Al compás de la realidad, estas dos semanas del festival fueron agitadas y la mayoría de la comunidad cinéfila argentina asiste -entre conmovida e indignada- al cierre del INCAA y el incierto destino del fomento estatal a la industria del cine argentino. ”¿Me gusta que haya pasado eso? ¡Ni en chiste! ¿Me gusta que todo esté parado? No me gusta nada. Yo digo que tendría que haber cambios en el INCAA, seguro. Yo lo opino, lo opina muchísima gente. Decir ‘tenía que seguir exactamente todo como estaba’, no... Ahora: esto no me gusta, seguro que no me gusta”, afirma y reafirma.
—¿Cuál es tu impresión personal de este BAFICI?
—Este año fue una edición muy particular porque empezamos más tarde que nunca, por el cambio de gestión en la ciudad de Buenos Aires. En diciembre de 2023 no tenía ninguna seguridad de que el festival lo íbamos a hacer mi equipo y yo. Habitualmente nuestra convocatoria se hace en octubre del año anterior, esta vez empezó en enero de este año. Entonces la sensación de que se haya hecho es reconfortante, porque además el público acompañó incluso más que el año pasado y el año pasado ya más que el anterior, O sea, nosotros venimos recuperando espectadores del 2020. En el 21, 22, 23 y ahora 24, estamos sumando cantidad de entradas vendidas.
—¿Qué te gustó haber tenido en esta edición?
—Hay cosas que que fueron muy, muy chiquitas en términos de que se dieron en salas pequeñas. Un corto de Sergio Levin, que es un cineasta argentino muy, muy independiente, y que se dio dos veces en una sala chiquita. Yo que sé... Esos pequeños momentos. Y después, bueno, la velocidad a la que se agotaron las entradas de de películas como Después de hora, París, Texas, ese tipo de cosas, es muy reconfortante. También haber recuperado películas de Jorge Polaco, La dama regresa y En el nombre del hijo. La programación del Museo del Cine, algunas funciones en el Gaumont que fueron realmente épicas con gente que quedó en las escaleras.
—¿Cómo resolvieron la cuestión económica, del tipo de cambio y demás dificultades, para traer películas extranjeras?
—Hay algo de un trabajo muy fino del equipo de programadores. Y sin querer tirarnos flores, nosotros sabemos, bueno, preguntamos “¿cuánta plata vamos a disponer para los derechos de exhibición?” Lo que tratamos es priorizar aquello que más queremos. Conseguimos apoyo para ciertas cosas que queremos y que si pagáramos nosotros se nos complicaría, digamos, nos implicaría buena parte del presupuesto. Establecemos prioridades: “esta película sí o sí, esta película más o menos...” Para cada edición vos tenés 3000 y pico de películas que quieren entrar, entre cortos y largos, que quieren entrar al BAFICI y nosotros programamos menos del 10% de eso. No todas las películas cobran derechos de exhibición. Es un proceso de selección y jerarquización. Después contamos la ayuda de instituciones, muchas embajadas e institutos culturales para los invitados y para los fees de cada película. Ahí vas armando un sistema para tener lo mejor posible dentro de un país cuya economía viene cayendo, desde digamos, 2018. Ese fue el último festival que se hizo a otra escala.
Hay algo también a tener en cuenta y sería muy necio negarlo. El cine hoy, no tiene la presencia en la sociedad que tenía hace 25 años cuando empezó el BAFICI. O sea, en aquel momento vos sentías que en la sociedad había un interés legítimo por el cine. Ahora ya no. Más allá de ciertas películas, acontecimientos, que son las que ve todo el mundo, la capacidad de atención de la gente no es infinita. Si la atención está centrada en una película de una plataforma o en una serie o en TikTok, hay algo que se le resta al cine. Entonces, digo, es complicado sostener un festival. Por eso me alegro muchísimo de que la ciudad de Buenos Aires siga sosteniendo esta política cultural desde 1999 con esta continuidad.
—Una nota de opinión que hablaba de un “sospechoso silencio” del Festival sobre la situación del INCAA y el cine argentino, puso el tema en el centro de la discusión. ¿Qué tenés para decir?
—Yo como crítico de cine he escrito un montón sobre el INCAA desde el año 99, cuando recién entraba a El amante e hice una nota sobre la calificación cinematográfica cuando le habían puesto “solo para mayores de 18 años” a Plata quemada. Siempre estuve a favor de que, por ejemplo, la cantidad de copias con las que se lanza una película no pueda ocupar lo que te ocupa del total de salas. Y eso yo lo dije cuando se estrenaban con 60, 70 copias. Ahora estamos en un momento absurdo: capaz que una película se estrena con 500 copias hoy. Son cosas de las que uno viene hablando hace rato. Yo mismo he hablado de qué pasaba con el público. Para mí el cine argentino es buenísimo pero si vos tenés una producción muy grande y ves a fin de año que hay muchísimas películas que las ve muy poca gente, algo anda mal. Siempre advertía “cuando venga alguien que hable solo de economía, va a ser complicadísimo”. Me decía que le hacía el juego a no sé quién… Digo, hay algo ahí: creo que el mundo del cine argentino se perdió una gran oportunidad de encauzar un montón de cosas antes. Lo dije mil veces.
Ahora bien, esa es mi opinión. Y también digo, el BAFICI es también el Ministerio de Cultura de Buenos Aires. Entonces la idea de “hablar en nombre de…” va contra mi espíritu. Yo sí, soy el director artístico, y puedo decir ciertas cosas. Ni siquiera es la misma situación en el INCAA que cuando fue la conferencia de prensa de anuncio, cuando empezó el BAFICI y ahora… Yo creo que en este momento, lo mejor que puede hacer el festival es seguir dando la libertad, que todo el mundo se exprese. De hecho hicimos una charla el sábado pasado, que yo moderé para que todo el mundo pudiera decir lo que quisiera. Vinieron como 30 directores de la competencia argentina, vino un montón de gente. Pero todo lo que hablamos ahí, el lunes había quedado viejo con la oficialización de la resolución del cierre del INCAA. Una cosa así en medio de un festival, es tremenda.
Ahora, hay gente que decía que el BAFICI tenía que frenar inmediatamente y suspenderse por esta cuestión del INCAA. Parece una decisión muy poco inteligente, muy poco estratégica, porque el BAFICI es el lugar que queda para seguir hablando de cine argentino hasta que termine, hasta su último día. En donde podés plantear un montón de cosas.
Cuando nosotros en enero, febrero, estábamos en pleno proceso de programación, sabíamos que esto iba a estar complicado, dijimos: “vamos a programar cine argentino con mayor volumen que otros años”. Como una especie de manifiesto del festival a favor del cine argentino: mostrar la diversidad y la calidad del cine argentino. En 2023 programamos 45 largometrajes, más allá de los cortos. Y este año son 74 películas.
Pero bueno, a esta altura ese gesto me parece que queda queda diluido o quizás haya sido un lindo gesto pero que mucha gente considera insuficiente. También cuando uno prepara un festival, lo prepara mucho antes. De hecho, como decíamos, desde que empezó el festival, cambió la situación del cine argentino. Cambió para peor.
[Fotos: prensa BAFICI]