Este año, las películas sobre músicos son protagonistas de la edición 2024 del BAFICI, donde diferentes artistas de variadas nacionalidades sorprende en las funciones de este festival. Unos de ellos es La Habana de Fito, un documental que explora la profunda relación de Fito Páez con Cuba, su música y su compleja realidad. Este filme, dirigido por Juan Pin Vilar, es una obra imprescindible para los admiradores del ícono del rock latino.
La película está narrada desde la perspectiva íntima del músico, sentado en la terraza de un tradicional hotel de la capital. La Habana de Fito ofrece entrevistas exclusivas no solo con Páez sino también con personalidades como Pablo Milanés, Cecilia Roth, Carlos Alfonso, y Ele Valdés, quienes aportan sus testimonios sobre la innegable huella que el artista argentino ha dejado en el corazón de Cuba y su cultura.
A pesar de ser una celebración de la cultura cubana y la influencia de Páez, el documental no ha estado exento de controversias. La censura inicial por parte de las autoridades culturales del gobierno cubano en abril del año pasado, y su posterior emisión incompleta en la televisión cubana sin autorización, destaparon el debate sobre la censura y la libertad de expresión en la isla. Este hecho motivó a cerca de 600 artistas a firmar un pronunciamiento denunciando la sistematización de “errores” y “procedimientos” en el cine cubano, resaltando nombres como Silvio Rodríguez y Fernando Pérez entre los firmantes.
El director del documental, Juan Francisco Vilar (mejor conocido como Juan Pin), es un cineasta, escritor y productor cubano con una destacada carrera, que incluye la dirección de más de cien emisiones de televisión en distintos géneros y colaboraciones con Televisa San Ángel y emisoras en Estados Unidos y España.
La Habana de Fito es su última obra y sobre ella dialogó con Infobae Cultura, presentada en Bafici y que también se estrenará comercialmente el próximo jueves 2 de mayo.
—¿Cómo comenzó tu relación con Fito y la idea de hacer este documental?
—Fito y yo nos conocimos en 1987, pero solo nos saludamos en ese entonces. Con el tiempo, nos convertimos en amigos cercanos debido a nuestras conexiones con Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. La idea del documental surgió después de la muerte de Santiago Feliú, cuando reflexionamos sobre nuestra amistad y decidimos compartir experiencias para futuras generaciones. Inicialmente, grabamos nuestras conversaciones para nuestros nietos, no estaba la idea de que fuera algo público.
Sin embargo, al revisar el material, nos dimos cuenta de que abordaba aspectos importantes de la vida en Cuba, tanto para mí como ciudadano y artista cubano, como para Fito, ya que refleja una etapa muy especial de su vida que nunca fue retratada. Así, surgió la idea de convertir este material en un documental que ofrece una perspectiva única sobre la historia y la cultura cubana a través de nuestras experiencias personales y la influencia de Fito en la escena musical cubana. Es un material de homenaje a mi generación, a la cultura, a la música cubana y a las personas que han aportado algo, pero sobre todo que tienen una historia digna en relación al poder en Cuba.
—¿Cómo reaccionó Fito cuando le mencionaste que querías hacer algo con esas entrevistas?
—Estábamos en La Habana cuando se lo comenté, y su respuesta fue inmediata: “Vamos a hacerlo ahora mismo”. Durante la pandemia, como no podíamos reunirnos en persona, decidimos trabajar en la canción “Habana”. Revisé y reorganicé el material de las entrevistas, agregando partes y detalles que consideraba importantes. Por ejemplo, un video de Cecilia Roth, quien demostró su apoyo y respeto al grabar un mensaje improvisado desde su celular. Su participación significó mucho, mostrando su aprecio por la causa y su disposición a contribuir de una manera auténtica.
—¿Cómo fue la primera visita de Fito a Cuba?
—Fito experimentó verdaderamente la vida cubana, sumergiéndose en los barrios y conviviendo con la gente. En aquellos tiempos, la violencia era escasa en comparación con el resto del mundo. Pasaba tiempo en las casas de las personas y se reunía con nosotros en plazas públicas. Prefirió esta autenticidad a tomarse fotos con políticos.
La clase política cubana de entonces contrasta con la actual, que carece de talento. Ni el presidente ni sus funcionarios destacan por su capacidad. Fito fue consciente de esta evolución y decidió distanciarse de esa élite política envejecida en el poder. Fidel Castro fue una figura polémica, tan condenable como admirable. Su ascenso al poder cambió el continente y proporcionó una base de justicia social para nuestros pueblos. Sin embargo, este proyecto también exigía conformidad ideológica y una sumisión que eventualmente se volvió alienante y excluyente. Fito reconoció estos cambios en su segunda visita a Cuba, cuando tanto Fidel como el país habían evolucionado, y comenzaron a surgir problemas que desafiaban el liderazgo cubano bajo la presión exterior.
—¿Qué significó para los cubanos esa visita?
—La presencia de Fito Páez en Cuba no solo marcó un hito en la música y la cultura, sino que también desafió la falta de espacio para los rockeros en el país, una situación que persiste hasta hoy debido a prejuicios ideológicos y sociales. Es importante destacar que las personas que aún controlan el gobierno cubano tienen una mentalidad anclada en el pasado, como se evidencia en su persistente desdén por los Beatles desde la década de 1960 hasta el presente. Pablo Milanés, al reconocer el valor tanto musical como social de Fito, logró introducir a alguien que representaba una alternativa a los grandes poderes y circuitos de la industria musical. La llegada de Fito y su actuación en un escenario real tuvo un impacto transformador en mi generación, inspirando a muchos a cuestionar por qué no se podían llevar a cabo acciones consideradas revolucionarias y de izquierda, como cantarle a la vida fuera del control de las grandes transnacionales, que suelen sofocar la autenticidad y la vitalidad de la música.
—¿Cómo fue el momento en que Fito empezó a cuestionar la realidad cubana mientras estaba en el país?
—Durante su estancia en Cuba, Fito, Pablo Milanés y yo mantuvimos conversaciones profundas sobre la vida política y la realidad cubana. El surgimiento de las redes sociales transformó la manera en que la gente accede a la información, revelando verdades antes ocultas pero también propagando manipulaciones. Fito se vio confrontado con esta nueva realidad y la necesidad de discernir entre lo que se publica, lo que se dice y lo que realmente sucede. A pesar de los desafíos, Cuba sigue siendo un país con una gran dignidad por muchas que sean las adversidades.
—¿Cuál fue la situación al intentar proyectar un documental en Cuba?
—Enfrenté una fuerte oposición que sacudió a la comunidad cultural cubana, generando una división. Por un lado, hubo quienes se opusieron a la censura, apoyando la formación de la asamblea de cineastas cubanos, y por el otro, aquellos que se mantuvieron dentro de las instituciones culturales oficiales, criticados aquí por prácticas corruptas. La situación escaló cuando el gobierno cubano, ignorando mis negativas, difundió el documental en televisión nacional, en un claro acto de apropiación. Además, se usaron medios estatales para desacreditarme, incluyendo un programa de televisión que inició con críticas hacia mí.
—El documental deja abiertas muchas preguntas sobre la realidad de Cuba, ¿qué intercambio tuviste con el público en las distintas presentaciones?
—Las presentaciones han sido buenas pero sobre todo han mostrado mucho interés con relación a lo que sucedió, no al documental en sí, sino a todo esto que sucedió alrededor. Le salió el tiro por la culata al gobierno cubano, porque lo que hicieron fue hacer una promoción gratuita. Son unos imbéciles, mediocres y unos vulgares delincuentes.
* La Habana de Fito se proyecta el viernes 26 de abril a las 19:20 hs. en el Cine Gaumont (Avenida Rivadavia 1635, CABA) y será estrenada el próximo 2 de mayo en las salas Cinépolis de todo el país.