Dueño de un impulso creativo sin descanso, mientras su Piazzolla Electrónico sigue sumando fechas y su tercer viaje polar comienza a dar sus frutos cinematográficos, Nico Sorín ya tiene todo listo para el estreno de Sinfónico, un plan que une grandes hits de compositores como Mozart, Bach y Stravinsky procesado por una banda de 18 músicos que subirán a escena en Niceto este jueves y repetirá mes por medio. La propuesta nació hace algunos años, cuando durante la pandemia el músico se puso a “samplear música clásica y a ponerle beats”. Tiempo después, en medio de una gira por Brasil, una charla con su mánager sobre su gusto por las cuerdas y la música orquestal completó la idea. “Hagamos un Niceto con cuerdas”, coincidieron, y la cosa tomó vuelo.
Entonces, aquellos experimentos que consistían en sumarle grooves a los sampleos adquirió su forma definitiva. “Ahí fue cuando pensé en por qué no reinterpretar las obras tal como son, en vez de hacerlo como si fuese un cubismo. Tocarla, ponerle batería y sumarle el resto de los instrumentos. Así que, finalmente, cayó”, cuenta Sorin al final de un ensayo.
El lado “punki” de Bach, Mozart y Beethoven
Apenas unos minutos antes, en la Sala 2 de MLC Records, en Villa Ortuzar, él al teclado, Lucy Patané en guitarra, Martín Varela en bajo y Gómez en la batería, completaban un repaso de fragmentos de “La consagración de la primavera”, “Las danzas húngaras”, “Carmina Burana” y del “Claro de luna” de Ludwig van Beethoven con un sonido modelo siglo XXI.
—Tiempo atrás decías que las experiencias que hay en el sentido de sumarle un componente pop a la música clásica no fueron muy felices…
—Bueno, Waldo de los Ríos quizás es el el ejemplo más cercano. Y se mató por eso, creo. Se hizo millonario, pero también se suicidó. Creo que por eso, en un punto. Eso es lo que dicen. Él sabía que estaba haciendo una cagada.
—Aún así, ¿encontraste alguna referencia para trabajar el abordaje de estas obras?
—Me costó mucho encontrar alguna referencia. Hay algunas cositas, pero generalmente es gente que toca pedacitos de piezas y es como que nunca terminan de armar la obra. Pero no encontré nada que me hiciera decir “¡wow!”. El progresivo va más por el lado de “mira qué rápido que toco Bach”. Creo que a veces carece de emoción, que es lo que queremos darle acá.
—No obstante, en lo que escuché podría decir que hay destellos de King Crimson, de Black Sabbath…
—Sí, también hay de Nine Inch Nails, del reggae… La idea de jugar por todos los lugares. Pero jugar, nada más. No entrar en ningún género en particular. La propuesta es bastante punki en general, porque es desprolijo. Es aguerrido.
—¿Cuáles son los límites, a la hora de jugar con las obras de compositores como Mozart, Bach o Beethoven?
—Ya están muertos hace varios cientos de años, así que no creo que pase nada. No creo que ningún nieto venga a pegarte, creo. Pero la experiencia me indicó que en realidad podés moverte si sos fiel al espíritu del compositor. Te doy un ejemplo: con Piazzolla me costaba mucho encontrar la llave para decidir cómo aggiornar a un tipo que era remoderno, como ocurre con todos estos compositores, que son brillantes. Y me di cuenta de que la única forma que había de hacerlo era tocándolo con brío, con el corazón. Después, no importa adónde vayas.
Creo que esto es un poco lo mismo. Para alguien puede ser una cagada, pero para mí la llave para poder entrar a esta música es tocarla de ese modo. No es tan mental; es mucho más el cuore. Y vos solo viste la banda, pero faltan las cuerdas.
Sorin explica que el acento de su trabajo inicial estuvo puesto en la búsqueda del groove de la batería para cada pieza. “Te diría que el 95% de la música popular sinfónica no se presta para esto. Tuve la suerte de encontrar estas, que te permiten trabajarlas sobre todo rítmicamente, pero a las que hubo que encontrarles la vuelta.”
Enseguida agrega que su fantasía es que, apenas las reconozca, el público se ponga a cantar. “Estoy seguro de que eso va a pasar”, pronostica el responsable de que la música de Piazzolla se haya convertido en la banda sonora de pogos impensados.
Música contra los protocolos
—¿Hay algo de provocación o rebeldía en la propuesta?
—¡No! Provocación sólo en el sentido de cortar con el protocolo, con lo rancio que a veces tiene la música clásica. Porque la música está llena de vida; lo que no tiene vida son los protocolos, los sindicatos… Muchas cosas que están atrás de lo que hace que sea una música para señores aburridos.
No sé. A ver… He visto un par de ejemplos de Beethoven en festivales, en Europa y la gente coreando la “Quinta” o la “Novena” sinfonías. Creo que esa es la manera de acercarlo. Nos pasa con el show Piazzolla, a los que vienen el padre con el hijo y se unen dos generaciones. No lo puedo prever eso. Sucederá o no.
Por suerte ya no está en peligro tu vida, por hacer algo así. En 1913, cuando estrenó “La consagración de la primavera” Stravinsky tuvo que salir por la puerta de servicio. En ese sentido, creo que estamos a salvo. ¡Ja ja!
En el proceso de construcción de su Sinfónico, Sorin cuenta que dejó fuera del repertorio con el que subirá a escena algunas obras de autores como Henry Purcell, Piotr Tchaikovsky y el propio Mozart, a la espera de encontrarles la vuelta exacta que necesitan para ser parte de su lista de temas, que según adelanta tendrán una duración “radiable”.
Eso significó para el músico un meticuloso trabajo de edición. “Muchas veces, Mozart repite y repite y repite… No tenían Netflix. No se aburrían. Así que metí tijereta, armé medleys, o tomé un pedazo de un movimiento unido con otro del segundo. Lo fui armando”, detalla, el mismo tiempo que resáltale rol que les asignó a las cuerdas.
“Son las que cantan. Son superprotagonistas en el show. No se trata de ‘arreglos de cuerdas’; en este caso son los cantantes de la banda, que está formada por 18 músicos”. Entre ellos, sobresalen nombres como los de la violista Elizabeth Ridolfi o las chelistas Karmen Rencar y Paula Pomeraniec. “Es gente que –agrega Sorín– está acostumbrada a tocar para Luis Miguel, para YSY A…”
El encanto de hits de más de 300 años
–—¿Qué descubriste de nuevo cuando te pusiste a trabajar sobre estas obras para abordarlas en este formato?
—A mí me impresiona que estos tipos hayan hecho hits que perduraron más de 200 o 300 años. En algunos casos, para mí, sus obras más famosas no son las mejores que compusieron. Pero tienen esa cualidad de hits.
—Suele suceder también con los músicos contemporáneos, con las bandas…
—Radiohead no puede dejar de tocar “Creep”, aunque tal vez haya otros temas mejores. Pero esos tienen algo que es imposible de explicar. Es un misterio realmente por qué esas obras perduran en el tiempo. Es mágico.
A la par de la preparación de Sinfónico, Sorín sigue repartiendo su tiempo entre PAN, el plan de acción craneado por Santiago Vázquez y compartido con Sergio Verdinelli, Mono Fontana, Carolina Cohen, Mariano Tiki Cantero y Facundo Guevara, entre otros, que va el próximo 24 de abril a las 21 en Niceto; su combo de improvisación Impresionante, asociado con Wenchi Lazo y Franco Fontanarrosa; y un flamante proyecto electrónico llamado Aparatus.
Imágenes y sonidos que llegan del frío
A ese panorama musical se suma el estreno, el próximo domingo 28 de abril a las 19 en el Cine York (Alberdi 895 - Olivos), de Diario Ártico, el documental que resultó de su viaje al ártico realizado en enero pasado, con base en Finlandia.
“Fui a escribir la Sinfonía Ártica. Fue el tercer viaje polar, y volví con un documental más que con música. Fue muy loco, porque nunca había tenido en mente hacer un documental, pero me ponía a grabar cosas para mí, para las redes, hasta que me puse a editar el material y apareció”, confiesa Sorín, que agrega que está con ganas de hacer una serie. “Ya tengo Antártida, ya tengo Ártico y ahora tengo ganas de ir a Islandia”, dice.
—¿Qué es lo que te atrae del frío?
—No es solo el frío. Es la naturaleza, primero, que para mí es lo más grande que hay. Y después, entre más recóndito el lugar, entre más hostil, menos gente hay y entonces es más propicio para estar con uno. Cada viaje es muy diferente. Me di cuenta de que cada cinco años tengo necesidad de irme lo más lejos posible, y lo más lejos posible son los polos, claro. Pero no es que me guste el frío.
—De hecho, en la Antártida la pasaste mal.
—Sí. Fue horrible eso. De hecho, ahí nació “Monster”, con esa idea de que me estaba volviendo loco porque no venía el Hércules a rescatarme. Pero esto fue muy diferente. Fue casi un mes, que es lo mínimo que tenes que quedarte para adaptarte y conectarte con vos, solo en una cabaña, a 10 kilómetros de la persona más próxima, escribiendo, tomando vino… Fue divino.
—¿Y qué apareció?
—Un montón de cosas. Mucha música diferente. Una música para cada personaje. Cambiaba todo mucho. El sol, la luna, las auroras… Ves todos los movimientos, porque no tenés nada. Es todo blanco, los árboles muertos y el movimiento del sol y la luna. Eso es todo. Pero es increíble la cantidad de matices y de cosas que ves y la música que tiene, que te inspira…
—Qué pasa cuando volvés y te encontrás con el marco actual? ¿Cómo influye el panorama general en tu música?
—Creo que ante la adversidad, la mejor batalla, aunque sea muy poco práctica, es hacer, hacer y hacer. Me pasa eso. Es como una especie de espíritu combativo que tiene el arte. Creo que en la comodidad es más difícil escribir. Creo que una manera que tenemos de escaparle a las situaciones malas y combatirlas es por ahí, es en el arte.
Casi te diría que la función principal que tiene la música para mí, más allá de lo político, más allá de todo, es la idea de sacarte de ese lugar y mostrarte algún otro universo más bello, mejor. Creo que esa es la función más fuerte que tiene la música.
* Nico Sorin presenta Sinfónico el jueves 25 de abril a las 21 en Niceto Club (Niceto Vega 5510, C.A.B.A.). Entradas a través de Passline desde $7000.-