Con Vida, Ana Tijoux rompió, por fin, un silencio discográfico de diez años. Demasiado tiempo para una artista que a partir del suceso internacional de su segundo álbum, 1977 (aparecido en 2009), había cosechado elogios de medios como el New York Times y artistas de la talla de Thom Yorke, Iggy Pop y Ryuichi Sakamoto. “Tardé tanto porque no me salió grabar antes -explica a Infobae Cultura-. A mí todo este tiempo se me pasó muy rápido. Sobre todo porque estuve mucho de gira. No he tenido mucho tiempo para parar. De todos modos, creo que no hay una normativa para esto”.
El nuevo disco de Ana Tijoux -46 años, nacida en Francia, hija de dos exiliados chilenos de la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet- se llama Vida , está atravesado por experiencias personales fuertes (la maternidad, la pérdida de seres queridos), fue producido por Andrés Celis, un profesional con mucho recorrido en el mundo del jazz que trabaja con ella hace años y tiene varios invitados (Omar, Talib Kweli, Plug, iLe, Pablo Chill-E y hasta Estela de Carlotto, cuya reconocible voz abre el track “Busco”).
Son quinces canciones que partieron de la necesidad de expresar todo lo que esta artista que se volvió referente para muchas feministas de todo el mundo gracias a temas como “Sacar la voz” y “Antipatriarca” fue procesando en una década intensa en términos emocionales: “Los humanos a veces necesitamos esas cosas que nos remuevan para crear”, reflexiona.
“La mejor venganza ante la muerte es la vida. Eso me dijo un amigo que trabaja con el colectivo Pallasos en rebeldía asistiendo a refugiados”, que define a sus nuevo disco como “·una amalgama de conversaciones y reflexiones con amigos”. En términos musicales, Vida cruza el hip hop con la música de raíces latinas y el pop. El sonido del disco es menos áspero que las letras de las canciones. Ella lo ve a su manera: “Creo que en todos estos años me he vuelto más atrevida a la hora de elegir las sonoridades. Me permito probar con cosas que me hacen sentido a mí, sin pensar tanto en lo que dirán los demás. Creo que el paso del tiempo me habilitó a jugar mucho más con eso”.
— ¿Entonces no sentiste ninguna presión en estos diez años por editar un disco nuevo?
— Para nada. Ni presión interna ni la que podría tener de una discográfica. Era solo parar de girar un poco y sentarme a escribir canciones nuevas, ver cómo podía solventar en términos económicos el hecho de parar por un tiempo de trabajar y abocarme a crear. Cuando pude, lo hice.
— ¿Y quedaste conforme con el resultado? ¿Qué sentís cuando escuchás este disco ahora?
— Honestamente, no lo escucho mucho porque estoy más centrada en ensayar para tocarlo en vivo. Estamos trabajando a nuestra manera, con nuestro propio ritmo. Tocar estas canciones en vivo les va a ir dando forma. Son temas que lógicamente tienen una matriz, pero en los ensayos hay cosas que van mutando. Lo voy a presentar en formato cuarteto: batería, secuencias, piano y bajo. Un formato acústico mezclado con máquinas. Tenemos shows en España, México y Estados Unidos.
— ¿Cómo apareció la idea de convocar a Estela de Carlotto?
— “Busco” es un tema que nació a partir de una relación que tengo con dos hijos de desaparecidos argentinos que viven en España. Tengo un gran afecto por el pueblo argentino. Tuve una abuela putativa en Francia que era argentina y fue muy importante durante mi niñez. Siento mucha cercanía con Argentina. Nos separa una cordillera, pero nos une una historia. Y el legado de Abuelas de Plaza de Mayo es muy importante. Tienen una vitalidad y una dignidad realmente ejemplares. Hablando con estos amigos de temas como la detención forzada y la desaparición de personas, la búsqueda de la identidad y de justicia, el calvario de no poder enterrar a tus familiares y el esfuerzo para mantener la memoria, obviamente me identifiqué con su lucha y su dolor. Chile pasó por una historia parecida. También Uruguay y Brasil. Y recordé que cuando yo era una niña en mi casa se hablaba de las Abuelas de Plaza de Mayo. Siempre admiré profundamente esa dignidad inamovible que tienen. Me da mucha fuerza. Cuando veo jóvenes que siguen marchando hoy por esas causas, entiendo su legado. Hay una columna vertebral intacta en la defensa de los derechos humanos que son justamente ellas.
— Vivís en Barcelona, pero seguís conectada con lo que pasa en Chile y en el resto de América Latina.
— Sí, totalmente conectada. Voy a Chile muy seguido, es mi país. Necesito volver porque me permite elaborar ciertos temas personales relacionados con mi identidad también. Chile es mi pueblo, es mi historia, son mis penas, es mi tierra.
— ¿Y cómo ves al gobierno de Gabriel Boric?
— Me siento algo decepcionada, sobre todo por la inoperancia en relación a los problemas con el pueblo mapuche y por la gente que terminó con algún trauma ocular durante las revueltas de octubre de 2019 y que fue claramente abandonada por el Estado.
— Sigamos con Chile, pero hablemos de música. ¿Qué artistas de tu país te gustan mucho?
— El mundo del hip hop y del rap es una comunidad con vínculos fuertes. Ahí está la fortaleza y la belleza del género. Son muchos los artistas que me gustan: Irina Doom, La Mística, La Flor del Rap, 22RUZZ… Es injusto hacer una lista porque seguro me olvido de muchos más.
Gracias al éxito internacional que logró con Vengo, el disco que llamó la atención con canciones politizadas y reivindicativas como “Antipatriarca” y “Somos Sur” (“Come on / Todos los callados, todos los sometidos, todos los invisibles / Nigeria, Bolivia, Chile, Guatemala, Puerto Rico y Tunisia / Argelia, Venezuela, Guatemala, Nicaragua, Mozambique, y Costa Rica / Camerún, Congo, Somalia, México, República Dominicana, Tanzania / Fuera yanquis de América Latina / Franceses, ingleses y holandeses / Yo te quiero libre, Palestina”) y también a un ensayo titulado La cultura de la basura. Ana Tijoux on misogyny and pop music que publicó en el Walker Art Center de Minneapolis, Tijoux recibió algunas invitaciones para disertar en prestigiosas universidades de Estados Unidos (Harvard, UCLA, Duke).
En cada charla expuso sus ideas sobre un mundo que parece haber ingresado de lleno en una etapa de intensos conflictos bélicos: “Hay violencia en la paz disfrazada de mentira, en la paz institucionalizada como terrorismo de Estado. Se nos ha vendido una imagen mundial revestida de símbolos que tapa mucha sangre derramada” asegura ella.
“La actual normalización del odio y la violencia me da miedo y desolación -resalta-. Pero siento que no nos podemos quedar en la emocionalidad. Veo un montón de colectivos que se han puesto de pie y eso sí me da esperanza. Hay que tejer lazos, levantarse y vencer la retórica del sistema de que los antifascistas somos violentos, cuando las cosas son exactamente al revés”.