Fui, vi y escribí: Sobre la belleza

Igual que a la felicidad, la buscamos en todo. Es guía vital, un bien evanescente y también una trampa. Este artículo reproduce el newsletter de Cultura: lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad

"La joven de la perla", de Vermeer.

Con el pecho ahogado de emociones, la miro a los ojos y le digo que es la más linda del mundo. Se lo digo porque el amor nos vuelve exagerados pero también porque es así como la veo: para mí, para nosotros, para los que la amamos tanto, es la más linda del mundo.

Mi nieta tiene apenas 10 días como persona en el planeta Tierra y ya el estímulo y la presión por la belleza la acechan. Me gustaría preservarla de ese aguijón que agobia —a veces hasta la parálisis— a las mujeres de por vida, pero no se me ocurre cómo hacerlo sin cargarla de discursos que, aunque razonables, a la hora de los bifes quedan en pura letra.

“El amor es un gran embellecedor”, escribió Louise May Alcott en Mujercitas. Varias generaciones de mujeres lo aprendimos temprano.

Hola, ahí.

"Después del baño", de Edgar Degas.

Una trampa, una prisión

La belleza es un fantasma que merodea cerca de todos pero que en las mujeres ejerce una presión desmesurada. Es una presión social que se hace interna y es también un chantaje de la vida: nunca llegás, nada alcanza y si por genética o “producción artesanal” lo conseguiste, a la larga se esfuma. Si sos joven y estás leyendo este envío, lamento desilusionarte: eso de que “cada edad adquiere su propia forma de belleza” más que un premio consuelo es una mentira piadosa.

No se me ocurre cómo huir de esa trampa. Vamos tras lo bello porque es ir tras la vida y la luz de lo que consideramos hermoso es esa guía. Podemos escribir, leer, dar discursos sobre la angustia de pretender lo inasible y exigido; podemos protestar por cuánto nos oprime el patriarcado que marca el paso de nuestra cultura hace siglos y siempre tendremos razón. Pero.

La teoría feminista da cuenta de esa presión por la belleza y desmenuza el modo en que el sistema capitalista industrializa los ideales de belleza como otra forma de control sobre las mujeres. Todo cierra: las mujeres buscan liberarse de estereotipos e injusticias de género y, en paralelo, se fortalece la industria de la belleza que instala patrones y modelos detrás de los cuales corremos todas. La belleza, esa prisión. Esa crueldad.

Volvemos al centro de la angustia, sigamos sufriendo un poquito más: no quisimos ser solo lindas pero tampoco nos conforma ser solo inteligentes. Buscamos la belleza —como la felicidad— en todo. Cada uno de nosotros puede ser y es objeto de esa búsqueda por parte de los demás.

El modelo se transforma a lo largo del tiempo porque cambian los parámetros que definen en qué consiste lo bello para el ojo humano. Las ideas de orden, de proporción, de armonía y de estética varían en función de las culturas y de lo que las generaciones anhelan y esto sucede a partir de las formas que ofrece la naturaleza pero también de las que procura la creación humana.

Esto es importante: el modelo de belleza humana se ve diseñado también en función de la creación artística y de las diferentes propuestas del arte, ya desde la imitación de lo natural y la explosión de la mímesis o desde el desafío absoluto de las convenciones.

Y acá estamos. Procuramos hallar belleza y ser bellos y sufrimos la frustración de no alcanzar ese deseo. Los pocos que lo consiguen, antes o después ven cómo se evapora el sueño de la belleza perenne. El cuerpo envejece, la belleza se resquebraja.

"Mujer en su toilet", de Toulouse Lautrec.

Pragmatismo vital

Emma Thompson, con 64 años, se convirtió en una especie de oráculo sobre el tema. Después de haber aceptado desnudarse para la película Buena suerte, Leo Grande, dio muchas notas en las que habla de la decadencia de los cuerpos pero, sobre todo, de la enorme distancia que hay entre los cuerpos de la pantalla y los de la vida real.

Y, cada vez que puede, la actriz británica invita a la aceptación de lo que hay pero no desde la resignación sino desde una forma vital del pragmatismo: estamos vivos, esto es lo que hay, dejemos de maltratarnos. Fijate cómo lo hace.

Emma Thompson, sobre la belleza y los cuerpos

“No vemos cuerpos normales en la pantalla, nunca”, dice en esta entrevista. “Vivo con un cuerpo que no me gusta y no conozco a ninguna mujer a la que le guste su cuerpo. Mi pregunta para todas entonces es por qué desperdiciamos nuestro tiempo, nuestra energía, nuestra pasión y nuestro dinero en odiarnos a nosotras mismas y no en disfrutar a través de esos ‘vehículos’ en los que debemos vivir”.

Para hablar así tenés que ser una persona segura. Muy segura. Y tenés que haber aprendido a quererte mucho, ¿no?

También se habrá sentido muy segura Kate Winslet cuando le prohibió al director de Mare of Easttown que editara una escena de sexo en la que se le veía la panza. La actriz, de 45 años, tuvo un enfrentamiento con Craig Zobel al pedirle que no eliminara digitalmente sus rollitos.

Lo mismo había exigido en relación a las arrugas de su cara. “Mare es una mujer imperfecta y en pleno funcionamiento, con un cuerpo y un rostro que se mueven de una manera que es sinónimo de su edad, su vida y de dónde viene. Creo que estamos un poco hambrientos de eso”, se justificó en su momento la actriz británica durante una entrevista con The New York Times.

Juio Bocca en el estudio de Infobae. (Maximiliano Luna)

Julio Bocca y el “deterioro” del cuerpo

Hace algunas semanas entrevisté a Julio Bocca, el gran bailarín argentino, ahora dedicado a la docencia en todo el mundo.

Julio es una persona alegre, un tipo encantador que sabe transmitir entusiasmo y que habla con gracia natural de muchos temas. Esa tarde, entre los temas de los que hablamos, surgió el del paso del tiempo y cómo eso se traduce en el físico. Fiel a su estilo, se dispuso a hablar de lo que llamó el “deterioro del cuerpo”, algo difícil de superar para una persona que dedicó toda su vida a ofrecer belleza mediante el movimiento del cuerpo.

Lo expresó así:

“Quizás suena feo, pero en este momento lo que estoy sintiendo sobre todo es la aceptación del deterioro del cuerpo. Yo me siento bien; me siento como si tuviera 30 años, pero claro, me pongo delante del espejo cuando me voy a bañar y veo que ya no tengo el cuerpo de cuando bailaba. Que, encima, para el bailarín es todo estética, tiene que estar como la danza te lo pide. Entonces, claro, antes el músculo te sostenía y ahora no. La cola, que antes estaba paradita, ahora por el talón y cosas así que decís ‘wow’. Y los rollitos. Y eso como que me cuesta un poco. (...) Esa cuestión de casi estar llegando a los 60 y que ya no es lo mismo y que vos vas pero el cuerpo no viene con cómo te sentís por dentro”.

Esto dijo y no fue una sorpresa porque no dijo nada que los que rondamos esa edad no sepamos ni conozcamos. El tema es el modo en que lo hizo y, sobre todo, quién es él. No es usual esta forma del reconocimiento de la vejez en alguien que supo tener el cuerpo perfecto, un cuerpo propio pero que además se mostró al público por décadas en todos los escenarios del mundo.

La gente todavía sigue dejando mensajes en la cuenta de Instagram de Infobae. La mayoría de esos mensajes son palabras enamoradas y de agradecimiento por lo que Bocca fue en sus vidas y por lo que estas reflexiones de hoy traen algo muy reconfortante. Le agradecen a Bocca la franqueza, la sinceridad y que visibilice lo que más tarde o más temprano vamos a sentir todos; se identifican con lo de “vos vas pero el cuerpo no viene con cómo te sentís por dentro”.

Hay miles de reacciones y más de dos mil comentarios de hombres y mujeres. Te invito a que te des una vuelta por ahí y veas cómo esas palabras reproducen hoy los aplausos de ayer. (También vas a encontrarte con algunos y algunas atrevidas que responden de manera desubicada a la franqueza y honestidad de una de las mayores figuras que tuvo el espectáculo argentino: esos no conocieron la belleza nunca).

La escena de "Little Miss Sunshine" que se convirtió en un clásico sobre el tema de la presión de la belleza sobre las niñas.

Olive es linda, muy linda

Hay una escena memorable en Little Miss Sunshine (2006), la película de Jonathan Dayton y Valerie Faris en la que la pequeña protagonista, Olive, quien desea a toda costa competir y ganar un concurso de belleza para niñas, le pregunta a su abuelo si piensa que ella es bonita.

Olive tiene una gran personalidad y parece vivir en paralelo a los prototipos de belleza. Pasa bastante tiempo hasta que sucumbe al bullying; su burbuja de amor funciona bastante bien hasta que se resquebraja.

El actor que hacía de abuelo era Alan Arkin, que compone en el film un personaje superlativo: un fracasado que resiste y que no se da por vencido aún cuando el mundo entero es una traba para su éxito.

Acá transcribo ese diálogo entre la nena y su abuelo, que sigue vigente porque las presiones sobre las nenas en relación con la belleza y el cuerpo no desaparecieron y todavía muchas chicas creen que solo es posible tener éxito si sos hermosa y delgada.

(Todavía les hacemos creer eso y te juro, Miki, no es así. Soy tu abuela, nunca te mentiría).

—Abuelo, ¿yo soy bonita?

—Olive, sos la chica más hermosa del mundo.

—Sólo lo decís por decir.

—¡No! Me encantás y no es por tu cerebro o tu personalidad. Es porque sos hermosa, por dentro y por fuera.

—¿Abuelo?

—¿Sí?

—Yo no quiero ser una perdedora.

—No sos una perdedora. ¿De dónde sacaste esa idea?

—Porque... papá odia a los perdedores.

—Bueh, bueh, retrocedé un minuto. ¿Sabés qué es un perdedor? Un verdadero perdedor es alguien que tiene tanto miedo de ganar, que ni siquiera lo intenta. Ahora lo estás intentando, ¿verdad?

—Sí.

—Bueno, ¡entonces no sos una perdedora! Nos vamos a divertir mañana, ¿verdad?

—Sí.

—Y podemos decirles a todos que se vayan al diablo.

"Olimpia" de Édouard Manet, 1863. (Foto: RMN-Grand Palais/Patrice Schmidt/Art Resource, Nueva York)

Como el abuelo de Olive, solo pienso en decirle a mi nieta siempre cuánto la quiero. No se trata solo de quererla sino de decírselo. El amor embellece de todas las maneras posibles y es una fuerza de ida y vuelta: por amor vemos más hermoso a quien amamos pero es también la expresión de nuestro amor el abrazo por el cual el otro se siente más bello.

Por otra parte, cuando llega la hora del crepúsculo, ese tiempo en el que la belleza fresca ya es pasado, haber sido amados es la bendición. Saber que los nuestros nos quisieron es lo que nos hizo quienes somos y también lo que nos permite ver cómo refulge la belleza ajena sin que nos consuma el resentimiento.

No creo en la autoayuda como género, posiblemente es porque me gana el cinismo. Tal vez es por eso que siempre pienso que hay algo de premio consuelo en eso de “cada etapa de la vida tiene su propia forma de la belleza”. No, amigos, no es este un tiempo de hermosura, no nos llamemos a engaños.

Eso sí: siempre nos quedará la elegancia, aún en el ocaso.

"Sobre la belleza", la gran novela de Zadie Smith.

Resistirse a la vejez

Buscando materiales para escribir sobre esto de la belleza, los mandatos y “la corrupción de la carne” me encontré con un video buenísimo de hace un par de años en el que hablan sobre el tema de la belleza y la vejez Manuela Carmena, la exalcaldesa socialista de Madrid y la actriz Charo López, una de las mujeres más hermosas que dio el espectáculo español.

Durante la conversación, Charo López, siempre recordada por su papel en la serie Los gozos y las sombras, reflexionó sobre la exigencia de su profesión, que a cierta edad determina que a las mujeres ya solo pueden convocarlas para hacer de madre o abuela y cómo, guiadas por la desesperación que esto provoca, tantas actrices se someten a procedimientos estéticos invasivos al punto de no poder poner el freno a tiempo. “A los hombres se les exige menos, a las mujeres se nos desprecia”, dice en un momento.

Carmena, por su parte, contó una anécdota graciosa de cuando estaba en la función pública y le tocó asistir a un evento en el que los invitados pertenecían a las clases más favorecidas y en el que, pese a que la mayoría de las mujeres eran de su generación, ella era la única que parecía realmente mayor. “Muchas eran de mi edad, pero la única que parecía de verdad vieja era yo, porque todas eran igual que sus hijas”, dijo entre risas.

Manuela Carmena y las mujeres mayores

Mientras escribía este texto también recordé una gran novela de la británica Zadie Smith que precisamente se llama Sobre la belleza. Es un homenaje a E. M. Foster y su Howards End y a la manera de comedia de costumbres trata sobre la historia de dos familias muy diferentes que se entrecruzan en un campus de la costa oeste de los Estados Unidos.

Ambos padres de familia son expertos en arte, más precisamente en Rembrandt. Uno de ellos es liberal, progresista, casado con una mujer afroamericana —que fue hermosa y hoy está algo excedida en peso y frustraciones— y bastante proclive a seguir buscando belleza en cuerpos más jóvenes que el de su esposa, la verdadera protagonista de la novela.

El otro hombre es conservador y muy distante de cualquier rasgo de corrección política. En ambas familias hay hijos y, por eso, múltiples historias se entrecruzan en lo que termina siendo una gran pintura de la sociedad de su tiempo.

La novela se publicó en 2005, fue muy celebrada por el público y la crítica porque es buenísima y, a la luz de los cambios en el sentido común de las sociedades de hoy, me dieron muchas ganas de volver a leerla.

Mariana Enríquez habla sobre temas que hasta hace muy poco no tenían espacio en la cultura. (Crédito: Nora Lezano)

Mariana y la etapa no cartografiada de las mujeres

Mariana Enríquez bucea en los miedos para hacer literatura de terror. A los 50 años se encontró con miedos nuevos, vinculados con el cuerpo y con una etapa de la que se habla poco, para la cual hay pocas instrucciones y que define como “no cartografiada”. Una etapa que desde el sistema se define muy fácil y de manera muy cruel: la mujer menopáusica ya no produce, es un cuerpo descartable.

Esto me dijo días atrás, durante una entrevista.

“Tengo 50 años, no sé si estoy menopaúsica o premenopáusica; no sé en qué momento de la cuestión estoy, pero es la segunda vez que siento un cambio en el cuerpo que no entiendo, que no me gusta. Que no me gusta el discurso alrededor de ‘abrazá la madurez, abrazá tus arrugas’. Pero, sobre todo, no me gusta porque me parece muy hipócrita. O sea, me parece que viene desde un lugar donde, en realidad, las mujeres de nuestra edad no tenemos un modelo de tranquilidad, aceptación ni belleza. Y la que te tiran siempre como ejemplo es, no sé, Isabella Rossellini”.

“Ahora se está hablando un poco más de la menopausia, pero no mucho. (...) No hay charlas sobre eso, ni siquiera entre las mujeres. Entonces, en un punto es territorio desconocido y todo territorio desconocido para mí es zona donde el terror es posible, justamente porque no lo conocés. Estamos entrando en esta dimensión del cuerpo que no tiene ruta, no tiene mapa, no tiene instrucciones. Por ejemplo, la maternidad tiene muchas rutas. Pero la menopausia es todavía una cosa donde no hay mapa y creo que eso tiene que ver con que, finalmente, capitalísticamente hablando sos un cuerpo descartable. Y dejar de producir es un momento cruel para todos. Pero, además, al cuerpo de la mujer se lo marca la naturaleza de una manera tan obvia. ¿Cuándo se muere la planta? Cuando se seca. Es muy literal”.

Si avergüenza hablar de la vejez, hablar de la menopausia es atravesar definitivamente la barrera del pudor (A propósito, acaba de salir un libro de Mariana Carbajal sobre el tema, se llama Encendidas (Grijalbo) y se propone como un viaje íntimo y a la vez una guía por esta etapa de la madurez de las mujeres).

"Encendidas", de Mariana Carbajal, se propone como un viaje íntimo a la menopausia y también una suerte de guía para esa etapa de la madurez de las mujeres.

Muy de a poco se van venciendo resistencias e incomodidades. Así como se habla, se opina y se escribe sobre embarazo y maternidad hace mucho tiempo, recién ahora hay discurso sobre todo lo que tiene que ver con la sangre en las mujeres: sobre su presencia natural, su ausencia también natural y su exceso enfermo, la endometriosis, enfermedad crónica que afecta al 10% de las mujeres en edad reproductiva y que provoca dolor, oprobio, incomodidad e incomprensión.

Punto para Mariana Enríquez: no busquen convencernos de que tenemos que amigarnos con la madurez y las arrugas. No me digan que hay muchas cosas buenas a esta edad porque no sobran. Hay una sola, fantástica, que domina nuestra conducta y que tal vez es la que hace que podamos ir por la vida aún sin desprender encanto físico ni sembrar miguitas de seducción por el camino y es todo lo que aprendimos a sortear a partir de la experiencia y lo bueno que es ya no caer en todas las trampas.

Y algo más, muy importante para mí porque ya no me mortifica: elijo qué hacer con mi tiempo. No sé qué les pasa a las demás, pero en lo personal trato de no desperdiciar mis horas. Cada vez que encaro una conversación, que inicio un vínculo o que acuerdo un encuentro con alguien es porque realmente tengo interés en esa otra persona o en lo que me propone. Mis días ahora tienen un valor diferente y descarto actividades y vínculos posibles sin ninguna culpa.

Elijo todo el tiempo, privilegio amores, intereses, placeres. Solo me obligo por los míos, el resto de la humanidad puede prescindir de mi existencia.

Pero hablábamos de belleza, es cierto. A la hora del espejo, la veo poco ya en mí, si es que alguna vez fui consciente de algo parecido a eso. Formo parte de esa larga lista de mujeres que cuando se miran en fotos viejas se preguntan cómo y por qué se nos escapó lo que teníamos.

En lo personal, cuando miro esas fotos me pregunto cómo cuernos no anduve por la vida con más seguridad y sin pedir tanto permiso. Por qué me exigí tanto, por qué escuché más las críticas que las frases amorosas y, sobre todo, por qué asumí tan pronto que la belleza estaba en otro lado, en los cuerpos y los rostros de otras mujeres.

Por qué, me pregunto, no advertí que la belleza también era una cuestión de convicción.

Maya Angelou fue una celebridad de la cultura estadounidense y una activa militante por los derechos civiles. (Jack Sotomayor/New York Times Co./Getty Images)

Maya Angelou y sus mujeres extraordinarias

Conocía el poema en inglés: se llama “Phenomenal Woman” y es de Maya Angelou (1928-2014). Pero nunca había visto a la gran autora norteamericana recitándolo y, mucho menos, arriba de un escenario y a la manera de una fabulosa actriz de comedia. El modo en que mira a la audiencia y se contonea al ritmo de sus palabras es absolutamente magnético. Podés verlo ahí abajo.

Angelou fue una figura deslumbrante de la cultura estadounidense. Su nombre era Marguerite Annie Johnson y fue ensayista, poeta, cantante, docente y activista por los derechos civiles. Publicó siete autobiografías, tres libros de ensayos y varios libros de poesía.

Fue abusada por el novio de su madre cuando era una nena de 7 años, denunció el hecho y el abusador fue detenido, enjuiciado, liberado y, una vez libre, asesinado. Esta experiencia le quitó la palabra por cinco años en los que dejó de hablar (“decidí que mi voz había matado a un hombre”) y comenzó a leer. Fue un amigo de su abuela, con quien ella vivía, quien la persuadió de volver a hablar porque la poesía es también palabra viva.

Fue madre de su único hijo a los 16, recolectó algunos maridos, fue conductora de tranvía, bailarina, prostituta y camarera, en función de las oportunidades, y conoció la segregación racial de primera mano. En los 60 comenzó su carrera como activista y militante por los derechos civiles de los integrantes de la comunidad negra en Estados Unidos. Fue una leyenda que atravesó las décadas como si fueran eras. Lo vivió todo.

Maya Angelou recita "Phenomenal Women"

Vuelvo a su poema “Phenomenal Woman”. Tomo algunas traducciones que circulan por internet pero no me convence ninguna. Se me ocurre que grandes autoras y traductoras como Inés Garland, Esther Cross, Laura Wittner o Teresa Arijón podrían hacer magia con este poema pero no encuentro esas versiones, si es que existen.

De modo que tendrás que asomarte a los versos de Angelou en esta versión casera que intenté. Una aclaración: no me convence para nada la traducción de “phenomenal” como fenomenal en español, de modo que la cambié por “extraordinaria”, que cierra mucho más con el sentido original del poema, me parece.

Una mujer extraordinaria

Las mujeres bonitas se preguntan

dónde radica mi secreto.

No soy linda ni nací para vestir un talle de modelo,

pero cuando empiezo a decírselos,

todas piensan que miento.

Y entonces digo:

está en el largo de mis brazos,

en el espacio de mis caderas,

en la cadencia de mi paso,

en la curva de mis labios.

Soy una mujer,extraordinariamente.

Una mujer extraordinaria,

esa soy yo.

Ingreso a cualquier lugar

tan tranquila como a ti te gusta,

y en cuanto al hombre,

los tipos se ponen de pie o

caen de rodillas.

Luego revolotean a mi alrededor,

como una colmena de abejas que llevan miel.

Y entonces digo:

es el fuego de mis ojos

y el brillo de mis dientes,

el juego de mi cintura

y la felicidad de mis pies.

Soy una mujer,

extraordinariamente.

Una mujer extraordinaria,

esa soy yo.

Los mismos hombres se preguntan

qué ven en mí.

Se esfuerzan mucho

pero no pueden tocar

el misterio de mi interior.

Cuando intento mostrarles,

dicen que no logran verlo.

Y entonces digo:

está en la curvatura de mi espalda,

en el sol de mi sonrisa,

en el galope de mis pechos,

en la gracia de mi estilo.

Soy una mujer.

Extraordinariamente.

Una mujer extraordinaria,

esa soy yo.

Ahora puedes comprender

por qué no inclino mi cabeza.

No grito ni ando a los saltos,

ni tengo que hablar muy alto.

Cuando me veas pasar

deberías sentirte orgullosa.

Y entonces digo:

está en el sonido de mis tacones,

en el despliegue de mi cabello,

en la palma de mi mano,

en la preocupación por mi cuidado.

Por que soy una mujer,

extraordinariamente.

Una mujer extraordinaria,

esa soy yo.

El poema me gusta mucho pero también me deleitan las palabras que eligió para presentarlo en el video. Comienza hablando de la importancia del amor propio y dice que escribió ese poema para las mujeres gordas, “aquellas a las que no les gusta su talla pero que no hacen mucho al respecto, salvo llamar a una amiga, normalmente yo, en mitad de la noche y decirle: ‘Chica, hay una mujer delgada que sigue intentando salir’. Y luego lo escribí para las gordas que aman su cuerpo, que saben que son el epítome de la sensualidad y que cuando van por la calle nadie, hombre o mujer, puede apartar los ojos de ellas. Y también lo escribí para las flacas, las que merecen toda nuestra compasión”.

En algún punto, lo que sigue me recuerda el llamado de Emma Thompson a dejar de perder el tiempo y el dinero en odiarnos por no tener la figura que soñamos.

“Vivamos de tal manera”, decía Angelou, “que no nos arrepintamos de años de virtud inútil e inercia y timidez e ignorancia. Para que al morir cada uno de nosotros pueda decir: ‘Toda mi vida consciente y mis energías han sido dedicadas a la causa más noble del mundo, la liberación de la mente y el espíritu humanos, empezando por los míos’”.

Una escultura de Afrodita, la diosa del amor, en el Museo Arqueológico de Atenas.

Me despido con una Afrodita que fotografié durante mi visita al Museo Arqueológico de Atenas, en donde vi cosas realmente maravillosas en todos los tamaños: bellezas mínimas talladas en oro y halladas en excavaciones de tumbas hasta figuras colosales de dioses griegos que fueron rescatadas del fondo del mar.

Como ves, sigo en esta ciudad, adonde llegué para conocer a mi nieta. Todavía me quedan unos días.

A partir del envío anterior recibí una cantidad inusual de mensajes tanto en las redes como por correo. No puedo más que agradecer tanto cariño, tantos buenos deseos y tantos saludos para mí y para mi familia por el nacimiento de Miriam. Voy respondiendo en la medida que puedo: gracias de nuevo por los poemas, las canciones y los recuerdos. Son pura emoción.

Dejo de nuevo acá mi mail, por si querés escribirme: es hpomeraniec@infobae.com. Ojalá tengas una semana amorosa y positiva. Y no, no es una ironía. Por el contrario, a veces pienso que si empezamos por algo tan elemental como desearnos buenas cosas cuando nos despedimos, a lo mejor empieza a cambiar la suerte.

Hasta la próxima.

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