Buenos Aires tiene una nutrida agenda cultural que hace de la ciudad un organismo ávido de propuestas. Una de las más destacadas es el Festival Shakespeare, que, con trece ediciones consecutivas desde 2011, es ya un hito en la programación cultural del año. El evento, además, tiene la cualidad de caldear el ambiente porque poco después continúan el Bafici y la Feria del Libro.
La edición 2024 del Festival Shakespeare se realiza este fin de semana, sábado 13 y domingo 14 de abril, en cuatro sedes: el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930), el Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551), la Biblioteca Güiraldes (Talcahuano 1261) y el Teatro Sarmiento (Av. Sarmiento 2715). Participan actores, académicos, músicos, escritores. Hay actividades libres y gratuitas, y también hay algunas que tienen un costo (bajo) de entrada. El festival es la oportunidad de dedicarle 48 horas al Bardo de Avon.
“Uno podría pensar que Shakespeare no necesita tanta publicidad”, dice Patricio Orozco, director del festival, “pero, en realidad, no hay en la Argentina una tradición teatral como si la hay en la literatura”. Si bien se puede señalar a Alfredo Alcón como el principal exponente — “Es nuestro San Martín”, dice Orozco, “fue San Martín en el cine y también hizo obras Hamlet, Ricardo III, La tempestad, Rey Lear”— son relativamente pocos los actores y directores que se han ocupado de Shakespeare. La relación que el teatro argentino mantiene con Shakespeare es más bien esporádica. “Por eso”, sigue Orozco, “la intención del festival es que la mayor cantidad de gente se acerque a él de la forma en la que él hubiera querido: Shakespeare escribía para los actores, no para ser leído”.
A lo largo de los ediciones, el festival produjo obras teatrales —por ejemplo Antonio y Cleopatra con Cristina Pérez y Christian Sancho, y Ricardo III con el Puma Goity—, pero también lecturas, proyecciones de películas, recitales, talleres de actuación, conferencias, debates, ferias con recreacionistas históricos medievales, caminatas shakesperianas, y hasta un partido de fútbol entre Montescos y Capuletos que se jugó en una cancha de Ciudad Oculta, una de las zonas más relegadas de la ciudad.
—¿Cuál es el mascarón de proa de esta edición?
—El año pasado hubo dos aniversarios de 400 años —dice Orozco— . El primero fue el aniversario del First Folio, la publicación de las obras completas de Shakespeare, que es un libro clave. Y a la vez se cumplieron cuatro siglos de la muerte de Anne Hathaway, la esposa de Shakespeare. Toda la notoriedad se la llevó el First Folio. Con respecto a Anne se hizo un pequeño homenaje en la iglesia de Stratford donde está sepultada, y se lanzó un libro que se llama Anne-thology, con homenajes de poetas ingleses. Yo le propuse al editor traducirlo y presentarlo acá, se lo pasé a Flavia Pittella y con esa idea convocamos a un grupo de mujeres poetas que empezaron a trabajar sobre Anne y a Elena Roger que va a hacer una presentación sobre las mujeres de Shakespeare: la madre, la hijas, la amante, la reina Isabel.
Elena Roger no es la única figura reconocida que va a participar. Orozco habla del programa y se entusiasma. Menciona, entre otras actividades, la puesta de Medida por medida (la culpa es tuya) con la dirección de Gabriel Chamé Buendía, la lectura de La dama oscura, de Cristina Pérez, junto a Antonio Grimau, Juan Rodó y Sebastián Pajoni, y el cruce entre Shakespeare y Alfonsina Storni, donde participan Leonor Benedetto, Eleonora Wexler y Alberto Ajaka.
—¿Cómo es el puente entre Alfonsina y Shakespeare?
—Nosotros ya habíamos hecho Shakespeare y Borges, con Norma Aleandro y Jorge Marrale, y también con Norma y Mercedes Morán hicimos Shakespeare y García Lorca. Buscando ahora encontré que los temas de Alfonsina Storni podían funcionar con Antonio y Cleopatra, que es una súper tragedia. El festival permite estos hooks, estos ganchos.
—Hace un par de semanas Carlos Gamerro presentó una nueva traducción de Macbeth. Y Pompeyo Audivert volvió a montar Habitación Macbeth. ¿Qué hace que Shakespeare esté tan presente en nuestra realidad?
—Está la frase: “Shakespeare describe el alma humana como nadie”, pero yo creo que no es solamente eso. Shakespeare tuvo la agudeza y la inteligencia como para darse cuenta de que los personajes tienen múltiples caras y dimensiones. Creo que dio en la tecla en serles fiel a los personajes y a los espíritus que los habitan y no caer en los estereotipos. Entonces tienen situaciones y emociones que nos son comunes a todos —los celos, la envidia, la ambición, el amor— y, más allá de la poética, los personajes nunca son planos. Los villanos son vulnerables, dubitativos; los héroes muestran oscuridades. Hablo, sobre todo, de las tragedias, que es lo que a mí más me atrae y donde se refleja mejor el torbellino que es la vida.
—Si hablamos de Shakespeare es inevitable mencionar a Borges. Hay un punto en que todo escritor tiene que medirse con Borges. ¿Los directores y actores también tienen que medirse con Shakespeare?
—Shakespeare es el Everest. Y como buen Everest, uno puede llegar con un tubo de oxígeno pidiendo por favor que se termine el ascenso o disfrutando del paisaje. Es el pico más alto que uno puede desarrollar en su carrera como actor o director. Yo recuerdo la producción de Hamlet que hice, que era una exigencia intelectual, y física también. Era algo muy exigente. Yo siempre digo que Shakespeare fue el inventor de la Cámara Gesell: cuanto más te acercás a ver quién está atrás del espejo, más te ves a vos.