La escritora estadounidense Barbara Kingsolver, ganadora del Premio Pulitzer de Ficción 2023 con la novela Demon Copperhead, donde expone la pobreza estructural que sufren las regiones rurales de Norteamérica, asegura que Estados Unidos aún tiene una “conversación pendiente” sobre el clasismo.
“Durante los últimos diez años hemos empezado a tener una buena conversación pública sobre el racismo estructural, pero no estamos hablando del clasismo. Durante generaciones, haber pertenecido a una familia de clase trabajadora ha significado tener limitaciones de oportunidades y de educación, pero en Estados Unidos no hablamos sobre clase porque se supone que somos la sociedad sin clases, lo que es una gran mentira”, afirmó Kingsolver en una entrevista concedida con motivo de la edición en castellano de su último libro.
Demon Copperhead (editado en castellano y catalán por Navona), pretende iniciar esta conversación a través de la historia de Demon, un chico de la región de los Apalaches, de donde Kingsolver también es originaria, a quien la crisis de los opiáceos deja huérfano y cuya vida está atravesada por la pobreza, la adicción y el fracaso institucional, pero que consigue sobrevivir y convertir este relato en lo que la autora define como “el viaje de un héroe”.
“Mi trabajo como apalache es hablar con una voz auténtica sobre mi región, de nuestros problemas y de cómo han sido creados a través de generaciones de explotación, pero también sobre lo que tenemos de bueno”, explicó la escritora, que lamenta que sólo se les conozca como “un hazmerreír o a través de documentales sobre pobreza”, pero que revindica su relación con la naturaleza y su “sentimiento de comunidad”.
Kingsolver también tenía el objetivo de mostrar el impacto de la epidemia de los opiáceos en los habitantes de estas zonas, donde asegura que cada comunidad que conoce “ha sido dañada de alguna manera”, especialmente en el caso de los niños: “se conoce la historia de los grandes actores, pero me preocupaba que la gente pensase que se ha hecho justicia. Los huérfanos de esta crisis viven con un trauma que los afectará durante toda su vida”.
La América abandonada
Esta crisis le sirvió como “punto de partida” para hablar de la “pobreza institucional heredada” de las regiones rurales de Norteamérica, donde los servicios públicos y la infraestructura están muy “atrasados” en comparación con los de las zonas urbanas, algo que les hace sentir “abandonados por el gobierno”.
En el caso de los Apalaches, la autora sitúa el origen de esta desigualdad en las compañías dedicadas al carbón, que, en sus palabras, “nos percibían como una colonia interna de Estados Unidos, organizando nuestras estructuras para mantenernos cautivos y pobres”.
“Somos una cultura de personas que se supone que debemos cuidar de nosotros mismos, ese es el sueño americano, y el mito es que todos podemos hacerlo si trabajamos lo suficiente, que todos partimos de un lugar de igualdad”, explica Kingsolver, que opina que la solución “no es exigir que la gente vaya a vivir a otro lugar”, sino “entender que la pobreza se hereda y que es necesaria la redistribución de oportunidades”.
Con las elecciones presidenciales en el horizonte, la autora reflexiona sobre las consecuencias políticas de este desencanto: “entiendo por qué mis vecinos van a votar a Trump y creo que es muy probable que gane, y es porque la mitad del país está tan cansada de que el gobierno les ignore que están dispuestos a que este tipo haga estallar el sistema”.
De ‘David Copperfield’ a ‘Demon Copperhead’
Para escribir esta novela, Kingsolver trabajó “codo con codo” con Charles Dickens y su novela David Copperfield (1850), la obra que le “abrió la puerta” a poder contar esta historia, que inspiró su título y que tuvo siempre cerca durante los tres años que dedicó a la redacción del libro.
“Tuve un momento de inspiración y vi que podía usar ‘David Copperfield’ como modelo porque Dickens escribió sobre la misma pobreza estructural, los huérfanos y los niños despreciados por la sociedad”, recuerda la autora.