Esta vez pensaba empezar con una famosísima frase de un escritor que el 28 cumplió 88 ños. Y que quizás sea el último de aquellos grandes autores latinoamericanos que conmovieron al mundo. Hablo de Mario Vargas Llosa, por supuesto. No voy a ocuparme de él ni de ninguno de sus libros en esta entrega pero sí arrancar con una variante de esa oración que leíste tantas veces: “¿En qué momento se jodió América latina?”.
Ya sabés, la frase original —¿En qué momento se había jodido el Perú?— aparece en el primer párrafo de Conversación en La Catedral, una de las grandes novelas políticas del siglo XX. Y luego la vas a encontrar, más o menos reformulada, en miles de títulos de artículos o dentro de estos. Eso pasa cuando alguien da en el clavo. La pregunta de en qué momento “nos jodimos”, nos desviamos, nuestro camino agarró para el lado de la pobreza y todo lo que ella trae, esa pregunta nos atraviesa y nos martilla.
Y, de alguna manera, parece ser lo que intenta responder desde lejos y desde muy cerca Michi Strausfeld, que es alemana pero también es una editora sumergida en la literatura hispanoamericana que fue la responsable, por ejemplo, de que leyéramos a Roald Dahl en castellano. Michi nació en 1945 —el año en que terminó la Segunda Guerra Mundial— en Recklinghausen, pero en 1968 se fue a España y desde entonces vive entre Berlín y Barcelona.
En los años 70 hizo publicar en su país a esos autores prácticamente desconocidos allí que eran Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, Guillermo Cabrera Infante, Juan Rulfo y Mario Vargas Llosa. Ha vivido entre ellos y sus palabras.
En 2021 publicó Mariposas amarillas y los señores dictadores, un libro que desde el título -las mariposas amarillas aluden a la obra de García Márquez- vincula la gran creación literaria latinoamericana con la política de la región. Cosas que, desde el vamos, tampoco están tan separadas….
En fin que Mariposas amarillas... empieza tratando de dar alguna respuesta a la pregunta de Conversación en La Catedral. Quizás porque el vínculo de Strausfeld con la literatura de la región empezó justamente en Perú: viajó hacia allí en 1967 por tres meses, se encontró con los libros de Borges, de Mariátegui, de Vallejo, de Neruda, se hizo la pregunta que le torció la vida: “¿Por qué debía seguir estudiando Filología románica e inglesa, y enfrascarme en labores filológicas, cuando podía descubrir una literatura colosal?”.
Y listo, adentro.
Strausfeld, doctorada en la Universidad alemana de Colonia, entendió pronto que lo que se escribía en América latina estaba imbricado de política. Tal vez, pensó, eso tenía que ver con la Revolución Cubana, que por esos años levantaba entusiasmos. “La cuestión principal —cuenta en su libro— era la devastadora influencia de Estados Unidos en el desarrollo de América latina, dado que sus numerosas intervenciones perseguían el fin obvio de proteger y garantizar su hegemonía e intereses económicos”.
Pero no se quedó ahí. En Mariposas amarillas… va hacia atrás y va a llegar a la Conquista de estas tierras que —ella misma lo cuenta— Carlos Fuentes se ufanaba en definir como totalmente mestizas.
La región que hoy conocemos está, dice, “íntimamente ligada a Europa”. Piensen —ella piensa— en los ojos asombrados de los conquistadores, que veían otro mundo y trataban de describirlo. “Ilusiones y mitos que los primeros descubridores y viajeros trajeron del Viejo Mundo al Nuevo Mundo: El Dorado, la fuente de la juventud, el paraíso en la tierra”, dice Strausfeld. Pero sin romantizar un proceso histórico que estuvo lleno de sangre ni olvidar que esos conquistadores no pisaban una tierra vacía sino habitada hacía muchos siglos. ¿Cómo fue que unos pocos soldados se cargaron un continente entero, imperios incluidos? Esta herida, que es central y es más difícil de asumir, es abordada por la investigadora.
Que postula: “La derrota de los ‘indios’ (infinitamente superiores en número) frente a los españoles dejó un profundo trauma nacional que ha permanecido imborrable”.
“¿Cómo fue que unos pocos soldados se cargaron un continente entero, imperios incluidos?”
Vargas Llosa también toma el tema. Strausfeld lo cita: “¿Bastan para explicar el instantáneo colapso de esta civilización al primer choque con los conquistadores las armas de fuego, los caballos y las armaduras de estos últimos?”, dice el peruano. Que, según la autora, “está convencido de que la función social y política de la religión no ha sido estudiada todavía lo suficiente puesto que ‘el genio organizador de los incas no admite dudas’”.
Strausfeld refiere a una investigación de la National Geographic de 2018, en la que encuentran que en la ciudad prehispánica de Tikal, en Guatemala, “decenas de miles de edificios permanecen aún ocultos bajo la jungla, con lo que la ciudad maya autónoma conocida hasta la fecha habría sido considerablemente más grande”. Y ojo que en este caso si la ciudad quedó abandonada no fue por los españoles: hacia el siglo X ya estaba vacía.
De todos modos, Strausfeld consigna que, según se sabe hoy, en todo el continente vivían unos cincuenta millones de personas y que en 1650 quedaban 4 millones. En el medio había habido enfermedades, hambre y exterminio. ¿Cuándo se había jodido América latina?
Un par de datos más, para entender por dónde va el libro. Dada la escasa mano de obra, dice la autora, se trajeron esclavos de África para trabajar. Esa combinación delineó la cara de la región: “De la mezcla paulatina de indios, blancos y negros, así como de sus respectivas culturas, surgió en los siglos pasados un continente mestizo: ahí reside su singularidad”.
Pero vuelvo a la literatura, por donde Michi avanza. Habla de una literatura en náhuatl que fascina por sus metáforas florales y sus imágenes. Habla del mito originario maya del Popol Vuh. Y de todo lo que queda por saber: “Aún no se han descifrado todos los jeroglíficos y pictogramas de las estelas mayas, ni se han resuelto todos los quipus (nudos) incas”.
Sin embargo, Strausfeld subraya que el continente que conocemos hoy empezó cuando Cristóbal Colón puso un pie aquí y quienes fueron viniendo en las distintas expediciones trataron de contarlo.
“Los primeros autores habían logrado algo gigantesco, que ponía el listón muy alto para cualquier novelista moderno. Al fin y al cabo habían encontrado o inventado palabras adecuadas para cosas, animales, plantas y mucho más que no conocían y no habían visto nunca antes, y lo habían sabido comunicar a los españoles en la patria. Todos los cronistas se quejaban de lo difícil que era hacer creíble y comprensible lo nuevo”, dice la autora.
Y aparecen nombres como los de Francisco López de Gómara, “el capellán privado de Cortés, que describe plásticamente la conquista de México”, Bernal Díaz del Castillo, “uno de los quinientos diecisiete simples soldados que acompañaron a Cortés en su camino a México-Tenochtitlán”, o el Inca Garcilaso de la Vega, cuyos escritos “conturbaron a los inquisidores españoles, pues el autor ensalzaba los logros del Imperio inca”. Y no podía faltar Bartolomé de las Casas, primer obispo de Chiapas que, dice Strausfeld, “consignó los devastadores abusos y horrores de la Conquista en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias”. El Consejo de Indias prohibió que sus escritos circularan pero —ah, el mundo ya se globalizaba— no pudo evitar que se tradujera a otros idiomas y, explica, la autora, esta fue la base de la “leyenda negra” que señala la brutalidad española en América.
Conquista, maravillas, crueldades, cronistas que lo cuentan todo. ¿Cuándo se había jodido América latina? La Independencia, dirá Michi, no trajo justicia, muchas veces se limitó a quitar la palabra “colonial” sin avanzar hacia una sociedad mejor.
Volver a pensarlo más cerca en el tiempo
Mariposas amarillas y los señores dictadores consigna también los libros de los que vinieron después —Rubén Darío, Edmundo O’Gorman, Octavio Paz, Alejo Carpentier, Pablo Neruda, Abel Posse, Augusto Roa Bastos, Homero Aridjis, Isabel Allende y más— y volvieron a mirar a la Conquista desde fin del siglo XIX y el siglo XX.
Todo se piensa de nuevo. Aridjis, por ejemplo, en su novela 1492. Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla, muestra la miseria y la intolerancia de Extremadura, de donde venía la mayoría de los conquistadores. “Como si el autor quisiera explicar a los lectores: esta intolerante España fue la que descubrió el Nuevo Mundo, ésa es nuestra funesta herencia”, dice Strausfeld.
Y no elude el gran tema: “En su ensayo El laberinto de la soledad, Octavio Paz plantea la pregunta que se hacen todos los mexicanos: “¿Por qué cede Moctezuma? ¿Por qué se siente extrañamente fascinado por los españoles y experimenta ante ellos un vértigo que no es exagerado llamar sagrado —el vértigo lúcido del suicida ante el abismo—?”. Y “tampoco Perú ha comprendido ni ha superado el hundimiento del inmenso Imperio inca”.
La escritura de Strausfeld es erudita y ágil, no da nada por sabido, cuenta anécdotas que emocionan o asombran, cita, piensa, hace hipótesis. No está todavía en papel en todos los países latinoamericanos pero se consigue como ebook.
Aquí Michi Strausfeld —que estará en la próxima Feria del Libro de Buenos Aires— parece sugerir que, desde que América fue “descubierta” y —quizás por sus propias convicciones religiosas— les dio paso a los conquistadores. ¿Marca nuestro orgullo latinoamericano, nuestra posición frente al mundo la idea de que había algo en las propias culturas indoamericanas que favoreció la entrada española? ¿Nos cuestiona? Lo vamos a seguir pensando.
Mis subrayados
- “Con 437 soldados y 15 jinetes, Cortés fue capaz de conquistar el gran Imperio azteca en México. (...) El 13 de agosto de 1521, tras un sitio de noventa y tres días, ocuparon Tenochtitlán con sus entonces más de cien mil habitantes”.
- “La extraordinaria relación de Bernal Díaz del Castillo, uno de los quinientos diecisiete simples soldados que acompañaron a Cortés en su camino a México-Tenochtitlán, corrigió la imagen autocomplaciente del orgulloso conquistador: a fin de cuentas Cortés no había conquistado México él solo, como pretendía (...) La brillante y fascinante Historia verdadera de Díaz del Castillo, eso sí, aparecería sólo con seis décadas de retraso”.
- “Los logros se omitían, como, por ejemplo, el hecho de que el Imperio inca no conocía el hambre entre sus súbditos —un logro que desde entonces no ha vuelto a repetirse—”.
- “La herencia de la época colonial fue devastadora en casi todos los ámbitos, y en lo económico aplastó a las jóvenes democracias, fuertemente endeudadas”.
- “Y, sin embargo, la profunda convicción de la mayoría de sus habitantes es que, por su cultura, literatura e historia compartidas, son parte de Europa”.
- “(...) en palabras de Sergio Ramírez, ‘en América Latina, la historia es el sustrato de la literatura’”.
- “(...) con Macondo, la literatura del continente se ha globalizado”.
- “(...) la oda A Colón del genio nicaragüense Rubén Darío, que fue el único en perturbar el coro de los admiradores con palabras críticas. El poema comienza con los versos: “¡Desgraciado Almirante! Tu pobre América, / [...] la perla de tus sueños, es una histérica / de convulsivos nervios”.
- “Colón mintió y engañó para poder perseguir su quimera. No vivió para ver el descubrimiento de los enormes yacimientos de oro y plata en México: ¿una ironía de la historia?”.
- “Para Roa Bastos Colón no es ningún filántropo, lo considera más bien un estafador y un fanfarrón que le atrae y a la vez le repele”.
- “Todas las novelas sobre Colón que se enfrentaron al Descubridor y a quinientos años de historia en vísperas de la gran conmemoración de 1992 tienen un rasgo en común: la enfática referencia a las devastadoras consecuencias para Latinoamérica”.
- “Para el mexicano Homero Aridjis, en su novela 1492. Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla, la fecha del Descubrimiento marca el final de la España tolerante de las tres religiones. Con la caída de Granada en 1492 arrancó la marcha triunfal del fanatismo, de la intolerancia y de la Inquisición pujante desde 1481″.
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Patricia