El Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Macba) inició su temporada de muestras con Celebración y Naufragio, en la que a partir de la obra de seis artistas (3 argentinos y 3 españoles) propone una conexión con el legado de la Bauhaus, escuela vanguardista de arquitectura, diseño, artesanía y arte alemana que existió entre 1919 y 1933.
La muestra, a partir de “algunos de los postulados estéticos e ideológicos de la Bauhaus”, se presenta como “un ejercicio coral de cita y reapropiación que recupera momentos, personajes y registros plásticos definitorios de las innovadoras enseñanzas de la escuela a lo largo del siglo XX”, escribe David Armengol, director artístico del centro de arte La Capella de Barcelona, y genera así “un diálogo cruzado en múltiples direcciones donde la atracción por la Bauhaus convive a través de propuestas artísticas especialmente sensibles a su legado formal y conceptual”.
La puesta, que es un trabajo conjunto con el Centro Cultural de España en Buenos Aires, comienza con un gran retrato, a tinta china y plumín, de Walter Gropius, fundador de la escuela, realizado por el argentino radicado en Barcelona Gonzalo Elvira, catalizador del encuentro, ya que la muestra tuvo un paso más acotado -en cuanto a piezas en exhibición- por el Museo Municipal de Bellas Artes Juan Sánchez de Río Negro, en 2015. Además, se presentan los trabajos de los ibéricos Eduard Arbós, Rafel G. Bianchi y Regina Giménez y de los locales Alicia Herrero y Michele Siquot.
“Este es un proyecto que nace a partir de las derivas de la escuela, porque con cada artista en lo suyo, se generan relaciones entre obras, entre lenguajes, entre maneras de concebir el trabajo a partir de un método”, sostiene Elvira.
“El arte contemporáneo vino a confirmar lo que la Bauhaus planteó en su momento, porque podemos encontrar videos, música experimental, etcétera; no se trabaja en un solo lenguaje, no se trabaja en una sola disciplina y de algún modo sería como consecuencia de lo que la escuela planteó”, agrega Herrero, cuya obra ingresó al acervo del Museo Reina Sofía durante la última edición de la feria madrileña Arco, al igual que la de Regina Giménez.
En la planta baja, se presenta Vanitas, ensamblaje, y las esculturas Cotidianomía y Vanitas, de 2021-2022, que reflejan los temas más asociados al trabajo de Alicia Herrero, con un acercamiento, una descontextualización, de los elementos económicos como los gráficos de torta y el uso de materiales arquitectónicos.
“Los gráficos de economía tienen color, plasticidad, un orden espacial que intento plantear para que la gente se acerque sensiblemente a algo que, de por sí, es rechazable o negado. Un poco, los artistas buscamos generar eso”, dice Herrero sobre sus obras, a las que emparenta con las Geo-gràfics, de Regina Giménez, una serie de grandes telas de algodón reciclado que cuelgan al costado de la rampa que lleva hacia el primer piso.
Así, con Giménez se pasa del código económico al geográfico, en estas piezas que forman cartografías estelares, que ingresan desde un costado más ilustrativo en la abstracción científica astronómica. “De ese esquema de las estrellas recreo con figuras geométricas, pintando a mano, ese acercamiento entre el arte y la artesanía de la escuela, que es también un rescate de los talleres textiles de la Bauhaus, estas mujeres astrónomas que fueron olvidadas, a las que llamaban despectivamente dentro de la escuela ‘las tejedoras’”, dice Giménez.
La conexión con el textil y ‘las tejedoras’ continúa en la obra de la rosarina Michele Siquot, quien presenta una serie de tejido en cinta bies para sus ensayos de color para manteles y varios ejercicios sobre la Bauhaus junto a dos trabajos de mayores dimensiones, Variación textil sobre la Bauhaus Nro 1 y 2, en los que rompe con la simetría espejada para una abstracción que parece formada por 8 bits.
“A la obra textil llego de a poquito, porque empecé a limpiar las superficies de pinturas y a descubrir la tela, y noté que me interesaba más la tela que la pintura. En mis comienzos intervenía obras de mantelería, de toallas, cosas donde ya había un bordado anterior, de algún familiar o de alguna mujer que yo no conocía. Eso lo vinculo con la Bauhaus porque me interesaba ver esas mujeres de los talleres textiles que habían ido a esa escuela porque les permitían ingresar, pero después las relegaban al taller textil, no las dejaban asistir a los de pintura. Y me gustaba pensar un poco el trabajo de las mujeres que guardaban en su lugar doméstico, en sus casas, y estas otras mujeres que aprendieron una cuestión de formas geométricas y otras búsquedas. Entonces, en ese cruce me gustó tomar la técnica del tejido de los telares y construir los soportes sobre los que trabajar”, explica Siquot.
Y agrega: “También lo vinculo con el taller de Kandinsky, que trabajaba la Teoría del color, donde hacían ejercicios y experiencias. Entonces algunas obras las dejo planteadas más como ejercicios en los que tomo cintas de ciertos colores, armo las horizontales y después entrecruzo y voy viendo qué efecto o cómo quedan los encuentros de esos colores. Hay una limitación en la obra, porque esto de trabajar solo con cintas que van para un lado o para el otro no puede salir de la línea. Sumé también estas dos intervenciones sobre toallas de hilo que serían un retrato de Anne Albers. Las toallas ya tenían su bordado y yo le sumo esta modernización de un pixelado más grueso. Me gustaba como agrandar las polleras, como que dentro de las faldas de las mujeres puede haber todo un mundo, una situación”.
En el siguiente piso, se presentan una selección de nueve pinturas de la serie Mi Botín de Herrero, presentadas en el CC Rojas en 1997, en la que conviven objetos vanguardistas de la Bauhaus con cerámicas del Alto Perú o de Venecia del 1800.
“Son todas citas a distintas piezas de colección que fueron expoliadas por el colonialismo. No eran solamente piezas que merecerían volver a sus lugares de origen, como precolombinas o griegas, sino también aquellas piezas que tenían estatus de objeto doméstico que fueron pensadas desde el diseño industrial. Quizás como muchas de estas piezas, antiguas en sus orígenes, fueron pensadas para el uso cotidiano y luego derivaron en objetos de culto sagrado, como obra de arte en colecciones relevantes del planeta”, explica la artista.-
En Silla Robinson (2007), Rafel G. Bianchi supone la culminación de un largo proceso de investigación centrado en una mesa de escritorio diseñada por Josef Albers en 1923: La Table for anteroom to Director’s Office, supuestamente la mejor mesa de escritorio que un director de oficina podría tener.
“Esta mesa sólo se realizó como prototipo porque enseguida detectó que era incómoda y poco práctica. Y a mí me pareció una buena metáfora de lo que yo entiendo que fue el proyecto ideológico de la Bauhaus, que fracasó”, dice el artista nacido en Olot.
La mesa, explica, fue transformada primero en “una silla incomodísima” y ahora se presenta en parte, desmembrada, como un “diseño producto de un naufragio”. También expone una serie de obras con loros, por un lado por ser los compañeros de Robinson Crusoe y, por otro, dice, porque “ese animal tiene la capacidad de repetir sin entender lo que dice y eso lo hace muy humano a la vez”.
En el siguiente piso se encuentra el trabajo de Eduard Arbós, que presenta un complejo sistema de obras en diálogo con el signo como eje con tres líneas de trabajo complementarias, a partir de las cuales construye un recorrido que va de lo arquitectónico a lo musical, jugando entre la materialidad y su esencia.
Por un lado, la pieza escultórica Casa de los maestros (2015) es una referencia concreta al diseño de las 4 viviendas que Gropius diseñó en 1923 en Dessau para alojar a los profesores. Por otro, la serie de dibujos esquemáticos Casa del artista (2015), presenta variaciones cromáticas basadas en el ensayo plástico-arquitectónico de Theo van Doesburg, también publicado en 1923, donde el pintor y arquitecto holandés explora los límites entre pintura y arquitectura mediante juegos constantes de plano y color. En Secuencia sonora no III y Secuencia sonora no IV (2015) se pueden ver y oír las partituras surgidas de un código inventado.
“En el primer caso, Arbós ofrece un negativo blando de las cuatro viviendas abriendo, así, un diálogo tenso entre el plano y la fisicidad informe de su construcción. Unos despojos que vienen a interrogar los límites entre concepto y experiencia, entre utopía y realidad. En el segundo, el artista barcelonés fantasea con la herencia neoplasticista de van Doesburg a través de composiciones abstractas que priorizan lo pictórico por encima de lo arquitectónico”, explica Armengol.
Y agrega: “En el tercero y último, y siguiendo este diálogo entre el plano y el módulo que ambos, arquitecto y pintor, Arbós nos presenta un código constructivo mediante el cual se estructuran unas propuestas que abren, como si de un juego se tratara, un diálogo relacional entre escritura, pintura, escultura, arquitectura y sonido. Un juego que, de algún modo, viene a recordar aquella voluntad de difuminar los límites entre lenguajes que caracterizó el espíritu de nuestra vieja escuela”.
En el mismo espacio, se encuentran, entre otras piezas, dibujos de Elvira en tinta china como Fuente nazi, Manifestación y Monumento al trabajador desconocido, en las que aborda los distintos momentos de la obra construida por Gropius en 1922, que fue destruida en parte durante la segunda guerra.
Celebración y Naufragio es una muestra en muchos sentidos lúdica, en la que los artistas bordean la esencia de los diferentes oficios de la escuela alemana, para abordarla a partir de sus miradas. Para los interesados en la Bauhaus puede resultar fascinante observar cómo ese legado se corporiza en ideas y técnicas en el arte contemporáneo, mientras para aquellos que no están tan relacionados con la experiencia vanguardista alemana pueden rescatar y asociar con imágenes y estilos, más allá de la muestra, que habitan nuestra cotidianeidad. La permanencia de la Bauhaus está allí, afuera, acechando en diseño, en arquitectura, en muebles del hogar, y también en los 4 pisos del museo de San Telmo.
* Celebración y naufragio puede visitarse hasta el 23 de junio, de lunes a domingos y feriados de 12 a 19 hs., excepto los martes, en Avenida San Juan 328, Ciudad de Buenos Aires. Entrada general: 3.000. Estudiantes, docentes, jubilados y menores de 6 a 12 años, 1.500. Menores y personas con discapacidad, gratis. Miércoles: General: $ 1500; estudiantes, docentes y jubilados acreditadis: sin cargo, y niños de 6 a 12 años, sin cargo.