Pionera de la copla moderna y creadora de la nueva concepción del folclore español, lejos de estereotipos y prejuicios ligados al franquismo, Isabel López Quiñones, más conocida como Martirio, la artista de las eternas gafas de sol, celebra este jueves su cumpleaños 70 tan activa y reivindicativa como siempre.
Entre todos sus logros, la reivindicación de la copla es el mayor legado artístico en sus más de 40 años de carrera, género del que el franquismo se apropió y que con su obra ha contribuido a redefinir: “Hoy en día la copla ya es reconocida como lo que es, un tesoro de la música popular española, pero hace 25 años se la identificaba con la banda sonora del franquismo y había mucha gente reacia”. Así lo contaba en el 25° aniversario de la publicación de su obra cumbre, Coplas de Madrugá (1997), álbum que supuso un hito en su carrera y la culminación de su propuesta de fusión de copla y jazz, en colaboración con el pianista Chano Domínguez.
“La copla le aporta al jazz historias, lirismo y poesía, mientras que el jazz a la copla ritmo, improvisación y frescura”, señaló esta artista nacida María Isabel Quiñones (Huelva, 1954).
Si hay algo que caracteriza su obra es la experimentación, no solo a través del jazz o el rock, también poniendo su mirada en otros lugares. Con su disco Flor de piel (1988) exploró el mundo de la música latinoamericana con una colección de boleros, tangos y baladas, camino que terminó de recorrer con su obra de 2002, Con mucho corazón, cerrando la trilogía abierta con Coplas de Madrugá.
Galardonada en múltiples ocasiones -ha recibido, entre otras, la Medalla de Oro de las Músicas Actuales (2016) y la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (2019)-, es una de las figuras más reconocidas (y reconocibles) del folclore español, y le debemos la supervivencia de un género tan tradicional como la copla en pleno siglo XXI. “Lo que he pretendido ha sido reivindicar la copla en un contexto de modernidad, hacerla más actual pero sin desvirtuar su origen, sin cultismos ni elitismos”, explicaba hace unos años.
Feminismo musical, con sello personal
A lo largo de sus más cuatro décadas de carrera, Martirio ha sabido rodearse de talento, con numerosas y variopintas colaboraciones de la talla de Compay Segundo o Kiko Veneno y Raimundo Amador, con quienes compartió el grupo Veneno tras abandonar Jarcha, en 1984. Luz Casal, El Niño de Elche o José María Vitier también han escrito su nombre junto al de esta artista en multitud de canciones, lo que ha añadido riqueza a su ya colorida propuesta reformista. Según confesó, por encima de todas sus colaboraciones destacaría a Chavela Vargas: “Quizás ha sido la artista que más me ha influido por su forma de cantar, por cómo era y cómo se desenvolvía”.
Profunda defensora del papel de la mujer en la música, Martirio se ha declarado orgullosa de que su trabajo hable por ella misma: “He sido siempre una artista y mujer que no se vende”, dijo desde su vertiente inconformista, muy crítica con el machismo del negocio musical ha dado a este género en multitud de ocasiones.
“La industria de la música se ciñe en convertir a la mujer en un elemento erótico”, lamentó la artista, que en su lugar propuso concebir este arte como “un instrumento de gran ayuda para la igualdad de género, porque puede visibilizar, hacerte reaccionar, que revoluciones y cambies en un sentido”. “La música debe hacer pensar. Puedes adherirla o rechazarla, pero debe convertirse en un revulsivo para las emociones”, comentó en los encuentros “Música y Mujer”, en Huelva, en 2021.
Pero más allá de su talla como artista, si hay algo que la hace reconocible es un estilo definido y muy personal, marcado por sus eternas gafas de sol y sus características peinetas, que simbolizan la misma fusión en su imagen que en su estilo musical de tradición y modernidad: las gafas de sol de James Dean, de Lou Reed o de Ray Charles, con la ropa de Concha Piquer.
[Fotos: Getty Images; EFE/Enric Fontcuberta]