Así fue el robo de arte más grande de Argentina o “cómo la dictadura usaba el patrimonio público para financiar su plan represivo”

El periodista Imanol Subiela Salvo publicó “Golpe en el Museo”, un libro que investiga el hurto en el Bellas Artes de un botín valuado en 20 millones de dólares, durante los años 70. Se presenta esta tarde

Imanol Subiela Salvo: "Por qué querrías contar que acá robaron y torturaron. La espectacularidad de la historia implica dejar al museo mal parado".

Cuando se entra al Museo Nacional de Bellas Artes y se dan los primeros pasos hasta la lujosa Colección Mercedes Santamarina, nada parece delatar que tres de las obras allí expuestas -un Renoir, un Cézanne y un Gauguin- fueron robadas durante la última dictadura y que, además, permanecieron desaparecidas por 25 años.

Pero esos tres cuadros de impresionismo francés son solo una pequeña parte del botín valuado en 20 millones de dólares que, en la madrugada posterior a la Navidad de 1980, desapareció del museo más grande de Argentina en lo que fue el mayor robo de obras de arte del país.

“Los museos son lugares misteriosos”, dice el periodista Imanol Subiela Salvo con los ojos fijos en el Retrato de mujer de Pierre-Auguste Renoir. La aristocrática dama que representan las nubosas pinceladas del francés, sin embargo, no le devuelve la mirada. Como aquella madrugada del 26 de diciembre en la que un grupo de hombres llevó a cabo el hurto sigiloso y premeditado, ella está con los ojos cerrados.

“Una vez que sabés la historia tienen otro aura, ¿no?”, agrega Subiela Salvo que, a pesar de tener tener solo 29 años, conoce a fondo este misterio sin resolver. Editado por Planeta y a 40 años del hecho, el escritor y periodista argentino acaba de publicar Golpe en el Museo, una minuciosa investigación sobre el robo al Bellas Artes en la que venía trabajando desde 2020.

"Retrato de Mujer", de Pierre Auguste Renoir, una de las tres obras recuperadas. (Museo Nacional de Bellas Artes)

Además de las tres únicas pinturas que se pudieron recuperar, aquella madrugada se llevaron otras trece, junto a siete objetos de jade y porcelana, lo cual quiere decir que todavía quedan por encontrar veinte obras en total.

Acá robaron y torturaron. Obvio que pasaron 40 años y el Bellas Artes de hoy no tiene nada que ver con el de los 80. Pensá que, en ese momento, el director era alguien que había puesto la dictadura. Eso ya cambia las reglas del juego”, dice el autor.

Y agrega: “Hay algo de que las obras todavía estén perdidas que refleja un poco lo que pasó con la historia del robo: se perdió, se olvidó, se fundió en un montón de otras historias. Pero cuando te la enterás y venís a ver las obras, se siente algo distinto”.

Imanol Subiela Salvo: "Esta historia pone en evidencia cómo la dictadura usaba el patrimonio público para financiar su plan represivo". (Martín Pisotti)

De todos modos, y a pesar de aquella “espectacularidad” de la que habla Subiela Salvo, la historia que cuenta en Golpe en el Museo va mucho más allá de ser solamente el robo de obras de arte más grande del país.

Además del complejo entramado de los hechos, en los que las torturas y secuestros a trabajadores del museo se mezclan con la guerra de Malvinas y el tráfico de armas, hay un sinfín de peculiares personajes que le aportan matices a este misterio: el juez Norberto Oyarbide -que recuperó los tres cuadros hoy expuestos-, una extravagante heredera alemana, una jueza que se paseaba por los centros clandestinos, el miembro de la SIDE y jefe de la Triple A Aníbal Gordon, y un traficante taiwanés que, al parecer, no existe.

En diálogo con Infobae mientras recorría las salas del Museo Nacional de Bellas Artes, Imanol Subiela Salvo habló sobre el libro, su proceso y todas las aristas de esta historia que, de no ser real, podría parecer producto de una imaginación desacatada.

Portada de "Golpe en el Museo", de Imanol Subiela Salvo, editado por Planeta.

-El libro surge a partir de una nota periodística publicada en 2020. ¿Qué te llevó a zambullirte más profundamente en esta historia?

-En la investigación para Gatopardo había un montón de baches que no me ocupé de llenar. Es una historia compleja pero, al ser una nota, no podía ser tan minucioso por una cuestión de extensión. Cuando se la ofrecí a Leila (Guerriero) me dijo: ‘La historia es muy enrevesada, el desafío es contarla y que se entienda lo que pasó’. Empecé a descartar un montón de cosas para condensar y ahí pensé: con todo lo que está quedando afuera, esto da para un libro.

-¿Por qué creés que este robo de obras de arte (el más grande ocurrido en el país) no es tan conocido?

-El mundo del arte es bastante endogámico y hermético. No es una disciplina como el cine o la música. Imaginate que nuestros artistas más conocidos, tipo Marta Minujín o Antonio Berni tampoco son tan famosos como, no sé, Fito Páez o Lali. Para mí, esa endogamia generó que la historia no se conociera tanto. Por eso es tan difícil saber si hubo más robos a otras instituciones artísticas, ya que las historias de esas instituciones nunca fueron muy contadas.

-¿Qué es lo que te llevó a investigar esta historia que mezcla la dictadura con el arte, una relación tan poco abordada?

-Lo interesante de esta historia del museo es que pone en evidencia cómo la dictadura usaba el patrimonio público para financiar su plan represivo, algo de lo que no se habla tanto porque es tan pregnante, tan salvaje, que termina tapando todo el resto.

-¿Qué desafíos encontraste a la hora de abordar la última dictadura desde esta otra arista?

-La dictadura fue tan sangrienta, tan cruel, que me daba un poco de pudor ponerme declamativo. Basta con mostrar el horror para generar un efecto. Los capítulos que refieren a las torturas contra los empleados son aquellos en en los que más distancia quise tomar. Son llanos en el sentido de que solo enumeran, ya la historia es lo suficientemente horrible como para acentuarla y exagerar un tono amarillista. Me parecía que era mejor hacerlo de una manera más fría. Cuando el sereno se intenta suicidar en la comisaría, por ejemplo, o el capítulo sobre la jueza Laura Damianovich de Cerredo. Yo quería señalar eso y que la gente llegara a sus propias conclusiones. Pasó esto y fijate vos qué te pasa con eso.

"El llamado", de Paul Gauguin, y "Recodo del camino", de Paul Cézanne: las otras dos obras recuperadas. (Museo Nacional de Bellas Artes)

-Este fue el más grande pero, ¿hubo otros robos de obras de arte durante la última dictadura?

-Hubo otro robo en el Museo de Arte Decorativo de Rosario, y acá sí se pudo demostrar la culpabilidad de la banda de Aníbal Gordon cuando encuentran un Goya en el baúl del taxista que era su chofer. Esos son los únicos casos conocidos. Si hubo más robos a otras instituciones, museos o privados, no lo sé... Sí se sabía que la dictadura robaba casas de desaparecidos y las vaciaban. Incluso se ha llegado a demostrar que hicieron negocios inmobiliarios con esas propiedades. Con respecto a las instituciones públicas, si hubo otros robos no lo sé. (Se detiene delante de una escultura de bronce de Roden) ¡Este busto también se lo afanaron! Pero encontraron al ladrón a las tres cuadras. Fue a principios de los 2000. ¡También de la colección Santamarina!

-Y hablando de Aníbal Gordon, ¿qué rol creés que tuvieron él y su banda en el robo al Bellas Artes?

-Estoy bastante de acuerdo con la hipótesis oficial de que la banda de Gordon fue la que se llevó los cuadros en un plan orquestado por la Junta Militar.

Imanol Subiela Salvo: "Es por culpa de trabas políticas que las obras se terminan perdiendo". (Martín Pisotti)

-Hay que mencionar a la misteriosa mujer responsable de la recuperación de las tres obras hoy expuestas.

-Ella, para mí, es la arista más extraña de esta historia. Entró a una galería toda montada, con peluca y con una historia grandilocuente según la cual era una heredera alemana. El juez Oyarbide trató de investigarla pero nunca la encontró. Y ella es uno de los personajes más importantes para empezar a comprender el devenir del robo, ya que nos enteramos de que las obras robadas estaban en Taiwán porque esta mina va a una casa de subastas a decir che, encontré estas obras. Alguien las quería mover.

-Y aun así, a pesar de tener el Estado argentino una punta para la recuperación del resto del valioso botín, el resto de las obras permanecen perdidas.

-Después de que se recuperan las tres pinturas en 2005, Oyarbide manda esta serie de exhortos que Taiwán nunca contesta justamente porque Argentina no lo reconoce como país. Eso generó el desinterés por parte de Taiwán sobre el robo. Ahí queda claro, de alguna manera, que hay cuestiones de implicancia política que marcan el pulso de esta historia. Es por culpa de esas trabas políticas que las obras se terminan perdiendo.

-¿Creés que el resto de las obras podrían llegar a recuperarse algún día?

-Sí, pero solo en la medida que las vuelvan a ingresar en el mercado. De la misma manera que la alerta saltó a fines de los 90 cuando ingresaron en esta casa de subastas inglesa, podría volver a darse algo así. Pero después de todo el lío que hubo, los tenedores de las obras no van a volver a hacer eso.

-¿Y qué imaginas del paradero actual de las obras?

-Que deben estar en alguna casa. Pero no importa dónde están ahora. Lo que importa es que no están acá.

* Golpe en el Museo, de Imanol Subiela Salvo, se presenta este jueves 21 de marzo a las 18 hs. en el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. del Libertador 1473, CABA). La presentación, de entrada libre y gratuita, estará a cargo del autor, que conversará con Malena Rey.

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