En abril de 1473, El juicio final, tríptico del pintor flamenco Hans Memling (1430-1494), fue robado por piratas en un barco que se dirigía de Florencia a Flandes y la lleva a la catedral de Cracovia, Polonia. Durante el 1700, el zar ruso Pedro el Grande exigió la pintura como parte de las reparaciones impuestas a la ciudad y un siglo después, el retablo fue confiscado por las tropas napoleónicas y fue llevado a París.
En 1815, después de la caída del emperador francés, un batallón de la Guardia de Pomerania se lo apropió y lo trasladó a Berlín. La Academia de las Artes de esta ciudad quiso conservarlo y ofreció a cambio una copia de la Madonna Sixtina de Rafael y tres becas para artistas jóvenes de Gdańsk. La oferta fue rechazada y El Juicio Final regresó a Gdańsk al año siguiente.
En 1945, cuando las tropas soviéticas estaban cerca de recuperar la ciudad de las fauces del nazismo, los soldados alemanes escaparon con el tríptico, sumándolo a la inmensa lista de obras saqueadas por Hitler. Al poco tiempo fue recuperado por los aliados y expuesto en el Museo del Hermitage en San Petersburgo. Recién en 1956, El juicio final fue devuelto a Gdańsk, donde puede verse en el Museo Nacional.
Esta fue la primera vez que se documentó el robo de una obra de arte y en las diferentes historias del tríptico se pueden observar las diferentes motivaciones que pueden llevar a la sustracción, porque lo que se conocía como piratería tomó con el tiempo nuevas formas y nuevos nombres, y comenzó a realizarse por encargo, en otras, por goce personal y también para enriquecer el acervo de museos.
Ese es, en gran parte, el recorrido de El lado oscuro del arte. Robos de obras y otros crímenes artísticos, el nuevo libro de la gestora cultural y curadora Evelyn Sol Márquez, en el que, a través de 5 capítulos, se presentan diferentes historias en Argentina y el mundo, tanto de artistas clásicos como contemporáneos, como así también la legislación y las policías específicas, el rol de los museos y la opinión de especialistas en torno al que es el tráfico que más genera dinero en el mundo, después del de armas y drogas.
“La gran mayoría de las obras robadas no se encuentran. Se estipula que se recuperan alrededor del 10%. Algo que me sorprendió muchísimo también es que, en la gran mayoría de los casos, los robos suceden con el museo abierto, con el público dando vueltas. No es como en las películas, en general, que se fuerza la puerta y se entra por la noche, aunque hay de esos también. Suceden tras una distracción de la seguridad, en un lugar que no tiene cámaras, de un instante a otro”, comenta la autora a Infobae Cultura.
El lado oscuro del arte será presentado el 4 de abril en el espacio donde se desarrolla el primer relato: el Museo Nacional de Bellas Artes. Sin dudas, el robo más emblemático de la historia argentina, producido el 25 de diciembre de 1980, en el que se llevaron obras de Matisse, Renoir, Cezanne, Gauguin, Rodin y Degas, entre otros artistas.
“En el robo estuvo el último gobierno militar involucrado. La teoría principal, a partir de las investigaciones, es que fueron los que planearon el golpe directamente, por lo que no era evitable. A los pocos meses del robo la causa se cajoneó, no se habló más del tema y recién se reabrió en los 2000, con el juez Mario Oyarbide. Cuando se empieza a investigar se descubre que estuvo involucrada la Triple A, con Aníbal Gordon como líder, que fue un agente de inteligencia estatal, de la SIDE, y paraestatal, que con su banda se especializaron en este tipo de robos y, con la vuelta de la democracia, estuvieron involucrados en casos de secuestro extorsivo, todo tipo de asesinatos, tráfico de drogas”, cuenta.
Y agrega: “Llegaron a la banda porque habían estado involucrados en otro robo, el del Museo de Arte Decorativo en Rosario en el ‘83, y también en robos en casas de coleccionistas particulares, ya que era una de las fuentes de financiamiento que tenían. Se cree que el robo del Bellas Artes fue para realizar un intercambio de obras por armas”.
Hasta el momento se recuperaron 3 de las 16 piezas desaparecidas, debido a la intervención de Interpol, ya que quisieron revenderlas vía París, metiéndolas ilegalmente en la aduana. “La hipótesis principal de la investigación es que estas obras se encuentran en Taiwán en una colección privada y es muy difícil pensar que alguna vez puedan volver debido a que no hay tratados de intercambio oficiales”, dice la directora de Temporada de Relámpagos, un programa de actividades culturales en el que se realizan, entre otras actividades, visitas a museos y recorridos temáticos por la Ciudad de Buenos Aires.
Entre otros casos se recorre la desaparición de 15 obras de Antonio Berni en un depósito de Carapachay y otro en el Museo de Misiones; el de Xul Solar durante un partido de fútbol del Mundial 2006; el robo a la colección privada del nutricionista de Maradona y 25 piezas del artista italiano Antonio Sassone, como el reciente robo hormiga al Decorativo, y se ingresa en la increíble historia de la familia “mechera” de museos, que se llevaron piezas de seis lugares culturales, como el Sarmiento, el Museo Naval, entre ellas el reloj de Manuel Belgrano en el Museo Histórico, que aún no se recuperó, ya que los integrantes de la agrupación, a pesar de haber sido encarcelados, jamás revelaron el destino de los objetos.
Quizá el más increíble de la banda familiar fue el realizado al Museo de Numismática del Banco Central, con tintes cinematográficos que recuerdan al filme El plan perfecto (2006), dirigida por Spike Lee y protagonizada por Denzel Washington y Clive Owen, en el que un integrante de la banda encontró la manera de quedarse en el espacio tras el cierre y luego se movió a través del túnel de ventilación, para llevarse 531 monedas y 29 medallas.
Otro caso muy curioso es lo que le sucedió a Ariel Cusnir, cuya obra ilustra el arte de tapa del libro: “Es una historia muy interesante, porque se vincula con esta temática desde puntos de vista muy diferentes. Por un lado, él hizo una muestra en un espacio que se llamaba La fábrica, cerca de Plaza de Mayo, para la que hizo una serie de pinturas en las que contaba la historia de unos ladrones que iban a una casa, entraban, se robaban los electrodomésticos, los muebles, y una obra de Quinquela. Podías seguir la historia a través de las pinturas. El día de la inauguración se robaron una de las pinturas, que estaba todavía fresca porque era la última que había pintado un par de días antes de inaugurar. Él pensó durante mucho tiempo que había sido un amigo que le había hecho una broma, y sus amigos pensaban que había sido él. La obra nunca apareció, así que le quedó la serie inconclusa”.
Entre los casos internacionales se encuentran la desaparición del inodoro de oro de Maurizio Cattelan; el caso de “la chaqueta remendada”; los Damien Hirst que “se perdieron en una fiesta”; el famoso caso del Isabella Stewart en Boston, que tiene su propio documental en Netflix, y los casos de dos ladrones que alcanzaron el estatus de celebridades: el neerlandés Octave “Okkie” Durham y el francés Stéphanie Breitwieser.
“Breitwieser es uno de los máximos ladrones de este siglo, robó cantidades descomunales de museos. Su modus operandi era hacerse el distraído, se desentendía de la visita guiada y por ahí algo le llamaba la atención, paraba, se metía el objeto en la ropa y después seguía con la visita. Escribió incluso un libro con sus memorias y después dio entrevistas en televisión. No le interesaba vender las piezas, sino apreciarlas en su casa, era un ladrón sensible”, comenta la también autora de Uno más uno igual a once.
En el libro también se ingresa en el rol de los museos, en las políticas colonialistas y cómo estas, en algunos casos, están siendo revisadas, mientras que en otras, en especial en el polémico Museo Británico, no.
“El Museo Británico tiene el famoso caso de los mármoles del Partenón, que se encuentra en medio de una disputa histórica, pero no es el único país de donde reciben reclamos de devolución de patrimonio. Ellos tienen una política de no restitución, sí de prestar el máximo tiempo posible. Consideran que son como una biblioteca abierta para el mundo, donde los visitantes pueden observar la cultura de países que no visitarían, como los de África y que allí estarían más protegidos que en su lugar de origen, un discurso que con los robos entró en crisis”, explica.
En contraposición, Alemania o Francia sí están devolviendo: “Macron contrató a unos especialistas para que hagan un gran informe para relevar todas las piezas que habían sido robadas y los museólogos, más allá de listar y numerar, recomendaron devolverlas, plantearon que mantenerlas era una cuestión paternalista, porque además en África se están construyendo muchísimos museos con buenas condiciones para exponer. Así que recomendaban hacer copias y exponer a éstas en Francia y devolver los originales. Y en muchos casos lo hicieron”.
En sentido contrario, Márquez, explica, indaga en el caso de China que, según una investigación del reviste GQ, habría lanzado su propia campaña de recuperación de piezas: “China e Italia son los países más saqueados del mundo. China es muy hermética en relación a toda la información que se difunde de su país y hay una hipótesis, presentada GQ y rechazada por el gobierno asiático, en la que se propone que la campaña ‘Tesoros nacionales regresando a casa’ tuvo como fin recuperar piezas que habían sido saqueadas a través de mecanismos ilícitos”.
“Enviaron funcionarios públicos, que se dedicaron a viajar por los museos del mundo, para registrar piezas que les pertenecían. Y después de ese inventario, misteriosamente empiezan a suceder robos en museos en Noruega, en Suiza, en Francia, y en importantes colecciones exclusivamente de piezas de origen chino. Como tienen una legislación muy diferente, de alguna forma consideran que es algo justo, porque son cosas que les pertenecen y que fueron robadas por ejércitos extranjeros. Igualmente siempre negaron que hayan estado involucrados, por supuesto. Además, aparecieron al mismo tiempo muchos coleccionistas chinos, que antes no había, muy interesados en recuperar la historia de China a través de sus objetos. De hecho, hay una película en desarrollo, The Great Chinese Art Heist con producción de Warner y dirección de Jon M. Chu, que estará centrada en esta historia de recuperación de piezas a gran escala”, dice.
La autora explica que vender una obra de arte robada no es nada sencillo, aunque no sucede lo mismo con las piezas paleontológicas y antropológicas, los huesos de dinosaurio, los meteoritos y elementos de pueblos originarios, que se roban tanto de museos como de sitios protegidos.
“Lo más difícil no es robar las obras, sino saber a quién vendérselas. En términos generales, hay dos tipos de ladrones. Primero, el oportunista, que entra a robar a un lugar y ve una pieza que piensa valiosa y se la lleva, pero después no sabe dónde colocarla. Entonces por ahí termina una casa de antigüedades o tratando de negociar y terminan atrapándolo. Y están los especialistas, que en general tienen el comprador antes de robar la obra”, sostiene.
“Interpol asegura que lo más importante es que apenas suceda el robo circule la información, la imagen. Las primeras 72 horas son absolutamente fundamentales, porque lo primero que se busca hacer es sacarla del país. En Argentina, más que de arte hay mucho robo paleontológico y antropológico y si bien existe un formulario que galeristas y anticuarios deberían llenar con la proveniencia de las piezas que compran, como no es obligatorio, casi nadie lo cumple. Si estuvieran obligados a hacerlo, sería una herramienta importante para cortar con el tráfico porque eso terminaría con la parte del comercio”.
*El lado oscuro del arte será presentado el 4 de abril en el auditorio del Museo Nacional de Bellas Artes, a partir de las 18.