Es verano, y el calor se hace sentir en la tarde del domingo porteño. Sobre la calle Mario Bravo, en el barrio de Almagro, se prolonga la fila de espectadores –muchos de ellos, agitando abanicos– que poco a poco irán colmando la sala del teatro El Tinglado. Mientras cada uno va ocupando su butaca, desde el escenario despojado acompaña una suave música de jazz que proviene del piano ejecutado por el músico Gabo Illanes.
Y la cita promete, porque quien convoca es una artista tan singular como ecléctica. Actriz, cantante y autora de su unipersonal, quienes nunca antes la habíamos visto en escena al menos sentimos curiosidad por conocer algo más de esta mujer que, desde las fotos de promoción de su espectáculo, nos mira a través de sus gafas oscuras, enfundada en animal print, calzando tacones y en una actitud decididamente desenfadada.
Alex Pandev, glam y magnética, nos advierte que la vida no viene sola. Y la sala llena del teatro aguarda a que ella se explaye y nos explique por qué. Mientras los más rezagados terminan de silenciar sus celulares, con las luces aún encendidas, Alex ingresa corriendo por el pasillo hacia el escenario, con su largo pelo negrísimo flameando, vociferando “perdón, perdón por la demora”. Y entonces, al escuchar su voz, conocemos algo más de ella, porque su acento francés es inocultable, aunque hable con naturalidad un castellano rioplatense, arrabalero.
Lo que sigue es un despliegue de carisma, brillo y encanto.
El personaje que tenemos delante, con la fragilidad de sus sentimientos a flor de piel, sin carecer por eso de importantes dosis de ironía, humor y una actitud avasallante, se presenta como “una chica enamorada del amor”. “Siempre. Aunque no-hay-plata”, agrega, con un guiño, en alusión al latiguillo que hostiga a los argentinos desde hace un par de meses.
Intensa y apasionada, esta chica enamorada del amor empieza a revelar detalles de la relación con su hombre, al tiempo que se dirige a él mirando a un costado del escenario –no hay nadie ni nada en ese rincón, pero gracias a su relato podemos forjarnos una imagen del destinatario– y le dice sentidamente “te amo, te amo, te amo”.
Lo que describe es un vínculo muy desigual marcado por la devoción incondicional de ella y la pertinaz indiferencia y descuido por parte de él. Irónicamente, a ese hombre le dedica su interpretación de “La vie en rose”, cuya letra habla de un romance idílico.
Alex Pandev, con su humor picante y atrevido, invita así a reflexionar acerca de la dinámica actual de las relaciones heterosexuales. El espectáculo, un relato mordaz de las desventuras sentimentales de una mujer del siglo XXI, usuaria de las aplicaciones de citas, irá entrelazando esas historias con canciones –en francés y en castellano– que también hablan de distintas experiencias amorosas, como el infaltable “Ne me quitte pas”.
Porque su unipersonal es también un concierto, y ella, una cantante magnífica: su capacidad interpretativa hace de su gran caudal de su voz un potente transmisor de emociones –merece destacarse su versión de “Balada para un loco”–.
Y es que “si la emoción no llega, no es teatro”, sentencia Lía Jelín, quien aportó su mirada a La vida no viene sola. “Yo ya había dirigido Confesiones de mujeres de 30, una obra que también hablaba de los conflictos y los problemas que enfrentaban las mujeres para encontrar su media naranja, un compañero para tirar juntos del carro. Algo que se hace difícil, entre los sometimientos, los mandatos, y los deseos de libertad y empoderamiento de las mujeres”, recuerda.
En el caso de la obra de Alex Pandev –protagonista y dramaturga de su unipersonal–, “ella ya tenía armado el espectáculo. Lo valioso de esta obra es que no es un mero stand up, donde se presenta un relato sin que el actor se sienta afectado, sin entrega emocional. Por el contrario, Alex tiene una gran fuerza vital, algo que no muchos tienen”, agrega Jelín en diálogo con Infobae Cultura.
Su aporte principal a La vida no viene sola tuvo que ver con el empleo del espacio: “Yo soy coreógrafa y fui bailarina, y conozco el espacio escénico, que es circular, es cósmico, como el espacio en la vida. Mi indicación fue que aproveche el espacio con mayor interés, no siempre de frente al público, que aproveche los desplazamientos y los diferentes perfiles, porque de esa manera se crea un metalenguaje”.
“Fue un placer muy grande trabajar con ella –resume Lía Jelín su experiencia–, tiene un charme único, es muy atractivo trabajar con alguien así. Ella absorbe todo, nada de lo que le digo cae en saco roto, y eso es un placer infinito: lo que le das lo vuelve fuerza vital, y ahí se produce el hecho artístico”.
La música del espectáculo es del percusionista cordobés radicado en París Minino Garay y de Nury Taborda, y el arte visual de Sophie Veber.
* La vida no viene sola se presenta los domingos a las 18 hs., hasta el 24 de marzo. A partir del 28 de marzo, las funciones se realizarán los jueves a las 20:30 hs. en el Teatro El Tinglado, Mario Bravo 948 (Ciudad de Buenos Aires).
[Fotos: Pablo Scavino; Nacho Lunadei]