Mauricio Wainrot: “Los artistas debemos ser siempre contestatarios”

Tras quince años de ausencia, el coreógrafo revive la emblemática obra “Carmina Burana” en el Teatro Colón, prometiendo una temporada 2024 de inolvidable belleza y intensidad

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Mauricio Wainrot, dedicado toda su vida a la danza (Nicolas Stulberg)
Mauricio Wainrot, dedicado toda su vida a la danza (Nicolas Stulberg)

“Yo, a un bailarín, no le pido nada más que algo que tenemos que tener todos los artistas: sinceridad”. Mauricio Wainrot habla con la experiencia de alguien que ha dedicado su vida a la danza. Tiene 77 años y, más allá de algún dolor que lo obliga a sentarse o a moverse con un poco más de lentitud, da la impresión de que podría seguir así hasta el último día.

Wainrot es el encargado de abrir la temporada 2024 del Teatro Colón: hace semanas que vienen ensayando para reponer, luego de quince años, Carmina Burana —la pronuncia Carmina, acentuada en la sílaba grave, como si fuera una estrategia de separar aún más su versión de los poemas originales que estaban en latín y se acentuaban en la primera a esdrújula—. Los cánticos hablan del gozo de la vida, los placeres terrenales, el amor carnal, el goce de la naturaleza; Wainrot, sin embargo, no se ató a las palabras sino que partió del espíritu y la musicalidad de los textos. La suya fue una exploración de las emociones, las sensaciones, el rito, las voces.

Carmina Burana, la obra que inicia la temporada 2024 en el Teatro Colón (Luis Falduti)
Carmina Burana, la obra que inicia la temporada 2024 en el Teatro Colón (Luis Falduti)

La puesta de Carmina Burana es enorme en la que intervienen todos los cuerpos estables del teatro. Con la música de Carl Orloff, compuesta en 1936, participan el ballet y el coro del Teatro, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, también el Coro de Niños del Teatro Colón. Los primeros bailarines son Federico Fernández y Juan Pablo Ledo; los solistas, Omar Urraspuro, Camila Bocca, Ayelén Sánchez, Dalmiro Artesiano, Jiva Velázquez. La fecha elegida, además, es especial, porque no sólo abre la temporada sino que festeja los veinticinco años de su estreno: Wainrot la montó por primera vez en 1998 —más precisamente el 8 de octubre del 98— con el Royal Ballet of Flanders, el ballet de Bélgica.

“Es una gran emoción”, dice ahora Mauricio Wainrot en diálogo con Infobae Cultura, “porque además el Colón es el lugar donde yo estudié”. Wainrot llegó al ballet a punto de cumplir 20 años, una edad avanzada para comenzar una carrera como esta. Estudiaba en el Teatro Payró y casi por casualidad empezó a estudiar danza y no tardó en mostrar todo su talento. Poco después llegó al Colón. “Teníamos clase todos los días a las 7.30 de la mañana”, dice, “y teníamos un maestro extraordinario, Basile Dupin, que era el primer bailarín del Colón, y aunque terminaba las funciones a cualquier hora, a las 7.30 estaba ahí esperándonos”. Después vinieron las obras, los viajes y la propuesta de Kive Staiff para dirigir el Ballet Contemporáneo. “Me acuerdo que estaba bailando en una obra que se llama Reflejos, que empezaba conmigo al costado, y había unos espejos arriba por donde pasaba la luz de las luminarias y escuchaba ruidos y pensaba que no podía bailar y concentrarme en lo que tenía que hacer como director. Ahí decidí que no iba a bailar más”.

"Tenemos que saber lo que estamos haciendo", afirma Mauricio Wainrot sobre la danza (Nicolas Stulberg)
"Tenemos que saber lo que estamos haciendo", afirma Mauricio Wainrot sobre la danza (Nicolas Stulberg)

Y entonces dice aquello de la sinceridad: “Tenemos que saber lo que estamos haciendo. Es muy común que los bailarines no se miren, que tal vez a otros coreógrafos no les importa, pero para mí es fundamental. No puedo tener la mirada vaga si estoy haciendo ‘La corte del amor’ de Carmina Burana, donde hay mucha sensualidad, mucha sensibilidad, y una respiración en un unísono”.

¿Cómo es la puesta de Carmina de este año?

—Es la de siempre. La escenografía y el vestuario son los de Carlos Gallardo, que son magníficos. Carlos murió hace quince años. Carlos era un gran artista plástico. Fue el creador de la carrera de Diseño Gráfico en la UBA. Estuvo a cargo del diseño gráfico del San Martín. Trabajamos juntos en por lo menos 45 o 50 compañías. Yo seguí con sus trabajos y tengo todos los derechos de escenografía y vestuario de las obras.

¿Cuánto cambió desde la primera vez en Bélgica a la que se presenta ahora?

—Nada. Lo que pasa es que, tal vez, ahora los bailarines son mejores que hace veinticinco años, en tanto que son atletas y que antes había un Nureyev y hoy hay cincuenta. Bueno, no hay muchos solistas que hagan lo que hacía Nureyev. Pero ahora hay una cosa como de bajar los tiempos en las olimpíadas. La gente es más fuerte, más veloz.

Carmina Burana vuelve al Teatro Colón con una puesta épica (Arnaldo Colombaroli - prensa Teatro Colón)
Carmina Burana vuelve al Teatro Colón con una puesta épica (Arnaldo Colombaroli - prensa Teatro Colón)

¿Entonces es una cuestión atlética?

—Yo no trabajo con —y no lo digo peyorativamente— el “circo”. No trabajo solo con la técnica de un bailarín, sino que trabajo con las emociones, con el tacto, el olfato, el gusto. Todo tiene una relación; no es lo mismo el lugar donde uno está bailando o si es de día o de noche.

¿Por qué no se basó en los textos goliardos de Carmina Burana para la obra?

—Porque hubiera sido como hacer “En el campo las espinas y en el cielo las estrellas”. Era como reiterar lo que los cantos ya estaban diciendo. Yo no sé qué dicen ni quiero saberlos. No me interesa saber qué escribieron unos monjes vagabundos del siglo XII, más allá de su historia. El que se basó en eso para hacer la música fue Carl Orloff, yo busqué una interpretación más libre. Yo creo que los artistas somos lúdicos, si no estamos jugando con un rompecabezas, estamos jugando con autitos. ¿Dónde estoy parado ahora? Aprendí de todo lo que veía y admiraba y de la gran libertad que me dieron mis padres.

Mauricio Wainrot y su filosofía en la danza (Nicolas Stulberg)
Mauricio Wainrot y su filosofía en la danza (Nicolas Stulberg)

Hace unos meses lo declararon ciudadano ilustre de la Cultura en la Ciudad de Buenos Aires. No es el primer reconocimiento que recibe, por supuesto, pero ¿cómo vivió este?

—Como una responsabilidad muy importante. Estoy muy agradecido a la a la Legislatura. Últimamente he tenido muchos problemas físicos por una cadera que me operaron, pero igual soy una persona agradecida a la vida y a todo lo que pude hacer. Estoy muy agradecido a todos mis maestros. Cuando me ofrecieron este reconocimiento yo dije “Por supuesto que sí”. He ganado premios del Fondo Nacional de las Artes, del Consejo de la Danza, gané cuatro veces el APES en Chile, fui dos veces finalista del Premio Benois de la Danse, que da el Bolshoi y es como el Oscar de la danza. No lo gané, pero ya haber sido finalista era el mismo premio. También gané el ACE por Un tranvía llamado deseo. Estoy muy, muy agradecido. Pero eso no significa que haya llegado a ningún lado. Yo siempre quiero seguir. Mi alma necesita seguir trabajando y seguir creciendo.

Con la nueva gestión presidencial y la situación económica de la Argentina, ¿cómo cree que afecta a la cultura?

Los artistas debemos ser siempre contestatarios. No puede haber artistas que hagan publicidad de un gobierno de una determinada idea política. Y tengo simpatía por este gobierno, pero no me gustan los términos violentos con los que se maneja. Argentina ha sido siempre un país de maravillosos creadores, maravillosos artistas. Yo quiero que se diferencie la cultura y el espectáculo. Hay una gran diferencia, y no lo digo peyorativamente porque a mí también me interesa hacer espectáculos comerciales y ganar dinero. Pero la cultura es un hecho que no tiene precio. Y este gobierno, como todos los demás, tiene que verlo de esa manera.

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