
y vibrante
caliente
llena de fuegos
viva
con una vida ávida de traspasarse
La piel, Idea Vilariño
Cualquier profundidad arranca por la piel. Lo que se ve, lo que se toca, lo que se figura y se desfigura nombra otros lados, hundidos, oscuros, incomprensibles y sin embargo ahí. Al alcance de la mano. Imaginemos una superficie: blanda, dura, tierna, ruidosa, fácil de vulnerar, impenetrable. Siempre puede abrirse un tajo, una hendidura, una ventana milimétrica, un portal. A lo arcano, a lo más banal y repetido, a dimensiones sensoriales, afectivas, metafísicas. Que existen más allá. Y más acá, por supuesto. Para acceder a otra persona, a nosotros mismos, al inconsciente, al mundo natural, al reino de las cosas, se empieza por la dermis, por algún tipo de dermis. Líquida, sólida, efervescente, sucia o ideal.

Cosmética, esta aventura pictórica fanática del oficio y de la experimentación de Martín Pelenur, pone en juego la materia prima de la plástica y el sentido mismo de la mirada. Cosmos, de ahí el nombre de esta acción, pondera el orden astral pero también el caos en el reverso, sugiere lo infinito y a la vez lo más efímero y palpable, contrasta lo prístino y limpio junto a lo misterioso y opaco. La pintura, en este proyecto, se revela como una técnica de mil variantes que trae al mundo gestos, colores, texturas y formas inscriptas en su pura sustancia.
Así, el Arte, ese anchísimo mar que llamamos arte, en mayúscula pero sobre todo en minúscula, apuesta al movimiento recreando todo lo que hay, todo lo que siempre hubo. El mismísimo pigmento y sus derivas ocupan acá el centro de la escena. Se trata de sacudir soportes y exponer en primer plano, crudo y sin más vueltas que la mutación, el propio material convertido en absoluto, make up de sí mismo, capa tras capa. Una invitación alegre a la escucha y la reinterpretación.

Pelenur interviene y se divierte en esta senda. Abrazando y bufoneando el oficio del pintor, manipulando métodos y lecturas. Estas láminas sobre las que se inscriben posibles grafías, pliegues, grietas, paisajes, nervaduras, mensajes venidos del futuro, papiros enviados desde algún origen lejanísimo, sugieren consignas, manifiestos, músicas y silencios, llenas de amor y de asombro. Cóncavos, convexos, colgados y estirados, lienzos sin lienzos, estos trabajos se suspenden y conviven asomándonos a un abismo muy cercano en el reflejo de todo lo que puede caber en un pedazo de piel.
[Fotos: prensa Walden Naturae]
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