Con una intensa agenda que incluye una performance en tres tiempos y una charla en el Malba, la performer colombiana María José Arjona desplegó Aquello que transcurre fuera de lo perceptible, un trabajo que se centra en el archivo, las relaciones de poder y lo imprevisible y se da en el marco de la segunda etapa de la Bienal de Performance 2023 que arrancó esta semana y estará vigente hasta el 16 de marzo.
Invitada internacional de este evento, Arjona (Bogotá, 1973) propuso en Aquello que transcurre fuera de lo perceptible una performance en tres momentos y acceso gratuito en el espacio Nos en Vera (Vera 1350, CABA), cerrando su participación en una charla este viernes 23 a las 18 hs. en el auditorio del Malba, con inscripción previa.
El primer momento se inició con “Aparición”, paradójicamente en solitario, y continuó con público el miércoles bajo el título “Ruina”, y culminó el jueves con “Revelación”, incorporando, además, un espacio de conversación. “Amo el cuerpo, soy una gran enamorada del cuerpo, de las posibilidades, de las dificultades de hacerse a un cuerpo, pero también de la gran potencia en esa misma incertidumbre de cuando aparece un nuevo cuerpo. Creo que ese es mi lugar”, define ella.
Formada en danza contemporánea, pero práctica que tuvo que dejar por una lesión, egresó de la Academia Superior de Artes de Bogotá en un tiempo donde los estudios de performance no estaban instituidos como disciplina. Allí, desde la teoría y un texto sobre Fluxus descubrió investigando la obra “Ritmo 0″ (1974) de Marina Abramovic, la pionera de la performance, lo que definió su camino.
Arjona lleva 25 años trabajando con performance en galerías, bienales y museos del mundo, y participa como invitada del programa de investigación en estudio de performances de la Tisch University de Nueva York además de haber ganado el Fellowship DAAD en Berlín (2023-2024). Además, como performer participó en la actualización de las obras de Abramovic en el marco de la retrospectiva del MoMA de Nueva York en 2010.
El interés de Arjona por el archivo y los museos en cuanto arquitecturas de poder la llevaron a desarrollar un diálogo especial en el marco de otra retrospectiva, pero en España, denominada “María Teresa Hincapié. Si este fuera un principio de infinito” (2022), realizada en el Macba de Barcelona, donde presentó “el performance” -como nombra su práctica- “En silencio pero juntos”.
¿Qué dificultad representó pensar la performance para Buenos Aires? “Pienso que la dificultad es cristalizar todo con el cuerpo, es el gran reto siempre, como traducir, encarnar el conocimiento a través del cuerpo para lograr algo. Esa dificultad es el lugar más potente” que “es el comienzo de algo, una conversación, algo que “tiene un grado de incertidumbre enorme, muy arriesgado, porque podría haber presentado un trabajo que sé que va a funcionar”, explica.
La artista de obras extendidas en el tiempo tiene un interés especial por la noción de archivo y la problemática del ingreso del arte vivo (la performance) a las colecciones de museos, la actualización de las obras, así como la incertidumbre y el sentirse parte, por supuesto el contexto que enmarca la vida y la construcción colectiva, el poder, entre otras cuestiones. Pero también rescata, durante la entrevista, el sentido de la fuga (el esclavo que sueña con la libertad y al conseguirla vuelve a estar en una “estructura”) planteado por el poeta y pensador afroamericano Fred Moten.
“Tengo una gran necesidad de fugarme siempre, eso se ve en mi cuerpo de trabajo, no me caso con una sola línea de pensamiento ni con una idea o concepto, mi trabajo nunca es igual o permanece en las mismas líneas estéticas”, sostiene.
La artista cuenta qué está haciendo “una investigación con el departamento de estudios en performance en el Tisch University de Nueva York en un contexto de acontecimientos históricos en relación con las guerras” y afirma que viene de un país que ha estado “en guerra por mucho tiempo”, con lo cual su estudio sobre la “noción de archivo” aborda su preocupación en entender “qué sucede con las obras de artistas que trabajan con las artes vivas o el cuerpo al entrar a las colecciones de grandes instituciones”. En ese sentido, se pregunta: “¿cómo se colecciona la danza, la performance”, o se colecciona la documentación de eso como objeto.
Para Arjona, la forma de preservar las obras se relaciona con “poder visibilizar cierto tipo de procesos en determinados momentos, quién los visibiliza o quién no puede hacerlo, eso implica una estructura de poder concreta”. E indica que esto le “interesa con relación al acontecimiento histórico”, cuando “en un momento hay cuerpos que se vuelven visibles y todos salimos a las calles y marchamos y protestamos, pero al pasar otros hechos en otros lugares que desconocemos, no vemos, pareciera que no hay que movilizarse”. Y como ejemplo apunta: “En Colombia llevamos 50 años de violencia, vamos poniendo millones de muertos y marchamos de vez en cuando, pero la marcha es después de la mortandad”.
Entonces, “¿cuáles son las condiciones para que algo se vuelva visible y tengamos la capacidad de movilizarnos y eso aparezca contundentemente en el mundo?”, y por otro lado, “¿cómo en otros momentos la invisibilidad es mucho más violenta?”, inquiere. La invisibilización responde a un “archivo histórico universal” que marca la estrecha relación del conocimiento con el poder, siguiendo al filósofo francés Michel Foucault, porque asegura que “el poder visibiliza cuerpos para los que se garantizan derechos y para los que quedan invisibilizados no”.
Es interesante “ese lugar de lo invisible, cómo sucede y cómo pasa fuera de nuestro campo de percepción” como si no sucediera, y propone “hay que acordarse que esto está pasando aunque no se lo vea, y para poder percibirlas tengo que abrir el archivo, y toca (entonces) irrumpir en estos para poder introducir esos lugares espacios en los que podamos empezar a amasar otras verdades, otras posibilidades”.
Acerca de su presentación en la Bienal indica: “Me interesa hacer algo que sin ser visible al espectador deje rastros, provoque (la sensación) de algo que pasó, pero como gesto, en el espacio”, refiere sobre el primer momento del proyecto. Y al entrar “el espectador, vea y perciba que algo ya pasó” pero lo haga desde la “actualización” del suceso con lo que queda ahí. Para ello se vale de grandes objetos desechados, fuera “del sistema del capital”, en desuso, que “responde a otras necesidades”, que pertenecieron a un hospital, una escuela o una casa con los que interactúa. “¿Qué nos pasa a los humanos cuando ya no podemos comprar algo, cuando no lo podemos usar más porque esta en el lugar del deshecho?”, lanza.
“No quiero legitimar un legado”, esgrime Arjona, en cambio, propone “que a través del espíritu en ciertos trabajos pueda ser reactivado en el futuro”, no como repetición “sino desde los aspectos que no fueron visibles en su momento”. Se trata de una nueva dimensión temporal que permite desde otro presente de la performance “volver a hablar” de algo “que quedó atrapado” y es traído y actualizado ahora, porque “las ideas de hace 50 años eran vigentes en esa época, pero no en el mundo de hoy”. “El pensamiento tiene que ser flexible al igual que el archivo, y para que un archivo lo sea hay que hacer un ejercicio hacia el interior de la práctica personal”, explica.
Así, para la performance “recoge” muchos elementos de trabajos anteriores para realizar estos tres tiempos y compartirlos, y abre algunas preguntas: ¿cuáles son los dispositivos que necesitamos construir desde las prácticas que trabajan con el cuerpo para que surjan estos espacios de apertura en los archivos institucionales? ¿cómo se inserta el cuerpo ahí? Sin respuesta, le preocupa que su trabajo quede congelado “en una foto o en una documentación” que nadie vea, “porque además” su “obra y trabajo y práctica es de larga duración”, apunta.
De gran relevancia es reconocer “el ADN de las piezas”, porque “existe un recorrido que tenemos que poder reconocer”, pero “también tenemos que poder hacerlo de otra manera. Lo que no puede pasar es que por la forma no podamos actualizar las ideas y los cuerpos”, enfatiza.
La incertidumbre es otra arista presente, un lugar desde el que reconoce que no hay nada tan absolutamente claro, contundente y cierto, porque a la vista del proceso histórico, “qué permite pensar que se tiene un lugar de tranquilidad en el mundo, ni siquiera desde el conocimiento se permite esto, porque lo entendemos como algo rígido y resulta que es una fibra flexible y adaptable y tiene que ser capaz de amasar diferentes verdades en diferentes momentos, y ojalá eso conduzca a un espacio en el que el cuerpo empiece a ser un puente para interactuar e interactuar con el mundo y no en el mundo”, expresa desde un deseo menos antropocéntrico e invita a “tejer estructuras horizontales con toda forma de vida”. Testigo de eso fue Línea de Vida (2019) como resultado de su trabajo con lobos de mar en Galápagos que presentó en arteba.
La experiencia de Arjona en la BP.23 —que tendrá su gran cierre con Marta Minujín el 16 de marzo en el Puente de la Mujer y es organizada por la Fundación Babilonia— tendrá su espacio en la muestra “El cuerpo como archivo” que inaugurará la galería Rolf Art (Esmeralda 1353, CABA) el martes 27 de febrero a las 18, y podrá visitarse hasta el 29 de marzo.
Fuente: Télam S. E.
[Fotos: Downes Florencia para Télam S. E.]