Julieta Ortega: el teatro “como ceremonia religiosa” y una vida para ser vivida

A propósito de “La fuerza del cariño” que protagoniza junto a Soledad Silveyra y Osvaldo Laport, la actriz disecciona su personaje y repasa su trayectoria profesional e historia familiar. “Hago muchas cosas con perfil creativo, pero que no siempre relacionadas con mi profesión”, afirma

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Julieta Ortega habla de “La fuerza del cariño”, sus experiencias en cine y teatro, y la posibilidad de dirigir una película

James L. Brooks tuvo el mejor debut posible en la dirección. A los 43 años firmó su primer largometraje, La fuerza del cariño, y consiguió resultados que ni siquiera había soñado cuando empezó con el proyecto: una gran explosión en la taquilla (la película costó 8 millones de dólares y recaudó en todo el mundo 165) y cinco premios Oscar de un total de once nominaciones. Lo logró con una historia muy sensible, que hizo llorar a muchísima gente –entre ellos a uno de los protagonistas, Jack Nicholson, apenas leyó el guion, según él mismo confesó–, pero que también incorporaba a la fórmula una dosis de humor necesaria para capear ese temporal de lágrimas.

Las emociones más fuertes de este film basado en una exitosa novela publicada en 1975 –Terms of Endearment, de Larry McMurtry– provienen de la dinámica cambiante e intensa de la relación entre Aurora Greenway y su hija, Emma Greenway Horton. Un vínculo atravesado por las obsesiones y la desmesura que más allá de la propia ficción también se reflejó en la tirante relación que mantuvieron en el rodaje las actrices a cargo de los papeles, Shirley MacLaine y Debra Winger.

La fuerza del cariño tuvo una secuela estrenada en 1996 –con MacLaine y Nicholson, pero sin Winger– que fue un fracaso comercial y también sufrió el desprecio casi unánime de la crítica. Y una versión teatral lanzada en el circuito off Broadway en 2016, con Molly Ringwald como Aurora y Hannah Dunne como Emma.

La versión argentina de La fuerza del cariño, adaptada por un dúo con larga experiencia en ese terreno (Federico González de Pino y Fernando Masllorens), llegó al Multiteatro Comafi en enero de este año, con Soledad Silveyra en el papel que originalmente encarnó MacLaine, Osvaldo Laport en el rol del astronauta retirado Garret Breadlove que compuso Nicholson y Julieta Ortega como Emma.

Julieta Ortega junto a Soledad
Julieta Ortega junto a Soledad Silveyra en la versión teatral de "La fuerza del cariño" que están presentando en Buenos Aires

Para Julieta, la convocatoria fue una sorpresa agradable. “Es que de verdad es una película que llevo en el corazón –dice ella–. Me gustó mucho en su momento, y ahora la volví a ver varias veces mientras preparaba el personaje para esta obra y esa devoción se mantuvo. Hay una escena en particular que siempre me conmovió, cuando Emma –ya internada con su salud ya muy deteriorada y un pronóstico poco alentador– habla con sus hijos. Si tengo que hablar de escenas de la historia del cine que me hayan marcado, seguro que la incluyo. Así que estar haciendo este papel tiene un significado muy especial para mí. Y también me interesó especialmente que sea en teatro, donde tengo menos recorrido que en cine y televisión”.

La adaptación que en su momento hizo Dan Gordon para la obra estrenada en Estados Unidos siguió muy de cerca al guion de la película. Y esta versión argentina mantiene esa misma línea: los memoriosos que hayan visto el film de Brooks en cine o plataformas de streaming reconocerán esas huellas en más de una escena. Este mismo cineasta, que hoy tiene 84 años, metería otro bombazo en 1997 con Mejor… imposible, un boom de taquilla con una actuación consagratoria de Nicholson, pero esa es otra historia.

Corina Fiorillo, directora de la puesta que ahora está en cartel en la calle Corrientes, acentuó los pasajes más divertidos de esta ficción aprovechando la frescura de Solita Silveyra. Y naturalmente puso el foco en los vaivenes de una relación estrecha, cálida, pero en muchos momentos también tormentosa entre dos mujeres que, de algún modo, parecen obstinadas en controlarse mutuamente.

“Creo que mi personaje es el más tierno –asegura Ortega–. La Aurora de Solita muchas veces es cruel, feroz, pero también provoca muchas risas en el público. Al principio me costó un poco interpretar a Emma porque es un personaje muy liviano, muy alegre, incluso cuando se enfrenta a un problema como la infidelidad de su marido. Y yo soy una persona más melancólica y sobre todo más seria. Ojo, suelo ser muy estable emocionalmente, pero para entender eso tenés que conocerme bien. Lo primero que me dice la gente que no me conoce es que soy muy seria, muy impenetrable. Yo no me siento así, pero evidentemente transmito eso. Se me percibe así, me sienta como me sienta”.

"Este papel tiene un significado
"Este papel tiene un significado muy especial para mí", dice Julieta Ortega sobre "La fuerza del cariño"

—¿Tomaste como referencia al trabajo de Debra Winger para armar al personaje y conseguir esa liviandad de la que hablás?

—Sí, aunque somos actrices muy diferentes. Debra Winger es una actriz fenomenal, sin dudas de las mejores de su generación. De pronto decidió trabajar mucho menos, elegir sus papeles con mucho cuidado. Hay un documental muy bueno que cuenta parte de esa historia, Searching for Debra Winger, dirigido por otra actriz, Rosanna Arquette. Estuvo nominada a un Oscar por su trabajo en La fuerza del cariño, pero aunque merecía ganarlo no se lo dieron. Yo observé mucho su laburo en la película y tomé prestadas varias de sus posturas corporales, por ejemplo. Igual, suelo meter en una licuadora muchas cosas distintas cuando construyo un personaje. A mí me preocupaba especialmente que el personaje diera esa sensación de andar liviana de la que hablaba antes. Tengo amigas que son así: más libres, menos acartonadas, más niñas, digamos. En ellas pensé también cuando preparé este papel.

—Decías que trabajaste menos en teatro que en cine y televisión. ¿Te gusta cuando lo hacés o sentís mucho la exigencia?

—Bueno, es cierto que el teatro te exige un nivel de compromiso muy especial.

Hacemos funciones de martes a domingos, y los fines de semana son dos por día. Estoy a contramano de casi todos, porque mis días libres mientras hago esta obra son los lunes y los martes. Me pierdo muchos planes de amigos, pero obvio que vale la pena. Yo entro en una cuando hago teatro. Antes de estrenar me hago chequeos médicos, me mido la presión y me cuido en las comidas antes de las funciones, no esfuerzo la voz, trato de estar bien hidratada… Es una especie de sacerdocio que, la verdad, no es lo más divertido del mundo. Pero me gusta. Y noto que ya se me fue el miedo. Antes le tenía un respeto enorme al teatro. Unas semanas antes de estrenar la pasaba realmente muy mal. Ahora eso no me pasa más. Hasta marzo del año pasado estuve haciendo Perdida mente con José María Muscari y ahí ya me sentía mucho más segura. Llegué al estreno de La fuerza del cariño contenta y muy confiada

"Observé mucho el trabajo de
"Observé mucho el trabajo de Debra Winger en la película para componer el personaje", cuenta Julieta Ortega

—¿Pasaste por momentos de más dudas en el proceso de ensayos?

—Siempre hay momentos de dudas. Y los actores y las actrices solemos ser personas inseguras de por sí. Muchas veces no sabemos si lo que tenemos para ofrecer sirve o no. Pero esas pequeñas zozobras quedan para el período de ensayos. Ya con la obra estrenada, me siento bien plantada, segura de lo que estoy haciendo.

—La fuerza del cariño es una pieza dramática, pero también con muchos momentos en los que aflora el humor. ¿El público se ríe en los lugares donde imaginabas cuando ensayaban la obra?

—Más o menos. También se ríen en momentos de la obra en los que yo no lo esperaba. Hay cosas que yo pensaba que eran graciosas y la gente a lo mejor no se ríe con eso. Y viceversa… Solita tiene mucho teatro encima, y sobre todo mucha comedia. Su timing es admirable. Entonces aprendo mucho con ella en el escenario. De repente la gente se rió con algo que improvisó ella en la tercera función y eso quedó en la obra. Esa rapidez mental para saber dónde meter un chiste cuando quizás no sea lo más esperado es propia de alguien que sabe mucho del género como ella. Habíamos trabajado juntas en televisión, pero nunca en teatro. Y con Laport no habíamos hecho nada juntos. Y lo cierto es que estoy muy feliz con la experiencia porque la pasamos muy bien. El teatro tiene algo de ceremonia religiosa. Así como es sacrificado, no se puede comparar hacer una obra con llegar a un estudio de televisión a la mañana temprano, hacer un par de escenas y volverte a tu casa.

"El teatro tiene algo de
"El teatro tiene algo de ceremonia religiosa", dice Julieta Ortega

—¿Seguís viendo la película para descubrir algunos recursos de la actriz que hizo el papel que estás haciendo vos ahora en la obra?

—No, ya paré (risas). La vi muchas veces durante el proceso de ensayos, pero en un momento Solita me dijo “¡Basta, largá la película ya!” porque cada vez que tenía un conflicto con una escena, yo iba a la película pensando que ahí estaba todo lo que necesitaba saber. Y me di cuenta de que no tanto. Porque en el cine podés apelar a sutilezas que en el teatro no te sirven. El teatro es un gran plano general, no hay primeros planos ni planos detalle. Hay menos espacio para las sutilezas.

—¿Cómo te sentís respecto de la época en la que empezaste? ¿Es todo progreso o también detectás vicios o repeticiones en tu trabajo?

—Creo que debería seguir tomando cursos. Yo estudié muy intensamente durante tres años –de los 20 a los 23– en el Actor ‘s Studio de Los Ángeles y después ya me vine a trabajar a la Argentina. Cuando no trabajo como actriz, leo libros, veo cine, tanto documentales como ficciones, hago un podcast con amigas (Las cosas que no salieron como querías, que se encuentra en el canal Blender de YouTube, con su hermana Rosario Ortega, Ana Paula Dutil, Andrea Rincón y Fernanda Cohen), tengo una marca de pijamas para mujeres y niños (Jota & Co, también con Fernanda Cohen como socia)…

Quiero decir: hago muchas cosas que tienen un perfil creativo, pero que no necesariamente están relacionadas directamente con mi profesión. También voy mucho al teatro y analizo el trabajo de otras actrices. Pero aparte de nutrirme de todo esto, creo que me vendría muy bien hacer un entrenamiento con algún maestro o maestra, exponerme a una devolución. Cuando sos una actriz más o menos conocida, a veces no querés exponerte a probar algo y que te digan que está mal, que debés repetirlo. Pero debería animarme. Es algo que me debo. Por otro lado, no soy una actriz que trabaja todo el tiempo, y en esos momentos donde no trabajo me queda más claro que también es importante vivir, enamorarte, que te rompan el corazón, tener un hijo, viajar, obsesionarte con un libro o un documental, o con una actor o una actriz y ver todos sus trabajos. Vivir la vida, en suma.

"Hago muchas cosas que tienen
"Hago muchas cosas que tienen un perfil creativo, pero que no necesariamente están relacionadas directamente con mi profesión"

—¿Pensaste alguna vez en escribir o dirigir?

—Antes de que me llamaran para La fuerza del cariño estaba pensando en buscar una obra, más que escribirla yo. Quería elegirla yo, y estaba con muchas ganas de hacer algún autor argentino. Las historias nuestras no se parecen a otras justamente porque son nuestras. Y lo mejor es hablar de lo que uno conoce, como alguna vez me aconsejó Anna Strasberg cuando me estaba formando en Estados Unidos. “Volvé y contá las historias que conocés”, me dijo. Para los norteamericanos, nosotros somos bichos raros. No saben bien si somos brasileños, europeos o qué. Para ellos, el latino es mexicano, portorriqueño o cubano. A mí no sabían dónde ponerme. Estoy hablando de principios de los años 90, cuando no había mucha representación latina en Hollywood. Aparecieron Jennifer Lopez, que igual nació ahí, en Nueva York, y Salma Hayek, pero en aquel contexto era imposible tener posibilidades. Yo no soy ese tipo de latina que imaginan ellos, no soy Sofía Vergara. Así que mejor trabajar sobre lo que más conozco, lo que me es más familiar. Por eso digo que me gustaría hacer algo de un autor argentino.

—¿Cómo fue la experiencia de vivir afuera? ¿Cómo la recordás hoy?

—Estuvo bien en ese momento, pero a mí me gusta mucho vivir en Argentina. Cada vez más, de hecho. Vivo hace treinta años en Palermo y me hace muy feliz que la florista de la esquina me salude cuando paso por ahí. Cuando me fui a Estados Unidos tenía 13 años. Soñaba con cosas que hoy ni me planteo. Me acuerdo de que hablaba con mis padres una vez por semana por teléfono y se escuchaba muy mal. Ellos vivían en Tucumán en esa época. Pero tanto yo como mis hermanos, todos con casas y trabajos allá, al final nos fuimos volviendo. Para mí este país tiene lo único que importa en la vida: los vínculos, justo el tema principal de La fuerza del cariño.

Julieta Ortega el día de
Julieta Ortega el día de cumpleaños número 4, rodeada por sus padres y algunos de sus hermanos

—El clan familiar, como se ha dicho de los Ortega.

—Nunca lo vi así. No somos un clan, somos una típica familia argentina. Y eso es lo que te decía que me gusta del país, los vínculos familiares y las amistades fuertes. Mi familia es muy unida como lo son muchas familias argentinas. En Estados Unidos muchos chicos terminan el colegio y ya se empieza a desintegrar la unidad familiar porque por lo general se van a estudiar lejos de su casa, muchas veces a otro estado. Lo del núcleo familiar, el ritual de sentarse a comer un asado los domingos, con tus hermanos y tus padres, es algo muy argentino. Lo sentís cuando te vas. Y lo extrañás. En otros lugares no existen los amigos que están a disposición siempre, los que son bienvenidos a cualquier hora a tu casa.

—Tenés un hijo con un músico, Iván Noble, y ya tiene 18 años. ¿Seguirá los pasos de sus padres y se dedicará a alguna disciplina artística?

—Benito terminó el colegio el año pasado y ahora empieza una etapa nueva. Lo que haré es acompañarlo en lo que él decida, en lo que le despierte curiosidad y crea que quiere hacer. Cuando era más chico lo llamaban para castings y decía que no. Argumentaba que no quería ser conocido, algo muy interesante en una época en la que ser conocido pareciera un valor en sí mismo, no importa cómo lo consigas. Podés hacerte famoso entrando a una casa para que te filmen todo el día o subiendo historias en Instagram. Hoy ser conocido rankea muy alto. Entonces lo vi como algo sano de su parte. Pero el último año empezó a decir que quizás quisiera probar con el teatro. Tiene la suerte de haber nacido en una familia donde nos dedicamos todos a esto. Oportunidades tendría, eso seguro.

Julieta Ortega y su papá,
Julieta Ortega y su papá, Ramón Palito Ortega a mediados de los 90.

—No es exactamente un buen momento para los artistas en la Argentina, de todos modos, ¿no?

—Yo no recuerdo ningún momento peor que este. Por lo menos para mi profesión. Pero es bastante generalizado, creo. Es una crisis muy grande. Mi sensación es que todo lo que conocía puede desaparecer. La creación de SAGAI fue una gran victoria para los actores y actrices, y ahora tanto esa ONG como otras organizaciones que tienen una larga historia en Argentina –SADAIC, el Fondo Nacional de las Artes, el INCAA, incluso las bibliotecas populares– están amenazadas. Todo lo que a mí me parece virtuoso podría desaparecer, es una situación muy fea, muy triste. Lograron instalar esta gran confusión de que vivimos del Estado, algo que es falaz y muy canalla. Es una ensalada que se armó con la intención de confundir. Los derechos de autor se protegen en Estados Unidos, en España, en Francia, en México… No es algo que hayamos inventado en Argentina.

Creo que mayor parte de los que opinan no tienen idea de cómo funcionan estas instituciones. Pero supongo que la gente que nos gobierna sí sabe cómo son las cosas. Hace unos días vino Karina Milei a ver La fuerza del cariño. Fue muy discreta. estaba con una amiga, vieron la función y después nos esperaron para saludarnos. Nos dijo que la obra le había gustado mucho. Me pareció bien que haya venido así, como cualquier otro espectador, y se haya sentado entre toda la gente, aún ocupando el lugar que ocupa hoy en el país. Creo que es algo que habla bien de ella. Tal vez era un momento para decirle algo sobre estos problemas con los artistas, pero no quise incomodarla.

—También hay intenciones de revisar la política de aborto legal por la que te movilizaste con muchas otras actrices.

—Una amiga me decía hace poco que no van a poder hacerlo. Pero lo mismo decían con Trump en Estados Unidos. Que no iba a ser presidente, que no iba a poder hacer muchas cosas que al final sí hizo. Los derechos que tardaste años en lograr te los pueden sacar en dos minutos, hay que estar en alerta. No hay que pensar que porque hoy tengamos aborto legal, eso está firme para siempre. Hay que defender ese derecho todos los días. Yo creo que la gente a la que no se le mueve un pelo por estas cosas nunca salió a la calle para pelear por algo. Y los que dicen “no va a pasar”, o “no van a hacer eso”, no saben todo lo que cuesta conseguir estos derechos. Ojo, no es que yo peleé por todos los derechos que tenemos, pero la causa del aborto legal me convocó especialmente y salí a la calle por eso. Si no saliste nunca a pelear por nada y solamente gozas de los derechos que conquistaron otros, es muy fácil decir “quedate tranquilo, no pasa nada”.

[Fotos: Javier Sánchez Carreño; archivo personal de la actriz; prensa “La fuerza del cariño”]

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