Los fotógrafos Gabriel Valansi y Pablo Piovano indagan en las formas que toman las imágenes a la hora de potenciar la capacidad de recordar, ya sea en formato digital o analógico y coinciden en su potencia para intentar construir una memoria que intentamos legar.
“La fotografía digital no muere y ese sesgo es tan potente que refleja el signo de los tiempos. La digital nace en un momento en el que la ciencia busca la inmortalidad y me parece que esto ya directamente se inscribe en la fotografía”, reflexiona Valansi, quien cuenta que está “trabajando artísticamente en cómo esta fotografía digital en algún punto concibe y contempla una nueva idea del tiempo. Las imágenes pueden ser fascinantes o no de acuerdo a la sensibilidad del espectador y esto demuestra que la relación sensible con las imágenes no se puede universalizar”.
Acerca de cómo se guardan, circulan y se arman los archivos personales en este mundo digital, subraya que “el soporte por antonomasia hoy es el celular, rara vez las fotos se bajan a la computadora y después pasan a una nube, ni siquiera pasan a un registro rígido sino que están pasando a una nube”.
En sus clases de fotografía en la carrera de Diseño de Imagen y Sonido, relata que trabaja con una ponencia que se llama “Heredarán nubes”: “Cuando mueren nuestros viejos entre lo que heredamos están los álbumes de fotografías, hay una genealogía física, táctil. Mi pregunta es qué pasa cuando estos alumnos de 20 mueran -o sus padres que son casi nativos digitales-, la gente va a heredar nubes, no un álbum físico, sino una nube cargada de imágenes”, grafica.
Para Piovano, las fotos tienen la capacidad de ligarnos a algo que no está y ejemplifica: “Siempre que hay un incendio lo primero que busca la gente son sus recuerdos. Uno intenta hasta no olvidarse de la voz de sus seres queridos y la fotografía nos permite guardar eso para siempre”.
Durante la pandemia, decidió acompañar y retratar a su padre Juan Carlos Piovano, también fotógrafo, durante un tiempo de enfermedad. Sobre el registro de esos últimos momentos compartidos a través de la complicidad de la fotografía recuerda que se trató de “un momento muy particular con una crisis mundial que nos obligaba a estar guardados y mi padre despidiéndose de su propia vida, estaba con muchos problemas físicos. En un momento decidí cuidarme para cuidarlo, iba todos los días a su casa. Era un momento en el que íbamos al hueso sin decir nada, con la elegancia de evitar las palabras sentimentales podíamos comunicarnos sabiendo que eran las fotos finales, era narrar su vejez como el narró mi niñez”.
“Fue muy hermoso para mí, me permitía procesar ese momento de otra manera, que escuchara porque ya no veía, se había quedado ciego. Tenía un dolor físico muy grande en la espalda así que a veces para hacer una foto había todo un movimiento por hacer, siempre me esperaba y me preguntaba que se me había ocurrido para el momento de la foto, fue una manera de jugar”, repasa.
Valansi reconoce que con la imagen analógica “nos daba un contacto con la cosa a través de otra cosa, el fotógrafo se relacionaba con un objeto, una situación, una persona mediatizada por un dispositivo, una cámara. Para que todas esas cosas existieran alguien tenía que estar delante de la cámara para consumar la fotografía. Hoy no es así. La inteligencia artificial casi que arroja imágenes muy idénticas a las fotografías o a las cosas entonces ya hay un desplazamiento de la imaginación y del recuerdo de generación de imágenes relacionado con la síntesis digital”.
Fuente: Télam S. E.