Desde hace ya varios meses venimos abordando en este medio las variadas maneras en que nuestra literatura ha dado cuenta de aspectos significativos de la historia nacional ocurridos desde mediados del siglo XX. Así, en distintos artículos, nos hemos referido a obras vinculadas con el “peronismo clásico” (1946-1955), el peronismo en los años setenta y la Guerra de Malvinas. En esta nota retomamos una temática ya abordada en la edición del 17 de diciembre de 2023 al comentar el texto El grito, de Florencia Abbate. Nos referimos a la llamada “crisis del año 2001″, tratando ahora la novela El año del desierto (2005), de Pedro Mairal.
Sobre la “crisis del año 2001″, hay que recordar que durante las presidencias de Carlos Menem en los años noventa se habían llevado a cabo decisivos cambios en la esfera económica, como las numerosas privatizaciones de empresas estatales y la política cambiaria de la convertibilidad (el llamado “uno a uno”). Si bien estas medidas contribuyeron a detener la inflación, condujeron a un incremento de la desigualdad social. Luego, en las elecciones presidenciales de 1999 fue elegido Fernando de la Rúa, quien intentó continuar con el régimen cambiario de la convertibilidad, a pesar de que las distorsiones económicas se incrementaban.
Ante la gravedad que iba tomando la situación, Domingo Cavallo, el ex ministro de Economía de Carlos Menem, volvió a asumir ese mismo cargo en los primeros meses de 2001. Sin embargo, no pudo controlar la marcha de la economía, llegando el deterioro a un punto culminante en diciembre de ese año cuando el ministro implementó una restricción a los retiros de los depósitos bancarios (llamada popularmente “corralito”). Se produjeron variadas movilizaciones y saqueos de comercios, ante lo cual Fernando de la Rúa decretó el estado de sitio el 19 de diciembre. Ello empeoró la situación, dejando un saldo de numerosos muertos y llevando a que finalmente el presidente renunciara el 20 de diciembre.
En cuanto a El año del desierto, cabe señalar que se la considera dentro del ciclo de obras referidas a la “crisis del año 2001″, como por ejemplo la ya mencionada El grito, de Florencia Abbate, o Las viudas de los jueves, de Claudia Piñeiro. Sin embargo, debe aclararse desde un inicio que lo hace de una manera especial, pues la novela no tiene un carácter realista, sino que adopta una perspectiva alegórica. Igualmente, ello no es un obstáculo para que existan circunstanciales pasajes que aludan explícitamente a hechos salientes que ocurrieron alrededor de diciembre de 2001. Así, por ejemplo, con referencia a los saqueos, en el segundo capítulo, la protagonista relata: “Pasaba gente cargada con fardos de ropa nueva, con estéreos, videos, licuadoras. Los dueños de algunos locales estaban armados detrás de las persianas a rombos”.
La protagonista y a la vez narradora de la obra es María Valdés Neylan, de ascendencia irlandesa por parte de la madre. Dados sus conocimientos de inglés, ella trabaja como recepcionista y traductora en una compañía financiera, Suárez & Baitos, cuyas oficinas se encuentran en la zona céntrica de la Ciudad de Buenos Aires, en la torre Garay (nombre nada inocente si se lo relaciona con lo posteriormente relatado). Si bien los hechos que narra María comienzan a partir del segundo capítulo, cabe aclarar que todo lo que ha de relatar es contado unos cinco años después, desde un país europeo, según se señala en el primer capítulo. Es decir, todos los sucesos que ella ha de contar han sucedido varios años antes, por lo cual el primer capítulo debe verse desde una perspectiva temporal más como un epílogo que como un prólogo.
Por otra parte, en el mencionado segundo capítulo, se plantean los inicios de un proceso de involución que se agudizará con el avance de la novela. Por ejemplo, con respecto a su trabajo, se cuenta: “Yo era la única de las secretarias que tenía todavía una computadora en su escritorio. Aunque ya no funcionara el sistema informático, había que aparentar que seguíamos utilizando la última tecnología. Cuando entraba un cliente, yo simulaba que tipeaba algo en el teclado. En realidad todo eso estaba muerto hacía varios meses”. Dado que no funcionaban las computadoras, María debe así utilizar una máquina de escribir eléctrica, lo cual la lleva a escribir y corregir primero a mano pues cualquier error en la máquina la obligaba a recomenzar desde el principio.
Ese incipiente proceso de involución se ve en dicho capítulo aún más marcadamente en las viviendas, ya que estas se van convirtiendo en lo que eran antes, simples terrenos baldíos. Ese proceso de retroceso se da primeramente en zonas más alejadas de la ciudad y luego avanza hacia lugares del Gran Buenos Aires: “Fue Alejandro quien me advirtió del avance de la intemperie. Me contó que a su amigo Víctor Rojas se le había desmoronado su casa recién construida en Cañuelas, Me dijo que estaba pasando lo mismo en todo ese cinturón del conurbano, por Florencio Varela, La Matanza, Tigre”. Sobre ese avance de la “intemperie” no se dan más datos precisos, sino solo que es inexorable y que provoca que María y su padre, que vivían en Beccar, se trasladen defensivamente a un departamento en la Capital.
Con relación al mencionado e indetenible proceso, cabe recordar que la expresión “a la intemperie”, según el Diccionario de la lengua de la RAE, significa “a cielo descubierto, sin techo ni reparo alguno”. Por ello, no es casual que el autor utilice ese término, que se vincula con lo que les sucedió a muchos argentinos con “la crisis del año 2001″, que ante tal suceso quedaron sin resguardo, sin protección, desamparados.
Asimismo, en cuanto a este proceso involutivo, lo descripto en el segundo capítulo es solo el comienzo de una larga sucesión de hechos que se narran con el correr de las páginas. Si bien lo que cuenta María ocurre en el lapso de un año, “el año del desierto”, el lector debe entender que lo que sucede en ese año es una especie de vuelta al pasado que dura alrededor de cinco siglos. Es decir, en la novela básicamente se narran las distintas peripecias que le ocurren a la protagonista en el mencionado lapso, pero ellas implican un constante ir hacia atrás en el tiempo.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que ese retroceso temporal no es inocuo, ya que implica una regresión hacia la barbarie (como se ve en las últimas páginas). En otros términos, hay un juego entre el tiempo individual y el tiempo de la nación, entre lo vivido por un individuo y lo transitado colectivamente. Los aproximadamente cinco siglos que abarca ese viaje al pasado pueden ser vistos también como una manera particular de realizar una revisión de la propia historia argentina por parte del autor.
Para que el lector tenga una idea de cómo el autor construye este simultáneo avanzar y retroceder en el tiempo, cabe dar un par de ejemplos al respecto. Uno de ellos puede ser cuando el hermano del novio de María le informa a ella que este estaba en Campo de Mayo pues se había incorporado al ejército. Ella le pregunta por qué había hecho eso, a lo cual el hermano le responde: “No lo hizo, te obligan, ahora el servicio militar es obligatorio”. Al respecto, cabe recordar que en el año 2001 el servicio militar no era obligatorio, pero sí lo había sido con anterioridad hasta 1994 cuando fue derogado. Es decir, ello marca que empiezan a suceder hechos anteriores.
Otro ejemplo sobre ese ir hacia atrás en el tiempo ocurre poco después de lo anteriormente mencionado, cuando un personaje cuenta un episodio de ese momento que parece remitir a una época aún anterior, la de la dictadura: “Mi amiga estaba en el subte, en la estación, y la agarraron tres tipos. La hicieron salir. La metieron en un auto, agachada en el piso y le taparon la cabeza con un buzo. La llevaron a un lugar que cree que era un sótano (…) La hicieron desnudar (…) Después la llevaron a otra habitación donde empezaron a darle descargas eléctricas”.
Si bien al comenzar la narración María es una empleada común en una empresa, con el correr de las páginas, ella deberá enfrentar muy diversos y singulares acontecimientos. Para dar una idea al respecto, uno de estos últimos sucesos, que resulta ser un caso muy ilustrativo de ese “regreso al pasado”, ocurre en el penúltimo capítulo titulado “Ú”, donde se cuenta el encuentro de la protagonista con una tribu de indios que precisamente se llamaban los “ú”.
Por último, otro aspecto a resaltar sobre la novela son las variadas relaciones intertextuales con otras obras, de las cuales a modo de ejemplo mencionaremos tres. Una es el propio nombre de la protagonista que remite a una de las obras primeras de nuestra literatura, La cautiva, de Esteban Echeverría, en la cual la protagonista, llamada también María, es raptada por los indios y sufre distintas penurias en el desierto (como mencionamos, en la novela de Mairal, María también se encuentra en la última parte con los indios). Otro ejemplo es el famoso cuento “Casa tomada”, de Julio Cortázar, cuando se relata lo siguiente: “Como ya nos habíamos acostumbrado a no usar el comedor, decidimos alquilarlo por poca plata ni bien alguien nos preguntó si teníamos lugar. Vinieron unos hermanos, gente mayor, que se notaba que hasta entonces habían tenido un buen pasar. Ella se llamaba Irene, no recuerdo el nombre de él. Irene tejía mucho y dejaba las madejas en la cocina. Les habían ocupado un viejo caserón que tenían sobre la calle Rodríguez Peña”. Por último, otra obra es el cuento “El hambre”, de Manuel Mujica Láinez, donde se narra el hambre extrema sufrida por los conquistadores españoles comandados por Pedro de Mendoza en 1536 durante la primera fundación de Buenos Aires, relato en el cual un lugar destacado lo ocupa un miembro de las fuerzas españolas, Baitos, un ballestero (en la novela de Mairal, Baitos es uno de los dueños de la empresa donde María trabajaba en un principio y además reaparece en el capítulo final, donde también está presente el hambre).
En suma, por todo lo dicho se comprenderá la peculiar estrategia narrativa empleada por el autor para dar cuenta de la “crisis del año 2001″. A diferencia de otras obras sobre el mismo tópico, la novela de Mairal no sitúa la acción exclusivamente en una época cercana a la crisis, sino que la presenta en forma alegórica en una particular inmersión global en el pasado argentino.