El patético descenso hacia el olvido de Bela Lugosi, intérprete de Drácula, en una alucinante puesta teatral

En el teatro El Extranjero, se presenta “Bela Vamp”, un unipersonal escrito y dirigido por Alfredo Arias, y en el que Marcos Montes revive magistralmente el oscuro encanto del icónico actor en los años de su caída al ostracismo

"Bela Vamp" presenta una visión única y envolvente de la vida y obra de Bela Lugosi

Después de ver en escena a Marcos Montes, cabalmente ataviado y maquillado evocando al conde vampiro, con su mirada hipnótica y su impactante gestualidad, cuesta imaginar a otro actor en el rol del artista húngaro exiliado en Estados Unidos, que no pudo remontar su carrera pese al fulminante éxito inicial logrado con el film Drácula, de Tod Browning.

Creación erótica, según sostiene la escritora italiana Ornella Volta, experta en la materia y autora –entre otros textos– del exhaustivo tratado El vampiro. Un sobreviviente que regresa de la muerte –tanto en antiguas y extendidas creencias populares como en muy diferentes expresiones artísticas– y permanece errante en fronteras imprecisas, ni vivo ni muerto, necesitando sí o sí consumir sangre humana para mantener cierta lozanía.

Bela Lugosi como Drácula

Ciertamente no faltan realizadores que ven en el canibalismo una manifestación extrema del vampirismo. En particular, determinadas directoras que en el XXI se han atrevido a relecturas más que zarpadas, como Julia Ducournau (Grave, 2016) o Claire Denis (Trouble Every Day, 2001).

En el terreno literario, si bien hubo expresiones que merecen ser mencionadas en el siglo XIX –de autores como Goethe, Paul Feval, Polidori, Sheridan Le Fanu, Marie Nizet, Théophile Gautier, entre otros– justo es reconocer que Drácula, la genial novela epistolar de Bram Stoker publicada en 1897, armada sobre la base de cartas, diarios personales y notas periodísticas, sentó un precedente insoslayable respecto de la mitología del vampiro: le concedió título de nobleza y se codificó al parecer para siempre al chupasangre y sus circunstancias (capa, no reflejarse en espejos, relación con animales nocturnos, alergia mortal a la luz solar, dieta líquida, ajos y cruces como antídotos). Pero en este libro nunca conocemos el punto de vista del conde, bautizado por el escritor irlandés con ese nombre de resonancias escalofriantes que aún estremecen: Drácula.

Marcos Montes encarna magistralmente a Bela Lugosi en la puesta teatral "Bela Vamp", y revive el encanto del legendario intérprete de "Drácula"

Nombre que Lugosi pronunciaba con pomposa lentitud, arrastrando la erre. Y que desde hace una semana es actuado de modo prodigioso por Marcos Montes en un teatro llamado ¿casualmente? El Extranjero… Sucede en la obra Bela Vamp, escrita y dirigida por ese creador tan fecundo que es Alfredo Arias (que el año pasado deslumbrara con el muy original espectáculo Hermafrodita, en el Centro Cultural San Martín, junto con Carlos Casella y Mayra Bonard). Este estreno toma a Lugosi en su patético descenso, estigmatizado por el mismo rol que lo había lanzado a la primera plana y del que ya no podría desprenderse, pese a ser un intérprete de talento.

Esta obra para un solo personaje –que en algún momento se desdobla– ofrece alto refinamiento y elaborada elegancia en todos sus planos, desde la despampanante actuación de Montes, habitado por la honda melancolía de aquel actor que llegó a identificarse con Drácula en la vida real, al exquisito vestuario clásico de Julio Suárez, las luces y sombras de Matías Sendón que homenajean a cierto cine negro (además de citar al director de fotografía del film, Karl Freund), el muy acertado maquillaje de Matías Nazareno. Un prometedor comienzo de temporada teatral en el alternativo que será apreciado por fans del género vampírico y asimismo por público receptivo a la belleza de la decadencia enfocada con un regodeo que no excluye un negro romanticismo.

Afiche del filme interpretado por Lugosi

Las razones del director Alfredo Arias

“Mi primer contacto con Drácula sucede en 1958 al descubrir el film Drácula, también llamada Horror of Drácula, una película británica de ese mismo año. Durante mucho tiempo temí que el Conde apareciera en una de la ventanas de mi casa en Lanús, la imagen de las cortinas de voile meciéndose al viento como anuncio del vampiro me aterrorizaban”, revela Alfredo Arias a Infobae Cultura.

“Más tarde, cuando ya formaba parte del grupo POP de artistas, frecuentando el Instituto Di Tella, Marilú Marini me regaló el libro de Stoker. Luego de leerlo me propuse reducirlo a su versión mínima, como si las escenas fueran una serie de telegramas. En esa versión, Drácula no aparecía, era solo una luz que se proyectaba sobre sus víctimas. El desafío de Delia Cancela y Pablo Mesejean (vestuaristas) fue traducir el mundo gótico del vampiro en una serie de imágenes sofisticadas, como si fueran parte de una edición de un magazine de moda de los años 60. Para alejarnos del mundo fúnebre, el espectáculo estaba animado por las canciones de PJ Proby y los Rolling Stones. Más tarde, ya en Europa y frecuentando la Cinemateca, descubrí el clásico de Murnau y también su remake, el Nosferatu, de Werner Herzog con Isabelle Adjani, a quien dirigí en una versión de La Dama de las Camelias. Drácula o sus víctimas rondaron mi imaginario: ¡los muertos que siguen viviendo son inevitablemente fascinantes!”.

Alfredo Arias

—Volviste al aristócrata de Transilvania con la ópera rock Drácula, del grupo Premiata Fornaria Marconi, libreto de Vincenzo Incenzo, que dirigiste en Roma, año 2006.

Alfredo Arias: Sí, volver a Drácula, esta vez en italiano y con música rock, fue una oportunidad interesante para arrimarme al Conde de un modo decadente, a la manera de un film de serie B. Me fascinaba entonces la posibilidad de acercarme estilísticamente a los cineastas que contaban historias góticas de manera expeditiva y con una estética dudosa. Mi ejemplo fue Terence Fisher. El rock en este caso debilitaba al Conde, le quitaba misterio.

—Vamp se denominaba a las femmes fatales del cine mudo, con Musidora a la cabeza, seguida de Theda Bara. Y Lugosi inaugura el sonoro con su fuerte acento húngaro. Pero es una estrella fugaz y a la vez permanente. ¿Por qué elegiste el título Bela Vamp?

—Pensé que ‘Vamp’ junto a ‘Bela’ sonaba femenino y seductor. A pesar de que Drácula es un representante de la masculinidad, el vampiro tiene algo terriblemente ambiguo, puesto que sin distinción chupa la sangre de mujeres y varones. En La danza de los vampiros, de Polanski, el vampiro justamente es una loca desatada. Es saludable hacer temblar la identidad del vampiro (aunque Bela no la tuvo en su vida), crear perturbaciones en la historia de nuestros amados mitos. Lo mío sería un Bela Vampiresa, como cuando te refieres a Musidora. Marcos Montes con el rostro de Bela interpreta a la Dra. Dorothy Couch, la psicoanalista “vamp” que desea darle brillo a la patética decadencia del actor húngaro.

La obra teatral "Bela Vamp" ofrece una mirada fascinante sobre la vida y carrera del actor Bela Lugosi, conocido por su icónico papel en el cine de terror

—En la puesta en escena de tu obra, aparte del rescate de este actor legendario, de formación teatral en su tierra, ¿te propusiste rendirle homenaje al gran iluminador Karl Freund, con el importante aporte de Matías Sendón?

—La iluminación de este tipo de geniales directores de la fotografía están impresos en mi retina: las luces de Karl Freund para Drácula de Tod Browning, las de Henri Alekan para La Bella y la Bestia, de Jean Cocteau, la luz de Antonio Merayo para El Rufián, de Daniel Tinayre… Para Bela Vamp las luces fueron concebidas antes de la puesta en escena. Los desplazamientos de la luz debían representar o figurar la cámara cinematográfica encuadrando el juego del intérprete. De esta manera encaramos la iluminación con Matías Sendón.

—¿El propio intérprete del conde vampiro, en el exitazo de 1931, resultó tan desdichado como el personaje que creara Stoker en su novela, aparecida en 1897?

Bela Lugosi será tan desgraciado como el personaje de Drácula en la novela, pero la desdicha de Bela tiene que ver con su marginalización dentro del mundo cinematográfico hollywoodiano que lo condenó a interpretar indefinidamente ese personaje; o bien a que ese personaje terminó anulando otras posibilidades interpretativas. El cine americano encontró al extranjero en quien descargar la maldición de Drácula. El chupasangre venía de un país lejano. En Bela Vamp, la funesta psicoanalista Dorothy Couch funciona como un espejo vampírico: su método terapéutico consistirá en succionar el resto del brillo artístico de Bela para llegar ella a la pantalla.

—¿Tenés alguna teoría acerca de esta larga vigencia del vampirismo, que sigue fascinando en pleno siglo XXI a gente de toda edad?

—La fascinación de Drácula nace de su inmortalidad. De transgredir el límite que nos impone la vida. Todos, en algún momento de nuestra existencia, nos hemos preguntado: ¿quiero vivir eternamente? Drácula nos propone una aceptable respuesta a este interrogante. La religión católica nos plantea una eternidad abstracta en tres posibles “locaciones”: el Paraíso, el Purgatorio o el Infierno. Drácula, para aquellos que aman las soluciones góticas, nos invita a chupar sangre para seguir viviendo… Una posibilidad más excitante que el aburrido programa católico del que solo se salva el Infierno.

La puesta en escena de "Bela Vamp" transporta al público a la época dorada del cine de terror

Marcos Montes, un actor ideal para Bela Vamp

—Entre tus numerosos y muy diversos personajes, nunca te tocó a hacer a un actor que se identifica con el rol del vampiro más famoso de la ficción; actor devenido símbolo perdurable dentro del género. Antes de que llegara Bela Vamp, ¿te habías interesado en el gótico, y –en particular– en el tema del vampirismo en la literatura, el cine, la televisión?

Marcos Montes: En efecto, nunca me tocó antes. Pero siempre me atrajo lo gótico y el tema del vampirismo, casi como algo mítico. De niño, solía ver las películas de terror de la serie B, que en la década de 1970 aparecían en la tevé abierta. Vincent Price, Christopher Lee, Boris Karloff, ¡Peter Cushing! Los considero una delicia. A su vez, mi hermano mayor me explicó que había murciélagos muy diversos. Algunos se alimentan de frutos o simplemente del néctar de determinadas flores. Muy pocas especies buscan sangre.

—¿Conocías la historia de Bela Lugosi, el actor extranjero que reemplaza a Lon Chaney en el film Drácula de Tod Browning, y que pese al impacto que logra con su actuación, no puede sostener su carrera en Hollywood? Como dice tu personaje en la obra: Drácula le dio vida, y se la quitó.

— La conocía tan superficialmente como solemos conocer las historias de las estrellas de Hollywood, que generalmente reducimos a un subtítulo o un eslogan. Este trabajo me hizo averiguar más, aunque no para llenarme de datos y fechas: lo justo para intuir por dónde debía buscar dentro de mí, y así comprenderlo.

—¿Cuál sería tu lectura de la figura clásica del vampiro, ese ser que alcanza la inmortalidad succionado –con o sin consentimiento– sangre ajena, caracterizado como un aristócrata y su accionar teñido de erotismo?

—De las figuras clásicas de las historias de terror contemporáneas (el Hombre Lobo, la Momia, Frankenstein, etcétera), siempre vi que Drácula es un personaje que mantiene su intelecto y ejerce su poder a conciencia. Los otros actúan bajo el influjo inmanejable de su deformidad, son tan víctimas de su poder y de su mal como las personas a las que someten. En cambio, Drácula todo lo dirige. Hasta su manera de matar es delicadísima. Y, además, seduce. Lo rubrican esas versiones donde hasta los hombres desean ser sometidos por él, quieren darle su vida, su líquido vital. Una situación que encuentra demasiadas resonancias en nuestra civilización y su sometimiento al poder.

—Drácula se lleva bien con las criaturas de la noche, los lobos, los murciélagos. Y en su composición, Lugosi combina gestos de dandy refinado con otros de cierta animalidad. Vos, por tu lado, en un momento de tu vida ibas para veterinario y quienes te conocen saben que querés a los bichos en general. Aparte de dar una versión estilizada de los modos de Drácula según su icónico intérprete, ¿recurriste a actitudes, ademanes observados en algunos animales para tu trabajo en Bela Vamp?

—Si bien los animales son mi amor y mi inspiración eterna, en este caso no acudí a sus movimientos o actitudes para componer a Bela. Me concentré en los desechos de ese Drácula de ficción que sobreviven en Bela Lugosi para su andar y sus gestos, pero todo el resto me lo dan el descreimiento y la decepción, la desesperación de Lugosi; algo mucho más psicológico y, quizá, accesible para mí.

La actuación de Marcos Montes en "Bela Vamp" ofrece una perspectiva íntima y conmovedora sobre la vida del famoso actor Bela Lugosi

—¿Cómo procediste en busca de ese personaje ambivalente, un actor del Este, extranjero en Hollywood que se identifica con un conde vampiro de una zona cercana a su Lugos natal?

— Todos somos extranjeros, todos queremos pertenecer en algún momento: a un grupo, a una empresa, a un nuevo barrio. Todos, también, nos damos cuenta de que es imposible dejarnos atrás, olvidar nuestra esencia, nuestra raíz, la comida que nos hacía nuestra mamá o nuestra abuela. Todos somos un animal, violento a veces, desconfiado otras, en absurda búsqueda de cariño, las más de las veces. Son elementos comunes a todos los humanos, que debemos combinar y sazonar como una alquimia del arte.

—¿Te resultó un plus laborioso tener que incorporar ese acento lugosiano que mantenés a través de casi todo el espectáculo? ¿Fue un poco como aprender una nueva lengua para vos que –aparte de cantar, tocar la guitarra y actuar con una plasticidad siempre sorprendente– sos un apasionado conocedor de los idiomas, las etimologías?

—Laborioso, sí, ¡pero tan placentero! Mi madre irlandesa, Marta Welch, tenía un oído finísimo para los idiomas. Identificaba y reproducía con gracia los sonidos de los polacos, los italianos, los gallegos, los vascos, los yugoslavos que, poseedores de algún oficio, visitaban nuestra casa de Adrogué. Incluso podía describir sus modos, sus maneras de sonreír, de gesticular o de evitar las miradas directas. Recordar cómo mi mamá los entendía y descodificaba fue mi única fuente para componer la manera de hablar de Bela. Y como fue mi mamá, a la vez, la señora de la lengua inglesa en mi casa –mi segunda lengua también– resultó, en efecto, como aprender una nueva, y lo hago cada vez con todo amor.

Bela Vamp, los lunes a las 20 en El Extranjero, Valentín Gómez 3378, C. A. B. A.

Entradas por Alternativa teatral.com, o a través del sitio https://teatroelextranjero.com/elextrajero/bela-vamp

Fotos: Leandro Allochis.